Europa vota en plena encrucijada con el riesgo de empoderar definitivamente a la extrema derecha

Irene Castro

Corresponsal en Bruselas —
8 de junio de 2024 21:45 h

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Una Europa cada vez más a la derecha. Esa será una de las grandes conclusiones de esta noche electoral en la que se espera que el Partido Popular Europeo resista como primer grupo sin muchos cambios y que la suma de extrema derecha (fragmentada en ultraconservadores y ultraderechistas) sea la segunda fuerza. Las encuestas pronostican una ligera caída de los socialdemócratas y un descenso bastante sustancial de los liberales y los verdes en comparación con la composición del Parlamento Europeo que salió de las elecciones de 2019 y en las que su empuje fue determinante para acabar con el bipartidismo que había reinado hasta entonces en la UE. 

Desde entonces, el panorama ha cambiado notablemente en todo el continente y eso tendrá una traslación en el equilibrio de fuerzas del próximo reparto de poder europeo. La extrema derecha, que sólo gobernaba en Hungría y Polonia en aquel momento, lo hace ahora en Italia, forma parte del Ejecutivo de Finlandia y apoya al de Suecia, que hace cinco años estaban en manos de los socialdemócratas. En Holanda está a punto de haber una coalición liderada por el PVV del populista Geert Wilders.

Esos cambios de gobierno se traducirán en un cambio de color también en la mayoría de comisarios, que son designados por los estados miembros. Por ejemplo, hasta ahora el comisario de Economía era el socialista italiano Paolo Gentiloni, pero será el gobierno de la ultraderechista Giorgia Meloni quien plantee un nombre para el futuro ejecutivo comunitario, si bien deberá recibir el visto bueno de la Eurocámara. Y así con todos los países y sólo cinco están en manos progresistas, entre ellos Alemania, que en principio se quedaría sin cartera en el caso de que Ursula von der Leyen fuera de nuevo la presidenta de la Comisión Europea. 

El cordón sanitario a la extrema derecha ha desaparecido prácticamente en todo el continente. Aunque el Partido Popular Europeo tuvo tentaciones de mirar a su derecha ya en 2019 animado por Silvio Berlusconi –cuyo partido gobierna ahora con Meloni– y por Viktor Orbán –que esta legislatura fue expulsado por sus continuas quiebras del estado de derecho–, mantuvo la alianza con los socialdemócratas con el apoyo de los liberales. No obstante, a lo largo del mandato ha maniobrado con la extrema derecha para intentar tumbar algunas iniciativas del gobierno de Von der Leyen, como la ley de restauración de la naturaleza. 

Todos quieren a Meloni

Ahora el PPE y Von der Leyen han abierto de par en par las puertas a la extrema derecha, a la que sólo ponen tres tibias condiciones: que sea proeuropea, anti-Putin y respetuosa con el estado de derecho. A pesar de las medidas contra los derechos de las mujeres o de las personas LGTBI, a quien miran especialmente en el PPE es a Meloni. “Le ofrezco trabajar juntas”, dejó claro Von der Leyen en el debate electoral. No obstante, los socialistas y liberales han advertido de que no le darán su apoyo si en la ecuación para sacar adelante la votación en la Eurocámara hay un acuerdo con la extrema derecha.

Para ser elegida presidenta, Von der Leyen necesita que la propongan los líderes de los 27 y que la respalden al menos 361 eurodiputados. En principio PPE, socialistas y liberales superarán el umbral del 50% de los escaños, pero el candidato tiene que afianzar la mayoría dado que al tratarse de voto secreto puede haber fugas en esos grupos. Los populares franceses, por ejemplo, ya han adelantado que no apoyarán a la alemana para un segundo mandato. En 2019, a pesar de que las tres fuerzas que constituían la mayoría sumaban 444 escaños, Von der Leyen recibió el voto favorable de 383, tan sólo nueve por encima de la mayoría requerida. Ahora que socialistas y liberales van a perder fuelle, la alemana quiere garantizarse más apoyos y es ahí donde mira hacia su derecha, a pesar de que los verdes no descartan apoyarla si mantiene la agenda ecológica.

Pero la de Von der Leyen no es la única oferta que ha recibido Meloni. La ultraderechista francesa Marine Le Pen le ha tendido la mano a formar un ‘supergrupo’ de los partidos de la extrema derecha para tener más fuerza en el Parlamento Europeo, donde hasta ahora estaban divididos en dos grupos. La propuesta vino precedida de una ruptura de Le Pen y Matteo Salvini con Alternativa por Alemania como un pretendido gesto de moderación. Tanto los ultras alemanes como la Agrupación Nacional están fuera de la órbita del PPE para un entendimiento por una cercanía a Vladímir Putin que Meloni ha tamizado desde que está en el poder. 

Desafección por la pandemia, las guerras y la agenda verde

Lo cierto es que las encuestas pronostican la victoria de la extrema derecha en un buen puñado de los países que están llamados a las urnas y que quede en segundo o tercer lugar en al menos nueve. Por el momento en Holanda, que era uno de los países en los que se esperaba la victoria de la extrema derecha, la coalición de socialdemócratas y verdes ha resistido en primera posición con ocho escaños frente a los nueve de la anterior legislatura, aunque el PVV de Wilders ha pasado de uno a siete eurodiputados, según los sondeos a pie de urna tras la jornada de votación, que fue el viernes.

¿Qué es lo que provoca ese auge de la extrema derecha en toda la UE? “Difiere de país a país y de votante a votante, pero por supuesto podemos encontrar algunas tendencias y un fenómeno general”, explica a elDiario.es Pawel Zerka, investigador en el Consejo Europeo de Relaciones Internacionales (ECFR, por sus siglas en inglés): “En los últimos años y décadas, los partidos de centro, ya sean de centro-izquierda o centro-derecha, se han vuelto muy similares entre sí, en asuntos como la economía”. 

Zerka, que colaboró en el estudio sobre la derechización de la Eurocámara A new political map: Getting the European Parliament election right, apunta a que encontraron “desafección” hacia cómo se gestionaron la pandemia, la ayuda a Ucrania y la agenda verde. “En el tiempo del covid, la derecha radical mostró que ellos eran una alternativa cuestionando la política, como la vacunación masiva o los confinamientos. Y eso les ayudó a construir su popularidad y visibilidad”, explica sin olvidar que se han apoyado en las redes sociales. “La gente se muestra escéptica sobre la forma en que se ha aplicado la legislación verde en la Unión Europea y la mayoría está asumiendo que la Unión Europea ha ido demasiado lejos y no ha dedicado suficiente atención al coste de la vida”, agrega.

“Las guerras y la memoria del covid dan una prima a los partidos de la derecha, que son creíbles cuando hablan de orden, soberanía o defensa frente a los de izquierdas que hablan más sobre solidaridad social o de la agenda verde”, remata el politólogo. 

Una menor ambición

Precisamente en la seguridad y la defensa es en lo que pretende centrarse la UE una vez que pase el periodo electoral. El impulso a la industria armamentística ha sido uno de los principales objetivos de la Comisión Europea en los últimos meses. El otro gran reto que tiene por delante y para el que los líderes de los 27 ya pusieron deberes fue para impulsar la competitividad del club, que se está quedando atrás respecto a sus principales rivales: China y Estados Unidos. La gran paradoja es que estas fuerzas en auge son mayoritariamente euroescépticas –apuestan por limitar al máximo las competencias de la UE– y ultranacionalistas.

La mayor presencia de la derecha y la extrema derecha en la Comisión Europea se traducirá inevitablemente en una menor ambición de determinadas políticas en un momento en el que la agenda verde se ha convertido en uno de los caballos de batalla de las fuerzas conservadoras o en un endurecimiento de otras, como la política migratoria, que ya ha sufrido un enorme retroceso. El pacto de migración y asilo que Bruselas puso sobre la mesa hace cuatro años –con repartos obligatorios de cuotas de refugiados, por ejemplo– dista mucho de lo que finalmente acordaron los gobiernos y el Parlamento Europeo, que aceleró su visto bueno precisamente por el temor a que la próxima legislatura será aún peor.