El Gobierno de Boris Johnson anunció este lunes que acabará con todas las restricciones que quedan en Inglaterra el próximo 19 de julio pese a tener una epidemia disparada, con 230 casos de COVID-19 por 100.000 habitantes en los últimos siete días (en la misma medida, España, tiene 143). El plan del Gobierno británico es acabar hasta con la obligatoriedad de la mascarilla en el transporte público. Pero lo que queda, por ahora, es una de las políticas de restricciones de viaje más estrictas y caras (para el viajero) de Europa.
Salvo unas pocas excepciones, la mayoría de países del mundo y también de Europa, incluso los que tienen incidencias muy bajas como Italia o Alemania, están en la llamada lista ámbar, que obliga a cualquier persona que regrese de esos países a guardar una cuarentena de 10 días y a hacer una prueba en origen y al menos dos PCR en destino. A esto, se puede añadir una tercera para reducir la cuarentena a cinco días. Cada PCR puede rondar los 200 euros. Ahora, las reglas se aplican por igual a las personas completamente inmunizadas con dos dosis de vacuna, aunque esta excepción se contemplará en las próximas semanas (aún sin fecha).
Millones de europeos
“Por lo que respecta a viajar y el anuncio del Gobierno, ellos solo piensan en que los británicos se vayan de vacaciones; no piensan que hay cinco millones de europeos o gente de fuera”, dice Rosella Piccolo, una italiana residente en Reino Unido. La última vez que pudo viajar a Italia para ver a su familia fue en septiembre de 2020. Como ella, muchos ciudadanos europeos que viven en Reino Unido llevan desde el comienzo de la pandemia sin poder ver a sus familias. Algunos se despidieron tras pasar las Navidades de 2019 con ellos. Dieciocho meses después siguen sin poder viajar a sus países de origen a visitar a sus familiares.
Rosella, que lleva viviendo en Reino Unido 11 años, estaba acostumbrada a ver a su familia tres veces al año. En enero de 2020, cuando se despidió de ellos, no sabía que estaría sin ver a su madre y sus hermanos más tiempo del habitual. “Me siento atrapada en este país” admite Rosella, cuyo tono deja traslucir la indignación que siente. “Me siento atrapada en un país que no me deja volver a casa”. La continua cancelación de su vuelo, que en un principio estaba programado para mayo, solo acrecienta su preocupación principal: su madre. “Si algo pasa y yo estoy aquí, ¿qué va a suceder? ¿Qué voy a hacer? Nadie debería encontrarse en esta situación”.
Los viajes internacionales en Reino Unido se reanudaron el pasado 17 de mayo, como parte de la siguiente fase de desescalada del gobierno británico. Para ello, el ejecutivo británico implantó un sistema de semáforo que dividía los países en tres categorías, dependiendo del nivel de riesgo: rojo, amarillo y verde. Desde ese momento, la prohibición de viajar dejaba de estar vigente y se iniciaba la reapertura del turismo internacional, justo a tiempo para el verano.
Sin embargo, los principales destinos vacacionales de los turistas británicos no han sido incluidos en la lista de los países en verde. Hasta ahora, y según la última actualización del Gobierno británico, todos los países de Europa están en la lista ámbar, a excepción de Malta, las Islas Baleares, Islandia y Madeira.. La decisión generaba confusión a viajeros, aerolíneas y empresas turísticas, que no sabían si entonces era posible viajar a estos destinos o no. “Es increíble, porque si miras la ratio de infección en otros países europeos, es drásticamente más bajo que el de Reino Unido. Es extraño que todos los países europeos estén en la lista ámbar”, opina Rosella.
El primer ministro Jonhson compareció en el parlamento británico para aclarar si era posible viajar a los países incluidos en esta última lista. “No deberías ir a un país de la lista ámbar a menos que sea una circunstancia extrema como la enfermedad seria de un miembro de la familia. No deberías ir a un país de la lista ámbar de vacaciones”.
Motivos familiares
El debate en torno a las vacaciones de los británicos en los principales destinos europeos -incluidos en la lista ámbar- ha hecho que los viajes por otros motivos que no sean puramente turísticos hayan quedado relegados a un segundo plano. Ese es el sentir de muchos europeos que no tienen intención de irse de vacaciones, sino de viajar a sus países de origen para ver a sus familias o por otros motivos puramente prácticos.
De origen portugués, Marta Fernandes, es una de las europeas que deja traslucir la frustración ante la falta de prioridad del Gobierno británico con los extranjeros que viven en Reino Unido. “Es muy frustrante la forma en la que el Gobierno lo lleva. Porque no hay excepciones para nosotros; siempre nos ponen en el mismo saco. Básicamente, lo único que piensan es en ir de vacaciones, y es mucho más que ir de vacaciones. Entonces es realmente frustrante. Y está llegando al punto en el que todo el mundo está un poco desesperado” explica Marta, a quien le tiembla la voz al hablar.
A Marta, la pandemia le pilló sola con sus dos hijos, uno de ellos, el mayor, con autismo severo; y con su marido en Suiza, donde trabajaba. Además de trabajar desde casa y hacerse cargo de sus dos hijos ella sola, Marta tampoco ha podido viajar para ver a sus padres, que en la actualidad residen en Chipre, y a quienes antes veía cada tres meses.
El nuevo sistema le complica las cosas aún más. Su principal razón para no viajar es el número de test a los que tiene que someter a su hijo mayor, así como la cuarentena que tendría que acatar al volver. Además, es consciente del caos que hubo durante todo el año pasado en torno a los viajes, cuando el Gobierno británico decidía cambiar las restricciones de los viajeros de diferentes países, sin previo aviso. “Lo que más me molesta es que está todo cambiando constantemente. Entonces, podemos ir un día, y al día siguiente, poner el país en la lista roja y al volver tener que quedarnos en un hotel. No sé cuánto cuesta ahora mismo. Pero mi hijo mayor no toleraría estar atrapado en un hotel catorce días”, dice Marta.
A pesar de que el Gobierno británico implanta los cambios de países con una semana de diferencia tras el anuncio, su hijo mayor no puede ser sometido a cambios bruscos y a la prisa que ello supondría. Además, no es solo hacer frente a los cambios que imponga Reino Unido, sino a los que imponga el país de destino, en su caso, Chipre. “Así que creo que va a ser otro año más sin ver a mis padres. Mi esperanza ahora mismo es que puedan viajar para Navidades”.
El malestar por la falta de importancia mostrada por el gobierno, aumentaba esta semana antes el anuncio hecho por el gobierno de que ciertos tipos de viajeros, los llamados, ‘viajeros de negocios de alto valor’ como deportistas de élite, profesionales de las artes escénicas o periodistas no tendrían que cumplir con la cuarentena.
Desconfianza tras el Brexit
Para otros, se ha acabado por juntar la pandemia con el Brexit. El pasado 30 de junio terminaba el periodo de gracia concedido por el Gobierno británico para que los europeos residentes en Reino Unido pidieran su residencia. Sin embargo, la falta de una tarjeta de residencia que lo demuestre podría dificultar que los europeos puedan demostrar su residencia. Las historias sobre europeos detenidos en los controles fronterizos de los aeropuertos y sin poder entrar al país también desincentivan los viajes.
“Me preocupa que, si nos cogiéramos unas vacaciones largas y luego tengo que enseñar el código para compartir -un código que los europeos deberán enseñar para que puedan comprobar su residencia-, y no tengo internet, no pueda volver a casa. Y eso es lo que me preocupa, que cuando quiera volver, sea detenida cuando vuelva a Heathrow, incluso cuando tengo prueba de mi residencia, y no la acepten”, explica Wilma, una holandesa que lleva casi 20 años residiendo en Reino Unido.
En su caso, si decidiera ir a Holanda, tendría que hacer cuarentena de diez días allí, y cuarentena de diez días al volver a Reino Unido, bajo los actuales requisitos de cada país. Lo mismo que si viniera su padre, al que ha persuadido de no hacerlo, primero, por la cuarentena que tendría que hacer, y después, porque le preocupa que él también sea detenido en la frontera. “Su inglés no es tan bueno como el nuestro (…) Imagino a mi padre entendiendo la pregunta, respondiendo incorrectamente y siendo enviado de vuelta en el siguiente barco o llevado a un centro de detención, lo que es totalmente inaceptable para un hombre de 80 años”.