“Si dijera que no me afecta, nadie me creería”, afirmaba una emocionada Marine Le Pen en directo en el canal CNews. Tras varios años alejada de la primera línea política, ese mismo día, Marion Maréchal Le Pen había manifestado a Le Figaro su “inclinación” por Éric Zemmour de cara a las próximas elecciones presidenciales, elogiando, dijo, la “coherencia, visión y estrategia” del candidato ultraderechista, al mismo tiempo que lanzaba una crítica a su tía.
“Éric Zemmour lucha por la desaparición del cordón sanitario entre la llamada 'derecha republicana' y nosotros; Marine Le Pen nunca ha estado a favor de la desaparición de esta línea de demarcación, solo quiere estar en el lado adecuado”, dijo Maréchal.
Las declaraciones llegaban después de que varias figuras de Agrupación Nacional (antiguo Frente Nacional) abandonasen el barco para sumarse a la campaña de Zemmour, entre ellos algunos rostros muy visibles, como el del eurodiputado Gilbert Collard, un habitual de los platós de televisión.
Pero en el caso de Maréchal, el golpe es aún más duro, por su influencia dentro de la galaxia lepenista y por ser miembro de su propia familia. “Tengo una historia particular con Marion: yo la crié, junto con mi hermana, durante los primeros años de su vida”, rememoraba Le Pen en la misma entrevista televisiva. “Así que es brutal, es violento, es difícil para mí”, indicaba.
Marion Maréchal también confirmó a Le Figaro su intención de “volver a la política activa” tras cinco años de ausencia. Una retirada de la vida pública originada, en parte, por los desacuerdos sobre la estrategia de su antiguo partido. Ahora, la posibilidad de que sea candidata a las próximas legislativas con la agrupación de Zemmour parece ir tomando forma. “Aún queda mucha campaña y Zemmour tiene un mayor margen de progresión entre las clases populares y los abstencionistas del que Le Pen tiene entre las clases altas”, dijo la exdiputada.
El voto, dividido
Su lectura deja entrever una de las grandes batallas entre los dos candidatos de extrema derecha: el voto de la clase trabajadora. En las encuestas, Zemmour sigue muy por detrás de Marine Le Pen en este segmento de población (9% frente al 29%), según datos del último sondeo del Instituto Francés de la Opinión Pública.
Sin embargo, Zemmour acumula el doble de intención de voto en las clases más acomodadas, lo que supone un problema para la candidata de Agrupación Nacional, que esperaba ampliar su base electoral e incluir a la burguesía liberal-conservadora. De momento, no solo no lo logra, sino que está perdiendo terreno entre sus votantes más fieles. Y, a día de hoy, las encuestas sitúan a los dos casi al mismo nivel, en lucha con la candidata del partido Los Republicanos, Valérie Pécresse.
Sube la tensión
Si hasta ahora los dos políticos de extrema derecha habían guardado las formas y concentraban sus ataques en el jefe de Estado, Emmanuel Macron, la tensión ha subido recientemente. La semana pasada, en su mitin de Reims, Le Pen acusó a Zemmour de “sabotear su campaña”. “Debería limpiar” su propio movimiento de “católicos fundamentalistas” y “nazis”, dijo, en relación a ciertos miembros del equipo de Zemmour.
“Ahora quiere hablar del poder adquisitivo, algo que antes le parecía menospreciable”, ironizaba Le Pen, “cuando fui yo quien concibió y teorizó la Francia de los olvidados”. Una lista de propuestas en este ámbito ocupó gran parte de su discurso: bajada del IVA en el gas y la gasolina, revalorización de la prestación por adulto dependiente y pensión mínima de 1.000 euros.
Ese mismo día, en los alrededores del Grand Palais de Lille –y en medio de una importante despliegue policial–, Zemmour se anunciaba como “el presidente de la reconciliación de clases, que pondrá de acuerdo al empresario y al trabajador”. El candidato, que habló ante unos 6.000 simpatizantes, apeló al voto de los “herederos de generaciones de trabajadores esforzados”, a los “inmigrantes de Europa” que han adoptado “la lengua de los franceses sin protestar”; una referencia a los descendientes de inmigrantes italianos, portugueses, polacos o españoles, muy numerosos en la región.
Zemmour afirmó también que aumentar el poder adquisitivo significaba “dejar de malgastar el dinero público y de financiar nuestra propia sustitución”. Reiteró que suprimiría el gasto en “extranjeros”, dijo, con alusiones explícitas a los solicitantes de asilo y a los menores no acompañados y avanzó la idea de ofrecer una “subvención por nacimiento” de 10.000 euros por cada niño “francés” nacido en un municipio rural.
Una estrategia más amplia
Aunque las deserciones en su partido y la “traición” familiar hayan podido afectar a Marine Le Pen, las declaraciones emocionada en televisión se incluyen en una estrategia más amplia. “Ahora, amigos míos, voy a dedicar unos minutos a hablaros de mí”, anunciaba de improviso en el mismo mitin de Reims, abandonando el atril y acercándose al borde del escenario.
“Yo experimenté la violencia política muy pronto, en la escuela, cuando era una niña. Me hicieron pagar por el compromiso de mi padre (...) Persecuciones que me han hecho odiar cualquier idea de discriminación hoy en día”, dijo.
Le Pen se apoya sobre la radicalidad de Zemmour para continuar con su estrategia de “normalización” de la extrema derecha y aparecer, por contraste, como moderada. Un proceso que avalan, al menos en parte, los sondeos. El barómetro electoral del Agrupación Nacional, que elabora cada año la empresa Kantar Public para la televisión pública francesa, revela que la candidata ha logrado suavizar su imagen, aunque la mitad de los franceses (50%) sigue considerando que representa “un peligro para la democracia”. Sigue siendo un porcentaje muy superior que el de Macron (31%) o Jean-Luc Mélenchon (29%) ante la misma pregunta, pero notablemente inferior que el de Zemmour (62%).
De ahí esa estrategia que ha empezado a desplegar en las últimas semanas: asumir la fragilidad para hacer evolucionar su imagen. Y, también, apuntalar otro de sus grandes activos electorales: un voto femenino de extrema derecha. “En Europa, las fuerzas políticas de derecha radical llevan mucho tiempo peleadas con el voto femenino, lo que limita mucho su base social”, dice el politólogo Antoine Bristielle en una nota de la Fundación Jean-Jaurès.
Marine Le Pen logró reducir considerablemente esa brecha de género en las últimas elecciones presidenciales, pero “los acentos machistas y el conservadurismo social de Éric Zemmour parecen distanciarle de las mujeres, que representan más de la mitad del electorado”.
De ahí que Le Pen concentre sus esfuerzos en no redemonizarse y no perder lo ganado en la última década. Porque su objetivo final es ser más competitiva en una segunda vuelta de lo que lo fue hace cinco años. Además, el electorado de extrema derecha, que parece seducido por Zemmour, no está definitivamente perdido para ella. Si el tertuliano dejase la campaña o quedase eliminado, la candidata de Agrupación Nacional cuenta con recuperar esos apoyos, porque no se puede perder de vista un aspecto clave: si Le Pen insiste tanto en diferenciar su imagen de la de Zemmour es porque sus propuestas políticas son, en gran medida, similares.