Un tren de mercancías químicas operado por Norfolk Southern, una de las principales compañías ferroviarias de Estados Unidos, descarriló el pasado 3 de febrero en un área fronteriza entre Ohio y Pensilvania, provocando un desastre medioambiental que ha contaminado el aire, el subsuelo y las aguas fluviales, poniendo en peligro la vida animal y humana. El accidente, que ha pasado casi inadvertido durante dos semanas, pone en cuestión los requerimientos de seguridad ferroviaria en el país, un asunto que los sindicatos llevan años condenando. Sin embargo, cuando convocaron una huelga general el pasado diciembre, una ley aprobada por el Congreso y ratificada por Joe Biden la impidió.
Los hechos tuvieron lugar en East Palestine, un pueblo de 4.700 residentes, que dos semanas más tarde sigue tratando de recuperarse de los daños. La catástrofe, que ha sido catalogada como “Chernóbil químico”, se produjo cuando 50 de los 150 vagones de un convoy salieron de las vías, provocando una pequeña explosión, que derivó en un enorme incendio. Al menos 10 de los vagones quemados trasladaban sustancias altamente tóxicas, como el cloruro de vinilo, un gas que se usa para la fabricación de plástico PVC y es altamente inflamable y cancerígeno. Durante días, los vecinos pudieron observar en sus cielos una nube densa y oscura, cargada de partículas contaminantes.
El gobernador de Ohio, Mike DeWine, alertó de que la concentración de estas sustancias podría provocar una explosión todavía más grande, con trágicas consecuencias. “Existe la posibilidad de una falla catastrófica del camión cisterna, que podría causar una explosión con una metralla mortal en un radio de una milla”, dijo. Para evitarlo, decretó evacuar a los residentes de ambos lados de la frontera entre Ohio y Pensilvania, y se dispuso a realizar una “liberación controlada” de las sustancias en cuestión. Y avisó: “Parte del material se quemará mientras se drena durante un corto número de horas”.
El cloruro de vinilo es un líquido extremadamente volátil, así que era muy peligroso sacarlo del lugar del incidente, y los expertos justificaron la decisión de realizar una “liberación manual de la presión” como la única solución viable. Sin embargo, esta idea no estuvo exenta de consecuencias: el fuego generó una enorme nube de humo oscuro, formada principalmente por fosgeno y cloruro de hidrógeno, que sobrevoló la región los días posteriores, creando imágenes apocalípticas.
El fosgeno es un gas altamente tóxico que puede causar vómitos y problemas respiratorios, y que llegó a ser utilizado como arma durante la Primera Guerra Mundial. Por su parte, el cloruro de hidrógeno es irritante y corrosivo para cualquier tejido con el que entre en contacto. Esa nube gris iba cargada de peligros.
Olor a químicos y peces muertos
Al cabo de cinco días, el 8 de febrero, la oficina del gobernador puso fin a la evacuación, permitiendo el retorno de cerca de 2.000 residentes a East Palestine. Según los indicadores de polución, la calidad del aire había salido de los niveles preocupantes y había vuelto a la normalidad. Aun así, desde entonces han proliferado en las redes sociales los vídeos de peces muertos a las aguas de los ríos.
El Departamento de Recursos Naturales de Ohio calcula que el vertido afectó a más de 11,2 kilómetros de arroyos y mató a unos 3.500 peces. Además, algunos de los residentes se están quejando de que el olor de los químicos ha impregnado las calles, causando dolores de cabeza y muchos casos de personas enfermas, todo ello desde el descarrilamiento.
La Agencia de Protección Ambiental (EPA, en inglés) ha reconocido que muchas de las sustancias peligrosas del tren –cloruro de vinilo, acrilato de butilo, acrilato de etilhexilo y éteres monobutílicos de etilenglicol– se han filtrado hacia las aguas fluviales y que, a pesar de que se han “tomado medidas para minimizar el impacto medioambiental”, los esfuerzos se han centrado en la “protección” del agua potable. La EPA dice que el agua es saludable y cumple con los requerimientos sanitarios, pero muchos vecinos que no se creen esta versión.
Varios residentes de los pueblos afectados, en la frontera entre Ohio y Pensilvania, han iniciado una demanda federal conjunta contra la compañía ferroviaria, a la que exigen que se comprometa a costear los monitoreos de salud ambos estados. Es decir, en caso de perder el juicio, tendría que pagar por los problemas de salud generados en un radio de 50 kilómetros. En el momento en el que las autoridades permitieron a los habitantes de East Palestine volver a sus casas, no se había medido la calidad del aire en su interior: la EPA comenzó a hacerlo en los días posteriores y ha ido notificando resultados negativos de cloruro de hidrógeno y fosgeno en todas las muestras analizadas.
A pesar de ello, los vecinos siguen notando olores. “El control del aire detectado por la EPA no detectó contaminantes químicos preocupantes”, reiteró el organismo. “Los residentes de la zona y de decenas de kilómetros de distancia pueden percibir olores procedentes del lugar. Esto se debe a que los subproductos de la quema controlada tienen un umbral de olor bajo. Esto significa que la gente puede oler estos contaminantes a niveles mucho más bajos de lo que se considera peligroso”, aseguró la EPA. Para este miércoles por la tarde está programada una reunión municipal en el instituto local, en la que los vecinos podrán exponer todas sus quejas.
El caso, que había pasado desapercibido durante la primera semana, ha empezado a generar una fuerte indignación en las redes sociales a raíz de la detención de un periodista que estaba informando sobre el descarrilamiento y sus impactos. Concretamente, ha transcendido el caso de Evan Lambert, corresponsal del medio NewsNation, quien el 8 de febrero asistió a la escuela primaria de East Palestine para cubrir una rueda de prensa del gobernador DeWine, donde fue esposado y retenido durante cinco horas por la policía local. Según las informaciones de varios medios estadounidenses, ahora se podría enfrentar a cargos criminales por conducta desordenada y allanamiento criminal.
El caso también ha ido acompañado de cierto grado de desinformación. En redes sociales, se ha igualado con la gravedad del desastre nuclear de Chernóbil en 1986 y se han difundido numerosas imágenes de otras explosiones y nubes negras que no tienen nada que ver con lo ocurrido en East Palestine.
Denuncias de los sindicatos ferroviarios
El accidente también ha hecho que muchos se cuestionen las normas de seguridad ferroviaria, especialmente en cuanto a mercancías peligrosas: si se hubiera dado en un centro urbano próximo, como la ciudad de Pittsburg, se podría estar hablando de decenas de miles de vidas en peligro. Varios sindicatos ferroviarios llevan años alertando de los riesgos existentes en el tramo ferroviario afectado, así como en centenares de kilómetros en mal estado a lo largo del país.
Estos sindicatos se quejan de las laxas normas existentes para el transporte de productos peligrosos, los recortes de personal y la escasez de medios técnicos. En diciembre, sindicatos ferroviarios de todo el país convocaron una huelga nacional que pedía una mejora general de las condiciones de trabajo y, especialmente, de la seguridad de los trabajadores ferroviarios. Sin embargo, el Gobierno de Joe Biden, y las dos cámaras del Congreso, tramitaron una ley para bloquear dicha huelga general, alegando que habría llevado el país a una “catástrofe económica”.
Entre las empresas a las que dirigían sus demandas, se encontraba Norfolk Southern, que en su momento había hecho lobby para bloquear una norma federal de seguridad, que buscaba actualizar los sistemas de frenado, que datan de tiempos de la Guerra Civil. Lo hizo por el alto coste que le supondría cambiar los frenos de sus convoyes ferroviarios. Se desconoce si la promulgación de esta norma podría haber evitado el accidente, aunque un informe de la Junta de Seguridad del Transporte Nacional identificó que un problema mecánico en el eje de los vagones había sido el causante de la catástrofe.
El trágico acontecimiento de Ohio ha provocado un desastre medioambiental, que varios expertos apuntan que tendrá efectos a largo plazo sobre las especies animales y la vida humana. Las redes sociales se han inundado de críticas a la administración, a la que acusan de estar desviando la atención del incidente, argumentando que ahora que el mundo mira al cielo norteamericano busca de artefactos, el foco mediático no está sobre el aire, el subsuelo y las aguas contaminadas de la pequeña localidad de East Palestine.
Algunos representantes de la extrema derecha, como la congresista Georgia Marjorie Taylor Greene, se han sumado a las críticas, que en algunos casos han adoptado un tono conspirativo. El 12 de febrero, tuiteó: “East Palestine, Ohio, está atravesando un desastre ecológico debido a que las autoridades hicieron estallar los vagones descarrilados del tren que transportaba productos químicos peligrosos y la prensa está siendo arrestada por tratar de contar la historia. ¡Oh, pero los ovnis! ¿Qué está pasando?”.