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Giovanna Grandón, la 'tía Pikachu' que conducía un autobús escolar y que ahora redactará la nueva Constitución chilena

Peio H. Riaño

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El 25 de octubre de 2019 ocurrieron dos cosas importantes en la vida de Giovanna Grandón, de 45 años, que marcaron el inicio de la Constitución de un nuevo Chile. Primero, se disfrazó de Pikachu y, segundo, se tropezó en un bordillo mientras trataba de caminar envuelta en ese plástico amarillo que le convertía en el personaje de ficción más popular del siglo XXI y en la persona más patosa de la histórica marcha que reunió a 1,2 millones de personas, solo en Santiago de Chile, para protestar contra la desigualdad y la injusticia de las políticas neoliberales del país.

La fortuna no dejó de sonreírle a Grandón y alguien grabó con su móvil la tremenda caída de la Pikachu chilena, que se hizo viral de inmediato. Giovanna Grandón, al otro lado del teléfono, reconoce que ese día se convirtió en activista.

Y durante año y medio ha cruzado el país disfrazada para protestar, bailar, enfrentarse al poder y a la policía, llevar comida a campamentos con personas más necesitadas que ella y convertirse en una de las 155 personas elegidas por el pueblo para redactar la nueva Constitución del país, gracias a los más de 16.000 votos que recibió este pasado domingo de los vecinos del Distrito 12, al sureste de la capital, en una votación histórica que alumbra la aparición de una nueva clase política chilena cobijada en La Lista del Pueblo. 

“No es solo una persona que baila dentro de un disfraz, la tía Pikachu se ha enfrentado a la policía durante más de un año en la calle, luchando a diario y ha alimentado a los más necesitados por todo el país. A nadie debe extrañar que haya sido elegida por el pueblo para representarlo en la redacción de la nueva Constitución. Todos la conocen, porque representa todo lo contrario a los privilegios de clase que defiende el presidente Piñera. Hacemos política a diario, con el contacto humano. No obedecemos, nos rebelamos y vencimos a la vieja política en su cancha y con sus reglas”, explica quien se hace llamar Chancho de Guerra, responsable de comunicación de La Lista, que aclara que no son un partido político. “Somos una organización surgida en Plaza Dignidad contra el gobierno corrupto. Somos un movimiento y no dejaremos de serlo hasta que el país sea digno. Somos el pueblo”. 

La retórica contra la casta política chilena recuerda a los inicios de Podemos en España, y si Pablo Iglesias hizo famosa la expresión “asaltar los cielos”, la misión que repiten en La Lista es “saltar los torniquetes del poder”. Es una referencia al comienzo de este proceso revolucionario, cuando la subida del precio del billete del metro, y la llamada de un grupo de mujeres a evadir el pago saltando las barreras de las estaciones de Santiago de Chile, acabó por fulminar la herencia constitucional del dictador Pinochet. 

“Si no me hubiese disfrazado de Pikachu, nada de esto habría pasado”

Giovanna Grandón es el prototipo perfecto de la nueva clase política que dibujan estos discursos del hartazgo. Hasta que Chile se encerró en confinamiento, “la tía Pikachu” era conductora de buses escolares, estaba endeudada por el tratamiento médico de su hijo (más de cinco millones de pesos, unos 6.000 euros) y el dinero que había ahorrado para continuar estudiando de mayor se lo había dedicado a los estudios de su hija.

“Conozco cuál es la situación del pueblo, porque soy parte de ellos”, dice a este periódico. Después de lo ocurrido el domingo tendrá despacho y secretaria, aunque todavía no sabe dónde tiene que ir a trabajar. Repite una y otra vez que va a estudiar mucho para que en la redacción de la primera Constitución del pueblo chileno se defienda la educación pública. 

Aquella marcha le cambió la vida a Giovanna como al resto de chilenos, pero en su caso dice que vio la luz de la política cuando se enfundó en el disfraz de esa especie de ardilla amarilla, que almacena electricidad en sus mejillas y representa uno de los hitos de lo cuqui en la sociedad contemporánea.

El profesor de Filosofía en el King’s College de Londres, Simon May, ha señalado al famoso personaje de la saga Pokémon como parte de uno de los grandes acontecimientos de nuestra época: el culto al niño. Para May, la infancia es el nuevo espacio de lo sagrado y sus objetos -como Pikachu- son “fuentes de sosiego e intimidad fiable en una época que parece correr desenfrenada hacia una explosión de temores, furias, agravios e injusticias históricas”, escribe el autor de El poder de lo cuqui (Alpha Decay). 

“Si no me hubiese disfrazado de Pikachu, nada de esto habría pasado”, comenta Grandón. No se refiere solo a que ella, antes de Pikachu, no le prestaba demasiada atención a los asuntos políticos. Se dedicaba a la exigente tarea de sobrevivir en un país con el bienestar recortado. Reconoce en el disfraz algo más que su conciencia y fue su reconocimiento.

Sin Pikachu habría sido una mujer trabajadora a la que su hijo de siete años le metió en un buen lío cuando agarró el teléfono de su marido y compró cosas por valor de 600.000 pesos (unos 700 euros), entre ellos el disfraz que la llevaría a la gloria. Revendieron todo para recuperar una parte. Todo, no. Giovanna se quedó el Pikachu que tanto le gustaba a su hijo y decidió estrenarlo unos días antes de Halloween. Ya conocen el resto de la historia de ese bicho amarillo que es pura dulzura revolucionaria.

Giovanna está más cansada de las entrevistas que de salir a la calle a bailar y protestar. Los pacos (la policía) la han golpeado y no ha dejado de bailar. La dispararon y siguió haciéndolo. La detuvieron y al salir volvió a la calle a bailar.

Tenía dos disfraces nuevos preparados para su regreso, un regalo. Ha roto casi una decena de ellos en las marchas y manifestaciones, en los enfrentamientos con las fuerzas del orden en la plaza Dignidad, donde los manifestantes derribaron la estatua ecuestre de Manuel Baquedano. Un regalo fue también el tatuaje que lleva en el antebrazo izquierdo. “Antes ni siquiera me gustaban”, dice Grandón. Como no, es un Pikachu.

“No solo se protesta con la lucha, creo que el disfraz alegró a la gente en el mismo momento en que aparecí con él. Necesitamos mucha fuerza para seguir adelante y cambiar el país como sea”, dice Grandón.