Un “pequeño secreto” entre el expresidente Donald Trump y el presidente de la Cámara de los Representantes, Mike Johnson, está alimentando las pesadillas de los demócratas de cara las elecciones legislativas que también se votan este 5 de noviembre.
Están en juego los 435 escaños de la Cámara Baja al completo, donde ahora los republicanos tienen mayoría, y un tercio de los 100 del Senado, donde hay mayoría demócrata. El escenario que no deja dormir a los demócratas es que Johnson se alinee con Trump para intentar frenar la certificación de la victoria de Kamala Harris en caso de que esta ganara.
La remota posibilidad de que Johnson vuelva a ser reelegido speaker y se encuentre con la certificación electoral de la victoria de Harris es algo que ya hace tiempo que barajan los congresistas demócratas. En 2020, Johnson ya trabajó con Trump para socavar el resultado electoral liderando una campaña para que se anularan los resultados en cuatro estados clave donde ganó Joe Biden. Los nervios de los demócratas se dispararon cuando Trump, durante el mitin en el Madison Square Garden, habló de un “pequeño secreto” con Johnson.
“Creo que con nuestro pequeño secreto nos irá muy bien en la Cámara [de Representantes], ¿no?”, dijo Trump dirigiéndose a Johnson, que también era uno de los oradores de la noche. “Nuestro pequeño secreto está teniendo un gran impacto. Él y yo tenemos un pequeño secreto: os diremos cuál es cuando termine la campaña”. A partir de aquí los demócratas no han parado de hacer cábalas de lo que podría y no podría hacer Johnson y qué pasaría si los republicanos consiguen la mayoría en la Cámara Baja y es reelegido presidente.
Tampoco resultó tranquilizador el condicional que usó Johnson en una entrevista con la NBC, donde la periodista le preguntó si se comprometería a seguir el proceso regular para certificar el resultado en 2025. “Por supuesto, si tenemos una elección libre, justa y segura, vamos a respetar la Constitución. Por supuesto que sí”, afirmó Johnson.
Aun así, el escenario de que Johnson sea reelegido presidente de la Cámara de los Representantes parece altamente improbable. Las proyecciones de las últimas encuestas sobre la carrera electoral legislativa van en el sentido contrario y apuntan a que en el Congreso podría producirse un escenario inédito en el que amabas cámaras cambien de color. Es decir, victoria para los demócratas en la Cámara Baja (que ahora está bajo el control de los republicanos) y victoria para los republicanos en el Senado (donde los demócratas tienen la mayoría).
Mientras que en la Cámara de Representantes sí que la preside el speaker, quien es elegido mediante votación por parte de los congresistas, el Senado está presidio por el vicepresidente del país, quien tiene la facultad de emitir un voto de desempate. Otra de sus tareas es certificar los resultados presidenciales. En 2020, Trump presionó –sin éxito– a su vicepresidente, Mike Pence, para que no certificara el resultado en el Senado.
La certificación del resultado por parte de la Cámara Alta es una mera formalidad, ya que en ningún lado de la Constitución se otorga al presidente del Senado el poder de anular la victoria electoral. Aunque si Pence hubiera cedido a las presiones de Trump, habría supuesto un escenario peligroso.
Actualmente, como Harris es la vicepresidenta, también es quien preside el Senado y, por lo tanto, podría encontrarse con el hecho de tener que certificar su propia victoria.
Antes de llegar el momento de la certificación en el Congreso, Johnson tendría otras posibilidades si quisiera ayudar a Trump. Podría colaborar en organizar demandas de los republicanos o presionar a las juntas electorales estatales para descartar votos legítimos. También podría rechazar a los electores de ciertos estados e intentar negarse a aceptar a nuevos miembros demócratas en la Cámara de Representantes.
Evitar bloqueos
Más allá de evitar que el peor escenario se convierta en realidad, los demócratas tienen especial interés en conseguir ganar la Cámara de los Representantes por dos razones, que son la cara y cruz de una misma moneda. En un escenario donde gana Harris, tener el control de la Cámara de los Representantes permitiría agilizar muchas de las promesas de campaña y evitaría situaciones de bloqueo como el que se vivió con el paquete de ayuda militar para Ucrania.
Así mismo, si es Trump quien gana las elecciones, tener el control de la cámara baja garantizaría a los demócratas un cierto margen de maniobra para poder limitar las acciones del magnate. Esta misma lógica funciona igual desde la perspectiva de los republicanos, quienes quieren asegurarse que mantienen la mayoría en la Cámara Baja.
En el caso de la Cámara de Representantes, la mayoría está en 218 asientos. Actualmente, los republicanos tienen 220 y los demócratas 213. Los demócratas, si mantienen los escaños actuales, solo tienen que ganar cinco asientos más para poder controlar la cámara baja. En total, hay ocho congresistas republicanos que son susceptibles de perder su asiento y todos ellos están en dos estados marcadamente demócratas: Nueva York y California. Fuera del territorio seguro, dos republicanos en Iowa están luchando intensamente por conservar sus puestos: Mariannette Miller-Meeks y Zach Nunn. En Nebraska también podría peligrar el asiento del republicano Don Bacon, representante del distrito de Omaha. Otros cuatro republicanos más pueden ver peligrar su sitio, dos en Arizona, uno en Oregón y uno en Pensilvania. En total son 15 asientos vulnerables para los republicanos, frente a los 11 dudosos de los demócratas.
Aunque en la comparativa los demócratas tienen mejores perspectivas que los republicanos, siguen siendo 11 contiendas que se podrían perder: los congresistas Mary Peltola en Alaska, Yadira Caraveo en Colorado, Jared Golden en Maine, Don Davis en Carolina del Norte, Gabe Vásquez en Nuevo México, Susan Wild y Matt Cartwright en Pensilvania, y Marie Gluesenkamp Pérez en el estado de Washington. Y hay dos escaños indecisos en Michigan, así como uno en Virginia.
En el Senado, actualmente los demócratas tienen una mayoría de 51 gracias a una coalición con senadores independientes, mientras que los republicanos tienen 49. Este año hay en juego 34 escaños en la Cámara Alta y los demócratas parten con desventaja, ya que defienden 23 asientos, mientras que los republicanos solo 11. Para controlar el Senado los republicanos solo necesitan un escaño en caso de que gane Trump o dos escaños si pierde.
De los 34 escaños en juego, 11 se consideran disputables. El primer escaño más probable vendría por Virginia Occidental. Luego está Montana, que si ganan allí los republicanos se podrían llevar dos escaños, lo que les garantizaría la mayoría en el Senado independientemente de quien gane las elecciones presidenciales. Otros siete escaños que tienen que defender los demócratas son en Michigan, Ohio, Arizona, Nevada, Pensilvania, Wisconsin y Maryland.
Por contra, la esperanza de los demócratas estaría en un estado marcadamente republicano como Texas. Allí las encuestas muestra como el senado republicano Ted Cruz tiene números de perder contra el demócrata Colin Allred. La apuesta es tan fuerte, que los demócratas han invertido millones en esta campaña.
En Florida, otro estado rojo, también hay una posibilidad con el asiento del senador Rick Scott. Por último, Nebraska podría ayudar también a los demócratas.