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Carolina del Norte, clave para Trump y Harris pero también para la lucha sindical: “EEUU es un capitalismo salvaje donde el 1% tiene una riqueza surrealista”

Andrés Gil

Raleigh (Carolina del Norte) —
1 de noviembre de 2024 22:36 h

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“La realidad de los Estados Unidos es que es un capitalismo salvaje donde tenemos a un 1% que está viviendo una vida de riqueza surrealista, al tiempo que hay unos 70 millones de personas que ganan una miseria que ni les da para comer y, después de trabajar 40 horas, tienen que hacer más horas más en Doordash [comida a domicilio], Uber o McDonalds”. Orin Starn es antropólogo e investigador de la Universidad de Duke, además de uno de los promotores del sindicato CAUSE –Carolina Amazonians United for Solidarity & Empowerment– en el almacén de Amazon en Garner (Carolina del Norte): “Tenemos que cambiar eso si queremos ser una sociedad con un poquito de justicia”.

Starn, junto a otros compañeros del sindicato y del DSA –Democratic Socialists of America, partido que coopera ocasionalmente en las elecciones con el Partido Demócrata, como en el caso de Alexandria Ocasio Cortez, por ejemplo–, se encuentran recogiendo firmas entre los trabajadores que salen y entran del almacén para poner en marcha el sindicato en esta planta de Amazon donde calculan que hay unos 5.000 empleados.

El proceso es complejo en Estados Unidos para montar un sindicato en una empresa”, explica Starn: “Primero tienes que recoger las firmas del 30% de los trabajadores, y el problema es que existe miedo, y la gente piensa que Amazon va a averiguar que han firmado y va a despedirlos”.

Starn también relata otros palos en las ruedas que pone la empresa: “Amazon no quiere darnos el número total de trabajadores, con lo que no sabemos exactamente cuál sería el 30%. Pero si logras conseguir este 30% de firmas, la Junta Nacional de Relaciones Laborales pondrá en marcha una consulta entre toda la plantilla, y si logramos un 51%, con eso ya tendríamos sindicato, lo que nos daría el derecho de negociar con Amazon”.

De los 110 almacenes que tiene Amazon en EEUU, solo uno tiene representación sindical, en Nueva York. Si los trabajadores de Garner lograran su propósito, el almacén RDU1, sería el segundo en todo el país. “El valor de mercado de Amazon es de dos billones de dólares, Jeff Bezos es el segundo hombre más rico del mundo con más de 200.000 millones de dólares”, argumenta Starn, “y es realmente injusto tener tanto dinero mientras sus empaquetadores están aquí ganando una miseria en un trabajo muy duro: somos los que empaquetamos y cargamos los camiones”.

“El trabajo es pesado, es lo que los científicos sociales llamarían taylorismo digital porque tu supervisor es el algoritmo y el ordenador te avisa porque tienes que hacer 180 paquetes a la hora, y si vas más lento, te meten prisa para ir más rápido. Y no hay ni una silla en Amazon, solamente en el comedor. Estás de pie todo el día. Y cuando llega a casa una caja de cartón de Amazon, pocos pensamos en los trabajadores y en cómo ese paquete llegó tan barato, tan rápido. Pero depende de la mano de obra, la creatividad y la fuerza de nosotros, seres humanos. Y eso tiene que ser reconocido”, afirma.

¿Las elecciones pueden ser una oportunidad para cambiar la situación? “El presidente es la persona que nombra el director de la Junta Nacional de Elaboración de Relaciones Laborales”, explica Starn: “Si vuelve Trump, va a hacer lo hizo en el pasado, y es poner en un organismo supuestamente encargado de defender los derechos de los trabajadores a un montón de abogados de derechas que están totalmente en contra de los sindicatos. En ese sentido, es mejor que gane Harris, pero tampoco los demócratas se han preocupado mucho por los estratos más necesitados en esta sociedad, hasta tienen miedo a decir la palabra pobre o salario mínimo: siempre están hablando de luchar por la clase media, pero hay 70 millones de americanos que están trabajando duro sin poder pagar el alquiler. Es un capitalismo quizás con una cara un poco más amigable, pero no vamos a ver muchos cambios”.

Estado clave para el 5 de noviembre

Carolina del Norte es uno de los siete estados clave porque las diferencias entre Harris y Trump son muy estrechas. Históricamente votó casi exclusivamente demócrata desde 1876 hasta 1964, momento en el que la ampliación de los derechos civiles a las personas afroamericanas fue explotada polítcamente por los conservadores sureños, que lograron hacerse con el estado desde entonces, salvo en el año 2008, cuando Barack Obama derrotó a John McCain por unos 14.000 votos (49,7% a 49,4%). A partir de ahí, en 2012 Mitt Romney se impuso a Obama por dos puntos; Donald Trump ganó por 3,6 puntos sobre Hillary Clinton en 2016 y volvió a hacerlo, por 1,3 puntos, sobre Joe Biden en 2020.

En estos momentos, las encuestas auguran una nueva victoria de Trump por 1,2 puntos: se llega a los últimos días con las elecciones muy ajustadas.

En un colegio electoral donde se puede votar de forma adelantada, el Lake Lynn Community Center en Raleigh (Carolina del Norte), hacen cola varias decenas de personas. Samantha Heller y Mika Murphy, del DSA, reparten información sobre un candidato municipal, y una candidata distrital. “No son candidatos respaldados por el Partido Demócrata”, explica Heller a las personas que hacen cola, “pero son los únicos que no aceptan dinero de los promotores inmobiliarios; es más, son los únicos que pagan un alquiler y no son propietarios”.

El DSA apoya algunos candidatos demócratas en estas elecciones, del mismo modo que el Partido Demócrata respalda algunos de sus candidatos, como Ocasio-Cortez, por ejemplo. Sin embargo, son críticos con la posición de Harris sobre Israel. “Nosotros aquí estamos más centrados en lograr representación para nuestros candidatos locales y en fortalecer la organización”, explica Murphy: “Nos preocupa la especulación inmobiliaria, el problema de la vivienda, los grandes promotores y que la Universidad de Duke pague los impuestos por sus propiedades [se cifran en 50 millones al año] que no paga por considerarse un centro sin ánimo de lucro, por ejemplo”.

Junto a Heller y Murphy hay varios representantes del resto de candidatos, como una mujer que reparte propaganda republicana y prefiere no ser grabada. “Rezamos para que gane Trump”, afirma. Una familia de migrantes ecuatorianos que acaba de votar defiende así al expresidente: “Esperemos que ganen los republicanos. Somos republicanos, por principios, por economía y porque Trump tiene más experiencia y es más fuerte. Nos gusta mucho”, dice David, el hijo. Alex, afroamericano, apuesta por los demócratas mientras hace cola: “Harris está en mejor posición para ser presidenta. Sabe lo que este país necesita para avanzar”.

El impacto del huracán Helene

“Tengo curiosidad por ver si las consecuencias del huracán Helene influyen en los resultados de las elecciones”, tercia Heller, quien es investigadora en el Programa Global de Investigación Alimentaria en la UNC-Chapel Hill: “La devastación es tan grave en muchas zonas que me pregunto si la afluencia a las urnas disminuirá porque muchas personas pueden estar más centradas en satisfacer sus necesidades inmediatas y en ayudar a su comunidad a limpiar y reconstruir, que a dedicar tiempo a averiguar si su colegio electoral sigue abierto y cómo llegarán hasta él”.

Heller explica que Carolina del Norte “ha establecido recursos para ayudar a los votantes afectados por Helene, pero puede que no sea una prioridad para ellos debido al alcance del desastre y los esfuerzos de limpieza”.

¿Y cómo puede afectar electoralmente? “La desinformación difundida por algunos dirigentes estatales sobre la respuesta del Gobierno federal es realmente preocupante”, prosigue Heller, “pero imagino que las mismas personas que se tragan esas conspiraciones ya habrían votado a candidatos de extrema derecha. Pero sigo temiendo que este tipo de polarización pueda profundizar la desconfianza en el Gobierno de la misma manera que ocurrió con la pandemia de la COVID-19 y disminuir la participación democrática, al mismo tiempo que aumenta el apoyo a la extrema derecha. Grupos como el DSA tienen ahora la oportunidad de proporcionar ayuda a las comunidades afectadas y llamar la atención sobre cómo el capitalismo alimenta estos desastres inducidos por el cambio climático”.

Carolina del Norte es precisamente donde el candidato republicano a gobernador, el afroamericano Mark Robinson, se definió a sí mismo como “nazi negro” y expresó su apoyo a la vuelta de la esclavitud en Estados Unidos en una serie de mensajes publicados hace una década en una web pornográfica y que fueron revelados por la CNN.

Muchos de sus comentarios eran de naturaleza sexual, aunque también hubo mensajes en los que se describía a sí mismo como “nazi negro” y defendía la restauración de la esclavitud. Aunque el verdadero motivo de la polémica reside en que sus opiniones en este foro sexual divergen de sus posiciones políticas en cuestiones clave para los comicios de este 5 de noviembre, como el aborto o los derechos de las personas trans.

Mark Robinson, que ha llegado a calificar de “puto comunista” a Martin Luther King en el foro, llegó a escribir en otro comentario: “No estoy en el Ku Kux Klan. No dejan entrar a los negros. ¡Si estuviera en el KKK me habrían llamado Martin Lucifer Koon!”

Robinson ha protagonizado varias polémicas por declaraciones controvertidas y goza del firme apoyo de Trump, quien lo ha apodado en varias ocasiones el “Martin Luther King con esteroides”, por su color de piel y su peso. De acuerdo con las encuestas, Robinson perderá ante el candidato demócrata, el fiscal general de Carolina del Norte, Josh Stein.