Um Mohammad carga todas sus pertenencias de valor en varios carros mientras se asegura de que sus hijos están listos para marcharse. El último mes y medio ha sido el más complicado desde hace tres años. Los últimos días, los más difíciles. La mujer de 35 años, que prefiere ocultar su nombre real para no sufrir consecuencias, cuenta su testimonio a través de WhatsApp desde Daraa al-Balad, el epicentro del enfrentamiento armado que ha vuelto a explotar en Daraa, la cuna del levantamiento sirio de 2011.
Hace poco más de una semana, su marido, que sufre una herida de guerra en la espalda debido a la explosión de una granada de mortero en 2017, junto a su hijo mayor, de 12 años, que le ayudaba por su incapacidad física, cargaba hortalizas y verduras en esos mismos carros para venderlas en un puesto callejero y subsistir en mitad del asedio que sufre la ciudad. Ahora, la familia, compuesta por ellos tres y otros dos hijos, de seis y diez años, tiene otras prioridades: estar en movimiento constante buscando esquivar los bombardeos que se ciernen sobre Daraa.
Tras tres años de 'paz', desde la última batalla en julio de 2018, la ciudad de Daraa se ha vuelto a convertir en un campo de batalla entre las fuerzas de Asad y los combatientes rebeldes que quedan en la zona, muchos de ellos afines al Ejército Libre hasta 2018. El pasado lunes 26 de julio el ejército sirio acordaba levantar el asedio que llevaba imponiendo un mes sobre la zona de Daraa al-Balad, en el centro de la ciudad y principal bastión anti-Asad, a cambio de la entrega de armas por parte de sus residentes. El régimen prometía no realizar persecuciones políticas y aseguraba una paz frágil en un acuerdo que era percibido con desconfianza por parte de la población y que no duró más de 48 horas. El miércoles 28 comenzaba el enfrentamiento armado por tierra y al día siguiente caía la primera bomba, rompiendo una tregua a la que no se ha regresado desde hace ya más de una semana.
Los pueblos de los alrededores de Daraa se unieron a la lucha y comenzaron a atacar los puestos de control y los cuarteles militares del régimen sirio, con el fin de liberar la presión ejercida sobre Daraa al-Balad. En respuesta, las tropas de Asad comenzaron a bombardear estos pueblos también, dejando múltiples bajas en Jassem y en Al-Yadouda, a tres kilómetros de Daraa-al Balad.
En una declaración a elDiario.es, Abu Ghayes al-Shara, funcionario de la Oficina de Documentación de los Mártires en Daraa, creada por un grupo de activistas que documenta las víctimas de la guerra desde 2011, afirma que 69 personas han sido asesinadas en toda la región de Daraa desde principios de julio.
Abu al-Shara añade que desde el estallido de las operaciones militares el jueves 29 de julio, han sido asesinadas 25 personas, de las cuales 13 eran civiles, incluyendo cinco miembros de la misma familia, de las zonas de Daraa al-Balad, Al-Yadoudah y Jassem y 14 combatientes rebeldes de distintas zonas de la gobernación de Daraa.
La cifra exacta de heridos es difícil de averiguar porque las personas atrapadas en Daraa al-Balad, sobre la que cae la mayor parte de las bombas, tiene complicado acudir al hospital al encontrarse fuera de la zona asediada.
El asedio, un bloqueo total
Desde el 24 de junio, el régimen sirio ha impuesto un bloqueo sobre Daraa al-Balad, una zona cuyos residentes son, en su mayoría, opositores a Asad. Según los locales, el ejército ruso y las milicias iraníes, disfrazadas de Comités, como la Cuarta División y la Seguridad Aérea, apoyan al régimen en este sitio. La versión oficial establece que el control del asedio recae en manos de la Cuarta División del ejército sirio, dirigida por Maher al-Asad, hermano de Bashar al-Asad.
A diario, patrullas del ejército sirio bloquean con estrictos controles todas las carreteras y entradas a Daraa al-Balad, al barrio de Al-Sad Road y a los campamentos de refugiados palestinos. “Solo se ha mantenido una entrada abierta, que está controlada por un grupo de locales afines al régimen que odian a la gente de Daraa al-Balad”, comenta un miembro del Comité Central, que también prefiere mantenerse en el anonimato. El Comité, establecido en julio de 2018, se encarga de llevar a cabo las negociaciones entre los residentes de la ciudad, por un lado, y las fuerzas del Gobierno sirio y sus aliados rusos, por otro. Según la fuente, los responsables de este asedio “obstruyen cualquier movimiento de entrada o salida de la zona”.
Los motivos del asedio se remontan al pasado mayo, coincidiendo con las últimas elecciones acontecidas en el país. “En Daraa al-Balad, anunciamos nuestro rechazo hacia las elecciones presidenciales y sus resultados y nos negamos a colocar palcos electorales (...) todo el barrio salió a manifestarse, e incluso escribimos murales y declaraciones condenando estas elecciones”, comenta la fuente del Comité Central.
Las elecciones presidenciales suscitaron una gran polémica al ser consideradas por muchos en la región como un movimiento estratégico sin ninguna legitimidad para camuflar la dictadura como democracia. Asad, que seguirá gobernando el país árabe durante siete años más, se erigió con un cuarto mandato tras obtener el 95% de los votos en unos comicios sin rivales y con la oposición en el exilio.
El Gobierno sirio no suele hacer declaraciones sobre las operaciones que está llevando a cabo, por lo que tampoco ha habido ningún comunicado oficial sobre los motivos del asedio impuesto a Daraa al-Balad. Los medios afines a Asad sí que están informando sobre el tema, pero se limitan a reproducir los argumentos del presidente: según estos, los residentes de Daraa suponen una amenaza terrorista y el Ejecutivo debe acabar con ellos. elDiario.es ha intentado obtener alguna respuesta o comentario oficial en fuentes abiertas árabes, pero no ha hallado ninguna.
Tras las dos primeras semanas del asedio, algunos alimentos y suministros médicos, que hasta el momento estaban entrando “de forma ordenada”, comenzaron a escasear. La población civil, estimada en unas 11.000 familias según la fuente del Comité Central, no puede cruzar a la ciudad de Daraa para comprar, acudir al hospital o satisfacer cualquiera de sus necesidades. Después de 42 días de asedio, la situación humanitaria se está agravando debido al conflicto armado y ante la falta de acuerdo entre los comités centrales y el régimen sirio.
Según Horan Free League, un medio especializado en informar sobre las noticias del sur de Siria, hay una escasez grave de material médico y de leche para bebés en una zona donde viven unos 400 niños. “Los medicamentos de las farmacias están empezando a agotarse y hay grandes dificultades para traerlos desde otras zonas”, comenta Um Mohammad que, junto a su marido, necesita medicinas para la hipertensión, problemas de corazón y tiroides. Además, el reparto de gas se encuentra suspendido desde hace dos meses, lo que obliga a las familias a cocinar utilizando pequeños hornillos metálicos de fabricación casera que funcionan con gasolina o quemando plástico, con los problemas de salud que ello puede generar.
Antes de que el asedio se convirtiera en un enfrentamiento armado, el Comité Central se negaba a reanudar el diálogo con el Gobierno hasta que se abrieran las carreteras y cruces y se levantara el asedio, pero hace una semana la población se vio obligada a aceptar un acuerdo frágil, tras un mes de asedio asfixiante.
“El régimen ha utilizado el asedio hasta que el hambre ha obligado a la gente a aceptar las condiciones que exige”, comenta Ayman Abo Noqta, periodista, activista y portavoz de Horan Free League. “El pueblo nunca llegó a confiar en este acuerdo debido a las reiteradas violaciones por parte de las fuerzas del régimen en todos los acuerdos anteriores, que siempre ha violado los pactos a través de asesinatos y detenciones”.
El pasado lunes 26 de julio el ejército de Asad acordaba con el Comité Central que levantaría el asedio y no haría persecuciones políticas a cambio de la entrega de armas ligeras por parte de las resistencias armadas de Daraa al-Balad. El acuerdo establecía tres puntos de control de entrada y salida a la zona sitiada y garantizaba una paz que duró menos de dos días, tras los cuales se iniciaron los enfrentamientos armados que persisten hasta este momento.
El futuro de Daraa, una ciudad históricamente contraria a Asad
La tensión sobre la zona de Daraa y la desconfianza de sus habitantes hacia el Ejecutivo se remonta al comienzo de las protestas. En 2011, la ciudad de Daraa, y más en concreto la zona de Daraa al-Balad, ya sufrieron un asedio debido a ser uno de los bastiones principales anti-Asad del país. Según el Dr. Ibrahim Al-Jabawi, miembro de la Comisión de Negociación de Siria, “desde 2011 el régimen ha estado esforzándose con todas sus fuerzas y con el apoyo ilimitado de Rusia e Irán para asaltar esta región, pero ha fracasado en todos sus intentos, el último, en la batalla de ”muerte o humillación“ en 2017”.
En 2018, el ejército entró en la ciudad y el resultado fue el desplazamiento de gran parte de su población, entre la que se encontraban múltiples periodistas y activistas opositores. “Tras esa invasión, se hicieron acuerdos con la parte rusa, que alegaba que sería la garante de la paz, pero que se ha convertido en un ocupante”, denuncia Al-Jabawi.
En un acuerdo anterior entre Estados Unidos, Rusia e Israel, en mayo de 2018, se firmó que las milicias iraníes serían replegadas a una distancia “no menor de 80 kilómetros” de la frontera sur con Jordania y a la frontera occidental con el Golán ocupado (territorio sirio bajo soberanía de Israel). Pero “los intentos de asalto [por parte de Irán] comenzaron a tomar el control de las fuerzas del régimen, como la Cuarta División del ejército de Assad, compuesta mayoritariamente por milicias iraníes y Hezbollá. Estas milicias han reclutado a un gran número de personas –tanto locales como de otros países– en sus filas y han comenzado a desestabilizar la región cometiendo asesinatos sistemáticos e indiscriminados”, apostilla Al-Jabawi.
Tras varias jornadas sangrientas, con una intensidad no presenciada desde el acuerdo conciliatorio de 2018, se han llevado a cabo reuniones intensivas en la ciudad de Daraa entre el Gobierno de Asad y sus aliados rusos por un lado, y los comités centrales de negociación por el otro. El pasado martes 3 de agosto, el ministro de Defensa sirio, Ali Ayoub, visitó la ciudad de Daraa y amenazó con volver a una guerra en abierto si Daraa al-Balad no se somete a las demandas del Ejecutivo.
Asad exige establecer puestos militares de control en el interior de Daraa al-Balad, registrar las viviendas de los civiles y confiscar las armas de fuego que siguen en posesión de excombatientes del Ejército Libre. El Comité Central ha pedido llegar un acuerdo que “salvará a la gente de la guerra que puede volver a ocurrir”, pero Irán y sus milicias insisten en una solución militar “para controlar la franja fronteriza desde Jordania”, según ha advertido el Comité en un comunicado emitido este martes.
La Policía Militar rusa abandonó la mesa de negociación el pasado miércoles 4 de agosto ante la falta de acuerdos. Según los locales, los soldados rusos no cumplen sus promesas con la gente de la región: desde el pacto de 2018, los rusos son considerados garantes del alto al fuego, pero no responsabilizan al régimen por violaciones de derechos Humanos como el reciente asedio, denuncian los locales.
Al-Jabawi asegura que, si el Gobierno sigue tomando medidas militares contra Daraa al-Balad, el enfrentamiento continuará. “El rifle puede no enfrentarse a un tanque, pero la voluntad de los revolucionarios puede convertirse en una estrategia de ‘guerra de guerrillas’ que todos sabemos que será más efectiva que la confrontación directa (...) si nos vemos obligados a luchar, estaremos preparados porque no podemos permitir que el régimen y las milicias que lo apoyan asalten nuestras ciudades y nuestros pueblos y continúen cometiendo violaciones”.
Mientras persisten las negociaciones y los bombardeos, otras muchas personas como Um Mohammad buscan escapar de la guerra. La joven madre de tres y su familia tienen miedo, especialmente tras el regreso de las operaciones militares a la zona y el aumento del número de fuerzas presentes a las afueras de Daraa al-Balad.
La familia no tiene ahorros y subsiste con lo que venden a diario. Además, la salud de Um Mohammad y de su marido empeora día a día debido a la falta de medicamentos y a la suspensión del trabajo del único punto médico de Daraa al-Balad. Debido a sus pobres condiciones económicas, la familia no puede permitirse el coste del transporte o el alquiler de una nueva vivienda en una zona más segura dentro de Daraa al-Balad. “Yo puedo tener paciencia con el hambre, pero si el asedio continúa, ¿cómo van a tener paciencia mis hijos?”, concluye.