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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La masacre en Guta: bienvenidos a la guerra moderna

“Corté e instalé estos trozos de espejo en el plato satelital para concentrar los rayos de sol y usarlos para calentar mi comida y el té. Puedo hervir agua en menos de diez minutos y seguimos en los últimos días de invierno. ¡Espero que sea mucho más rápido cuando llegue el verano!”.

Abu Yassine había dejado de pensar en el final de la guerra. Pensaba en calentar su comida en una ciudad en la que falta todo. También la vida. Su ingenio es la viva imagen de la normalización de la guerra. O al menos de la guerra moderna, donde la población civil se ha convertido en objetivo.

Cuando Abu Yassine habló con Humans of Syria en 2015, su ciudad, Guta, llevaba casi dos años asediada por el gobierno sirio de Bashar al Asad. Ahora se cumplen casi cinco años y desde hace dos semanas la ciudad sufre la peor ofensiva militar. Más de 1.100 civiles han muerto desde el 18 de febrero. Falta de todo. El precio del pan, por ejemplo, se ha multiplicado por 25.

Lo de Guta no es ninguna excepción. A comienzos de siglo, las guerras dejaban en torno a un 5% de víctimas civiles. Durante la Primera Guerra Mundial, esta cifra aumentó a un 15%; en la Segunda Guerra Mundial un 65%; y, actualmente, más del 90% de los muertos en conflictos armados no son miembros de ningún Ejército. La compleja diferenciación entre combatiente y no combatiente dificulta el recuento de víctimas civiles, pero esta es una cifra generalmente aceptada.

“En las guerras convencionales se combatía a campo abierto y todo el que estaba allí era combatiente”, señala el general Miguel Ángel Ballesteros, director del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE). “La guerra se hace cada vez más en las ciudades, entre otras cosas porque hoy los conflictos son asimétricos”, añade.

Estos conflictos se caracterizan por la diferencia de fuerzas entre las partes enfrentadas, en los que combaten Estados contra actores no estatales (grupos terroristas, insurgentes...). “Mezclarse con la población civil es la forma que tiene el actor más débil de protegerse y si el adversario [Ejército regular] no tiene un cuidado exquisito, mueren muchos más civiles”, explica Ballesteros.

“Otra gran persona ha muerto”

En Siria, ese “cuidado exquisito” no existe. Y Guta lo sabe (y Alepo y Damasco y Homs e Idlib). “El Ejército debería anteponer la vida de los civiles a los objetivos de la guerra, pero en esta guerra no está siendo así”, sostiene el general. “La inmensa mayoría de muertes en Siria son civiles. Este es el tipo de guerra a la que nos llevan los actores no estatales”, añade.

Ballesteros sostiene que la inmensa mayoría de muertes civiles en Siria no las ha causado el Ejército, sino esos actores no estatales, especialmente ISIS, “pero es mucho más llamativo cuando esa muerte o daño colateral la causa un Ejército regular”.

Marvin Gate (nombre ficticio), siria, es una de las fundadoras de Humans of Syria (un grupo de activistas, la mayoría procedente de Guta, que refleja la vida en la ciudad a través de fotografías) y niega que los actores no estatales sean los culpables de lo que está ocurriendo en la ciudad: “Es un asedio del régimen desde hace cinco años”, cuenta a eldiario.es.

Gate, refugiada en Estambul, no puede seguir hablando porque es tarde y está comprobando si sus amigos de la ciudad están a salvo. La noche siguiente tampoco puede hablar: “Otra gran persona ha muerto”. Muertos a diario.

Humans of Syria cumplió este miércoles su tercer aniversario, y no todo son malas noticias. Los miembros del grupo que siguen en la ciudad tienen un mensaje para sus colegas que han salido de allí: “Desde la tierra de la resistencia y la resurrección mandamos un saludo con amor a todo el mundo, especialmente al equipo de Humans of Syria. Os deseamos lo mejor allí donde estéis. Tres años y seguiremos”.

El equipo responde en su página de Facebook: “Nuestros amigos, fundadores y voluntarios viven sus días más duros desde el 18 de febrero. Escondiéndose en sótanos e intentando sobrevivir con familias y amigos”.

Quitar el agua al pez

“El argumento de los daños colaterales es insostenible”, señala Jesús Núñez Villaverde, militar retirado y director del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). Jesús A. Nuñez sostiene que la población civil está siendo objeto de ataques deliberados. “Existe una teoría que sostiene que si no puedes capturar al pez, hay que quitarle el agua. Es decir, si no puedes acabar con un actor que utiliza a la población civil, castiga a la población civil”, afirma.

El director de IECAH insiste en la dificultad de realizar el recuento de víctimas civiles en los conflictos modernos. “Tenemos que recordar que hay combatientes a tiempo parcial. Un individuo puede estar trabajando en tiempo de cosecha y después echar una mano al grupo combatiente más afín. Cuando se contabilizan los muertos, no sabemos si entran en una categoría u otra”, afirma.

A finales de febrero, Rusia anunció la entrada en vigor de una pausa humanitaria diaria de cinco horas. No ha sido hasta el final de la batalla, cuando los insurgentes están cerca de la derrota, cuando las partes en conflicto han tomado en consideración a la población civil.

Este jueves han salido de la ciudad asediada más de 12.000 civiles, el mayor movimiento de desplazados desde el inicio del asedio. El corredor humanitario llega tarde porque, en las guerras asimétricas, la población civil es un actor más del conflicto.

El éxito de estas pausas no son muy habituales y en Siria, donde se han violado constantemente, menos. Un ejemplo de 'éxito' relativo se dio en El Salvador en 1985, cuando el Gobierno y las fuerzas rebeldes acordaron un alto el fuego de tres días durante el cual se vacunó a 250.000 menores contra la polio, el sarampión, la difteria, el tétanos y la tos ferina. Esta tregua de vacunas se repitió anualmente durante seis años hasta el final de la guerra.

Las leyes de la guerra, “totalmente desfasadas”

La profesora Sonia Andolz apunta a la globalización como una de las principales causas de la evolución en la naturaleza de la guerra. “Antes, estos grupos no tenían la capacidad de hacer la guerra contra el Estado, pero con la globalización eso ha cambiado”, señala. A pesar de sus ventajas, la globalización ha permitido, entre otras cosas, que un AK-47 (lo suficientemente sencillo para que un niño de 10 años sea capaz de desmontarlo y volverlo a montar) cueste por ejemplo lo mismo que una gallina en Uganda y que un saco de maíz en Mozambique.

Andolz señala también que que las leyes de la guerra “han quedado totalmente desfasadas”. “Para que Ginebra entre en vigor, por ejemplo, tiene que haber una guerra declarada, y de los conflictos armados actuales, ¿cuántos son declarados? Prácticamente ninguno”, explica. “Además, como se trata de conflictos 'intraestatales', la comunidad internacional tiene más fácil eximirse”, añade.

Cinco años quitando el agua a los peces de Guta y una brutal ofensiva final están a punto de dar a Asad el control de esos distritos cercanos a Damasco. Los insurgentes juegan con la población civil y a él no le tiembla el pulso. Entre tanto, muchos se preguntan a quién hay que responsabilizar: al que se esconde entre civiles o al que prioriza el objetivo de guerra a la vida de sus ciudadanos.

Mientras, la población de la ciudad sigue normalizando la guerra. El hijo de Abu al-Ezz al Saour murió en uno de los múltiples bombardeos aéreos y entonces decidió entretenerse haciendo maquetas de avión para los niños: “Quizá si el avión se convierte en un juguete, traerá felicidad a los niños en lugar de ser una aterradora máquina de muerte”.