¿Qué ha hecho Nueva York diferente para controlar la epidemia?: una apuesta radical por el aire libre y una desescalada muy lenta

Icíar Gutiérrez

2 de septiembre de 2020 23:27 h

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Parques llenos, terrazas de restaurantes repletas de clientes que copan calles peatonalizadas, planes para llevar las aulas a la calle. En la lucha contra la pandemia de COVID-19, la ciudad de Nueva York ha hecho una fuerte apuesta por las actividades en el exterior para evitar las aglomeraciones en espacios cerrados. El que fue durante meses el epicentro de la pandemia en EEUU –más de 23.000 personas han fallecido en la ciudad–, logró controlar la propagación y mantener, al menos por ahora, unos niveles bajos de transmisión.

La incidencia acumulada es ahora en la ciudad de Nueva York es de 23 casos por 100.000 habitantes en los últimos siete días (en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, esa cifra es ahora de 213 y en La Rioja, de 210). En la ciudad de Madrid, se han diagnosticado 506 infecciones por 100.000 habitantes en las últimas dos semanas. Y en Barcelona, 190 en dos semanas (los datos disponibles de incidencia por municipio).

De los más de 5.000 contagios diagnosticados al día de media semanal en todo el estado en los peores momentos de la crisis ha pasado a un promedio de algo más de 250 casos nuevos diarios, según el análisis del New York Times.

Otro indicador sobre la tendencia estable de Nueva York es su baja tasa de positividad –número de pruebas que dan como resultado positivo–, que se ha mantenido por debajo del 1% durante 26 días, de acuerdo con el balance oficial. En la ciudad de Nueva York, la tasa ha sido del 0,7% este martes. Las autoridades sanitarias han efectuado un importante volumen de test: 8,4 millones en todo el estado, de los cuales 3,7 se han hecho en la urbe, con datos a 2 de septiembre.

La evolución favorable de la pandemia en la región ha sorprendido a las propias autoridades. Los expertos han destacado entre los motivos de la misma la drástica respuesta que detuvo inmediatamente tanto la ciudad como el estado, con el cierre de escuelas y negocios, o la adherencia de la población a las medidas de distanciamiento o el uso de mascarillas, así como una reapertura relativamente cauta.

“La ciudad de Nueva York, responsable de la mayoría de los casos y muertes del estado, ha sido extremadamente lenta en reabrir, incluso con índices muy bajos de COVID-19”, explica a elDiario.es Maureen Miller, epidemióloga y profesora adjunta de la escuela de salud pública de la Universidad de Columbia. Los cines aún no tienen fecha de reapertura, ni los teatros y otros lugares de entretenimiento. Los gimnasios no han vuelto a abrir sus puertas hasta este miércoles después de cinco meses, y lo han hecho con importantes limitaciones de aforo y el uso obligatorio de mascarillas. “Todavía no podemos estar dentro de los restaurantes y los bares que no venden comida siguen cerrados. Aunque las tiendas están abiertas, hay muy poca afluencia de gente. Los museos de la ciudad están en proceso de reapertura...”, enumera Miller.

A juicio de la experta, “lo único que ha hecho diferente Nueva York a las ciudades en España es que a la gente se le permitió salir a hacer algo de actividad física, incluso durante el pico de la crisis”. De hecho, apunta, se ha fomentado desde las administraciones que los ciudadanos pasen tiempo en espacios exteriores mientras se ha impulsado el uso de mascarillas y el distanciamiento social.

El alcalde Bill de Blasio dejó claro que el aire libre es donde los neoyorquinos tenían que estar “en la mayor medida posible” este verano para combatir el virus. Y así ha sido: los parques y los carriles bici están llenos, la gente pasea por las calles cortadas al tráfico para promover la actividad física segura. Los conciertos, los monólogos, las clases de baile y de fitness o las exposiciones de arte y de fotografía se han trasladado al exterior. Muchas empresas han tirado de ingenio, como los peluqueros que, según cuenta The New York Times, cortan el pelo a sus clientes en el Central Park o las clínicas veterinarias que han sacado sus salas de espera a la acera.

“Pasar tiempo al aire libre ha jugado un gran papel en limitar la propagación de la COVID-19 en la ciudad de Nueva York. Al igual que los otros cuatro coronavirus que son una de las principales causas del resfriado común, la COVID-19 no desaparece en verano. Sin embargo, hay una disminución de las infecciones porque el aire fresco es capaz de diluir rápidamente cualquier virus que pueda estar en el aire”, opina Miller.

En una entrevista con The Washington Post, Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas, sostuvo que, más que las fotos de personas apiñadas en las playas, lo que le preocupaba era ver a gente dentro de los bares o en zonas concurridas. “Es peor estar dentro de una muchedumbre sin mascarilla, con poca ventilación, porque el exterior siempre es mejor que el interior”, respondió el experto que asesora a la Casa Blanca. La Organización Mundial de la Salud ha pedido a la población que evite lo que denomina las “tres C” para luchar contra el coronavirus: los espacios cerrados, los lugares concurridos y los entornos en los que hay un contacto estrecho entre personas. 

El éxito de las terrazas

Uno de los mayores ejemplos de cómo los neoyorquinos han dado un giro a su ciudad se encuentra en los restaurantes, un pilar de la vida en la Gran Manzana. El sector de la restauración se vio arrasado por la pandemia y ahora lucha instalando mesas al aire libre. A principios de julio, tras observar la rápida propagación en otros estados como California, Florida y Texas, el gobernador Andrew Cuomo y el alcalde De Blasio congelaron indefinidamente los planes de permitir la reapertura del interior de estos locales. “El aire libre está funcionando, eso es todo. Esta es una de las cosas que hemos aprendido”, argumentó De Blasio.

En los últimos días, el debate sobre la medida ha vuelto a cobrar fuerza debido a que el estado vecino de Nueva Jersey va a levantar la restricción esta semana y los restaurantes podrán volver a servir comida dentro, aunque al 25% de su capacidad. “Soy consciente de esa desventaja competitiva para los restaurantes de la ciudad de Nueva York”, ha dicho recientemente el gobernador Cuomo.

Desde la alcaldía han apostado por el programa llamado “Restaurantes Abiertos”, que permite a estos locales montar terrazas en las aceras y en la calzada para servir a los comensales. Además, más de 60 calles se han cortado al tráfico los fines de semana para permitir que los restaurantes instalen mesas. Más de 10.000 establecimientos se han inscrito en el programa, que se prolongará hasta el próximo 31 de octubre. El Gobierno local asegura que la medida ha sido “un éxito extraordinario” y ha anunciado su intención de repetirlo a partir del 1 de junio del año que viene. “Es hora de comenzar una nueva tradición de la ciudad de Nueva York. Los neoyorquinos merecen la oportunidad de disfrutar de sus comidas al aire libre el próximo verano y los restaurantes merecen la oportunidad de continuar reconstruyendo sus negocios”.

De acuerdo con sus cifras, la iniciativa ha salvado cerca de 80.000 empleos desde que comenzó en junio. Si bien poder servir comidas al aire libre ha proporcionado cierto respiro para el sector y ha sido un éxito entre los clientes, la industria de la hostelería neoyorquina se ha visto duramente golpeada por la pandemia. Según un estudio publicado a principios de agosto, al menos 1.289 restaurantes cerraron de manera permanente entre el 1 de marzo y el 10 de julio. La asociación NYC Hospitality Alliance publicó una encuesta a casi 500 propietarios y operadores de restaurantes, bares y establecimientos de vida nocturna en toda la ciudad según la cual el 83% de las empresas no pudo pagar el alquiler completo en julio. Unos 160.000 empleados del sector de la ciudad siguen sin trabajo.

Un programa para fomentar la enseñanza al aire libre

La apuesta de la ciudad de Nueva York por la vida en espacios abiertos también se ha extendido a las escuelas. El pasado 24 de agosto, la alcaldía presentó un programa que permitirá que algunos centros escolares puedan impartir clases al aire libre en el retorno a clases, que estaba previsto inicialmente para el 10 de septiembre, pero se ha pospuesto 11 días ante la preocupación de los profesores por los preparativos para el regreso a las aulas.

El plan, abierto a todas las escuelas públicas y privadas, les permitirá impartir clases en sus patios, en calles adyacentes y en parques cercanos. La alcaldía ha asegurado que el programa dará prioridad a las escuelas de los barrios más afectados por la pandemia sin espacio al aire libre dentro de sus edificios. Los centros educativos tuvieron hasta el pasado viernes para presentar sus propuestas. La iniciativa, no obstante, ha recibido críticas de organizaciones de maestros que consideran que llega tarde, con el inicio de curso a la vuelta de la esquina.

No obstante, el frío llegará y con él, gran parte de la vida al aire libre volverá a trasladarse al interior. Los expertos recuerdan que, a pesar de los buenos indicadores actuales, la situación epidemiológica no es estática y muchos temen un resurgimiento del virus. También alertan de los riesgos de la autocomplacencia. Maureen Miller indica que la población, en general, ha adoptado y mantenido comportamientos preventivos, pero se está empezando a instalar en ella cierto “cansancio pandémico”.

La experta se confiesa sorprendida por el hecho de que Nueva York aún no esté atravesando una “segunda ola” de infecciones. “Está empezando a haber un aumento en los viajes a la ciudad, especialmente, a pesar de que el estado impuso una cuarentena obligatoria de 14 días para las personas que vienen de estados con una tasa de pruebas de positividad del 10% o más, o con una tasa de casos de 10 por cada 100.000 personas. Sin embargo, las personas que vienen a Nueva York tienden a no ser turistas. O bien regresan porque viven aquí, visitan a su familia o regresan a la ciudad para trasladarse a otro lugar”, señala.

La epidemióloga sostiene que, aunque los estados que rodean a Nueva York también tienen tasas de casos y positividad relativamente bajas, están empezando a experimentar aumentos y muestra su preocupación por el “enfoque desigual” para la reapertura de escuelas y universidades en Estados Unidos. “Realmente es solo cuestión de tiempo que la carga de casos aumente de nuevo. Con suerte, esta vez, al menos en Nueva York, estaremos más preparados para responder tanto en términos de preparación para emergencias como de respuesta ciudadana”, zanja.