La idea de abandonar el euro ha cobrado fuerza en Portugal y se ha hecho un hueco en el debate público en base a razones sobre todo económicas, que apuntan a la moneda única como origen de parte de los problemas que afligen al país.
La hipótesis, ya formulada hace años, es ahora objeto de discusión generalizada -en un contexto de fuerte crisis y marcado pesimismo en la sociedad lusa- gracias al economista Joao Ferreira do Amaral y su libro “Por qué debemos salir del euro”, que figura en las listas de los más vendidos durante las últimas semanas.
La opción de regresar al escudo, defendida históricamente por el Partido Comunista luso -cuarta fuerza en el Parlamento- y con predicamento entre los sectores más populares de la población, ha encontrado eco en tertulias y artículos de opinión, escenarios de una discusión pública de tipo intelectual. Al menos, por ahora.
Doctor en Economía, profesor universitario y antiguo directivo del Ministerio de Finanzas, el argumento de Ferreira do Amaral se resume en que la severa crisis que atraviesa Portugal es consecuencia de su entrada en el euro y no del aumento de la deuda pública o la presión posterior de los mercados.
Su tesis se basa en que el país no está preparado para tener una moneda tan fuerte y en que la imposibilidad de ajustar su política monetaria (bajando el tipo de cambio o emitiendo más dinero, por ejemplo) afectó su competitividad, impidiéndole aumentar sus exportaciones y reequilibrar su deficitaria balanza comercial.
En su opinión, las empresas lusas dejaron de ser capaces de luchar de tú a tú con otros países y se vieron abocadas a sectores protegidos de la competencia exterior, como el negocio inmobiliario o los servicios, un error que reconoce incluso el actual Gobierno, de signo conservador.
La teoría de abandonar la moneda común ha encontrado en Portugal un terreno abonado para su rápida propagación, ya que el país no vislumbra todavía el fin de una crisis que le ha llevado a acumular tres años de recesión consecutivos y a alcanzar niveles récord de paro.
Rescatado desde 2011, las draconianas medidas de austeridad acordadas con la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) a cambio de su ayuda han agravado la situación de una parte mayoritaria de la población, que ha visto cómo eran recortados los servicios sociales y aumentados los impuestos, sin que de momento se perciba una mejora en su día a día.
“El euro fue creado para ser una moneda fuerte y sería un milagro que fuese útil para todos los miembros comunitarios. Si fuese tan fácil, todos los países del mundo querrían una moneda fuerte y no es así, ya que depende de la competitividad y la estructura de cada uno”, insistió Ferreira do Amaral en una conferencia sobre su libro.
Sus apariciones públicas son frecuentes y la semana pasada acudió a un acto organizado por el expresidente -y todavía “peso pesado” del socialismo luso- Mário Soares.
La discusión sobre un hipotético regreso al escudo reunió a cerca de cien personas en una sala que se quedó pequeña frente a tanta expectación.
Como Ferreira do Amaral, el joven diputado socialista Joao Galamba, pese al carácter europeísta de su partido -principal de la oposición- también se mostró muy próximo a sus ideas.
“Concuerdo con casi toda su exposición, aunque no defiendo salir del euro. El problema no es la moneda común en sí, sino la transformación de la construcción de una unión europea en el proyecto neoliberal más radical del mundo”, consideró.
Galamba se mostró pesimista sobre las opciones de Portugal en el seno de una UE tal y como está diseñada hoy y ve su salida del euro difícilmente evitable: “No creo que se dé el cambio de políticas que haría falta. Si salimos del euro, no debemos hacerlo solos, al menos que sea con España, Grecia, Italia...”
Aunque el Gobierno se mantiene alejado del debate, juristas, economistas y analistas han respaldado en las últimas semanas la salida, pero difieren sobre si ello supondría inevitablemente abandonar el proyecto comunitario o, por contra, podría mantenerse pese a tener otro moneda, como hace por ejemplo el Reino Unido.