Italia ha dado comienzo este lunes a la elección del presidente de la República, un proceso parlamentario único en el mundo en el que participan conjuntamente diputados, senadores y representantes regionales. Un total de 1.008 “grandes electores” decidirán el nombre del nuevo jefe de Estado para los próximos siete años en una serie de votaciones secretas en las que tradicionalmente los candidatos no deben implicarse.
El proceso, que puede durar un número ilimitado de días a razón de una votación por jornada, se ha iniciado sin que haya ningún acuerdo para lograr el quorum necesario de dos tercios en las primeras tres votaciones. La primera votación terminó anoche con una mayoría de papeletas en blanco (672) y un puñado de votos para unos pocos candidatos que recibieron apoyos de manera simbólica, entre ellos el actual presidente, Sergio Mattarella.
Los nervios aumentan entre los partidos políticos, incapaces de ponerse de acuerdo en un candidato, y de fondo emerge la figura del actual primer ministro Mario Draghi, que podría mudarse de Palazzo Chigi al Quirinale, residencia del jefe de Estado en Italia.
Aunque ningún partido tiene a Draghi como opción ideal, es el plan B. Sin embargo, esto supondría su salida del Gobierno en un escenario que devolvería al país transalpino a la inestabilidad y al riesgo de elecciones anticipadas cuando hay que asegurar los fondos europeos del plan de recuperación Next Generation EU. No se espera un nuevo presidente hasta al menos este jueves, momento en el que el quorum se rebaja a la mitad más uno.
Una figura con mayor influencia
Los poderes y la importancia del presidente de la República italiana suelen compararse con un acordeón, ya que se expanden y se contraen en función de la situación política. Sus atribuciones en la Constitución son intencionadamente ambiguas y funcionan como garante de la estabilidad del sistema. Suya es la potestad de disolver las Cortes y convocar elecciones, así como designar candidatos a primer ministro para que busquen apoyos parlamentarios y dar el visto bueno a futuribles ministros.
Teóricamente es un cargo ceremonial que representa la unidad nacional, pero en los últimos años ha ganado influencia debido a la constante crisis e inestabilidad de los partidos. “Cuanto más débiles son los partidos, más fuerte es el presidente y a la inversa”, dice Giovanni Orsina, profesor de Historia Comparada de Sistemas Políticos de la Universidad Luiss-Guido Carli de Roma. “El sistema de partidos italiano atraviesa una crisis profunda desde hace años”. A su juicio, los gobiernos de Mario Monti y el propio Draghi son ejemplos en los que los partidos se plegaron a sus exigencias por la incapacidad de llegar a acuerdos.
Las semanas previas a la votación de este lunes han estado protagonizadas por Silvio Berlusconi y su campaña para convencer –mediante todo tipo de trucos– a diversos grandes electores para que lo votasen. A pesar de que sus opciones siempre fueron mínimas, el ex primer ministro ha sido capaz de situarse en el centro de la escena después de que los partidos de derecha –la Liga, Hermanos de Italia y Forza Italia– dijeran que apoyaban su candidatura. Hasta que Berlusconi no renunció públicamente el pasado sábado, las negociaciones entre izquierda y derecha han sido imposibles.
Repercusiones en el Gobierno
La elección del jefe de Estado amenaza con desestabilizar al Gobierno de unidad nacional que encabeza Draghi y con poner en riesgo el ritmo de reformas y proyectos para seguir recibiendo los fondos europeos de la UE.
De las declaraciones de los líderes políticos se desprende que prefieren que Draghi se mantenga como primer ministro para evitar cualquier riesgo que pudiera precipitar unas elecciones anticipadas, incapaces de encontrar un nuevo jefe de Gobierno que sea capaz de mantener con vida la variopinta coalición. Por esta razón también se descarta forzar la elección de un candidato partidista, escogido por la derecha o por la izquierda, en una votación ajustada que también pondría en riesgo al Ejecutivo.
Se quiere elegir un presidente con los apoyos que ahora mismo cuenta el Gobierno de unidad nacional. En estos momentos, el gabinete de Draghi está formado por una coalición que va desde el centro izquierda del Partido Democrático (PD) hasta la ultraderecha de la Liga de Matteo Salvini, pasando por el Movimiento Cinco Estrellas y la Forza Italia de Berlusconi, ambos en una crisis profunda por la caída en los sondeos.
Una votación ajustada podría además jugar una mala pasada a los diferentes líderes debido al voto secreto. Los “francotiradores”, como en Italia se denomina a aquellos parlamentarios que no siguen la disciplina de partido y votan en secreto por otro candidato, han tenido una importancia clave en pasadas votaciones para el Quirinale.
A la división de los partidos se le suma el récord histórico de deserciones de parlamentarios esta legislatura con el grupo mixto más numeroso que se ha visto nunca. Muchos diputados además votarían a cualquiera que les garantizase que no habría elecciones anticipadas antes de 2023, ya que en la próxima legislatura se reducirá un tercio de los parlamentarios –una iniciativa impulsada por el M5S y aprobada en referéndum– y la mayoría no repetirán, por lo que se quedan sin recibir una pensión vitalicia a la que los legisladores tienen derecho siempre y cuando hayan ejercido durante más de cuatro años, que para muchos se cumplirá en octubre de 2022.
Un diputado vota en ambulancia
La pandemia está jugando también su papel en la elección del presidente de la República. Algunos “grandes electores” han dado positivo en COVID-19 y no pudieron asistir al hemiciclo este lunes, pero sí votar de manera presencial en el aparcamiento.
El Gobierno aprobó la semana pasada una normativa especial que les da permiso para desplazarse de sus provincias de origen y no cumplir con la cuarentena, siempre y cuando sea con medios privados.
Además, el Parlamento ha establecido un protocolo especial para que los infectados puedan votar a través de un dispositivo en el que pueden depositar su voto en la urna sin bajarse del coche. Los parlamentarios positivos han llegado durante la primera jornada a cuentagotas. El primero en votar de esta manera ha sido el diputado Ugo Cappellacci, que se ha alquilado una ambulancia porque no tiene coche en Roma.