Los grandes cruceros y los cargueros no podrán cruzar el centro histórico de Venecia. El Gobierno italiano ha dictado la prohibición para salvar a la Laguna de su destrucción. El decreto fue aprobado este miércoles, tras una consulta pública sobre la construcción de una nueva terminal fuera del centro. Los vecinos han decidido que las grandes embarcaciones, como los cruceros de más de 40.000 toneladas, atraquen lejos de la Laguna. A partir de ahora, y cuando el flujo turístico se reactive, dejarán de pasar frente a la plaza de San Marcos. El ministro de Cultura, Dario Franceschini, recordó las fotografías que han dado la vuelta al mundo, con esas embarcaciones gigantes, “de cientos de metros de largo y tan altas como edificios de apartamentos”, pasando demasiado cerca de lugares muy frágiles. Venecia se encontraba, antes de la pandemia del coronavirus, entre los principales lugares turísticos de Italia: atraía más de 25 millones de visitantes al año.
El peligro que suponía el paso de las grandes embarcaciones por el corazón de la ciudad fue denunciado por la UNESCO en 2015. La organización internacional alertó de la necesidad de aliviar la cuenca de San Marcos y el canal Guidecca de cruceros y se reclamó a las autoridades que desplazaran de urgencia el tráfico marítimo a otros lugares. Pero no atendieron la demanda. En marzo de 2020, la UNESCO publicó un extenso informe titulado 'Proyecto de Gobernanza Territorial del Turismo en Venecia', en el que señalaba que seguían sin resolverse “problemas cruciales, que representaban una amenaza significativa” para su patrimonio excepcional, que debían resolverse cuanto antes.
El problema se había detectado desde hacía tiempo y la UNESCO lamentaba que Italia no actuara para preservar el entorno patrimonial. La prohibición es un paso importante, pero ¿es suficiente para espantar la amenaza de la destrucción? No, según indica con rotundidad la UNESCO. La misión encargada del estudio y análisis de la situación de Venecia y su Laguna consideró que hasta el momento no se habían atendido las dos amenazas más graves: el turismo y la expulsión de los residentes que ha provocado la masificación turística. De hecho, se advirtió de que la salvación del patrimonio de la ciudad de los canales pasa por la “disminución necesaria del número de visitantes”.
“La exuberancia del turismo de masas, que es un problema de hace muchas décadas, tiene un impacto negativo muy importante en el patrimonio y sus efectos están generando problemas complejos en muchos campos. Este problema ya resultó una pérdida significativa de autenticidad histórica, así como la pérdida de significado cultural debido al cambio básico de uso de las casas públicas y privadas en las áreas urbanas”, explicaban los especialistas en el informe de la UNESCO. Y se mostraban tajantes en su conclusión: “Dado que el actual número de visitantes representa una amenaza para el valor patrimonial, el número de turistas debe disminuir sustancialmente”.
La expulsión de los vecinos, añadían desde la UNESCO, también es un fenómeno que se ha identificado como una amenaza para mantener una vida urbana en equilibrio en el futuro. La proporción entre el número de residentes y el número de turistas se ha vuelto “extremadamente desproporcionada”: apenas superan los 50.000 residentes, mientras que cada año, antes del COVID-19, el número de visitas crecía a un ritmo del 5,5%. La organización internacional reconoce el valor esencial de los habitantes locales de Venecia y las islas de la Laguna para proteger el valor patrimonial de los lugares declarados Patrimonio de la Humanidad. Pide al Gobierno italiano que apoye a los residentes mediante “la provisión de viviendas asequibles, la promoción del empleo y la seguridad de la infraestructura para garantizar que aumente nuevamente su número”, indican. Venecia no es un parque temático.
La alcaldía informó a la misión de la UNESCO del impuesto por desembarque, que debía haberse implantado en julio de 2020. Los turistas pagarán su parte del mantenimiento de los servicios públicos: seis euros por entrar y una tarifa reducida de tres euros los días con menor afluencia. Para las jornadas más críticas de visitas se elevará a un máximo de diez euros. Sin embargo, el informe aclaraba que desde la alcaldía no se ve como una amenaza el altísimo número de visitantes.
La UNESCO considera que el número de turistas en Venecia excede en gran medida la capacidad que puede asumir la ciudad. “Tiene un impacto destructivo en los tejidos urbanos históricos, en el medio ambiente de la Laguna y en las identidades sociales y culturales de sus habitantes. También hace que la economía de la región sea desequilibrada y vulnerable”, añade el organismo internacional. “Las estrategias no tienen como objetivo reducir significativamente el número total de visitas”, explicó la UNESCO. Los beneficios percibidos por el turismo “impiden desarrollar medidas más eficientes y drásticas de este problema”.
Además la ausencia de un plan de gestión ante los desafíos de la coordinación entre las múltiples instituciones gubernamentales y privadas, involucradas en la conservación y el turismo, es otra de las mayores amenazas para el entorno patrimonial. La misión de la UNESCO constató que la alcaldía de Venecia “carece de poder y autoridad para coordinar las actividades de manera eficiente necesarias para su protección”. En resumen, la UNESCO reclama que Italia sea mucho más efectiva y construya un marco sólido para abordar los múltiples problemas que impactan en la sostenibilidad de Venecia.
A todos estos problemas hay que añadir que la falta de financiación de ayudas públicas para ejecutar los objetivos de la Ley Especial de Venecia ha tenido un impacto muy negativo en el estado de conservación de la ciudad y en los bienes catalogados como Patrimonio Mundial. La UNESCO denuncia que el Estado llegó a aportar a esta ley un máximo de 258 millones de euros, en 1997. Pero desde ese año fue disminuyendo continuamente hasta llegar a cero durante varios años. En 2018 la ayuda ascendió a 18 millones de euros y en 2019, a 36 millones de euros. Esta drástica disminución se debe a que la capacidad financiera se utilizó para construir el proyecto MoSE (sistema de barreras destinado a proteger la ciudad y su laguna del fenómeno de mareas, conocido como acqua alta) durante años. El alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, considera que 150 millones de euros serían la cantidad necesaria y adecuada.