Hoy el Senado de EEUU anda con mucha prisa. Para tener el impeachment ganado de antemano, los republicanos están hechos un manojo de nervios y dispuestos a todo con tal de votar y absolver a Trump de una santa vez. En concreto, están desesperados por NO escuchar lo que John Bolton tiene que decir. El exconsejero de Seguridad Nacional, hasta hace poco la mano derecha del presidente en política exterior, es la persona que mejor puede conocer sus manejos con Ucrania y ya ha dicho que está dispuesto a testificar. Pero para eso, claro está, tienen que llamarle a declarar.
Bolton es un republicano de toda la vida con un largo historial de peleas con los demócratas, pero esta vez son los suyos los que no le quieren escuchar. Y todo porque los senadores republicanos temen que, si lo hacen, diga algo que les ponga más difícil absolver a Trump por la vía rápida. Poco importa que la prensa ya haya reproducido el contenido de sus memorias, en las que cuenta sin lugar a dudas que Trump quería congelar las ayudas a Ucrania hasta que su presidente pasara por el aro e investigara a los rivales del presidente. A esos senadores les basta con que no lo diga bajo juramento en el juicio.
Unas excusas absurdas
En las últimas horas hemos vivido una auténtica perversión de lo que debería ser un juicio, aunque sea un juicio político. Uno de los abogados del presidente ha expuesto en el Senado, con toda seriedad, una novedosa teoría jurídica: dice que como Trump cree que lo mejor para EEUU es que él siga siendo presidente, sus maniobras para ganar las elecciones no pueden ser ilegales porque son “de interés público”. Es decir, que el presidente de EEUU puede hacer lo que quiera para machacar a sus rivales políticos y que nada de eso es ilegal. Desternillante.
Casi más siniestras son las explicaciones de los senadores republicanos para no escuchar a John Bolton. No hablo de esos ultraconservadores sureños que harían cualquier cosa por Trump, sino esos supuestos “moderados” en los que tantas esperanzas habían puesto los demócratas. Uno de ellos ha explicado que no cree que vaya a votar a favor de llamar a ningún testigo porque “es escéptico” ante la posibilidad de que cualquier testimonio le haga cambiar su veredicto. En otras palabras, no quiere escuchar a la personas que más sabe del asunto enjuiciado porque, diga lo que diga, absolverá a Trump.
El propio presidente se ha sumado a las justificaciones ridículas para que Bolton no declare. En las últimas horas ha dicho que interrogar testigos es tarea de la Cámara de Representantes y no del Senado (falso, en todos los juicios de impeachment en el Senado se ha llamado a testigos). También ha defendido que si no quiere que Bolton testifique es porque todo lo que dice en su libro son mentiras, pero también que esas mentiras son secretos oficiales de los que no se puede hablar en público.
El improbable viaje de Bolton
Si hace solo seis meses alguien hubiera dicho que John Bolton sería la última esperanza de los demócratas contra Trump, las risas se hubieran oído a distancia. Bolton no solo es un republicano de carné, es además una de las grandes bestias negras del Partido Demócrata. Fue uno de los grandes arquitectos de las justificaciones falsas para la Guerra de Irak y ya hace 15 años los demócratas le tenían tanta tirria que bloquearon su nombramiento como embajador ante la ONU.
Es poco probable que Bolton esté metiéndose en esto para hacerle un favor a Nancy Pelosi y, en realidad, nadie sabe exactamente qué diría en un interrogatorio aparte de lo que ya ha contado en su libro. Lamentablemente, lo más probable es que nunca lo sepamos. Ahora mismo, el plan de los republicanos es mantenerse unidos y rechazar la comparecencia de cualquier nuevo testigo en una votación este viernes. Después, si el tiempo lo permite, absolver a Trump el mismo día y cerrar de una vez este impeachment.