Bolsonaro se va a cargar la Amazonia. Putin lidera un país imperialista aliado con la extrema derecha mundial. La redes sociales son las responsables del auge del populismo. El periodismo no debe ser neutral y los periodistas debemos estar muy pendientes de quién paga nuestros sueldos. Jon Lee Anderson (65 años), mítico reportero de guerra estadounidense, autor de la más documentada biografía del Che Guevara, redactor de The New Yorker y destacado miembro de la Fundación Gabo, expresa en esta entrevista su inquietud por la situación mundial y su preocupación por el papel que el periodismo está jugando en este nuevo mundo en el que Internet y la tecnología se han convertido en un poder desestabilizador que está poniendo a las democracias al borde del abismo.
En unas horas sabremos quién será el nuevo presidente de Brasil. Antes de la primera vuelta había un gran entusiasmo y una gran confianza en que Lula volvería a ocupar el cargo, pero parece que las encuestas están más ajustadas.
Sí, así es. Estuve con el equipo de Lula la noche del 1 de octubre y en la medida que fueron llegando los datos se iba notando una pujanza de las fuerzas de Bolsonaro que no se esperaba. Su porcentaje de votos era mucho mayor que el pronosticado por los sondeos. Y lo más deprimente para los opositores a Bolsonaro fue constatar que se había convertido en un fenómeno a la manera de Trump, que se va a quedar, independientemente de que gane o no las elecciones y que se va a convertir en un factor de polarización. La noche terminó con Lula muy cerca de la mayoría absoluta, pero con una sensación de derrota. Lula ganó, pero no del todo. Sus partidarios quedaron desilusionados y un poco debilitados, los de Bolsonaro amanecieron con energía y esperanzados.
Este domingo se celebra la segunda vuelta ¿Ganará Lula?
Según con quién hables. La mitad de los analistas dicen que Lula ganará de todas maneras. Pero la duda es si tan solo son optimistas o tienen datos. Ya es muy difícil creer en los sondeos tradicionales. En el caso de Bolsonaro, y está pasando con otros populistas por el mundo, la gente no responde de manera sincera sobre su intención de voto. Se avergüenzan de decir en público que van a votar por alguien como Trump o Bolsonaro, pero lo hacen. Y sí, hay mucha preocupación. Todos los brasileños que conozco o los periodistas que están cubriendo las elecciones están preocupados por una posible victoria de Bolsonaro. Si eso sucede, Brasil se entregaría a una especie de política cretina, de polarización, de fake news, de arengas, una especie de discurso público bastante vulgar y separatista en el sentido social. Y además, se va a cargar la Amazonia. Los científicos nos dicen que se está acercando el punto de no retorno en que el bosque, debido a su degradación dejará de absorber dióxido de carbono y empezará a emitirlo. Bolsonaro representa una gran amenaza. Quiere desarrollo a toda costa. Explotaciones mineras, agricultura intensiva. Quiere eliminar a los indígenas. Todo esto lo sabemos.
¿Y Lula?
Lula es criticable para algunos en algunos aspectos, pero ha dicho al mundo que va a poner límite a la destrucción de la Amazonía. Que va a tomar las medidas para salvar esa reserva de la humanidad y de la naturaleza.
Creo que Internet y las redes sociales se han convertido en el mayor enemigo de las sociedades libres y democráticas. Los políticos han aprendido la manera de lanzar mensajes muy burdos, sencillos, de blanco o negro que calan en el alma de la gente
El populismo desaforado no tiene argumentos, pero conquista votos. ¿Qué está pasando en el mundo para que figuras así lleguen al poder y contaminen con mentiras el debate público?
Es así. Quién podía imaginar que gente tan mediocre y en algunos casos tan nefasta iba a llegar al poder en las democracias para destruirlas desde dentro. Eso es lo que está ocurriendo en el mundo. La única explicación son las redes sociales. Creo que Internet y las redes sociales se han convertido en el mayor enemigo de las sociedades libres y democráticas. Los políticos han aprendido la manera de lanzar mensajes muy burdos, sencillos, de blanco o negro que calan en el alma de la gente.
Vivimos en ese ecosistema en el que las mentiras triunfan. Trump, el Brexit, Bolsonaro. ¿Qué papel está teniendo la Rusia de Putin en todo esto?
Es una pregunta importante. ¿Quién estaba detrás de Julian Assange cuando empezó a saquear y filtrar la documentación de la campaña de Hillary Clinton que tanto ayudó a Donald Trump? Según investigadores a nivel mundial fueron los rusos, fue el KGB [actualmente FSB]. Él lo niega, pero también negó en su momento que Chelsea Manning fuera su topo dentro del Pentágono, el que le filtró documentos que en ese momento fueron bien recibidos y aplaudidos por muchos periodistas. Pero a la luz de los años uno se pregunta qué fue todo eso. ¿Acaso el hackeo es periodismo? Creo que por un tiempo muchos periodistas, embobados por las redes, el big data y sus predilecciones políticas dejaron a un lado sus criterios éticos y empezaron a confundir el hackeo con el periodismo.
Julian Assange no es periodista, es un filtrador de documentos. Edward Snowden tampoco es periodista, era un espía que filtró documentos que dicen cosas que tú querías saber, que comprueban tu punto de vista. Pero dónde está Snowden, está en Moscú. Hablo de ellos porque creo que son figuras de ese tiempo en el que los periodistas se confundieron entre lo que era el hackeo y lo que era la información. La mayoría sin saber que algún estado, digamos Rusia, podría estar manipulándolos.
Y el populismo se apoya en las redes.
Estamos en un momento en que nos consta que las redes son tóxicas, que nos afectan a todos de una manera muy negativa. Sabemos que la mayoría de los nuevos populistas han llegado al poder por las redes sociales. Bolsonaro ni hizo campaña, fueron él y cuatro gatos con un Facebook Live. Todos sabemos lo que hizo Trump con Twitter. Bukele solo opera a través de Twitter. Decreta por Twitter. Manda a sus fuerzas de seguridad a hacer detenciones por Twitter. La última vez que lo vi su nombre de pila en Twitter era el dictador más cool del mundo. Ha habido una vulgarización del espacio público, también una falta de respeto.
¿Ha sido muy lento el periodismo, pensando que los poderes seguían siendo los mismos, políticos y económicos, cuando había nacido un poder tecnológico que está en manos privadas y que no éramos capaces de entender?
Sí, así es. Y que nos ha utilizado. Podemos ir más allá. Hay otras pruebas de lo que estoy diciendo. Todo el fenómeno tan cruel del ISIS también fue un ejemplo de cómo actores nefastos pueden utilizar las redes sociales para aterrorizar a través de los teléfonos inteligentes, degollando a personas delante de una cámara, tuvieron un efecto terrible en la humanidad, crearon un efecto de rechazo en Occidente ante la llegada de refugiados que huían precisamente de los países en donde el terror se había desatado.
¿Hay una especie de equívoco en un sector de la población con Putin y Rusia?
Mucha gente en América Latina y África, debido a la historia, todavía asocian a Rusia con la Unión Soviética y con una especie de política de izquierdas. Cuando en realidad de izquierdas nada. Rusia es un país imperialista. Putin se ha aliado con la extrema derecha en Estados Unidos, también en Europa. Orban es la extrema derecha europea. Los que han llegado al poder en Italia expresan cariño hacia Putin. No son de izquierdas, son de derechas y de una derecha exacerbada que alaba el pasado del fascismo. Bolsonaro también. Son los que atacan a los periodistas que somos libres y que investigamos por el mundo lo que no quieren que se sepa.
Parece evidente que a Rusia le convenía desestabilizar a Europa. Lo consiguió apoyando el Brexit. Y ahora lo está logrando con la guerra. Acaba de estar en Ucrania ¿cómo ve la situación?
Estamos en un limbo muy peligroso. Hace un año ninguno de nosotros contemplábamos la posibilidad de una guerra nuclear. Ahora sí. Y esa posibilidad nos la está regalando Vladímir Putin, no la expansión de la OTAN. Putin ha sido muy inteligente en crear percepciones que le favorecen y que son enemigas de Occidente. Y las sociedades libres, democráticas, donde hay estado de derecho, por más debilidades que tengan, no tienen las que tienen Rusia, que es un país debilitado por la guerra, en una escalada bélica no solamente contra Ucrania, sino contra los preceptos occidentales de democracia y libertad.
Cuando vemos la manera en que se pulveriza a los pueblos y ciudades de Ucrania, vemos que el odio ya se ha desatado. Vemos cómo se atormenta, tortura y fusila a la población civil en todos los lugares que ha ocupado el ejército ruso
¿Y esta situación a dónde nos lleva?
No sabemos cómo va a terminar. El mundo está en un momento muy precario. Acabo de estar en Ucrania y la situación es muy perversa. Un país europeo bajo bombas de su vecino del este. Sin un detonante, sin una justificación. La causa real es que Putin niega la existencia de Ucrania como un país, como una cultura y un pueblo distinto. Y esto es muy peligroso, porque por ese camino llegamos con facilidad al genocidio. Cuando vemos la manera en que se pulveriza a los pueblos y ciudades de Ucrania, vemos que el odio ya se ha desatado. Vemos en cómo se atormenta, tortura y fusila a la población civil en todos los lugares que ha ocupado el ejército ruso. Es terrible. Y está ocurriendo ahora, mientras hablamos. Y no en un país lejano como Myanmar o Etiopía.
¿Hay peligro de que se internacionalice el conflicto?
Este invierno, los próximos meses, va a ser un período muy delicado, con más guerra y una preocupante internacionalización del conflicto. Sabemos que Estados Unidos y sus aliados están intentando armar a los ucranianos para que puedan defenderse. Por otro lado, sabemos que hay iraníes ayudando a Rusia. Hay mercenarios sirios en combate y hay operadores de drones en el campo de batalla. Ya hay una internacionalización de este conflicto que empieza a pintarse como un conflicto a nivel mundial.
¿Y China?
China está expectante. Si pueden evitar desangrarse o inmiscuirse demasiado en Ucrania, lo van a hacer. Así como evitaron meterse aparentemente en Siria e Irak y otros conflictos tan costosos para Occidente. Mientras Occidente, equivocadamente diría yo, se metía en esas largas guerras para perderlas, gastando un montón de dinero y de vidas, China se volcó al interior, construyó 20.000 kilómetros de tren de alta velocidad, ciudades enteras, reforzó su economía. Vemos ahora a China en un momento muy interesante. Su líder, Xi, reforzado en el poder, se está convirtiendo en un un nuevo dictador, un nuevo Mao. Con un culto a su personalidad muy grande y una postura muy bélica y hostil hacia Occidente. También con aparentes preparativos para invadir Taiwán, con la posibilidad de que, según sabemos por la posición de Biden, Estados Unidos apoye a su antiguo aliado y tengamos otro conflicto tipo Ucrania en Taiwán. El mundo está entrando en aguas peligrosas.
Pero de momento no han apoyado directamente a Rusia
Hemos visto que Xi habla de la unidad, de la fraternidad entre los dos pueblos. En la práctica no hemos visto que haya armado a Rusia, pero sí está comprando su petróleo y su gas. Pero también hay desafíos con antiguos aliados de Occidente, como Arabia Saudita o Turquía. Estamos en un mundo con muchos cambios de alianzas transnacionales y nuevos poderes. Emergen los oligarcas rusos que tienen miles y miles de millones de dólares y esos súper yates que viajan por el mundo. También en Estados Unidos figuras como Elon Musk que acaba de comprar Twitter y ha dicho que va a dejar que Donald Trump vuelva a la red.
En ese escenario tan inquietante, estamos haciendo esta entrevista en Bogotá, durante el Festival Gabo ¿Qué papel puede jugar el periodismo?
Desde hace años varios presidentes, empezando por Trump, nos señalan a los periodistas como los enemigos del pueblo. Así que ya sabemos quién es nuestro enemigo. Trump, Bolsonaro, Bukele, Vladímir Putin, gente así. Hay que tenerlo muy claro, nos atacan porque somos peligrosos, un puñado de gente que indagamos, investigamos, denunciamos sus violaciones de los derechos humanos, sus crímenes de guerra, sus robos de las arcas públicas. Es decir, sí somos un poder. Pero debemos tener muy claro quienes son periodistas y quienes no. Y para eso es muy importante saber de dónde viene el dinero que nos mantiene.
Yo, por ejemplo, tengo un problema con Rupert Murdoch. Creo que ha sido un actor demasiado poderoso que ha tenido un efecto tóxico, antidemocrático en su función de magnate de medios. Por eso no compro un periódico de Rupert Murdoch. No tengo el mismo problema con The New York Times. No hay santos en este mundo, pero hay algunos que están más cerca del diablo que otros. Tenemos que tener cuidado de quién nos paga el sueldo, tenemos que pensar bien con quién vamos a aparecer en un programa de radio o televisión. Tenemos que evitar blanquear a determinados personajes.
¿El debate entre periodismo militante y periodismo neutral es engañoso?
Tenemos que ser un poco más militantes respecto a nuestro propio gremio, a nuestra supervivencia. No creo ya en el periodismo neutral. Me vendieron eso cuando era joven. Recuerdo que trabajaba para la revista Time en Centroamérica y tuve que ser neutral ante realidades muy duras en las que había un lado más cercano al bien que el otro. Pronto entendí que la revista era parcial y no estaba precisamente en lado bueno.