“Me he pasado dos años como infiltrada, durante los que he adoptado cinco identidades diferentes y me he unido a una decena de grupos extremistas que cubren el espectro ideológico: desde yihadistas hasta fundamentalistas cristianos, pasando por nacionalistas blancos, conspiranoicos y misóginos radicales”, afirma Julia Ebner en la introducción de su último libro 'La vida secreta de los extremistas'. Ebner, investigadora especializada en terrorismo y extremismo y miembro del Instituto para el Diálogo Estratégico de Londres, donde monitorea grupos radicales, ha decidido dar un paso más allá para intentar comprender su funcionamiento, motivaciones y miedos.
¿Qué ha encontrado en común en los grupos yihadistas y de extrema derecha en los que se ha infiltrado?
Es curioso porque las ideologías son completamente diferentes, pero existen varias similitudes. Hay agravios, frustraciones e incertidumbres muy similares. También lo que el movimiento ofrece a los recién llegados, por ejemplo, un sentido de pertenencia o una especie de antídoto contra la soledad, que era realmente algo muy común tanto en los grupos de extrema derecha como en los grupos yihadistas.
En ambos lados hay por supuesto una victimización muy fuerte del grupo y una demonización de las personas ajenas al grupo. En la extrema derecha, por ejemplo, se tiende a percibir como el enemigo a los musulmanes o migrantes. En los grupos yihadistas serían los no musulmanes. En definitiva, en ambos están presentes narrativas de blanco o negro.
Y la otra cosa es que aunque ambos querrían volver a un pasado muy distante porque sus ideologías son bastante regresivas, los métodos que usan para comunicarse y para radicalizar a la gente son muy modernos. Están muy formados en el uso de la tecnología, incluido el hackeo.
¿Qué tipo de relación existe entre el ascenso de los políticos de extrema derecha y el auge de grupos de extrema derecha en la sociedad civil?
Yo diría que hay una correlación muy fuerte porque vemos que los grupos de extrema derecha y grupos armados cada vez se sienten más legitimados y alentados por los políticos de extrema derecha que entran en parlamentos y gobiernos. Muchos de estos grupos tanto en Europa como por supuesto en EEUU con Trump han celebrado esa entrada como una victoria para ellos y para sus propios objetivos.
En sentido contrario, también creo que la extrema derecha ayuda a la extrema derecha populista porque estos grupos han estado haciendo campañas, por ejemplo ejércitos de trolls actuando en periodo preelectoral a favor de los partidos populistas, incluido Vox en España. También muy a menudo existe una superposición en términos de membresía donde la gente es a la vez integrante de la parte militante y de la parte política.
¿Cómo describiría el comportamiento de Donald Trump respecto a los grupos de extrema derecha? Ya sabe: sus afirmaciones tras lo ocurrido en Charlottesville, la mención a los Proud Boys...
Yo lo describiría como un coqueteo estratégico con la extrema derecha. Creo que realmente está coqueteando con estas subculturas de una manera muy consciente y estratégica. Sabe exactamente qué tipo de referencias hacer, qué palabras y qué vocabulario utilizar para que ellos lo perciban como una legitimación y un gesto de simpatía. Las comunidades de extrema derecha celebraron su mención a los Proud Boys [durante el primer debate electoral contra Joe Biden] de “retrocedan y aguarden”.
Ha hecho muchos discursos en los que ha hecho pequeñas referencias, incluido a la teoría de la conspiración QAnon, que ahora niega la existencia del coronavirus. Esto es algo que muchos políticos populistas de extrema derecha en Europa han copiado de Trump y están haciendo cosas similares por ejemplo en sus redes sociales para atraer a esas subculturas en la red.
¿Pero son tantos como para marcar la diferencia en unas elecciones?
Creo que es un número muy grande cuando consideras a todos los simpatizantes de los movimientos de extrema derecha. Lo que resultó muy efectivo en las últimas elecciones de EEUU para Trump fue que la alt-right estaba haciendo tanto ruido en la red que dominó el discurso sobre algunos de los temas más importantes en el período previo a las elecciones. Buena parte de esta estrategia busca también tener su apoyo en la esfera online y tenerles haciendo campañas para ayudar a la reelección.
La mayoría de estos grupos de extrema derecha no se consideran a sí mismos neonazis o racistas a pesar de su ideología. Usted habla en su libro sobre el concepto de la 'subversión progresiva contra la confrontación directa' ¿Podría desarrollar un poco esa idea? ¿Es esa la razón por la que evitan estos términos?
Sí, definitivamente es parte de la estrategia general. Muchos de los movimientos de extrema derecha de hoy tienen mucho cuidado en lo que se refiere a su óptica, su estética y cómo son percibidos por la gente. Son muy estratégicos sobre qué ponerse y qué llevar a una protesta. En las manifestantes de Charlottesville, por ejemplo, llevaban semanas coordinando qué color de ropa utilizar y no llevar armas, sino más bien escudos como si estuvieran en una posición defensiva.
El objetivo de todo esto es entrar en la corriente principal de pensamiento y reclutar a los llamados 'normies'. Muchos de estos grupos de extrema derecha piensan muy claramente acerca de qué tipo de estrategia de comunicación necesitan y la confrontación suele ser más contraproducente cuando se trata de entrar en la corriente principal. Piensan que necesitan un poco de transgresión y apariciones mediáticas provocadoras que generen atención, pero que no les haga ganarse la enemistad de la gente. Es una línea muy delgada y muy estratégica.
En el pasado utilizaban más explícitamente los símbolos y la ideología neonazis y ahora quieren atraer a los jóvenes. Para ello reinventan viejas etiquetas e incluso usan su propio vocabulario. La alt-right, por ejemplo, ha creado su propio diccionario para camuflar viejas ideologías detrás un lenguaje más guay.
¿Diría que estas ideas de extrema derecha están cada vez más aceptadas en la sociedad? ¿Están ganando la narrativa cultural?
Me gustaría que no fuese así, pero sin duda que han ganado mucha tracción y ahora algunos de esos puntos de vista y algunas de esas teorías son socialmente aceptables incluso en conversaciones durante cenas y comidas. Incluso las teorías de la conspiración y las ideologías del nacionalismo blanco más radicales como la idea del gran reemplazo han entrado en los principales debates públicos. Esa era la ideología que por ejemplo motivó al perpetrador de [la matanza de] Christchurch, en Nueva Zelanda, así como el ataque en El Paso, EEUU. Esta ideología del gran reemplazo ha inspirado una serie de ataques terroristas, pero a su vez cada vez es más aceptada en la esfera política. Incluso he visto a algunos candidatos de Vox publicando información sobre el gran reemplazo en las redes sociales.
En su opinión, ¿qué ha alimentado este aumento del extremismo en los últimos años?
Por lo que vi en muchos de estos canales donde me infiltré, parece realmente que hay una gran crisis de identidad individual con la que mucha gente está luchando, pero a su vez está conectada con la crisis de identidad colectiva por la que hemos pasado en la última década debido a los rápidos cambios.
Creo que todas las crisis que hemos tenido, desde la crisis financiera hasta la llamada crisis de los refugiados, pasando por la crisis de seguridad desencadenada por ataques terroristas yihadistas en Europa y ahora también el coronavirus han desestabilizado realmente nuestros principales pilares de nuestra seguridad tanto a nivel de salud como a nivel económico y a muchos otros niveles. Eso ha creado incertidumbres para muchas personas. Especialmente ahora, desde el brote de coronavirus, se puede ver cómo aún más gente se está radicalizando y entrando en estos márgenes extremistas. Grupos de extrema derecha y redes de teorías de la conspiración han accedido a ellos y han sido capaces de reclutar a más gente.
Hablemos de las mujeres integrantes de los grupos extremistas donde se ha infiltrado ¿Qué lleva a esas mujeres a entrar en comunidades como las trad wifes [esposas tradicionales] o los grupos yihadistas donde no se respeta ni siquiera su dignidad?
Ellas ya han cuestionado su dignidad antes de entrar en estas comunidades y cuando llegan ahí normalmente se culpan a sí mismas por, por ejemplo, fallar como esposas o por no encontrar un marido o una pareja. En muchos de estos casos, las mujeres tienen inseguridades muy fuertes al entrar y esta comunidad y esta ideología les ayuda a afrontarlo.
Muchas de estas mujeres, si hubieran terminado con un consejo diferente, probablemente podrían estar bien, pero ahí están atadas a la idea de que no debes culparte por fracasar como mujer, sino que debes culpar a la sociedad liberal progresista en la que vivimos porque todo es su culpa. Lo que fue bastante fascinante fue ver cómo se radicalizaban paso a paso hasta renunciar casi a su propia dignidad e incluso estar dispuestas a aceptar la violencia doméstica.