PERFIL

Kamala Harris: heredera de Obama y símbolo de una nueva generación

7 de noviembre de 2020 17:40 h

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En marzo de 2018, durante una audiencia en el Capitolio, la senadora Kamala Harris preguntó una y otra vez, de manera directa y cortante, al entonces fiscal general Jeff Sessions si se había reunido con empresarios rusos durante la campaña presidencial de 2016. Después de varias evasivas, Sessions elevó la voz y dijo, casi suplicando: “No soy capaz de acelerar tan deprisa, me pone nervioso”. 

Unos meses después, Harris interrogó al aspirante a juez del Supremo Brett Kavanaugh con el mismo estilo: una sola pregunta corta y directa, interrumpiendo al interrogado que divagaba sin contestar. Kavanaugh acabó perdiendo los nervios en esa audiencia, gritando y llorando. 

En uno de los primeros debates de las primarias demócratas llegó el momento más exitoso de la fallida campaña presidencial de Harris: cuando acorraló a Joe Biden por haber elogiado a senadores racistas y por haberse opuesto a aplicar en todo el país la práctica de llevar escolares de barrios más pobres a barrios más ricos para integrar los colegios, que incluso después de que fuera ilegal seguían segregados por raza. Harris estudió en la segunda clase integrada de su colegio, y ella iba en autobús cada mañana a un barrio más rico y más blanco que el suyo. “No creo que seas racista, pero…”, le dijo a Biden en ese debate. Biden, tras sufrir en la respuesta, acabó cediendo su turno: “Se me ha acabado el tiempo”.

La mayor parte de su carrera, Harris ha sido fiscal, primero de San Francisco y luego de todo el estado de California. Ella fue la primera mujer elegida como fiscal general. Los interrogatorios, frecuentes en el Senado de Estados Unidos, por las investigaciones y audiencias continuas, la han hecho famosa y han cincelado su imagen desde que fue elegida en 2016. Ahora es la única senadora negra y la segunda en toda la historia del país. 

Harris llega a la primera línea electoral con una imagen de mujer combativa todavía poco frecuente en la política de Estados Unidos, un país en que hace una década Michelle Obama era caricaturizada como “una mujer negra enfadada” y donde Hillary Clinton luchaba constantemente por suavizar su imagen (uno de los momentos que la ayudó en las primarias demócratas de 2008 que acabó perdiendo fue cuando se le saltaron las lágrimas en un acto electoral). 

¿Qué ha cambiado?

“Es difícil saber cuánto han cambiado las cosas”, explica a eldiario.es Kelly Dittmar, profesora de Políticas de la Universidad Rutgers y directora de investigación en el Center for American Women and Politics, que hace el seguimiento más completo de las candidatas en el país. “Algunos votantes rechazarán su ambición o considerarán que su tono es amenazante aunque realmente no lo sea… sobre todo por los estereotipos que hay sobre las mujeres negras en Estados Unidos. Lo que puede ser importante este año es que hay más comentaristas, periodistas y activistas dispuestos a reaccionar contra el sexismo y el racismo”.

Lo primero que dijo Donald Trump al conocer la elección de Harris como candidata a la vicepresidencia fue que la senadora fue “nasty” (“cruel” o “desagradable”) con el juez Kavanaugh. Pero en la campaña republicana preocupaba la nueva fuerza en la campaña de Biden contra Trump y contra el vicepresidente Mike Pence, a quien Harris se enfrentó en el único debate de los aspirantes a vicepresidente, el 7 de octubre en la Universidad de Utah.

Harris, de 56 años, tiene la fortaleza y la frescura que no tienen ni su compañero de papeleta, que tiene 77 años y lleva cuatro décadas en Washington, ni sus rivales. 

Una identidad compleja

En algunos aspectos, Harris se parece a Barack Obama, con quien mantiene una relación estrecha desde que él se presentó al Senado en 2004. Uno de los puntos que tienen en común es una experiencia personal más multicultural e internacional que la mayoría de sus colegas en Washington. 

Harris nació en Oakland, en el norte de California, de padres inmigrantes, profesores universitarios. En los años 50, su padre emigró de Jamaica y su madre, del sur de la India, y se conocieron como estudiantes en Berkeley. Su madre, Shyamala Gopalan, fue la que educó casi en solitario a sus dos hijas, Kamala y Maya, tras divorciarse cuando ellas eran pequeñas, y llegó a ser una reputada investigadora del cáncer de mama. Las tres vivieron también en Montreal, en Canadá, por el trabajo de la doctora en un hospital allí. 

Como Obama, Harris tiene una identidad racial más compleja que la de otros afro-americanos: su madre era india, aunque en los años 60 había poca sutileza en California y la consideraban negra. Harris la define ahora como “brown” (“marrón”, el adjetivo que se utiliza a menudo en Estados Unidos para incluir a latinos, asiáticos y otras personas de distintos orígenes dentro de la compleja diversidad racial del país). 

Kamala se educó en colegios donde la mayoría de los estudiantes eran blancos hasta que fue a la Universidad Howard de Washington, que nació como otros college para acoger estudiantes afro-americanos. Durante su carrera, también ha escuchado comentarios de que no es “suficientemente negra”, como le pasó a Obama. Durante su campaña presidencial, un rapero dijo que los afro-americanos nunca votarían por ella e incluso la atacó por estar casada con “un abogado blanco rico”, Doug Emhoff.

Esa compleja identidad racial no evitó que su familia sufriera la discriminación en la California de los años 60 y 70, entonces un estado muy conservador. Harris recuerda cómo en su comunidad se reían del “acento fuerte” de su madre o lo identificaban con una menor inteligencia, y cómo desconocidos asumían que su madre era la limpiadora en lugar de la profesora universitaria.  

Shyamala, que murió en 2009 y ha sido su punto de referencia, le enseñó que “el hecho de que algo sea difícil no es una excusa aceptable”, según cuenta Harris en The Truths We Hold, su autobiografía/libro de campaña. La familia se integró de la mano del activismo de los derechos civiles. Uno de los lugares que cita Harris sobre su infancia es Rainbow Sign, un centro cultural negro de Berkeley de los años 70 donde recuerda el impacto que le causó la cantante Nina Simone. 

Todavía hoy Harris está acostumbrada a explicar su propio nombre (se pronuncia “KÁM-ala” o, como ella dice, “como el signo de puntuación” en inglés, es muy común en India y significa “flor de loto”). También está acostumbrada a que sea motivo de desconfianza: unas horas después del anuncio de Biden, un presentador de Fox News, Tucker Carlson, se mofó de su nombre cuando un tertuliano de su programa le pidió que hiciera el esfuerzo por pronunciarlo bien. 

La primera “rellena-el-espacio”

Cuando le preguntan cómo es ser “la primera”, Harris suele bromear con que suele ser “la primera 'rellena-el-espacio'” en varias categorías y contesta con que “un hombre” también podría hacer su trabajo. Si fuera elegida, sería la primera vicepresidenta de Estados Unidos. También la primera persona india-americana en ocupar la posición. Su marido también sería el primer “segundo caballero” de Estados Unidos. 

La profesora Dittmar habla de “las identidades” de Harris, que tiene “experiencias únicas”, diferentes de otras personas afro-americanas o asiático-americanas. “Esto va a ayudar a tener una visión más sutil sobre las identidades raciales”, dice. “Su propia experiencia como hija de inmigrantes añade valor a la campaña”. 

El impacto de las latinas

Mark Hugo López, director de migración global y demografía en el centro de encuestas Pew, también explica a elDiario.es que el hecho de que Harris tenga la experiencia inmigrante puede conectar en particular con votantes latinos, como “hijos de inmigrantes” dentro del reto que tienen las campañas de movilizar a los nuevos votantes en particular.

La baza de los demócratas pueden ser las mujeres hispanas. “Las latinas acuden más a las urnas que los latinos”, señala. 

Lo que han notado en Pew es que los votantes hispanos estaban menos interesados e informados por las primarias demócratas que el resto de la población. En las elecciones legislativas de 2018, votaron más que nunca, casi al nivel de unas presidenciales. Según la estimación de Pew, 32 millones de latinos eran elegibles para votar el 3 de noviembre, más que ninguna otra minoría en el país. En 2016, menos de la mitad acudieron a las urnas. 

Los datos de Pew indicaban -y así se cumplió- que la mayoría de los latinos votarían por Biden, pero más del 30% lo hicieron por Trump. Hay una brecha entre los hombres, más republicanos, y las mujeres, más demócratas, y esa brecha se está alargando. 

López recuerda también que en 2016 los demócratas perdieron en parte porque la participación de los negros bajó, en particular en suburbios clave. La movilización no ha sido igual desde la campaña de Obama en 2008 y 2012, pero los datos del escrutinio muestran que Biden y Harris sí han resucitado ese entusiasmo.

Más allá de su historia personal, lo que Harris también tiene en común con Obama es su moderación y su pragmatismo político. Como Biden, Harris se identifica más con el centro del partido. En algunos asuntos ha modificado sus posiciones hacia la izquierda por la influencia de políticos como Bernie Sanders y Elizabeth Warren, pero no aspira a la revolución. “No estoy intentando reestructurar la sociedad. Sólo estoy intentando atender a los asuntos que despiertan a la gente en mitad de la noche”, dijo en una entrevista en el New York Times durante su campaña en las primarias.

Como fiscal de California entre 2011 y 2017, persiguió con dureza delitos que han llevado al encarcelamiento masivo de hombres negros o defendió considerar una falta de los padres las ausencias escolares de los hijos. Uno de sus peores momentos en los debates de las primarias fue cuando no fue capaz de defender por qué había sido tan dura castigando con penas de cárcel la tenencia de marihuana.

Más votantes mujeres

Su género puede atraer a más votantes mujeres, las más reticentes a Trump en todas las edades y razas. Pero también puede alejar a otros votantes. Un 35% de los votantes creen que un hombre es mejor para gestionar asuntos de seguridad nacional, según Pew.

Otra encuesta mostraba durante la campaña de las primarias que más de un 20% de los votantes demócratas creían que una mujer tenía más difícil ganar a Trump.

Consejos de Sarah Palin

Harris está acostumbrada a lo que supone ser una mujer en un cargo público y a sufrir comentarios sobre su aspecto o sus relaciones. Su amigo Obama dijo en un evento público en 2013 que era “la fiscal general más guapa” de Estados Unidos y animó a que la audiencia la jaleara por ello (luego la llamó para pedirle perdón). Harris sigue defendiéndose de la idea de que ella medró por su breve relación amorosa en los 90 con Willie Brown, poderoso alcalde de San Francisco que fue mentor para muchos candidatos, incluyendo el actual gobernador de California. 

Sarah Palin, la republicana que fue candidata a la vicepresidencia en 2008, aconsejó a Harris que no dejara que la campaña de Biden la “ahogara” ni le construyera la imagen y que conectara con los votantes y los periodistas a su manera: “Recuerda que te han elegido por ser quien eres”, le dijo en agosto en un mensaje publicado en redes. 

Harris será la número dos de un presidente que tomará posesión con 78 años y que tendría 81 cuando le toque presentarse a la reelección. Por ello, Harris es ya el futuro del partido demócrata y una candidata natural a presidenta en 2024 o 2028. En 2016, unos días después de la elección de Trump, Harris fue una de las personas que Obama citó como una buena candidata para las elecciones de 2020.   

Este verano, durante el proceso de selección de aspirantes a vice, varias personas del entorno de Biden sugirieron que Harris era “demasiado ambiciosa” para el puesto. La directora de campaña de Biden contestó en público que “las mujeres ambiciosas hacen historia, cambian el mundo y ganan”.