Liana Badr nació en Jerusalén en 1950, dos años después de la creación del Estado de Israel. Tras la guerra de 1967, en la que los israelíes ocuparon buena parte de los territorios palestinos, incluida la ciudad santa, se fue con su familia a Jordania, donde realizó sus estudios, y después a Líbano, donde se graduó en Filosofía y Psicología. Como la mayoría de los palestinos, la suya ha sido una vida de lucha, exilio y desposesión, y eso ha quedado plasmado en sus novelas, poemas y documentales.
Desde los años 90 vive en Ramala, la principal ciudad de la Cisjordania ocupada y sede de la Autoridad Nacional Palestina. Entre 1996 y 2004 fue directora general de Artes del Ministerio de Cultura palestino, perteneciente a esa autoridad. En el territorio ocupado donde la autora ha residido en los últimos 30 años —fragmentado por los asentamientos, las carreteras y los puestos de control israelíes—, Badr denuncia que “Israel está cometiendo con sociocidio”.
En una entrevista con elDiario.es, la escritora argumenta que el sociocidio es diferente al “genocidio de Gaza, donde está matando a mucha gente”. Es una manera de acabar con la forma de vida y sociedad palestinas poco a poco. Relata que en Cisjordania los colonos están haciendo la vida imposible a los palestinos con los “continuos ataques locos contra las casas, los campos, las principales carreteras entre las ciudades palestinas...”.
Lo que está pasando ahora se reflejará en la sociedad israelí: no viven solos en el paraíso y los demás en el infierno ¿Se piensan que pueden matar a todas estas personas, niños y mujeres, sin más?
“Ahora los palestinos tienen miedo de ir de una ciudad a otra porque los colonos pueden atacarlos y van armados, tienen armas automáticas. A veces van por las noches a los pueblos cercanos y causan incendios, cercan las casas y no permiten a los habitantes salir. Es una pesadilla”, cuenta esta mujer cargada de fortaleza.
“En Cisjordania el Ejército [israelí] persigue a los hombres, les dispara o les arresta; y en Gaza los mata por decenas o centenares. Es una matanza salvaje”, afirma la escritora de novelas como A compass for the sunflower y The eye of the mirror. “
Badr reflexiona sobre la gran destrucción en Gaza, donde cerca del 70% de los edificios está destruido, incluidas viviendas, escuelas, mezquitas, iglesias, etc. “La casa es el centro del ser humano, si tienes una casa, tienes tu centro. Ahora empieza el invierno en Gaza y la gente vive en tiendas, no tienen casa, comida, medicinas ni nada”, denuncia.
“Si es aceptable y fácil que cualquiera vaya a la tierra de otros y los mate para ocupar sus casas, puede repetirse en cualquier lugar”, reflexiona.
Ha pasado casi un año desde el comienzo de la ofensiva israelí contra la Franja de Gaza, que ha causado más de 41.000 muertos (incluidos más de 16.000 menores), y Badr intenta ponerse en el lugar de los que siguen vivos en el enclave palestino: “Imagina, las personas que mueren cada día en Gaza han sobrevivido un año. Quien es asesinado ahora, ha invertido toda su energía y fuerzas en la esperanza de vivir” hasta este momento.
“En el mundo no estamos solos, no somos individuos. Todo está conectado y si esta situación continúa, es una maldición para la humanidad”, agrega la escritora y poeta, que aboga por una convivencia pacífica entre Israel y Palestina.
Aunque en Sudáfrica no hubo un genocidio como el que sufrimos nosotros, las naciones entendieron lo que estaba pasando e impusieron sanciones y tomaron medidas [contra el apartheid]"
Los palestinos “somos seres humanos, tenemos casas, niños, todo. Y lo normal, entre las naciones del mundo, es convivir. Nadie puede ser Tarzán”, dice, refiriéndose a que los pueblos del mundo no pueden regirse por la ley de la selva.
Aquellas personas que tengan “conciencia” no pueden aceptar la matanza en Gaza, dice. Hay “pocos países” que no la han aceptado, “como España, que ha apoyado el Estado palestino” con su reconocimiento formal el pasado mes de mayo, añade.
Badr visitó Madrid de la mano de Casa Árabe y asegura que se siente cómoda en España al tiempo que le resta importancia a las dificultades a las que se enfrentan todos los palestinos que viajan –en su caso, a través de Jordania–.
“EEUU tiene la culpa”
La también directora de documentales (El pájaro azul, 2002) compara Israel con “un niño que enciende fuegos en todas partes” sin importarle las consecuencias de sus actos. Paralelamente, “Estados Unidos le da más y más armas”, añade.
“Los estadounidenses tienen la culpa de lo que está pasando porque ellos promovieron los Acuerdos de Oslo y ahora están con este Gobierno de Israel, porque están vendiendo armamento. Pero ellos eran los garantes de esos acuerdos” firmados en 1993 en EEUU por el líder palestino Yasser Arafat y el entonces primer ministro israelí, Isaac Rabin.
Según Badr, los responsables de la guerra en Gaza “son sobre todo comerciantes de armas, están relacionados con el neoliberalismo y el neoimperialismo: quieren más dinero, más tierra, más cosas, pueden matar a cualquiera. Son como los vaqueros en el pasado”. En su opinión, “el objetivo es robar la tierra de los palestinos”, no sólo en la Franja de Gaza, sino también en Cisjordania, donde ha aumentado considerablemente la confiscación de terrenos y la creación de asentamientos israelíes.
“La ocupación cree que es una oportunidad para aniquilar a los palestinos y deshacerse de nuestra sociedad, de todo lo que tiene que ver con nosotros, para que ellos puedan quedarse [en Palestina] y ser felices”, denuncia. La escritora y cineasta cree que son las grandes potencias las que tienen que “levantar la voz y no quedarse dormidas ni cerrar los ojos” ante los abusos.
Badr hace un llamamiento al boicot, siguiendo el mismo modelo que tuvo éxito contra el régimen del apartheid en Sudáfrica. “Aunque Sudáfrica no sufrió un genocidio como el que sufrimos nosotros –allí no bombardeaban las escuelas que acogían a los refugiados–, pero las naciones entendieron lo que estaba pasando e impusieron sanciones y tomaron medidas”.
La inacción tendrá consecuencias
Es más, la autora de La tienda blanca advierte de que la inacción de la comunidad internacional tendrá consecuencias. “Todo el mundo pagará un precio por lo que está pasando, no sé cuál, no lo puedo imaginar, pero es muy peligroso para toda la humanidad, no sólo para los palestinos”.
Badr recuerda que “hay muchos judíos que están en contra de la guerra”: “Lo hemos visto en Estados Unidos con el movimiento ‘no en nuestro nombre’”. Y se muestra convencida de que “esta situación es peligrosa para los propios israelíes, que están criando a sus niños para que sean criminales”.
“Lo que está pasando ahora se reflejará en la sociedad israelí: no viven solos en el paraíso y los demás en el infierno ¿Se piensan que pueden matar a todas estas personas, niños y mujeres, sin más?”, se pregunta Badr entre la indignación y la incredulidad.
Como escritora, Badr ha querido narrar los pasados doce meses en la Franja, pero aún no ha podido. “He intentado escribir algo sobre Gaza, porque tengo muchos amigos allí. Un compañero del Ministerio de Cultura, en el que estuve trabajando, era poeta y lo mataron con toda su familia en una casa de tres pisos”. “La casa quedó destruida y hasta ahora nadie los ha sacado [de debajo de los escombros] porque no tienen herramientas”, dice.
Esa es la suerte que corren muchos gazatíes, hasta 10.000 que las autoridades calculan que podrían estar bajo los escombros de los edificios bombardeados.
Como mujer, a Badr le cuesta imaginar cómo pueden vivir así. “Las mujeres que están dando a luz no tienen acceso a un hospital o a tratamiento médico porque Israel ha destruido algunos hospitales y no permite que llegue combustible para que los otros tengan electricidad. Las jóvenes que tienen su periodo no disponen de tampones o compresas y no encuentran nada que puedan usar”, lamenta.
La escritora explica que, históricamente, “las mujeres palestinas se han encargado de la casa, de criar a los niños, almacenar comida, recolectar aceitunas y otras cosas, pero ahora están privadas de todo. No tienen una casa”. En una de sus cintas, Zeitounat (2000), Badr aborda precisamente la relación de las mujeres con los olivos y su papel en el conflicto con los colonos y los soldados israelíes que arrancan o queman esos árboles. Zeitounat y The Gates are Open. Sometimes! (2006) han sido reconocidos a nivel internacional.
“Siempre intento expresar mis ideas a través de algunos personajes y creo que soy una escritora ‘democrática’, tal y como me dijo una vez Mahmoud Darwish [el poeta palestino más destacado], porque no impongo mis ideas a mis personajes. Hay escritores que siempre hablan a través de sus personajes”, explica la mujer, que ha contado principalmente historias de mujeres, de sus compatriotas, bajo la ocupación y en la diáspora.
“Yo doy espacio en mis escritos a diferentes ideas y colores, no quiero que haya sólo blanco y negro. Siempre he tenido esperanza de que podamos vivir pacíficamente como dos pueblos, cada uno en su Estado. Lo único que puedo hacer es desarrollar mis personajes y tratar de encontrar una solución” al conflicto a través de sus vivencias.