La llegada al poder de López Obrador en México desafía la deriva derechista de América Latina

EFE / eldiario.es

Andrés Manuel López Obrador asume este sábado la Presidencia de México. En mitad de una regresión conservadora que recorre América Latina, un Gobierno de izquierdas simboliza una resistencia y una ruptura, también respecto a la historia de México. López Obrador (2018-2024) será el tercer presidente de un partido distinto al Revolucionario Institucional (PRI), que dominó México de 1929 al 2000, para perderlo durante dos sexenios (los de Vicente Fox y Felipe Calderón, del PAN) y recuperarlo en el 2012 con Peña Nieto.

“Es un cambio político importante”, asegura José Antonio Crespo, investigador del Centro de investigación y Docencia Económicas (CIDE), sobre la transmisión del poder de Enrique Peña Nieto a López Obrador, que culminará en una sesión del Congreso. “Es la primera alternancia pacífica hacia un movimiento que se presenta como de izquierda; habíamos tenido una primera alternancia hacia el PAN, un partido opositor, pero que comulgaba con el proyecto vigente llamado neoliberal”, comenta Crespo.

La elección de López Obrador rompe también con la tendencia reciente que ha suscitado el pesimismo de la izquierda latinoamericana. En un solo año, el continente ha vivido la elección el pasado mes de octubre de un ultraderechista sin complejos en Brasil, Jair Bolsonaro; la victoria en agosto de la opción más conservadora en Colombia, la de Iván Duque; o el cambio de Michelle Bachelet por Sebastián Piñera en Chile. Durante la cumbre del G20 que se celebra estos días en Buenos Aires se han visibilizado buenas sintonías entre gobiernos como el argentino de Mauricio Macri y Donald Trump. Unos días antes, también en la misma ciudad, una especie de cumbre alternativa de izquierdas hacía patente la pérdida de poder en el continente de opciones más progresistas. El expresidente de Uruguay José Mujica decidió a última hora no ir precisamente por esa sensación de “contracumbre”.

La llegada al poder de AMLO quiere cambiar el estado de ánimo de América Latina. Entre otras promesas, según recoge mexico.com, el nuevo presidente ha asegurado que se someterá a una prueba de revocación de mandato; es decir a la mitad del sexenio se preguntará a los ciudadanos si quieren que el presidente continúe o renuncie. También ha anunciado que no usará el avión presidencial y acabará con las pensiones vitalicias para expresidentes. Desde el punto de vista programático, su gobierno se presenta con algunas apuestas analizadas por el centro CIDOB de Barcelona:

Fundador del izquierdista Movimiento Regeneración Nacional (Morena), López Obrador ganó con una mayoría absoluta las elecciones presidenciales del pasado julio con el respaldo de 30 millones de votos, el 53 % del total, tres veces más que los sufragios obtenidos por el PRI.

“Había dudas de si podía llegar al poder” y esta alternancia prueba “que la democracia electoral de México sí ha avanzado lo suficiente como para permitir una alternancia de este tipo”, manifiesta Crespo, historiador y analista político.

Un cambio sin precedentes

El historiador Lorenzo Meyer asegura que el trasvase del poder del oficialista PRI a una fuerza política de izquierda como el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) es “un gozne histórico” y un cambio que “no tiene precedente”.

“No es fin de un sexenio y el inicio de otro, como ha sido la rutina desde que la Revolución se hizo gobierno y se hizo régimen, primero cada cuatro años y a partir de 1934 cada seis años”, comenta el historiador y analista político. Con López Obrador, argumenta Meyer, llega al poder “una oposición real, sin violencia y a través de las instituciones”.

Este cambio reverbera con la alternancia en el poder ocurrida en el año 2000, cuando el PRI tuvo que aceptar el triunfo de Vicente Fox. “La naturaleza de Fox, de su movimiento, del PAN, no significaban una ruptura con las formas de poder”, apunta sin embargo Meyer.

Asegura que el triunfo de López Obrador y su llegada a la presidencia “es una ruptura de fondo” que a comparación de las que en el pasado ocurrieron por la fuerza, se ha dado de manera pacífica. Desde sus primeros discursos como presidente electo, López Obrador ha resaltado que su gobierno pondrá en marcha una cuarta transformación en México, tras la Independencia de 1810, la Reforma de 1857 y la Revolución de 1910, todas a través de conflictos armados.

Estos cambios “se dieron por la vía de la fuerza, esta vez no; costó mucho”, señala Meyer sobre la victoria de López Obrador en las urnas y el reconocimiento que hicieron las instituciones de su triunfo.

Meyer considera que el cambio político en México debió darse en 1988, cuando según los expertos el PRI perdió las elecciones pero retuvo el poder en unos comicios polémicos ganados por Carlos Salinas de Gortari. “30 años después se lleva a cabo lo que en 1988 no se pudo”, explica.

Destaca que las elecciones de 2018 legitimaron a una oposición de centroizquierda, lo cual tiene un buen significado por haber sucedido “sin violencia”, aunque dentro de instituciones“ ya caducas y corrompidas” que fueron forzadas a aceptar el cambio. En el mismo sentido, Crespo resalta que la llegada al poder de un líder y un partido “que plantean un gobierno económico y social distinto” demuestra que la democracia electoral de México si funciona.

El resultado ha supuesto además “abrir una válvula de escape al descontento acumulado por la corrupción y la violencia”, apunta Crespo. La alternancia “genera una expectativa muy alta de cambio político que no sabemos cómo va cerrar, no sabemos por dónde va a ir”, concluye.