No se puede entender la política mexicana de inicios del siglo XXI sin hablar de Andrés Manuel López Obrador. Tras las elecciones que han dado una contundente victoria a Claudia Sheinbaum, el nacionalista de 70 años deja la presidencia de México con una popularidad nunca antes vista del 60%, según la media de varias encuestas.
Llegó a la presidencia en 2018 con un ambicioso proyecto de izquierdas que bautizó como la Cuarta Transformación (también conocida como la 4T, que sigue a la Independencia, la Reforma y la Revolución, los tres procesos de cambio que lo antecedieron, según su concepción de la historia mexicana). En su sexenio fijó como prioridad que “por el bien de todos, primero los pobres” y tomó por bandera la “austeridad republicana”, que implicaba poner fin al gasto superfluo al interior de la administración; y la lucha contra la corrupción.
Durante su carrera política ha levantado pasiones y generado controversia: mientras unos lo ven como el líder que ha venido a cambiar el país con su “humanismo mexicano”, para sus detractores, sus políticas públicas lo llevarán al desastre.
También conocido como AMLO, por las siglas de su nombre, o “El Peje” por el pejelagarto, un animal de su natal Tabasco, fue el presidente que vino a sustituir la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) por el dominio del “humanismo mexicano” representado en el partido que él mismo fundó en 2012: Morena (Movimiento de Regeneración Nacional).
A la tercera va la vencida
López Obrador se preparó toda su vida para ser presidente y a la tercera fue la vencida. Nació en 1953 en Macuspana, un municipio de Tabasco, hijo de comerciantes. Se trasladó a Ciudad de México para estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Autónoma (UNAM) y empezó en política como militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a mediados de los 70. Aunque llegó para renovar la política mexicana, no hay nadie de su generación que no haya pasado por el PRI. Su primer cargo fue como delegado en Tabasco del Instituto Nacional Indigenista. Durante cinco años se curtió a pie de calle, una experiencia que le sirvió después en campaña. Ya en esos primeros tiempos chocó con algunas facciones y terminó por sumarse a la corriente más izquierdista que acabó fundando en 1989 el Partido de la Revolución Democrática (PRD), una formación socialdemócrata que convenció también a históricos movimientos sociales para ingresar a sus filas. Una de sus figuras clave era Cuahutémoc Cárdenas, hijo del expresidente Lázaro Cárdenas (que nacionalizó el petróleo en 1938) y que perdió las elecciones de 1988 tras un fraude.
Por este partido fue alcalde del entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, entre el 2000 y 2005. La capital es clave para la izquierda en México. Desde que la jefatura de Gobierno se escoge democráticamente, siempre ha estado en manos del progresismo. El cargo también se ha utilizado como trampolín para las presidenciales. Lo hizo Cuauhtémoc Cárdenas, López Obrador y ahora también Sheinbaum, presidenta electa, la primera mujer que ocupará el Palacio Nacional.
AMLO dejó el cargo para presentarse a las presidenciales en 2006. Aquellas elecciones marcarán la historia reciente de México y también la del actual mandatario. El Instituto Nacional Electoral dio por ganador al derechista Felipe Calderón por una diferencia de apenas 236.000 votos. Sin embargo, López Obrador siempre alegó fraude y sacó a la calle, durante 47 días, a miles de simpatizantes, que bloquearon la céntrica avenida Reforma y el Zócalo de la ciudad en un plantón para pedir que se volvieran a contar las papeletas “voto por voto, casilla [urna] por casilla”. Días después de tomar el mando, Calderón declaró su “guerra al narcotráfico” y convirtió el país en una carnicería.
Mientras tanto, AMLO no cejó en su empeño de convertirse en presidente. En 2012, se volvió a presentar por el PRD (serán sus últimas elecciones al frente del partido que él mismo ayudó a fundar) y perdió ante el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto. Ese año se decidió a fundar su propio partido. Y a la tercera fue la vencida: en 2018, arrasó con el 53% de los votos.
Un sexenio de “mañaneras” y giras
Durante su sexenio como presidente, el día arranca temprano en México. A las 7:00 horas de la mañana, de lunes a viernes a excepción de los festivos, la prensa está convocada en el Palacio Nacional a una conferencia conocida como “la mañanera”, una costumbre que ya inició cuando estuvo al frente del Distrito Federal. En ella, presenta avances de gobierno, marca la agenda del día y responde preguntas. Suelen durar unas dos horas pero la más larga ha superado las tres horas y media.
“Ha sido un instrumento eficaz de control de la agenda y para no entrar de lleno a los temas incómodos como los desaparecidos y el narcotráfico”, apunta Hugo Garciamarín, politólogo y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Pero no sirve a cualquiera, depende mucho del carisma que supone ser López Obrador. No creo que le sirva a Sheinbaum”.
Sus críticos le achacan estar en permanente campaña. AMLO ha dedicado prácticamente todos los fines de semana a visitar distintos puntos del país. Presume de ser el único mexicano que conoce todos y cada uno de los municipios. Mientras se ha centrado en la política nacional, ha delegado las relaciones internacionales en su canciller. De hecho, sus salidas se pueden contar con los dedos de las manos: a Estados Unidos, una pequeña gira por Centroamérica, una visita a Cuba, otra a Colombia y otra a Chile.
Sin embargo, Garciamarín considera que “el tiempo le ha jugado en contra” frente a la vehemencia que mostraba en el pasado, tanto por la edad como por los achaques cardíacos. Ya no es el mismo que en 1991, cuando caminó durante 50 días junto a 3.000 personas de Tabasco a Ciudad de México para denunciar un fraude en las elecciones de ese estado.
Humanismo a la mexicana
“Por el bien de todos, primero los pobres”. Esta es la guía de las políticas de su proyecto de desarrollo al que llama “humanismo mexicano”. “Tenemos la responsabilidad de construir una propuesta posneoliberal y de convertirla en un modelo viable de desarrollo económico, de ordenamiento político y convivencia entre los sectores sociales. Debemos demostrar que la modernidad puede ser forjada desde abajo y sin excluir a nadie, y que el desarrollo no tiene por qué ser contrario a la justicia social”, señalaba al inicio de su Gobierno.
“Fue un cambio dramático en la política social y laboral. Logró cambiar la percepción de que la política social es un derecho, no tanto una asistencia”, señala Irving Rojas, profesor de Economía del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Durante su gestión, más de cinco millones de personas salieron de la pobreza. Las becas de estudio y trabajo para jóvenes, así como las ayudas a la discapacidad, han aumentado, y se han reformado las pensiones para la tercera edad. Aunque más de la mitad de la población trabaja en el sector informal, tiene una de las tasas de desempleo más bajas de la OCDE. Además, ha habido un incremento drástico en el salario mínimo en un 110% , que arrastró al resto de salarios, y las vacaciones han aumentado a 12 días por año.
“Sin embargo, la política social no está llegando a las zonas de más difícil acceso a pesar de la universalización, hay que hacer una corrección ahí”, apunta Rojas. A AMLO se le critica también que hizo desaparecer sin una alternativa funcional el Seguro Popular, que permitía el acceso a la salud a quienes no trabajan formalmente (en México la sanidad no es gratuita y universal, sino que depende del trabajo). Asimismo, eliminó los comedores comunitarios y estancias infantiles porque señalaba que eran fuente de corrupción, y pasó a dar apoyo económico directo a las familias.
AMLO deja también varias asignaturas pendientes. No consiguió terminar de esclarecer la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa (e incluso generó una nueva “verdad histórica” para explicar el caso). En su lucha contra la corrupción y la impunidad, el exsecretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos terminó condecorado el pasado año a pesar de haber sido detenido por la DEA y extraditado a México acusado de tener vínculos con el crimen organizado. En la lucha contra el narcotráfico también fue muy polémica su decisión de soltar a Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo, capturado por militares para ser extraditado a Estados Unidos, cuando el cartel de Sinaloa reaccionó de manera inmediata sitiando Culiacán y convirtiéndola en zona de guerra. AMLO alegó que lo hizo para evitar más muertes pero muchos lo leyeron como un gesto de debilidad.
Los principales problemas que afectan a las mujeres en el país también han continuado durante su sexenio, al tiempo que el mandatario mostraba sus reticencias hacia el movimiento feminista. Diez mujeres son asesinadas al día, 27.000 permanecen desaparecidas y la impunidad es prácticamente total.
“Me voy a la chingada”
Mandar a alguien “a la chingada” es una expresión para mostrar disgusto o desaprobación con connotación coloquial, malsonante y políticamente incorrecta. Pero “La chingada” es también el nombre del rancho que AMLO tiene en Palenque, Chiapas. Desde antes incluso de llegar al poder avisó que no ocuparía más cargos públicos y que cambiaría Palacio Nacional por “La Chingada” al terminar su mandato. En México, la Constitución no permite la reelección.
Garciamarín cree que va a ser un presidente mucho menos presente de lo que se espera, tanto por el cansancio del líder como por la propia cultura política del país: “A los presidentes que intentaron participar de la vida pública después de su cargo no les fue tan bien”.
Este lunes, el mandatario mexicano ha asegurado que, al entregarle el próximo 1 de octubre la banda presidencial a su sucesora, tendrá la sensación de “misión cumplida”. “Yo me siento muy contento, estamos terminando nuestro mandato, me voy a retirar con muchísima satisfacción, voy a poder decir cuando le entregue la banda (presidencial) a Claudia: misión cumplida”, ha dicho durante su “mañanera”.