La relación de Luis G. Prado con Hungría empezó a finales de los 90. Primero se trató de visitas, luego de estancias más largas. Hace seis años decidió junto a su familia dar el paso y trasladarse a vivir en la ciudad que amaba: Budapest. Desde allí siguió con su trabajo de traductor y editor con el sello que había fundado, Alamut Bibliópolis. “No me había pasado inadvertido que el país de cuya capital me había enamorado estaba en trance de convertirse en un régimen difícil de definir, pero a todas luces alejado de la democracia liberal. No, incluso me resultaba emocionante la idea de vivir, de cerca pero desde fuera, un proceso político con tantas incógnitas; Hungría era la Disneylandia para un politólogo”, cuenta en Crepúsculo en Budapest (Báltica editorial, 2021), un libro que es a la vez una declaración de amor y un ensayo muy lúcido sobre cómo se desmantela una democracia desde dentro. Desde su observatorio privilegiado y tras las últimas elecciones, en las que Viktor Orbán ha conseguido su cuarta victoria consecutiva, Prado alerta sobre los riesgos de que Europa no aprenda la lección húngara.
Parecía que la invasión rusa de Ucrania a pocas semanas de las elecciones debilitaría a Orbán. No ha sido así. ¿Cómo ha conseguido transformar una situación de incomodidad, por sus lazos con Putin, en una fuerza en la campaña electoral?
Orbán lleva años beneficiándose de jugar al equívoco de qué demonios está montando en este país. Siempre pensé que estas elecciones iban a ser un momento de claridad porque se iba a poner de manifiesto la naturaleza del sistema. Él llevaba 12 años de construcción del Estado iliberal, con un poder mucho mayor del que tiene un gobierno normal en una democracia. Y la oposición había confluido en una alianza electoral en una lista común contra Fidesz, el partido de Orbán. Una alianza contra natura porque incluía partidos de izquierdas, de derechas, de centro, liberales y ecologistas. Yo pensaba que lo iban a conseguir. En realidad, es más complicado, porque estaba bastante claro que aunque la oposición hubiera ganado, no habrían podido controlar la administración ni la judicatura, ni las grandes empresas. Los electores han votado como rehenes: puedes votar por una cosa que no sea Orbán pero es imposible que un gobierno de la oposición gestione este país. Tenemos completamente permeados desde Fidesz la administración, la judicatura, las empresas... Todo eso ya condicionaba las elecciones.
¿Ahora bien, me pregunta por la guerra de Ucrania y su influencia en las elecciones? Lo que ha sucedido es que la propaganda del Gobierno, del partido, de las ONG financiadas por el gobierno, es decir, de toda una panoplia de emisores de mensajes públicos y de publicidad en todas partes, en la calle, en la televisión, en la radio, en Internet, durante muchos meses intentaron dividir a la alianza de la oposición. No a los partidos, sino a los electores de la alianza. Toda la comunicación pública del gobierno y del partido se refería a la oposición como “la izquierda”, con lo que estaba diciendo a los electores de los partidos de derecha de la alianza: ¡no les votéis, que no son de los vuestros!
El control de los medios es una pieza clave...
Tienen la capacidad de influir en la opinión pública que te da controlar el 90% de los medios del país y tener todos los recursos de publicidad a tu disposición. Un ejemplo: el propio partido Fidesz en esta campaña electoral excedió el máximo permitido de publicidad por las propias leyes de... Fidesz. Es decir, van tan sobrados que se saltan sus propias leyes. Cuando tienes esa capacidad, puedes inventarte alguna chorrada muy gorda y habrá gente que se la crea.
Si no se explica este contexto no se entiende lo que han logrado con la guerra de Ucrania. No es magia. Orbán ha seguido la hoja de ruta de Putin en todo lo que ha podido, hasta promulgar, el verano pasado, una ley que prácticamente criminaliza la homosexualidad. Hungría lleva una deriva que la encamina a convertirse en un Estado al estilo de la Rusia de Putin. No ha llegado todavía pero está acercándose cada día más. Nos lo muestra precisamente la capacidad de crear una realidad alternativa para los húngaros durante la campaña electoral en relación con la guerra. Al comienzo, la invasión rusa de Ucrania le coge con el pie cambiado, pero tarda más o menos una semana en reorientar su comunicación y lo hace muy bien. Cuando al candidato de la oposición en una entrevista le preguntan qué haría si la OTAN pidiera que Hungría mandara armas y tropas a Ucrania, él contesta ingenuamente: “Como miembro de la alianza de la OTAN, pues las mandaríamos, pero no va a pasar”. El Gobierno coge eso, lo corta antes de que el señor diga “no va a pasar” y empieza a emitir el mensaje en todos sus canales y le define como el candidato de la guerra. Y presenta a Orbán como el hombre de la paz y dice que los húngaros no pagarán el precio de la guerra. Es decir, no aceptaremos sanciones contra Rusia, que hagan que suban los precios de la energía. Luego la realidad es más compleja, al igual que es una mentira flagrante que el candidato de la oposición quisiera la guerra.
Usted ha sido testigo de cómo, paso a paso, se construyó esa “democracia iliberal”. ¿Qué lecciones deja Hungría ante el arraigo en las instituciones de los partidos de ultraderecha?
La primera es que el peligro no son los partidos que se auto-califican de ultraderecha porque tienen un techo electoral. El peligro viene de los partidos que se califican de derecha pero realizan políticas de ultraderecha. La otra lección es que es muy peligroso cuando los partidos deciden utilizar las vulnerabilidades institucionales, los fallos de diseño constitucional o administrativo de un Estado para penetrar en él con la intención de impedir la alternancia.
Fidesz es un partido que tiene una deriva hacia la ultraderecha, pero no partía de ahí. Durante la primera década del siglo hacía una oposición muy dura, deslegitimando al adversario, una oposición muy bronca pero nada que no hayamos visto en España de vez en cuando. Luego tenía a su derecha a Jobbik, un partido auténticamente de ultraderecha y durante mucho tiempo eso le permitió decir que ellos eran nacionalistas y conservadores y que si alguien pensaba que hacían algo fascista que miraran a los fascistas de verdad. La estrategia era: no nos ataquen a nosotros que luego vienen esos... Esto cambió radicalmente a raíz de la reelección en 2014, cuando no hubieran salido reelegidos de no ser por la ley electoral hecha para que siguieran manteniendo el poder. Entonces, lo que hizo Orbán fue copiar el programa al partido de ultraderecha y ejecutarlo. Y así aumentó su popularidad y además dejó a Jobbik sin espacio político. Jobbik, un viejo partido neofascista, toca su techo electoral cuando llega al 20 por ciento, pero un partido conservador como Fidesz puede empezar a realizar políticas xenófobas y empaquetarlas de tal manera que se lleva al electorado. Y acabas encontrándote a más del 50 por ciento de los electores votando por Orbán y todo lo que representa. Y luego está el tema institucional...
El desmantelamiento del sistema desde dentro...
En 2010, después de ocho años en la oposición, Orbán había dicho que la siguiente vez que se hiciera con el poder ya no le iban a desalojar tan fácilmente. Ganar pero bien. Para esto llevaba una lista... ¿Qué es lo primero que hace? Atacar a la judicatura. Baja la edad de jubilación y empieza a nombrar otros jueces nuevos. Luego, ya que en Hungría se podía promulgar una nueva Constitución simplemente con una mayoría parlamentaria, pues promulga una Constitución completamente nueva. Y la reforma diez veces los diez años siguientes. ¿Y luego? Coloca en la administración a personas afines... Todo esto se hizo de forma rapidísima, una terapia de shock y lo dejó muy bien colocado para ganar las siguientes elecciones.
¿Por qué digo eso? Porque la amenaza para un país como España puede venir por un partido de derechas que tenga una base de votantes amplia y que empiece, por razones electorales, a hacer política de ultraderecha. Pero también puede venir por el hecho de que la arquitectura institucional presenta debilidades y un jugador del sistema decide que el sistema es ilegítimo si él no gana, como Trump en Estados Unidos... Hay países con mejores seguros para la reforma constitucional, pero Hungría estaba lamentablemente abierto a esta penetración por la vía legal. No es cuestión de un día ni de dos. Es una suerte de golpe de Estado dentro y por la vía legal. Volviendo al caso español, si un partido tuviera esto en mente, se le vería venir... O esto quiero pensar.
Por lo que dice, el riesgo para España sería no tanto que Vox amplíe su base electoral, sino que el PP se radicalice...
Esto sería España yendo por la primera vía, sí.
¿El modelo húngaro es replicable en otros países de la UE? Porque al fin y al cabo también tiene unas especificidades que tienen que ver con esta debilidad del diseño constitucional...
Ya se ha replicado en Polonia, con sus peculiaridades institucionales. Allí se está produciendo una deriva muy similar. Mis amigos polacos y españoles que entienden de Polonia me dicen que es menos grave porque es un país más diverso, donde las opiniones de la oposición tienen más fuerza. Pero dado que Orbán lleva haciendo lo suyo en Hungría durante más tiempo, yo les digo esperad, esperad... La otra diferencia entre Polonia y Hungría claramente es que Orbán no es un ideólogo, es un oportunista y ha utilizado las ideologías que le vienen bien en cada momento y ha sido muy hábil en su trato con la Unión Europea. Y lo está haciendo de nuevo. Es decir, le va a sacar dinero a la Unión Europea a cambio de sumarse a las sanciones al petróleo ruso.
¿Cree que acabará cediendo al final sobre las sanciones al petróleo?
Por supuesto. Mientras saque algo a cambio, lo hará. Antes de las elecciones de abril, Orbán ya empieza a hablar de ello: como las sanciones toquen la energía, yo me bajo. ¿Por qué Orbán se significaba? Para ponerse en posición negociadora. El fondo para la pandemia no se le ha abonado a Hungría y las partes del presupuesto ordinario de la UE son susceptibles de ser retenidas por la aplicación del nuevo mecanismo de control del Estado de derecho y ese mecanismo se ha puesto en marcha. Y Orbán se ha gastado lo que no tiene en las últimas elecciones. Los menores de 25 años en Hungría ya no tienen que presentar la declaración de la renta; a los matrimonios con hijos, lo pidieran o no, se les devolvía el impuesto de la renta del año anterior; justo antes de las elecciones, Orbán volvió a instaurar el mes extra de pensión...
Como ciudadano europeo residente en Hungría, me tranquiliza que Orbán trate de negociar, porque sé que mientras pueda sacar dinero de la Unión Europea no va a sacar a Hungría de la Unión. Más adelante no estoy seguro que no lo haga.
Esta semana Orbán ha estrenado su nuevo mandato con una nueva enmienda a la Constitución...
Sí, y no solo esto. En la última semana han reformado la Constitución para poder declarar el estado de emergencia en caso de guerra en un país vecino, y han declarado dicho estado de emergencia a las pocas horas; han sacado una nueva ley para perseguir a las ONGs con los instrumentos del Estado; han nombrado un nuevo gobierno rarísimo donde, por ejemplo, Interior se encarga de Sanidad y Educación, el gabinete del primer ministro controla los servicios secretos y Exteriores se encarga de una central nuclear; y han anunciado que cobrarán impuestos especiales a las grandes empresas para paliar la crisis económica que se avecina, sin precisar cómo ni a quién...
Todo ello ahonda en el camino del putinismo, y es un recordatorio de que la paz social en Hungría no debe llevar a engaño: este país se va a volver más raro aún de lo que ya es, y su acomodo en la Unión Europea va a ser cada vez más complicado.
En el epílogo de su libro cuenta que para no anquilosarse el régimen tiene que seguir moviéndose, localizar otros enemigos y al final la ofensiva rusa en Ucrania ha ofrecido otro espacio de movimiento...
Totalmente. Con el control de la opinión pública que tiene Orbán y su capacidad de proyectar mensajes, Hungría es ahora mismo una excepción en el consenso de la opinión pública europea de que la guerra de Ucrania la montó Rusia que la ha invadido. Un 70% de los votantes de Fidesz piensa que la culpa es de los ucranianos. Es decir, Orbán ha manipulado a su opinión pública con la misma pericia con que Putin manipula la de Rusia.
En Budapest, donde gobierna la oposición, ¿cómo se vive el constante pulso con la Unión Europea?
El alcalde de Budapest es un político bastante popular, del Partido Verde. Lo que ha hecho es montar una campaña para solicitar que la UE financie directamente a las ciudades, con el argumento, que la UE está escuchando, de que, dado como está el Estado húngaro, el dinero no siempre llega a las ciudades. Y es verdad, porque cuando en las elecciones municipales de 2019, se veía que a lo mejor ganaba la oposición, uno de los argumentos de Fidesz fue que si ganaba la oposición, cambiarían la ley de financiación. Y lo han hecho. Todos los ayuntamientos grandes están infrafinanciados.
A principios de año Santiago Abascal recibió a Orbán como el invitado de honor de la cumbre de la ultraderecha que se organizó en Madrid. Desde su perspectiva, ¿está siguiendo Vox los pasos de Fidesz en cuanto a estrategia de expansión electoral?
Yo veo a Vox más parecido a Jobbik y creo que también tiene techo. Espero no equivocarme. Es mucho más peligroso un PP que decida que, para mantener su popularidad, necesita absorber las políticas de Vox, porque entonces las legitima ante sus votantes, que son menos extremistas.
En el libro dice que hay que aprender de la experiencia húngara y pide que no le arruinen el plan B, volver a España, y que la ultraderecha se quede fuera del Gobierno. Pero el PP comparte ya Gobierno con Vox en Castilla y León...
Yo rogaba que no sucediera. Eso demuestra que puede suceder. El paso se ha dado, ese Rubicón se ha cruzado. Sabemos que podemos tener un gobierno nacional en coalición de ambos. Yo no lo recomiendo.
Me ha llamado la atención la dedicatoria de su libro a su hija y a los niños plurinacionales, una generación como antídoto contra el nacionalismo de Europa. ¿No es una responsabilidad un poco grande?
Siendo completamente realistas, son una minoría, igual que somos una minoría los europeos que vivimos fuera de nuestro país de origen y a los que nos parece una ventaja el poder hacerlo. O sea que realmente mi dedicatoria estaba hecha con el corazón, no con la cabeza. No es que sea responsabilidad de nuestros hijos el acabar con el nacionalismo, pero sin duda hay una conexión sentimental entre estos niños que son de varios sitios a la vez y puede ser una ventaja para ellos.
Su mujer es rusa. ¿Cómo está viviendo todo lo que está pasando?
Fatal. Para los rusos que no son pro-Putin, esto es una tragedia. Sin desmerecer el sufrimiento de los ucranianos a los que les caen bombas, pero las siguientes víctimas de Putin son los rusos, que se han quedado sin país.
Su libro se titula Crepúsculo en Budapest. Es como una especie de declaración de amor. El crepúsculo que es algo precioso y a la vez triste. En el caso húngaro es también el crepúsculo de la democracia...
Justo unos meses antes de escribir el libro, tuve la suerte de estar delante del Parlamento, estaba cayendo el sol, había unas nubes negras de tormenta detrás del Parlamento y salía una foto que era como un cuadro romántico de nubes negras, muy oscuras. Todo un poco siniestro en cierto sentido. Y pensé, bueno, al final este es el asunto. El Parlamento de Hungría es el más grande de Europa y fíjate para lo que ha quedado.