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La diputada a la que Bolsonaro dijo que “no merece ser violada” canta victoria: “Le he derrotado”

La diputada federal Maria do Rosário, del Partido de los Trabajadores (PT), conversa con Agencia Pública sobre su reciente victoria ante la justicia: el pasado 19 de febrero el Tribunal Supremo Federal mantuvo la condena al presidente Jair Bolsonaro por daños morales por el emblemático caso en el que dijo que no la violaría “porque no se lo merecía”.

El hecho sucedió en 2014 en el Parlamento mientras Bolsonaro intervenía en la sesión plenaria —el político incluso repitió esta información en una entrevista concedida al periódico Zero Hora–. La primera decisión en contra del ahora presidente ocurrió en 2015, cuando la justicia del Distrito Federal le condenó a pagar 10 mil reales [2.500 dólares] a la petista (del PT), además de publicar la sentencia en su canal de YouTube –posteriormente, fue llamado a publicar la retractación en todas sus páginas oficiales y redes sociales y, también, en un periódico de gran tirada–.

La batalla jurídica, que pasó por el Tribunal Superior de Justicia antes de llegar al Tribunal Supremo Federal, no está oficialmente terminada —todavía cabe un recurso—, pero la parlamentaria considera que se ha dado un paso importante. “Ver la sanción de ese señor por agresión verbal significa mucho en el sentido de derrotar a todos los agresores”, afirma.

La misma agresión ya había sido cometida hace más de diez años, en 2003, también en la Cámara de Diputados, cuando además del insulto inicial, Bolsonaro la empujó y la llamó “puta”. Para Maria do Rosário, los dos episodios están ligados a noticias falsas sobre ella que hasta hoy circulan en redes sociales. Rosário cuenta que estos ataques orquestados no solo le afectaron a ella, sino también a su hija. “Uno de los asistentes de Bolsonaro pasaba mensajes por WhatsApp a grupos con parlamentarios y se reían de mí y de mi hija”, revela. “Todos los ataques fueron muy difíciles de superar, ella padeció, tuvimos muchos problemas”.

Además de este caso, la diputada habla sobre el Gobierno actual. Ministra de Derechos Humanos en el gobierno de Dilma Rousseff (PT), Maria do Rosário dice lo que espera de Damares Alves, nueva titular de la cartera. Habla también sobre la nueva formación de la Cámara de Diputados y explica cómo ha sido la relación con la bancada del Partido Social Liberal (PSL), partido de Bolsonaro, sobre todo con las diputadas.

“La Cámara siempre tuvo una tradición de mucha solidaridad entre las mujeres de todas las bancadas, siempre hubo un apoyo mutuo, y este año la bancada femenina no está organizada como estuvo en años anteriores porque es difícil lidiar con mujeres que entraron diciendo que van a atacar a otras mujeres”.

¿Qué significado tiene para usted esta victoria en los tribunales?

Esa victoria es muy importante porque cuando todo eso comenzó, el entonces parlamentario me transformó en blanco de una turba de personas que desvalorizan a los seres humanos y atacan a las mujeres. La verdad, no se trata solo de él, sino de un movimiento de odio liderado por él en Brasil contra todos aquellos que se enfrentan a sus ideas retrógradas. Ver la sanción de ese señor por agresión verbal significa mucho en el sentido de derrotar a todos los agresores.

En el comienzo de ese proceso, Bolsonaro transformó mi imagen pública mintiendo, diciendo que yo era defensora de bandidos y de personas que habían cometido violaciones. Los hombres que agreden, como él, muchas veces cargan la culpa de la agresión sobre la mujer.

Esa respuesta jurídica de haber sido condenado por daños morales y tener que retractarse es también una forma de decir que él fue responsable de la agresión. No me gusta que me vean como la mujer que fue agredida por Bolsonaro, prefiero ser la mujer que lo derrotó. Para mí es muy importante para que ninguna mujer sea insultada e infravalorada en su ambiente de trabajo o en cualquier lugar.

¿La victoria jurídica le hizo evaluar de nuevo ese episodio?

Sí. En 2003, cuando él me agredió en el Salón Verde [espacio de la Cámara de Diputados de libre acceso para personas comunes y periodistas donde los políticos pueden hacer que sus proyectos y opiniones lleguen al gran público], denuncié el episodio en el Consejo de Ética de la Cámara y fue archivado. Más de diez años después, él repitió las mismas frases. Cuando eso sucedió, ya no confiaba en el sistema parlamentario en el que los diputados hombres se protegen a sí mismos y resolví procesarlo en la justicia común.

El significado de la victoria, para todas las mujeres, no solo para mí, es que nadie más puede esconderse detrás del fuero privilegiado o cualquier otra cosa. Como diputado, él alegaba que podía decir lo que quisiera, entonces cambió completamente la jurisprudencia de eso: no, no se puede decir lo que quiera, no se puede usar su lugar político o de poder para oprimir a quien quiera que sea.

Fue un cambio muy importante en la jurisprudencia brasileña en el sentido de que las autoridades brasileñas también tienen que responder en procesos judiciales de esa naturaleza como ciudadano común, sin poder alegar privilegio en la tramitación o un supuesto derecho de libertad de ofender o fomentar el odio. En 2003, cuando archivaron la denuncia, me sentí muy impotente ante un parlamento machista. En 2014, con el apoyo de abogadas y abogados del movimiento de mujeres, procesé la denuncia en la justicia común y vencí. Vi que era posible derrotarlo.

El problema de la humillación pública que sufren todas las mujeres, no solo yo, al ser atacadas sea en una ciudad pequeña o en una ciudad grande, es que el sinvergüenza que agrede a la mujer queda adherido a ella de por vida, de una forma que siempre que la miran se acuerdan de él.

Comencé a reparar que la violencia política está muy presente: muchas mujeres en las cámaras municipales, asambleas legislativas e incluso en la Cámara de Diputados nos son respetadas simplemente por tener una opinión contraria a la de determinados hombres. No basta solo con ocupar más escaños en el Parlamento o en la política, queremos hacerlo con respeto a nuestras opiniones.

Las redes sociales de Jair Bolsonaro se convirtieron en una importante herramienta de comunicación oficial –él utiliza sus perfiles personales para divulgar acciones de Gobierno y hacer anuncios importantes, muchas veces saltándose el contacto con la prensa. El presidente será obligado a divulgar la retractación en su Facebook y en su canal de YouTube ¿Qué le parece?

Creo que esa es una forma educativa para que todos los hombres que hacen eso sepan que, si su mito [como califican algunos al presidente] tiene límites, ellos también los tienen. Ese es mi único objetivo, el dinero es simbólico, tanto que me he comprometido públicamente a distribuirlo entre mujeres –voy a decidir con el movimiento cómo hacer eso, si lo destino a algunas entidades o a diez mil mujeres– para que quede como símbolo de que ese es un dinero de retractación por daños morales de un machista. Los daños morales nunca pasan y no hay dinero que lo pague. La única cosa que me interesa es lo simbólico.

Desde que ocurrió el episodio de la agresión en 2014, ¿ha tenido algún tipo de contacto con  Jair Bolsonaro?

Nunca hablé con él. Ni en 2003, cuando era una joven diputada que llegaba al Parlamento y sucedió aquella agresión gratuita en el Salón Verde, ni durante todos estos años. No tengo estómago para dirigirme a una persona como esa, que me hizo tener que explicarle a mi hija pequeña lo que significa la palabra “puta”, porque sin querer ella lo vio en TV.

Yo realmente nunca le dirigí la palabra y no pretendo dirigirle la palabra jamás. Pido, inclusive judicialmente, que la retractación sea hecha sin ningún contacto, porque creo que no es una figura que merezca de mi parte ningún gesto. No se trata solo de una opinión personal sobre lo que sucedió conmigo, sino también de lo que sucede con las personas LGTB, indígenas, negros y negras y todas las otras mujeres.

¿Por qué cree que se convirtió en un blanco de Bolsonaro?

Inicialmente tal vez no era ni conmigo, sino que era una rabia hacia las mujeres. Yo estaba allí defendiendo una idea. En aquél periodo, en 2003, era relatora del CPI contra la explotación de niños y adolescentes y estaba haciendo exactamente lo opuesto de lo que él decía. Yo no estaba defendiendo –jamás lo defendería– a alguien que cometió una violación; al contrario, denuncié a más de 250 personas, entre ellas autoridades públicas, vinculadas de alguna forma con las redes de explotación sexual.

Visité 22 estados verificando la situación de niños víctimas de abuso sexual. Fui relatora y autora de las principales leyes brasileñas contra la explotación sexual, pero la gente no saben eso. Yo, que soy autora de esas leyes, terminé siendo atacada como defensora de bandidos, mientras ese sujeto que nunca hizo nada tuvo una imagen construida como si fuese capaz de enfrentar al crimen.

Usted habla de los ataques de los que es víctima en redes sociales ¿Desde cuándo ocurren? ¿Considera que son orquestados? ¿Identifica algún cambio significativo en ellos después de que Bolsonaro fue elegido presidente?

Considero que esos ataques estaban y están orquestados. Incluso creo que están sincronizados y tengo varios ejemplos. Para mí, el inicio tienen que ver con el 2003 y la mentira contada por Jair Bolsonaro de que yo le había llamado violador, lo que no hice. Él se paró en frente de mí como un histérico diciendo: '¿Me estás llamando violador?', después me miró de arriba a abajo y dijo: 'No te violo porque no lo mereces', como si él pudiese juzgarme a mí o a cualquier otra mujer.

Posteriormente, en una entrevista, él alegó la cuestión de la apariencia [Bolsonaro explicó su declaración en la conversación con el diario Zero Hora diciendo que ella no merecía ser violada porque era fea]. Me da igual su opinión, lo que quiero decir es que él no tiene el poder, como hombre, y ningún hombre lo debe tener, de escoger mujeres que puedan ser violadas.

Él no tiene derecho a decir esas cosas en público so pena de formar una cultura de la violación porque más allá de todo, él es un líder político. Y creo que eso ha ayudado a crear una cultura de poder y de la violación en Brasil. Después de aquello, cuando inventó las mentiras para justificarse por haberme llamado puta y por haberme empujado, empezaron las fake news. Decían que yo había defendido un asesino que mató a una muchacha [Roberto Aparecido Alves Cardoso, el Champinha, asesino de Liana Friedenbach]. Es absurdo. Siempre me puse en el lugar de aquella muchacha y de aquella familia.

Lo más difícil de todo eso fue que, con su crecimiento político, Bolsonaro fue creciendo también en el odio: cuanto más odio y fake news fomentaba, más fue creciendo y movilizando a los machistas y también a las personas desprevenidas que querían el fin de la violencia, con quienes la gente de los derechos humanos tal vez no haya conseguido comunicarse. Ligar los derechos humanos con la promoción de la violencia es peor que cualquier otra noticia falsa. Después, vi nuevamente crecer los mensajes cuando fui ministra de Derechos Humanos y defendí la Comisión Nacional de la Verdad. Nuevamente me topé con él, que no es un representante de los militares constitucionales, sino del odio de la dictadura, de las fuerzas que torturaron, apresaron y mataron. Más allá de eso, presenté proyectos en defensa de las personas LGTB.

¿Hay algún episodio que destaque sobre los demás como el más grave?

¿Qué es peor para mí de todo eso? Los ataques a mi hija, a mi familia. Uno de sus asistentes pasaba mensajes por WhatsApp a los grupos de parlamentarios, y ellos se reían de mí y de mi hija. Todos los ataques hacia mi hija fueron muy difíciles de superar. Ella sufrió, tuvimos muchos problemas, pero se salvó gracias a su fuerza y su familia. La hipocresía de los que dicen que defienden la familia hacía que esos diputados distribuyesen entre sí imágenes hackeadas de una niña menor de edad.

Ella es una muchacha muy buena, feminista y sabe muy bien por qué su mamá des atacada. Ha superado la tristeza, aunque se haya enfrentado en la escuela, en la calle, en el Uber y en todos los lugares a personas que llaman a su madre del modo en que aquel sujeto la llamó. Aunque hasta hoy tenga que oír esas cosas, ahora sabe responder.

Las últimas elecciones han modificado el perfil de la Cámara de Diputados, que ahora tiene más militares y religiosos. La presencia del PSL, partido del presidente, también ha aumentado considerablemente ¿Ha notado como diputada los efectos de ese cambio?

Una vez, un joven diputado le preguntó a Ulysses Guimarães [abogado y político brasileño conocido por su actuación contra la dictadura y por la democratización del país]: 'Esta legislatura está difícil, ¿no, doctor Ulysses?“, a lo que él respondió: 'Hijo mío, espere la próxima”.

Yo miro esta legislatura queriendo que Ulysses no tenga razón y que sea el clímax de la despolitización de Brasil. Brasil necesita una cultura política democrática, el hecho de no tener, de no haber una cultura en la que las personas fiscalicen y reivindiquen sus derechos en el servicio público, en el transporte colectivo, en la escuela... hace que la Cámara de Diputados viva ese momento en el que abriga a la élite del atraso. Si estamos aquí, es para hacer oposición.

¿Hay interés de dialogar con los diputados del partido de Bolsonaro en el caso de que exista respeto?

Interés de diálogo político, con esa línea de gobierno, ninguno. Siempre conversé con personas con las cuales discrepo, pero con esa línea de “voy a golpear, voy a dar un puñetazo” no es posible. Recientemente hubo un proyecto para homenajear a Nise da Silveira [renombrada médica psiquiatra brasileña que se manifestó radicalmente contra los tratamientos de su época que consideraba agresivos] y una persona del PSL dijo: 'busqué en Google el nombre de esa señora y decidí que ella no merece ese homenaje“. Querían impedir la votación del homenaje a Nise da Silveira, una de las mayores conocedoras de salud mental en Brasil, premiadísima, alumna de Jung. Es difícil lidiar con eso, hace falta cultura general.

La nueva legislatura cuenta con un número más elevado de mujeres –antes eran 51 y ahora son 77 ¿Qué significa eso en la práctica? ¿Componen las mujeres una bancada en el sentido de proponer y luchar por pautas comunes?

La bancada femenina es una institución de la Cámara de Diputados antes incluso de ser reconocida como tal. Viene del 'lobby del labial' [alianza de varios partidos que sirvió de enlace entre los constituyentes y los movimientos de mujeres] del periodo constituyente [1987-1988], que aseguró dentro del texto constitucional la igualdad jurídica entre hombres y mujeres. Esas mujeres hicieron una trayectoria y hace dos legislaturas crearon una estructura.

Siempre ha habido composiciones de todas las líneas ideológicas y las feministas siempre han estado junto con las mujeres no feministas para defender pautas en común, como luchar contra la violencia y la desigualdad en el trabajo.

El PSL está en el centro de un escándalo bajo investigación en el que varios partidos están acusados de inscribir a candidatas sin la intención de que salieran elegidas, solo para cumplir la cuota de candidaturas femeninas y tener acceso al fondo electoral. El presidente nacional, que ha dicho que “la política no es mucho de la mujer”, está acusado de participar ¿Cómo ve todo eso? ¿Y cómo esa visión se refleja en la actuación parlamentaria del partido y en el propio gobierno de Bolsonaro?

Lo que me preocupa de ese escándalo es que, una vez más, las mujeres no fueron respetadas. Esa lógica de que la política no es de mujeres es un intento de justificar el desvío del dinero que nosotras hemos ganado justamente para intentar generar un equilibrio entre hombres y mujeres en el Parlamento [la ley obliga a los partidos a destinar el 30% de los recursos del fondo partidista y del fondo especial de campaña para candidaturas femeninas].

Lo que está detrás de esa frase es la apropiación del dinero destinado a las mujeres. Esa es una cuestión que los tribunales tendrán que ver. Quien haya cometido errores o crímenes en relación con eso va a tener que responder, pero lo que me preocupa más es que quieran acabar con los derechos que conquistamos como mujeres. El sistema de financiación que asegura recursos para las mujeres sirve justamente para que dentro de los partidos no exista un poder impidiéndonos ejercer los mandatos y que haya un equilibrio de recursos.

Apenas hay dos mujeres ministras en el gobierno de Bolsonaro, una de ellas es la pastora Damares Alves, titular de la cartera de Mujer, Familia y Derechos Humanos. ¿Qué expectativa tiene respecto a la actuación de Damares y, especialmente, en lo relacionado a los derechos de las mujeres?

En cuanto a su situación personal, tuve la oportunidad de solidarizarme públicamente, porque realmente no se puede dejar de ser solidaria con la situación de una persona que relata haber sido víctima de actos graves de violencia, como el abuso sexual. Como mujer y como persona, ella tiene mi solidaridad. En el aspecto político, creo que la cartera ministerial está siendo desmontada.

El asesinato de Marielle Franco ha cumplido un año. Todavía se cuestionan las causas que ella defendía ¿Cuál es la importancia de mantener viva su memoria?

¿Por qué no tenemos respuestas sobre la muerte de Marielle? Voy a decir algo que no he dicho en ningún lugar, pero es un sentimiento: no es posible que un crimen así suceda sin que agentes del Estado tengan alguna relación con él, sin que la política y la acción de grupos organizados estén actuando en conjunto para intentar impedir que la verdad aparezca.

Yo realmente pienso que esa morosidad dificulta, pero muestra, que se están ocultando responsabilidades a la sociedad, como en el caso de Amarildo [a mediados de julio de 2013 el obrero Amarildo de Souza desapareció tras ser detenido por la policía militar. En 2014 25 policías fueron juzgados y 13 condenados por los crímenes de tortura y asesinato, ocultamiento de cadáver y fraude procesal].

Mantener la memoria de Marielle es mantenernos vivos. Si no conseguimos mantener viva la memoria de Marielle, todos nosotros también somos blanco. Simbólicamente, hoy Marielle  nos protege porque su muerte y la búsqueda de la verdad mantienen alguna movilización en torno a los ataques a los defensores de derechos humanos.