El 1 de enero de 2019 marca en Brasil la fecha histórica de la llegada del líder de extrema derecha, Jair Bolsonaro, al poder. La familia Bolsonaro al completo, con su madre (91 años) al frente, pasará la noche de año nuevo en la residencia oficial de la Granja do Torto, en Brasilia. Será el festejo privado que antecederá a la aclamación popular. Desde allí mismo, después del primer almuerzo del año, Jair Bolsonaro y su esposa, Michelle, se encaminarán hacia la Explanada de los Ministerios. Antes de llegar al centro del poder político brasileño, cambiarán de vehículo: un Rolls-Royce les esperará frente a la Catedral.
Más de tres mil efectivos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado estarán destinados a velar por la seguridad de la toma de posesión del nuevo mandatario. Durante los últimos días, la Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN), el Gabinete de Seguridad Institucional (GSI) y la Policía Federal han trabajado de manera ininterrumpida en minimizar cualquier posible riesgo, tras la aparición de alguna amenaza de ataque y la desactivación de un explosivo casero en la cercana localidad de Brazlândia.
Su último día como vecino de Río de Janeiro, el pasado viernes –el sábado se trasladó a la capital–, Bolsonaro se lo dedicó a Benjamín Netanyahu. Fue una jornada de hermanamiento entre Brasil e Israel que llenó de helicópteros militares la zona sur de la ciudad. Comenzó con una reunión en el Fuerte de Copacabana y terminó con un culto en la sinagoga Kehilat Yaacov, en el mismo barrio costero.
El primer ministro israelí será precisamente uno de los principales protagonistas internacionales de la toma de posesión, que también contará con la presencia, dentro del más alto nivel de representación, de Mauricio Macri (presidente de Argentina), Sebastián Piñera (Chile), Tabaré Vázquez (Uruguay), Evo Morales (Bolivia), Iván Duque Márquez (Colombia), Mario Abdo Benítez (Paraguay), Martín Vizcarra (Perú), Marcelo Rebelo de Sousa (Portugal) y Viktor Orbán (Hungría).
Las ausencias más significativas se centran en Venezuela, Cuba y Nicaragua, cuyos mandatarios no han sido invitados, según fuentes oficiales, por divergencias políticas y por encabezar gobiernos dictatoriales. Estas decisiones, en el caso específico de Venezuela, teniendo en cuenta la crisis migratoria que une ambos países, y los acuerdos estratégicos en el área energética –durante años, el estado brasileño de Roraima, en la frontera venezolana, ha sido abastecido con energía eléctrica de Venezuela–, amenaza con ratificar en un serio conflicto diplomático.
Dos piedras en el zapato para empezar
El líder de extrema derecha que gobernará Brasil durante los próximos cuatro años llega a su toma de posesión con dos inesperadas y molestas piedras en el zapato, que nublan más si cabe este comienzo de legislatura. La primera de ellas es la investigación a la que están siendo sometidas las cuentas bancarias de Fabrício José Carlos de Queiroz, exchófer de su hijo, el senador Flávio Bolsonaro, con llamativos movimientos de grandes cantidades –más de un millón de reales–, incluyendo trasferencias a la primera dama, Michelle Bolsonaro.
El segundo estorbo para el nuevo presidente en las horas previas a la confirmación de su cargo lleva por nombre “A facada no Mito” (La puñalada al Mito –que es como sus seguidores le llaman–), y es el documental del que todo el mundo habla en Brasil. Analiza una por una todas las sospechas que desde el primer momento surgieron sobre el ataque sufrido a comienzos de septiembre, en plena campaña electoral, a manos de Adélio Bispo de Oliveira, hoy en prisión.
En cincuenta y siete minutos de duración, la cinta firmada únicamente bajo la autoría de “True or Not”, presenta pruebas audiovisuales que ponen en duda la actuación de los miembros de seguridad de Bolsonaro en el momento de la agresión –bastante complaciente–, las proporciones de la supuesta herida –incompatibles con los problemas de salud que luego ha tenido el presidente electo– e incluso las verdaderas razones por las que Bolsonaro estaría siendo sometido a intervenciones quirúrgicas –a finales de enero deberá someterse a una nueva operación–.
Es en medio de este ambiente enrarecido cuando a Jair Bolsonaro le ha llegado la hora de mudarse a Brasilia, algo impensable en Brasil hace doce meses, con el expresidente Lula da Silva en libertad encabezando sobradamente las encuestas de intención de voto. Deja huérfanos Bolsonaro, pero satisfechos, a los seguidores que desde que arrancó la campaña electoral han estado montando guardia a la puerta de la urbanización donde residía hasta el pasado sábado el nuevo presidente, en el barrio de Barra da Tijuca.
El primer guiño desde Brasilia a buena parte de sus electores será, según él mismo ha adelantado, un decreto para avanzar en la liberación de la posesión de armas, de momento para ciudadanos sin antecedentes penales. De este modo quedará inaugurada oficialmente la Era Bolsonaro.