En un sistema federal como el brasileño, la mayor capacidad de resistencia contra las políticas que pueda llegar a implementar el presidente electo, Jair Bolsonaro, reside fundamentalmente en los gobernadores de izquierda. Ellos son los que pueden colocar trabas y dictar leyes propias en sus territorios.
Esta táctica se podrá llevar a cabo en un tercio de los gobiernos estatales (Brasil cuenta con veintiséis estados, más el Distrito Federal -Brasília-). Los estados gobernados por la izquierda durante la próxima legislatura, con la región nordeste por bandera, son Amapá, Bahía, Ceará, Espírito Santo, Paraíba, Pernambuco, Piauí, Rio Grande do Norte y Maranhão. En este último ha sido reelegido el primer y único gobernador comunista de la historia de Brasil: Flávio Dino. Él mismo se está encargando de organizar la resistencia contra las políticas de extrema derecha que están comenzando a desplegarse por el país.
Dino, como punto de partida, no esquiva la autocrítica, los errores de la izquierda brasileña en los últimos años, para saber orientar el trabajo a partir de ahora. Asume que todo se empezó a torcer de verdad en 2013, cuando las manifestaciones que precedieron a la Copa Confederaciones de la FIFA –aquellas que arrancaron por una subida de veinte céntimos en el transporte publico– no tuvieron la mejor de las lecturas.
Las protestas, con el paso de los meses, acabaron virando a la derecha. Dino lo llama “la madre de todas las derrotas”. A partir de entonces, además, “perdimos la agenda”, señala el gobernador. Los temas relacionados con la corrupción se convirtieron en hegemónicos. Y eso que la izquierda brasileña fue la encargada de modelar el poder judicial más potente del mundo, según él. “Todo quedó en un segundo plano, incluso las políticas sociales”, reconoció en una reciente conferencia en Río de Janeiro en la que dio las claves de cómo enfrentarse a las decisiones de Bolsonaro.
El gobernador de Maranhão ha explicado a eldiario.es parte de la estrategia que adelantó en esa conferencia. En ella pidió a todos centrarse en la “capacidad para limitar, no hace falta ser agresivo, limitarles, si es posible, en todo”. La oposición será, según sus propias palabras, “sin adjetivos: ni constructiva ni propositiva”. Habló también de hacer frente al programa educativo que quiere imponer Bolsonaro, con los profesores en el punto de mira.
El gobernador explicó a este periódico cómo se puede impedir esa suerte de censura: “En el caso específico de la propuesta 'Escola Sem Partido' tenemos de nuestro lado el hecho de que la Constitución es muy clara en el rechazo de esta tentativa de condicionar a los profesores, basándose en la libertad de cátedra”.
En la práctica, las familias de Maranhão, si así lo desean, podrán encontrar escuelas públicas donde los profesores realicen su trabajo bajo ese derecho marcado en la Carta Magna. Flávio Dino lo ha garantizado con un decreto, igual que lo podrán hacer el resto de gobernadores de izquierda. “Para la red estatal de educación lo que dice este decreto es que va a prevalecer lo que figura en la Constitución”.
Se dispone Dino también a luchar contra el “integracionismo” obligatorio de las comunidades indígenas, herencia del régimen militar. Bolsonaro y su consejo de ministros no creen necesarias tantas reservas indígenas, ni tan extensas. Prefieren explotar los terrenos, y que las comunidades indígenas se queden un porcentaje del beneficio.
En Maranhão, en cambio, ha sido lanzado otro nuevo decreto “con una política indigenista propia”, anuncia el gobernador. Buscan la “autonomía” de los pueblos indígenas, la protección de su cultura y de su forma de vida“. Las leyes estatales intentarán contrarrestar la agresividad de las medidas federales. ”Los indios no tienen que ser necesariamente asimilados en la forma de vida capitalista“, sentencia Dino.
Privatizaciones en masa en el Gobierno de Bolsonaro
Otro de los rodillos que se avecina con Bolsonaro al frente del Ejecutivo y el ministro Paulo Guedes al frente de Economía es el de las privatizaciones. Dino define el proyecto como “entreguista, antinacional y antipopular”. Asegura que “Bolsonaro no defiende la nación”, y ataca con sorna la creación de una secretaría, dentro del ministerio de economía, que ha llamado mucho la atención: la secretaría de privatización y desinversión.
“La inversión privada es importante”, comenta el gobernador de Maranhão, “sin embargo, es la inversión pública la que es vital para que haya un ciclo de desarrollo para todos, y que no haya solo un crecimiento para unos pocos, una concentración de la riqueza”. Las ideas con las que el tándem Bolsonaro-Guedes ha convencido a buena parte de la población, mientras tanto, auguran lo contrario. “Las privatizaciones salvajes pueden llegar a lograr cierto beneficio económico”, argumenta Dino, “pero no generan ese desarrollo”.
Los gobernadores de izquierda, basados en la resistencia que intenta organizar Flávio Dino desde sus discursos y sus acciones, también pueden frenar en buena medida esta disolución de lo público. El mandatario maranhense avisa que no está entre sus objetivos privatizar empresas estatales: “Por el contrario, luchamos para fortalecerlas y modernizarlas, aumentando la eficiencia de los servicios prestados a la comunidad”.
Bromeaba Dino en su última conferencia por la resistencia con el termino “República Socialista de Maranhão”, parafraseando al expresidente Lula da Silva, que acuñó el término “República de Curitiba” para designar al territorio desde donde el juez federal Sergio Moro (hoy ministro de justicia y seguridad publica de Bolsonaro) ha coordinado durante estos años la Operación Lava Jato. Bromeaba también con la posibilidad de emitir moneda propia en su estado. De esa manera distendida quitaba un poco de hierro a la preocupación central y común hoy en el Brasil progresista: cómo entorpecer las intenciones de la ultraderecha durante los próximos cuatro años.