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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

México: debate insípido en el cierre mediático de la elección presidencial

El tercero y último debate entre los candidatos a la Presidencia de México no moverá sustancialmente las preferencias electorales marcadas durante los últimos meses. En las tertulias y post debates organizados durante los últimas horas en los medios de comunicación, analistas, intelectuales, periodistas y algunos representantes de los equipos de campaña han analizado los sucedido la noche del pasado martes; cada uno de ellos puede decir quién ganó y quién perdió. Pero en lo que no quedó duda es que esto no cambiará las cosas.

Y es que el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador llegó más fortalecido que en las dos ocasiones anteriores a pesar de los errores que comete frecuentemente por no contar con un equipo de comunicación capaz.

Unas horas antes del tercer debate, la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) difundió una encuesta en la cual el abanderado del Movimiento de Regeneracón Nacional (MORENA) apareció con el 39.5% de las preferencias, seguido por el derechista Ricardo Anaya con 18.6% y, ya en un lejano tercer lugar el representante del oficialismo José Antonio Meade con 12.1%. Ni hablar de quien está en el fondo, el candidato independiente Jaime Rodríguez con un 2.3%

La encuesta fue levantada por uno de los organismos empresariales más poderosos de México. De hecho, sus principales dirigentes como Gustavo de Hoyos han calificado a López Obrador como un autoritario quien pretende regresar a los tiempos en los cuales el Estado era omnipresente.

Aquí en este mismo espacio describimos como los dueños de las compañías más poderosas se habían convertido en la oposición a la cual López Obrador debería enfrentar en la última etapa de su campaña.

Sin embargo, esto ha cambiado: el pasado 5 de junio, López Obrador y los integrantes del Consejo Mexicano de Negocios se reunieron a puerta cerrada. Al salir de este encuentro, tanto el candidato como algunos de los hombres más ricos del país, dijeron haber limado asperezas y, sobre todo, acordaron trabajar juntos.

Él ha no ha vuelto a llamarlos “la mafia del poder”. Ellos detuvieron –al menos públicamente- la campaña para invitar a no votar por el candidato de MORENA. Apenas un día después de ese encuentro, López Obrador anunció que su cierre de campaña será nada menos que en el Estadio Azteca, el recinto más importante dentro de la liga mexicana de futbol, propiedad de Emilio Azcárraga, dueño de Televisa –uno de los grupos televisivos más importantes de América Latina- y, sobre todo, miembro del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios.

El equipo de López Obrador ha dicho que el Azteca fue rentado. Hasta el momento, no han revelado el monto que pudieron pagar pero, de cualquier manera, hubiese sido impensable que, en las dos elecciones presidenciales anteriores en que compitió López Obrador (2006-2012), sucediera algo así. Previamente, el Gobierno de la Ciudad de México encabezado por partido de centro izquierda que apoya al derechista Anaya se negó a prestar el zócalo para los seguidores de MORENA.

En resumen: López Obrador llegó al tercer debate más sólido que en las ocasiones anteriores y, quizá por ello, los golpes recibidos de parte de sus adversarios no representarán un vuelco en las encuestas sobre preferencias electorales.

En este último debate, por ejemplo, el candidato derechista, Ricardo Anaya, (candidato de la coalición Por México al Frente) dijo que un empresario llamado José María Riobóo elaboró un proyecto para López Obrador para construir dos nuevas pistas en la base militar de Santa Lucía luego de que no pudo conseguir nada para el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México que apenas se construye por parte del Gobierno de Enrique Peña Nieto.

Además, lo acusó de ser “el contratista favorito” de López Obrador toda vez que fue él quien diseñó el distribuidor vial del periférico de la Cuidad de México y otras obras con un valor de unos 8 millones de dólares (unos 170 millones de pesos mexicanos ).

Sin embargo, Anaya no aclaró si en esas obras hubo algún acto de corrupción o tráfico de influencias. Únicamente dijo que se trató de un contratista favorecido. López Obrador aceptó la relación con el empresario pero rechazó alguna irregularidad.

Por otra parte, Meade también se fue contra López Obrador. En una de sus intervenciones, dijo que “el socio de Odebrecht” en México ha sido la familia Jiménez Espriú. Uno de sus integrantes, Javier Jiménez Espriú, fue propuesto por MORENA como futuro secretario de Comunicaciones y Transportes. En las siguientes horas, el aludido reconoció que ha formado parte del Consejo de Administración de IDESA –una de las compañías socias del gigante la construcción brasileño acusado de actos de corrupción en América Latina- pero descartó, en lo particular, haber cometido algún delito.

Si estos golpes dañaran en algo a López Obrador, no serán suficientes para derrumbarlo del primer lugar en las preferencias electorales por algo que, al paso de las horas, es sencillo de entender: en ninguno de los dos señalamientos hay pruebas para acusar al candidato de la izquierda por actos de corrupción. Hasta el momento, tampoco se sabe de algún juicio contra el empresario constructor de obra pública en la ciudad de México y el nombre de Javier Jiménez Espriú no ha surgido en las investigaciones sobre el caso Odebrecht, al menos en México.

El tercer debate y las horas que han transcurrido después han sido importantes en la contienda política en México. Todavía faltan 18 días para la elección presidencial pero a partir de las próximas horas, la atención de la gente estará en el mundial de fútbol y no en los candidatos.

En un país cuya pasión ha sido siempre ese deporte –a pesar de sus mediocres resultados-, no habrá espacio para otras cosas. Al menos los tres partidos de México en la primera ronda de Rusia 2018, cubrirán el espacio suficiente para considerar que la elección, en términos mediáticos, quizá ha llegado a su fin.

No obstante, algunos analistas en México han señalado que, justamente, ese periodo de silencio podría abrir un compás para que los partidos muevan sus estructuras, su gente a pie de tierra a favor de los candidatos, especialmente, aquellos como el oficialista Partido Revolucionario Institucional, el PRI, cuya cabeza en los hechos es el Presidente Enrique Peña Nieto.