El politólogo Michael Paarlberg fue asesor principal para América Latina de Bernie Sanders durante su campaña como candidato a las elecciones de 2020 en EEUU y actualmente sigue asesorando puntualmente al senador en diversos asuntos —aclara que no habla en nombre del político—. Es investigador asociado del think tank progresista Institute for Policy Studies y es profesor de la Virginia Commonwealth University. “Como alguien que intenta articular una visión de política exterior progresista para Estados Unidos, creo que es políticamente muy estúpido alinearse con el régimen de Maduro, además de moralmente incorrecto”, dice al tiempo que critica la estrategia del actual Gobierno de EEUU en Venezuela.
El analista cree que la salida de la crisis pasa por un acuerdo negociado con Maduro que garantice su salida del poder de manera segura y sin persecución judicial, “como los dictadores de derechas que abandonaron el poder en la década de los 80”. También critica el efecto de las sanciones sobre la población local y considera que el presidente venezolano está tomando como modelo al presidente nicaragüense Daniel Ortega en su deriva autoritaria.
¿Por qué considera que condicionar el alivio de las sanciones a la celebración de elecciones fue un error por parte de EEUU?
Convertirlo en una transacción fue un error porque ata el alivio de las sanciones, que por sí mismo es algo que beneficia a Estados Unidos y al pueblo venezolano, a un proyecto de elecciones libres y justas en Venezuela que estaba condenado al fracaso.
Las sanciones son ineficaces en su objetivo declarado, que es precipitar un cambio de gobierno. He visto cómo desde 2019 el régimen de Maduro se ha hecho más fuerte y ha consolidado su poder, particularmente con los militares, que son los verdaderos agentes de poder en Venezuela, y ha resistido a las sanciones relativamente bien. Incluso hemos visto que la economía empieza a estabilizarse un poco. Obviamente, en términos de emigración, el éxodo ha continuado.
Las sanciones, además, hacen que la vida cotidiana de los venezolanos, la gente que sufre bajo este régimen, sea aún más dura. Existe la presunción de que empeorar las cosas en la economía activará de algún modo a la gente para que se rebele contra el Gobierno. Sin embargo, las dificultades económicas realmente tienen un efecto desmovilizador. He hablado con miembros de la sociedad civil venezolana que dicen que es más difícil conseguir que la gente acuda a las reuniones o a las protestas porque se pasan el día intentando comprar alimentos o conseguir transporte para ir a sus puestos de trabajo. Son precisamente las élites y las personas conectadas con el régimen las que logran esquivar las sanciones.
Venezuela es un país muy extraño. A mis estudiantes les digo que no es realmente un país latinoamericano, sino un petroestado de Oriente Medio situado en América Latina. Siempre me ha resultado extraño que muchos países, incluido EEUU, vean América Latina a través de la lente de Venezuela
Creo que nadie en el Gobierno de EEUU realmente pensaba que las elecciones iban a ser totalmente libres y justas, pero debería haber habido un plan de contingencia para lo que sucedería cuando Maduro, inevitablemente, robara estos comicios. Ese plan no existe y veo un error de cálculo en términos de los incentivos para Maduro. El Acuerdo de Barbados establecía que ante un incumplimiento de lo acordado, es decir, un robo de las elecciones, la situación volvería al status quo de las sanciones anteriores y a las cuales Maduro ha sobrevivido y resistido bastante bien, por lo que realmente no era un incentivo muy fuerte para no robar las elecciones.
Y el siguiente paso por parte de Washington fue reconocer la victoria del opositor Edmundo González, ¿qué opina?
Me pregunto cuál es la estrategia detrás del anuncio y el momento elegido. No discuto que González ganara las elecciones, sin embargo, esta es una situación fluida y todo el mundo está de acuerdo en que la salida de esta crisis requerirá una negociación entre la sociedad civil, la oposición y el régimen. Otros países, particularmente Brasil, Colombia y México, han adoptado una estrategia más cautelosa para esperar y ver si se abre alguna posibilidad de negociación.
Estados Unidos, en su declaración inicial, incluso se refirió a Brasil y al presidente Lula como alguien que podría ser útil para negociar algún tipo de salida a esta crisis sangrienta. Esto sugiere que EEUU estaba dispuesto a coordinarse con Brasil e incluso a seguirlo. Ahora que EEUU ha anunciado que reconocemos formalmente a González como el legítimo ganador, hay una desconexión y parece que Washington está adoptando una estrategia diferente a la de hace unos días, cuando parecía estar trabajando más en coalición con otros gobiernos.
Es probablemente más efectivo trabajar en esta coalición porque, francamente, otros países como Brasil, Colombia y México tienen más credibilidad dentro de Venezuela. En lo que se refiere al régimen venezolano, es más probable que considere una propuesta de estos tres países que una línea dura de Estados Unidos.
Hablando de Colombia, Brasil y México, parece que algo ha cambiado en la postura de los gobiernos progresistas de América Latina respecto a Venezuela.
Por un lado, la región en su conjunto es menos ideológica. Las divisiones políticas ya no responden tan claramente a etiquetas ideológicas como chavismo. Hace 15 años era un poco más fácil predecir cómo un gobierno o un votante medio vería las cuestiones políticas a través de la lente del chavismo y del socialismo al estilo venezolano. No creo que hoy haya mucha gente que vea la política de esa manera y que intente moldear su política para estar en oposición o a favor del proyecto venezolano.
Venezuela es un país muy extraño. A mis estudiantes les digo que no es realmente un país latinoamericano, sino un petroestado de Oriente Medio situado en América Latina. Siempre me ha resultado extraño que muchos países, incluido Estados Unidos, vean América Latina a través de la lente de Venezuela. No es representativo.
Hay muchas cosas de la izquierda venezolana en el Gobierno que no se repiten en otros gobiernos de izquierda de la región. El gobierno de Boric en Chile, por ejemplo, es muy diferente al de Maduro. Es un error meter a todos en la misma categoría. La ideología importa menos o está menos clara y luego la propia izquierda está menos unificada y es menos uniforme de lo que era antes.
¿Qué grupos existen dentro de esa izquierda?
En primer lugar, tenemos los gobiernos autoritarios de izquierda, como Venezuela, Cuba y Nicaragua. E incluso dentro de ellos, creo que hay dudas sobre hasta qué punto son de izquierda. Yo no describiría a Ortega como un verdadero dictador de izquierdas. Es un dictador, pero si uno observa sus políticas, son muy conservadoras y favorables a las empresas. Utiliza una retórica de izquierdas para seguir un programa de gobierno de derechas.
Después están los países de izquierda democrática que ocasionalmente se han alineado con esa izquierda autoritaria. Lula y Petro en el pasado han dado cobertura a Maduro, pero no son lo mismo que Maduro. No tienen la misma visión ni gobiernan de la misma manera. Su objetivo, especialmente el de Lula, es ser un líder regional y cree que eso significa ser inclusivo, incluyendo gobiernos que no son realmente democráticos. Eso es lo que a Lula y Petro les da poder e influencia sobre Venezuela.
Como alguien que viene de la izquierda, que he asesorado a Bernie Sanders y que estoy tratando de articular una visión de política exterior progresista para Estados Unidos, creo que es políticamente muy estúpido alinearse con el régimen de Maduro. Además de moralmente incorrecto.
Por último, hay una nueva categoría de líderes que han llegado al poder recientemente como [Gabriel] Boric y [Bernardo] Arévalo, de Guatemala. Forman parte de una nueva generación de líderes de izquierda que no le deben nada a Venezuela y que Venezuela no hace nada por ellos. En todo caso, sólo ven a Venezuela y al chavismo como un lastre porque durante toda su carrera política se han enfrentado a una derecha que les ha llamado chavistas. Por eso Boric está mucho más dispuesto que incluso muchos líderes de la derecha a criticar a Maduro. Para él, Venezuela es un lastre y un desafío a su visión. Boric quiere crear una visión que sea democrática y de izquierdas y que no tenga nada de ese bagaje de un proyecto autoritario y fracasado en Venezuela.
¿Cree que la izquierda en general tiene un problema a la hora de posicionarse respecto a Venezuela?
Como alguien que viene de la izquierda, que he asesorado a Bernie Sanders y que estoy tratando de articular una visión de política exterior progresista para Estados Unidos, creo que es políticamente muy estúpido alinearse con el régimen de Maduro. Además de moralmente incorrecto.
Todo el mundo puede ver las noticias y ver lo que está pasando en Venezuela: los asesinatos de manifestantes, los encarcelamientos de miles de personas y las circunstancias cotidianas bajo las que vive la gente. Cualquier persona, independientemente de cómo se identifique ideológicamente, verá esto como algo que causa sufrimiento a la gente común, que es corrupto y autoritario.
Luego está el argumento político estratégico. El gobierno de Maduro es sólo un lastre, no un beneficio. A la hora de explicar por qué parte de la izquierda global ha continuado defendiendo al régimen de Maduro, es complicado y responde a diferentes razones en los distintos países y partidos. En el caso de América Latina, que es lo que mejor conozco, hay muchos partidos que tienen lazos fraternales con el PSUV y sienten la necesidad de amplificar la línea del partido hermano en Venezuela. Otro motivo es el legado de la diplomacia del petróleo de Chávez. Entonces Venezuela tenía mucho dinero y lo utilizó para comprar apoyo en otros países. Hay toda una generación de líderes de izquierdas en países aliados como Bolivia, Brasil y Nicaragua que recibieron ayuda real. Venezuela fue entonces muy eficaz, pero ese poder se está desvaneciendo.
Ese apoyo unificado de la izquierda, si es que alguna vez existió, se está desmoronando muy rápidamente. No pueden tener el mismo nivel de lealtad que tenían hace 15 años.
Pero fuera de América Latina y de esos lazos fraternales, ese apoyo también existe.
Existe el factor campista, es decir, muchos partidos y votantes en todo el mundo que ven las cosas a través de la lente de Estados Unidos frente a Rusia, China e Irán, y por tanto asumen que si no simpatizan con Estados Unidos y Europa, tienen que seguir la línea que venga de Moscú, Pekín o Teherán.
Intelectualmente es un punto de vista perezoso porque requiere muy poco esfuerzo. De este modo, la gente no tiene que molestarse en entender realmente la política interna dentro de países como Venezuela. Una izquierda más reflexiva puede ver por sí misma lo que está pasando en Venezuela y decidir si creen que es bueno, independientemente de lo que piensen Washington, Moscú o Pekín.
¿Cuál debería ser la salida a esta crisis y debería EEUU jugar algún papel?
Tiene que haber una salida negociada y creo que EEUU tiene un papel que desempeñar, aunque no necesariamente tenga que ser un papel de liderazgo. EEUU tiene que reconocer que tiene una credibilidad y un poder limitados en esto. Ningún país puede imponer su voluntad sobre lo que ocurre en Venezuela y el objetivo más inmediato debería ser humanitario, es decir, detener los asesinatos y el encarcelamiento de manifestantes. Hay que empoderar a la oposición y a la sociedad civil de cara a las negociaciones para disminuir la represión, el autoritarismo y hacer a Venezuela un país más democrático.
EEUU y otros países tienen que adoptar la estrategia del palo y la zanahoria. En política exterior, el Gobierno de Biden ha adoptado un enfoque “todo zanahoria y nada de palo”. Piensan que si son amables y ofrecen beneficios a actores autoritarios como Maduro, Modi en India o Netanyahu en Israel harán lo que queramos porque verán que tienen intereses similares. La verdad es que estos líderes no tienen los mismos intereses que Estados Unidos. El Gobierno de EEUU necesita tener una comprensión más realista de cuál es el cálculo político para alguien como Maduro.
A muchos dictadores de derecha se les dio una salida sin pasar por prisión en la década de los 80. Eso enfureció a muchas de las víctimas y entiendo que eso podría pasar en Venezuela, pero por el momento Maduro necesita un salvoconducto. La gente a su alrededor tiene que entender que si renuncian, podrán hacerlo con garantías
¿Cuál es ese cálculo?
Maduro no ve otra salida. El presidente y sus colaboradores están acusados en muchos tribunales de EEUU por abusos de los derechos humanos, tráfico de drogas… todo tipo de cosas ¿Por qué iba a dimitir si cree que irá a la cárcel en cuanto lo haga? Tiene que haber una salida negociada.
Una forma de pensar en esto es a través de lo ocurrido en la región en la década de los 80. Hubo muchas dictaduras de derechas en América Latina que hicieron la transición a la democracia. Fue una transición complicada e imperfecta, pero muchos regímenes renunciaron voluntariamente tras garantizarles una amnistía. Se les dio una salida sin pasar por prisión. Eso enfureció a muchas de las víctimas y entiendo que eso podría pasar en Venezuela, pero por el momento Maduro necesita un salvoconducto. La gente a su alrededor tiene que entender que si renuncian, podrán hacerlo con garantías, pero que si no lo hacen, habrá consecuencias negativas para ellos más allá de simplemente una vuelta a las sanciones anteriores.
Argumenta que, cuando se vaya Maduro, Venezuela dará un marcado giro a la derecha. ¿Qué tipo de oposición tenemos actualmente en el país?
María Corina Machado es en gran medida una líder nueva de la oposición. Antes que ella, obviamente ha habido líderes que podríamos tildar de más radicales como Leopoldo López, pero si pensamos en el candidato para las elecciones presidenciales de 2013, Henrique Capriles, era relativamente moderado.
Muchas personas de esa época en la oposición se habrían descrito a sí mismos como de centroizquierda. No iban tan lejos como para decir que iban a acabar con todo, incluidos los programas relativamente populares que surgieron del chavismo, como los subsidios alimentarios. Querían preservar lo bueno que surgió de este modelo, pero hacerlo democrático. Sin embargo, esa visión ha desaparecido.
El propio régimen ha sembrado las semillas para un regreso de la extrema derecha, porque han hecho mucho para desacreditar el centro, incluido el centroizquierda. Así que alguien como María Corina Machado, que tiene una visión ideológica mucho más claramente conservadora, es el resultado de tantos años de no permitir ningún tipo de oposición que realmente tenga voz. Si el régimen está descontento por la idea de que algún día serán reemplazados por un gobierno de derecha, sólo tienen que culparse a sí mismos.
Maduro está tomando a Daniel Ortega como inspiración. Hay muchos paralelismos con el presidente de Nicaragua, que es el modelo más importante para el eje autoritario, no sólo para la izquierda
¿Cómo describiría la estrategia de Maduro tras las elecciones del 28 de julio?
Me parece que Maduro está tomando a Daniel Ortega como inspiración. Hay muchos paralelismos. Ortega es el modelo más importante para el eje autoritario, no sólo para la izquierda, ya que también sirve de inspiración para Bukele en El Salvador. Es un modelo de alguien que llegó al poder siendo relativamente popular y no tuvo que recurrir a la violencia de Estado para mantenerse en el cargo. Se presentaba a elecciones y las amañaba aunque las iba a ganar de todos modos, pero sentía que necesitaba fingir que estaba ganando de manera abrumadora para exagerar su nivel de apoyo.
Finalmente, después de la crisis tras los recortes de las pensiones y las manifestaciones, ahí es cuando salieron a la luz sus verdaderos colores autoritarios y cuando se dio cuenta de que necesitaba recurrir a la fuerza bruta. Lo hizo y tuvo éxito.
Maduro preferiría permanecer en el poder con un apoyo popular real y una economía capaz de comprar apoyo de la manera que Chávez fue capaz de hacerlo, pero ya no tiene esa opción. Lo único que le queda es la represión y es lo que estamos viendo en las calles ahora mismo. El Gobierno ha hecho su cálculo y está dispuesto a ello. Quiere sobrevivir a cualquier precio.