“Si salgo corriendo ahora, me dispararán sin preguntar. En cambio, si sales tú, te darán el alto y te preguntarán a dónde vas”, le decía Trevon al periodista Mikel Reparaz durante las protestas en 2015 en Baltimore, en Estados Unidos, por la muerte de Freddie Gray. Gray, afroamericano, murió tras ser detenido y pasar una semana en coma. Tenía tres vértebras fracturadas y la médula espinal seccionada al 80% a la altura del cuello.
El paso de Reparaz por Estados Unidos, entre los últimos años de Obama y los primeros de Trump, ha coincidido con uno de los momentos más turbulentos del país y el caso de Gray es el inicio de un viaje para entender el racismo estructural y la polarización social del país. Un viaje que ha recogido en el libro ‘Las grietas de América’.
El libro, al fin y al cabo, es la historia de un conflicto racial que existe prácticamente desde el mismo nacimiento de EEUU ¿Por qué no se ha acabado con él?
Yo creo que es un conflicto racial y un conflicto político que tiene unas raíces muy profundas en Estados Unidos. Cuando los padres fundadores crean el nuevo país, que es la primera democracia moderna del mundo y que a su vez es una democracia que ha perdurado y que ha sido referente para muchísimos países en el mundo, se les quedó el supremacismo blanco ahí escondida entre los pilares y las columnas de esa gran estructura.
Entre otras cosas porque la economía de este nuevo país independiente se basaba en la mano de obra esclava. Entonces eso generó unas desigualdades y un colectivo oprimido que a día de hoy lo sigue estando.
Dice que cada vez que se da un paso adelante por la igualdad racial en EEUU, una fuerza a la que denomina ‘gran arácnido’ vuelve a reconstruir la telaraña del racismo ¿Qué es ese gran arácnido?
Bueno, el ‘gran arácnido’ es esa imagen de un monstruo que se quedó ahí agazapado en la estructura de la primera democracia moderna del mundo y que es el supremacismo blanco. Adopta diferentes formas: lo hemos visto en la violencia policial, en las desigualdades económicas, en las prisiones... Todo en Estados Unidos tiene color. La prueba es la clasificación de la población [en el censo]. Muchos lo defienden y dicen que hay que clasificar a la población por raza porque eso nos permite saber si este colectivo está discriminado o no, pero eso es un arma de doble filo. Al final, clasificar a toda la población por raza también es una práctica, en mi opinión, absolutamente racista.
¿Cree que hay un esfuerzo deliberado para la supresión del voto afroamericano en EEUU?
Claro. Al final, tener sobre la mesa todos los datos de población negra, población blanca, etc. permite muchos juegos como el gerrymandering, que es una práctica absolutamente ilegítima. Consiste en la manipulación de distritos electorales en función, muchas veces, de la raza, de tal forma que un distrito de mayoría negra, si lo divides en dos y lo mezclas con otro distrito de mayoría blanca, puedes cambiar el sentido del voto.
Por eso lo del racismo estructural. En Estados Unidos todo está dividido por colores y eso permite jugar con la raza. Casi siempre, casi en el 100% de los casos, en contra de los intereses de las minorías.
¿Por qué cree que Trump, por ejemplo, se ha negado a condenar a Kyle Rittenhouse, el menor que mató a dos manifestantes en Wisconsin? Algo parecido ocurrió con lo sucedido en Charlottesville en 2017.
Lo de Charlottesville fue para mí uno de los momentos en los que más bajo cayó Trump como presidente porque justificó la violencia supremacista y dijo que entre los neonazis había gente buena. A mí me tocó cubrirlo y me pasé días viendo ese desfile del Ku Klux Klan y de esvásticas en la calle. Era algo tremendo. En lugar de condenarlo desde un principio, aunque luego matizó sus palabras, claramente justificó la presencia de aquellos grupos supremacistas.
¿Es un racista Trump? Yo no sé si es racista, pero desde luego ha utilizado el racismo en su presidencia una y otra vez y eso lo hemos visto también con lo último que ha pasado en Kenosha (Wisconsin) con lo de este chaval de 17 años que mató a dos personas.
Yo quiero pensar que Trump lo hace desde una perspectiva estratégica. Ante estas elecciones se le han caído todos los argumentos de campaña, ¿no? La buena gestión económica y otros muchos temas que estaban sobre la mesa ya no sirven y él se agarra a lo que mejor sabe hacer, que es meter miedo a la población para presentarse como el presidente de la ley y el orden.
Esto fue una de las claves de la campaña de 2016. Él llegó al poder mediante una tormenta perfecta: veníamos de la presidencia de Obama y había una gran bolsa de población blanca conservadora que estaba muy enfadada con sus políticas. Trump, o mejor dicho, Steve Bannon, que fue el auténtico diseñador de su campaña, supo utilizarlo muy bien, con la ayuda inestimable del big data y de consultoras como Cambridge Analítica que supieron llegar de una forma quirúrgica a los votantes que necesitaban.
En 2020 es muy diferente. Yo creo que ese clima que existía en 2016 ha cambiado. Sin embargo, Trump insiste y se empeña en utilizar el miedo y en utilizar la división para ganar las elecciones.
Si el racismo funciona electoralmente, es que algo va mal en la sociedad.
Desde luego. Para mí es síntoma de la situación en la que está la sociedad estadounidense. El título ‘Las grietas de América’ se queda corto. Son auténticas zanjas entre quienes apoyan a Trump y quienes están en contra… El país está resquebrajado y que el discurso del miedo sea efectivo es un síntoma más de ello.
En pocos momentos de su historia EEUU ha llegado al punto al que llegó por ejemplo cuando vimos lo de Kenosha o cuando vimos al militante antifascista en Portland matar a un seguidor de Trump. Estamos hablando ya de un enfrentamiento civil.
¿Qué ha agrandado y ampliado esas grietas?
Estas grietas ya se empezaron a abrir durante la presidencia de Bush, por ejemplo, con la guerra de Irak, pero para mí la clave fue la presidencia de Obama. Ahí es donde empieza a resquebrajarse todo. Ahí es donde surge esa tormenta perfecta de enfado y cabreo de la población blanca mayoritaria. El senador Lindsey Graham decía “necesitamos tíos blancos cabreados”. Eso lo dijo en 2012 con la reelección de Obama. Son las políticas de Obama las que empiezan a romper de verdad el tejido y por eso yo digo que Trump es consecuencia de Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos.
En el libro cuenta varios sucesos de abuso policial y racismo ¿cree que la policía de EEUU es una institución racista?
Lo que está claro es que el supremacismo blanco ha entrado hasta la médula de la Policía. Yo, cuando he hablado con policías en Baltimore, por ejemplo, te lo cuentan así, tal cual. Hay una entrevista que aparece en el libro en la que hablé con dos agentes de policía puertorriqueños de Baltimore y cuentan, por un lado, que hay un racismo tremendo dentro de las comisarías. Decían que les tenían absolutamente marginados y que no les dejaban hablar en castellano. Pero luego ellos, cuando se refieren a la población negra de West Baltimore, que es uno de los barrios más pobres y más conflictivos de Estados Unidos, hablan igual que el resto y te dicen cosas como que “los negros son unos descarados” y que “claro, cuando crees que tienen armas, pues es normal que saques el arma y que dispares”.
Como periodista cubriendo la presidencia de Trump ¿Ha cambiado algo respecto a administraciones anteriores?
Sí, ha cambiado todo. No tiene nada que ver el trabajo que yo hacía durante los años de Obama que lo que empecé a hacer con Trump, que me llamaban para hacer directos en la tele con cada tuit que se le ocurría poner por la mañana. Esto nos ha llevado a una locura total. El cambio más importante que se ha visto con Trump es la continua utilización de la mentira desde el poder, algo que antes no gozaba de la impunidad que goza ahora. Donald Trump puede decir cualquier cosa y nosotros, los medios de comunicación, lo vamos a reflejar y en muchas ocasiones ni lo vamos a contrastar. Eso ahora está cambiando, pero durante los primeros momentos de su presidencia no se llegaba a hacer. Nos dejábamos llevar por la espectacularidad de Trump.
Trump sabe utilizar muy bien los medios de comunicación y yo creo que se le subestimó, pero él sabía lo que hacía. Cuento en el libro que esas son las lecciones que le enseñó su mentor, que es uno de los personajes más oscuros de la historia reciente de Estados Unidos, Roy Cohn. Cohn fue el abogado del senador McCarthy y tiene unas historias terribles a sus espaldas. Él fue también el abogado personal de Trump y fue quien le enseñó todo esto de la utilización de la hipérbole, la mentira, esa máxima de que toda publicidad buena o mala es beneficiosa... Y eso es lo que ha aplicado Trump desde su presidencia y, desde luego, los medios de comunicación, y esto es una autocrítica total, hemos caído en su trampa.
¿Qué papel han jugado los medios en la presidencia de Trump?
Toda esta división en EEUU ha provocado que los medios de comunicación se parezcan cada vez más a los de España. Es decir, son medios de comunicación cada vez más polarizados y en ellos incluyo a medios muy prestigiosos como The New York Times o la CNN.
De alguna forma creo que se han posicionado en un relato que la mitad de Estados Unidos no comparte. Argemino Barro, un compañero de Nueva York al que admiro mucho, decía que la mitad de Estados Unidos está metido en una sala de cine viendo una película y la otra mitad está en otra sala de cine y tiene una película completamente diferente. Una película es la de Fox y la otra es la de CNN. Por desgracia, yo creo que los medios de comunicación también han contribuido en Estados Unidos a esa polarización.