Muhammad Shehada es un periodista gazatí de 29 años, que desde hace un lustro vive en Europa. Habla con elDiario.es desde Copenhague, donde estudió gestión de riesgos de seguridad en la universidad. También es activista por los derechos humanos de los migrantes y refugiados, y jefe de programas y comunicación de la organización con sede en suiza Euro-Med Monitor.
Antes residía en el barrio de Tel al Hawa, en la Ciudad de Gaza, una de las áreas en las que irrumpieron las tropas israelíes este mes de julio, en su segunda incursión en la urbe más grande de la Franja, reducida ahora a escombros. Es consciente de que si volviera a su hogar “sería muy difícil reconocer incluso dónde vivía, porque está todo completamente destrozado”.
Sigue de cerca lo que ocurre en Gaza a través de sus familiares y amigos que permanecen allí bajo las bombas israelíes. Afirma que, desde su seguridad, observa la guerra con un “fuerte sentimiento de culpabilidad del superviviente” y se pregunta si no sería mejor estar junto a sus seres queridos en la guerra, en lugar de estar a salvo pero lejos de ellos.
Como periodista, ¿informar de lo que ocurre le hace sentir menos culpable?
Intento mantenerme lo más ocupado posible, pero me miento a mí mismo. Escribo mucho, tuiteo mucho. Sé que no va a cambiar nada, pero disminuye ese sentimiento de culpabilidad, porque me digo a mí mismo “al menos, estoy haciendo algo”.
Tengo encuentros confidenciales con políticos europeos, diputados, analistas… Por ejemplo, con [el alto representante para la política exterior europea] Josep Borrell. Y les digo que estoy allí por mi sentimiento de culpabilidad, porque me digo a mí mismo que hablar con ellos es útil, pero sé que son irrelevantes, y ellos mismos están de acuerdo, ninguno trata de decirme que no es así.
Solía pensar que era útil, durante mucho tiempo pensé que informar y denunciar lo que estaba pasando tenía un impacto, sobre todo cuando había protestas [contra la guerra] en los campus de Estados Unidos… Llega un momento en el que estás informando a personas que ya saben lo que está ocurriendo, pero no van a hacer nada al respecto.
Si la comunidad internacional no va a detener la guerra, ¿qué esperanza le queda a usted y a todos los gazatíes de que esto acabe?
Creo que para los palestinos en Gaza, lo que les mantiene vivos de alguna forma es ver las manifestaciones en España, aquí en Dinamarca y en otros países, y estos gestos muy simples. Por ejemplo, cuando España reconoció el Estado palestino, la gente sabía que no va a cambiar mucho sobre el terreno, pero significa que el mundo se está despertando. Cuando estás en esa situación, cuando haces frente a una amenaza existencial y no tienes nada a lo que aferrarte, cualquier cosa puede darte esperanza.
Hay una cierta esperanza realista porque todavía tenemos la carta de los rehenes [que permanecen en Gaza].
Israel querría continuar la guerra durante dos o tres años. La forma en la que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) están desarrollando la operación sobre el terreno es para dividir Gaza en cuatro o cinco partes, a través de corredores, como el de Netzarim que corta Gaza en dos: el norte y el sur. O la zona de seguridad en el este de Gaza, que se traga el 20% de la Franja.
Las FDI van a permanecer en esos corredores y entrar y salir de distintos barrios de Gaza, y van a continuar haciéndolo durante dos o tres años hasta que desangren a Hamás por completo. Pero eso no es sostenible, los israelíes no van a esperar dos o tres años a que regresen sus seres queridos [secuestrados]. Así que esto juega a nuestro favor.
¿Cómo cree que será la vida en Gaza después de la guerra?
Quiero recordar cómo era la vida antes de la guerra. Había cerca de 60 intentos de suicidio cada mes, como mínimo, muchas familias e individuos no lo comunicaban por vergüenza. Escribí un artículo de eso hace unos años, eran todos jóvenes, que no tenían ningún futuro.
La sociedad en Gaza es religiosa y conservadora desde el punto de vista cultural, y existe la creencia de que el suicidio es un camino directo al infierno; pero la situación estaba llevando a los jóvenes a preferir el infierno en los cielos que el infierno en Gaza. La mayor parte de la población no tenía vida allí, básicamente, alcanzan los 37 o 38 años sin poder conseguir un trabajo, poner comida sobre la mesa, formar una familia, irse de casa de sus padres… Cada día para ellos era pura vergüenza. Y su miedo ahora es morir antes de haber tenido la oportunidad de vivir. No tienen pasado, ni presente ni futuro.
Así que hasta el día de antes del 7 de octubre, había este estado de no-vida en Gaza. La política de Israel era clara: no permitir el desarrollo de Gaza. Israel destruyó la economía por completo desde 2005, cuando se retiró unilateralmente [y desmanteló los asentamientos de la Franja].
Sólo había una pequeña minoría que conseguía vivir, gracias a lo que conseguía desde fuera de Gaza. Yo era parte de esa minoría. Pero la guerra nunca te abandona, incluso cuando las cosas están “en calma”, siempre hay un zumbido de fondo: son los drones israelíes. Están sobre Gaza las 24 horas del día, los siete días de la semana, durante las últimas dos décadas. Mantienen la vigilancia, pero también una especie de intimidación colectiva.
¿Se siente afortunado por haber podido vivir una vida fuera de Gaza?
Me lo pregunto todo el tiempo, ¿soy afortunado o no? ¿Es bueno vivir con la culpa del superviviente? Mi vida en Dinamarca no es perfecta, siempre me falta algo, que es básicamente mi familia, mi comunidad. Es una vida extraña, da igual que tenga muchos amigos, siempre me siento solo.
Hay días en los que me digo a mí mismo que soy afortunado por estar vivo y otros días pienso que sería más afortunado por estar en Gaza ahora mismo. Pienso todos los días en estar allí. Hay días en los que creo que es mejor estar fuera de Gaza para ayudar más, porque allí no podría hacer mucho, y otros días en los que siento que sería mejor estar con mis seres queridos.
¿Cómo están sus seres queridos en Gaza?
La gente en Gaza se está convirtiendo en fantasmas, en zombis. Un buen amigo mío –que era una de las personas más brillantes que conocía– es psicólogo y solíamos hablar de psicología, filosofía, historia… Ahora, cuando consigo establecer conexión con Gaza, hablo con él una vez al mes aproximadamente y no puede juntar dos palabras. Puedo ver la gran carga [de la guerra] sobre él.
Vivía en la Ciudad de Gaza, se ha visto desplazado varias veces con su familia, les han movido como piezas de ajedrez. Toda la gente que conozco en Gaza se ha visto desplazada seis o siete veces. Ahora mi amigo está viviendo literalmente en la calle, ni siquiera en una tienda. Ya no es la persona que era.
Me pregunto muchas veces: ¿qué le pasa a la gente que sobrevive a un genocidio?
Mi padre murió hace años, por la falta de medicamentos por el bloqueo israelí. Fue muy doloroso ver cómo se moría lentamente sin medicación ni tratamiento, pero no me puedo imaginar cómo me sentiría si mi padre hubiera sido asesinado delante de mí, si le hubieran disparado o bombardeado.
Ahora mismo en Gaza tienes que poner a tu madre, a tu padre, a tu hijo o a tu hermano en una bolsa de plástico porque está despedazado; tienes que buscar las piezas debajo de la cama, de la mesa, en el armario… O encuentras a toda tu familia enterrada bajo los escombros y descompuesta, convertida en esqueletos que los perros y los gatos se han comido. Incluso, en mi barrio, algunos fueron aplastados por los tanques israelíes y se convirtieron en pegamento, no quedaba nada humano de ellos.
¿Qué efecto tiene en una persona ver a sus familiares así? Eso mismo le ha ocurrido a cada familia en Gaza. Me pregunto si Gaza será la misma, si la gente será la misma, si vuelvo algún día.
¿Cree que volverá algún día? ¿Qué quedará de Gaza?
El objetivo principal de la guerra, al menos oficialmente, es derrotar a Hamás y los israelíes están fracasando miserablemente a la hora de lograr ese objetivo. Pero lo que están logrando de forma exitosa es lo han declarado los responsables de forma explícita en la pasada década: acabar con Gaza. Gaza es el pecado original de Israel, cada persona que te encuentras en las calles de Gaza proviene de fuera de la Franja, de localidades que están al otro lado de la verja [en suelo israelí]. Yo puedo ver mi poblado al otro lado de la verja.
Después de cada guerra contra Gaza, decenas de miles de personas se han ido de Gaza. Desde el comienzo del bloqueo [en 2007] hasta el año 2020, alrededor de 200.000 personas se marcharon. Esta es la estrategia de Israel, reducir la población de Gaza, pero no lo estaba haciendo lo suficientemente rápido. En esta guerra, en los primeros siete meses, hasta el cierre del [paso fronterizo] de Rafah, unas 100.000 personas salieron de Gaza, y son las que tienen dinero y recursos. Cuando la guerra acabe, preveo que al menos un millón intentará marcharse.