A Nazifa Yusuf Bek, hasta hace poco diputada por la provincia de Tajar (noreste de Afganistán) en el Parlamento afgano, se le quiebra la voz al teléfono cuando es preguntada por el atentado suicida perpetrado este jueves se cree que por la rama afgana (ISIS-K) del grupo yihadista en el aeropuerto de Kabul. Al menos 110 personas, incluidos trece marines estadounidenses, perecieron en el ataque mortal, que también dejó más de 150 heridos.
“Eran casi las seis de la tarde. Llevábamos en el aeropuerto desde las tres de la tarde del miércoles, tal y como nos habían pedido nuestros contactos de la ONG que nos iba a ayudar a salir del país. Íbamos a ser evacuados este jueves por la noche, pero esa posibilidad se ha esfumado”, lamenta la parlamentaria. De fondo se escuchan los llantos de dos de sus tres hijos (de nueve, siete y tres años). “Siguen en estado de shock. El pequeño no ha dormido nada en toda la noche”, añade.
Esperanzas frustradas
Poco antes de las tres de la tarde del miércoles las diputadas recibían el siguiente correo electrónico de parte del personal de la organización para la ayuda y los derechos de las mujeres Medica Mondiale, con sede en Berlín, que sí atendió su llamada de socorro. Excepto la legación diplomática griega, que incluyó a esta docena de mujeres en sus listas de evacuación, ningún otro país recogió su petición desesperada de ayuda.
“Queremos que todo el mundo esté en el aeropuerto hoy ya que el vuelo está previsto para mañana y el avión aterrizará solo durante una hora. Debido al tráfico y la premura deberán pasar la noche en la zona”, reza la misiva enviada por el personal de la ONG.
Recibidas las instrucciones, las diputadas y sus familias pusieron rumbo al aeródromo donde ya se amontonaban miles de personas ávidas de entrar en sus instalaciones. “Era un auténtico caos. Nosotros confiábamos en que nuestras credenciales del Parlamento nos facilitasen las cosas, pero los soldados nos dijeron que ya no nos valían para nada. Que nosotras éramos ahora solo una docena de afganas más queriendo salir del país como todos los demás”, relata Bek.
Durante las horas que siguieron a la llegada al aeródromo las mujeres se dividieron en grupos para intentar llegar a alguna de las puertas de acceso (la de Abbey, la del norte y la cercana al hotel Baron, punto reciente de encuentro para los afganos, británicos y estadounidenses que iban a ser evacuados).
“Por favor, avisad a las que estén hablando tanto con militares como con talibanes que digan que ellas están en la lista de la OTAN, así como en la del Ministerio de Exteriores griego. Permaneced tranquilas y sed persistentes con los soldados”, se lee en otro de los WhatsApp enviados a las diputadas.
La reagrupación para acudir a los accesos, el envío de la localización exacta y la designación de una única persona que ejerciera como portavoz de todos los grupos fueron las siguientes instrucciones recibidas. El momento de subirse a un avión se acercaba y las mujeres, también sumidas en una maraña de nervios, ahogaban como podían el júbilo que sentían. “En ese momento estábamos esperanzadas. Después de horas penosas en la zona del aeropuerto pensábamos que, por fin, podríamos dejar atrás esta pesadilla”.
Sin embargo, la emoción contenida pronto se tornó en angustia y miedo cuando cerca de las seis de la tarde un estruendo ensordecedor en uno de los accesos al aeropuerto, el de la Puerta Abbey, adelantaba el reguero de sangre que iba a dejar a su paso. Y no sería el único. Poco después otra detonación hacía intuir un nuevo goteo de víctimas.
Nazifa y las familias de algunas de las doce parlamentarias que este viernes tenían previsto abandonar Kabul terminaron siendo acogidas por una familia local que reside cerca del aeropuerto. “Ni siquiera estoy en mi casa. Ahora es demasiado peligroso salir. Aquí estamos más seguros. Nos quedaremos hasta que se tranquilicen las cosas, si es que eso sucede en algún momento”, señala la tayika.
Por el momento, representantes de países como Reino Unido, Francia o Italia han anunciado que terminarán sus misiones de evacuación en las próximas horas, mientras que otros estados como Alemania, Bélgica o España ya las han dado por concluidas. A primera hora de la mañana despegaron desde Kabul los dos últimos vuelos españoles con personal de la embajada, militares y cooperantes a bordo.
“Ya me intentaron matar una vez. Quizá vuelvan a hacerlo”
Desde su refugio temporal en la capital afgana, Nazifa Yusuf Bek se pregunta si sobrevivirá al nuevo régimen de los talibanes ahora que se han frustrado sus intentos por salir del país.
Los extremistas islámicos ya intentaron acabar con su vida durante la campaña electoral que precedió a las elecciones parlamentarias del 20 de octubre de 2018 cuando una motocicleta, cargada de explosivos y aparcada cerca de las instalaciones donde Nazifa iba a participar en un mitin, en la provincia de Tahar, era detonada poco antes de que la diputada hiciera su aparición. Ella pudo salvar la vida pero una veintena de personas, sobre todo efectivos de seguridad y civiles, no corrieron la misma suerte. Otros 30 afganos resultaron heridos en el ataque.
La explosión se produjo días después de que otro suicida se inmolara durante la celebración de una reunión electoral en la provincia de Helmand, matando al menos a ocho personas, incluido el candidato Saleh Mohamad Achekzai. Según la Comisión Electoral Independiente, cuatro candidatos más fueron asesinados en un mes fatídico.
“Ya me intentaron matar una vez. Quizá vuelvan a hacerlo”, dice Nazifa con una resignación que asusta. “No se sorprenda, este ha sido el día a día en Afganistán durante muchos años. Lamentablemente estamos acostumbrados y siendo mujer, las posibilidades aumentan”, afirma con fría serenidad.
Si bien el portavoz de los talibanes, Zabihula Muyahid, aseguró durante la primera rueda de prensa ofrecida por el grupo extremista tras la toma de Kabul que habría una amnistía general y que las mujeres tendrían derechos (siempre del marco de la Sharia o la ley islámica), diputadas como Nazifa Yusuf Bek no se creen una palabra. “Digan lo que digan no va a cambiar nada. Ya ha habido detenciones y muertes. Los hechos hablarán por sí solos en cuanto se vaya el grueso de la comunidad internacional”, asevera.
Lo cierto es que la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, informó esta semana ante el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU, en Ginebra, que la organización supranacional había recibido “informes desgarradores y creíbles” sobre ejecuciones de civiles, represión de las protestas pacíficas y restricciones a los derechos de las mujeres bajo el recién instaurado régimen del terror.