Obama todavía puede perder las elecciones

Las primeras impresiones de los grandes diarios norteamericanos coinciden, más o menos, en que Mitt Romney le ganó ayer el debate a Barack Obama. Los sondeos de urgencia llegan a esa misma conclusión. Por lo tanto la partida no está jugada, aunque hasta ayer mismo la mayoría de las encuestas, y en particular las relativas a los estados que suelen decidir la suerte electoral, daban ventaja al actual presidente.

El diario que esta mañana más se arriesga a hacer un balance es el Washington Post, partidario de Obama, aunque en sus páginas escriben muchos republicanos: “El debate puede ser un punto de inflexión en la campaña. Romney pasó a la ofensiva obligando a Obama a defender sus logros”. El Wall Street Journal deja la valoración en manos de tres expertos: “Romney cobra ímpetu”, dice uno. “Obama jugó a protegerse”, opina otro. “Romney escapa de sí mismo”, dice el tercero, refiriéndose optimistamente a los errores que el candidato republicano ha cometido en las últimas semanas.

El análisis del claramente obamista New York Times, que viene a reconocer el empuje de Romney ayer anoche, va a los contenidos: “Obama defendió que el presidente juega un papel fundamental en el crecimiento económico, mientras que Romney aseguró que él se saldrá de ese camino”. USA Today, el único diario norteamericano que se vende en todo el país, critica a ambos contendientes: “Obama y Romney evitaron la realidad en el debate. Ambos eludieron el único capítulo en el que los presidentes pueden actuar directamente: el déficit”. “Romney domina el debate”, sanciona, por su parte, el Financial Times.

Y ahora, los sondeos. En el llevado a cabo por la CNN, el 67% de los encuestados dice que Romney ganó el debate. Sólo el 25% da la victoria a Obama. La CBS consultó a los votantes aún indecisos: el 46% opina que Romney estuvo mejor, el 22% se inclina por Obama y el 32% dice que empataron. Google ha hecho dos sondeos: uno durante el trascurso del debate –que sitúa a Obama por delante con el 38,9%, frente al 35,5% de Romney y 25,6% por el empate-, y otro tras su finalización: en éste Romney gana con el 48,7% y Obama se queda en el 25,4%.

Esa cifras –a las que en breve seguirán otras, cada cual fruto de investigaciones más y más y más sofisticadas, que en Estados Unidos, la patria de los sondeos, esas cosas las bordan- seguramente modificarán algo, o bastante, el humor de la legión de analistas sigue la campaña. Y que hasta ayer mismo estaba marcado por el pesimismo, en el caso de los partidarios de Romney, y por el optimismo, aunque algo menos intenso, entre los defensores de Obama.

A la postre, tal y como se viene repitiendo desde hace meses, la economía decidirá la suerte de las elecciones. Y la economía va mal: el desempleo se resiste a bajar del 8,3% y eso en Estados Unidos es mucho, porque quiere decir, entre otras cosas, que el 25% de los ciudadanos de entre 25 y 45 años no tiene un puesto de trabajo estable; la renta disponible de las familias sigue bajando y el crecimiento del PIB, del 1,1% en el segundo cuatrimestre de este año, es claramente insuficiente para crear empleo.

Las reacciones finales que eso puede provocar en el electorado, particularmente entre los aún indecisos, son imprevisibles por el momento. Porque, en principio, la valoración negativa de la marcha de la economía –que es abrumadoramente mayoritaria entre los ciudadanos- debería dar la victoria a Romney. Pero en Estados Unidos no ocurre como en España, en donde un candidato, Rajoy, gana sin decir nada de lo que piensa hacer cuando esté en el poder. Y el candidato republicano ha expuesto ya claramente su programa: liberalismo a tope, menos impuestos, menos estado, menos gastos asistenciales, a fin de que el espíritu emprendedor que, en su opinión, es la esencia de Estados Unidos, levante el país. Y eso puede dar miedo a las decenas de millones de simples empleados, por muy enfadados que estén con Obama.

El ejemplo que dio ayer Romney de hasta donde puede llevar lo que él llama el “intervencionismo” de Obama es España. Y eso confirma que nuestro país se ha convertido ya en el mundo, justificadamente o no, en sinónimo de desastre económico. Dos nuevas aportaciones han tendido a consolidarlo en las últimas horas: “España quebrará como Grecia”, ha pronosticado John Mauldin en la CNBC. “España tiene que abandonar el euro”, ha concluido el Daily Telegraph.

Pero, tal y como señalaba ayer The Guardian hay otros factores que van a influir en la decisión de la gente. ¿Cómo, si no, se explica que Obama vaya ganando en los sondeos (por 49% a 46%, según el del Wall Street Journal, por 50% a 44% según el de Gallup, por 49% a 47%, según el del Washington Post y por una media de todas las encuestas del 48,9% a 46,1%). Las meteduras de pata de Romney (como la de decir que el 47% de los norteamericanos viven del Estado), explican, en parte, esas diferencias. Pero también juega la ideología, aunque no tanto en términos de izquierda-derecha, a la europea. Si bien la reforma sanitaria de Obama es uno de los caballos de batalla de Romney, que quiere cargársela –y mucha gente le apoya- hay otros muchísimos ciudadanos, los menos pudientes, que la agradecen. El 71% de los latinos dicen que van a votar a Obama. Las mujeres partidarias del presidente superan en un 18% a las que apoyan a Romney. Y luego están los negros que los analistas republicanos creen, a su pesar, que votarán en masa al candidato de su raza. Por orgullo “y para no reconocer que se equivocaron hace cuatro años”, según ha escrito Geroge Will en el digital Investors.

Eso sí, los ricos están enfurecidos con Obama y particularmente con su anuncio de que subirá los impuestos a quienes ganan más de 250.000 dólares al año. Chrystia Freeland ha contado muy bien en The New Yorker el estado de ánimo de esa gente, y particularmente de los super-ricos (que por cierto siguen ganando más y más a pesar de la crisis): las elecciones norteamericanas, además de otras cosas, son también un enfrentamiento de clases.