Cuando un Gobierno convoca un referéndum tiene la potestad de redactar la pregunta. Y, según cómo redacte la pregunta, su posición estará en la defensa de un sí y o de un no.
Los expertos suelen decir que a un sí le adornan valores positivos, mientras que a un no, negativos. Pero, en este caso, el del referéndum griego del domingo, el Gobierno ha planteado la pregunta para pedir el no.
Técnicamente, es el no a una propuesta de memorándum de la troika –recortes vinculados a créditos–; pero el no en Grecia tiene categoría de fiesta nacional y se celebra el 28 de octubre.
Porque un 28 de octubre, el de 1940, hace justamente 75 años, Grecia dijo no a la ocupación italiana y fue a la guerra contra la Italia fascista de Benito Mussolini.
El no en el imaginario colectivo griego representa desde entonces el rechazo a la injerencia extranjera, a las imposiciones desde fuera, al sometimiento... Acompañado de la reivindicación del orgullo de un pueblo que se enfrentó al todopoderoso Eje al principio de la Segunda Guerra Mundial, derrotó a las tropas italianas e hizo penar durante mucho tiempo al Ejército nazi de Hitler durante la ocupación. Es el no al fascismo, es el no que unió a un pueblo frente al invasor y cuya historia está jalonada de episodios heroicos en la defensa de su tierra.
Aquel 28 de octubre de 1940, de madrugada, un enviado de Mussolini a Grecia reclamó derechos de ocupación de plazas griegas estratégicas. Y, según la leyenda, Ioannis Metaxas se descolgó con un ¡Oxi!, se levantó de la mesa y se fue. A las pocas horas, Italia invadió Grecia desde Albania y comenzó la guerra.
Otras fuentes afirman que Metaxas respondió en francés: “Alors, c'est la guerre” (“entonces, es la guerra”). En todo caso, el 28 de octubre ha pasado a la historia como el día del No, fiesta patriótica griega desde entonces.
Metaxas, dictador militar que monopolizó al poder tras un autogolpe, declarando el estado de emergencia el 4 de agosto de 1936, fue afín a Franco y coqueteó con el Eje. Con fama de germanófilo después de haber estudiado allí, los acontecimientos le hicieron virar estratégicamente hacia Francia y Reino Unido: las élites griegas, incluido el rey Jorge, eran anglófilas; la presencia de la marina británica en el Mediterráneo era prominente; y las pretensiones militares de Italia y Alemania sobre Grecia hicieron que Metaxas se inclinara definitivamente al lado de los aliados.
La hagiografía del episodio ha alumbrado incluso una fundación estadounidense en honor a la efeméride, The Washington Oxi Day Foundation, “dedicada a informar del importante papel desempeñado por Grecia en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, luchando para preservar y promover la libertad y la democracia”. Eso sí, lo que ahí no cuentan es que el régimen de Metaxas ni promovía ni preservaba la libertad y la democracia.
Metaxas murió en enero de 1941, tres meses después del oxi a Mussolini. Y no pudo ver que ese oxi no sólo se convirtió en un no a la invasión italiana, sino que prendió la mecha de un movimiento de resistencia al fascismo –EAM-ELAS, afines al partido comunista– que perduró durante la ocupación nazi. Y también después, durante la posterior guerra civil griega (1946-1949) en la que el Gobierno, apoyado por los aliados, combatió a los partisanos durante tres años, con el resultado de 100.000 muertos.