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ENTREVISTA

Pablo Stefanoni, historiador argentino: “La izquierda hoy tiene miedo de ser acusada de utópica”

Pablo Stefanoni

Ayelén Oliva

Buenos Aires —
27 de noviembre de 2021 22:47 h

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Pablo Stefanoni era estudiante de Economía, en los años 90, cuando conoció a Javier Milei. En ese momento, pocos hubieran imaginado que casi tres décadas después Javier sería el diputado estrella de la extrema derecha en Argentina. Milei, economista sin experiencia política, resultó la novedad en las últimas elecciones legislativas en Argentina, después de conseguir el tercer lugar en la ciudad de Buenos Aires.

Ya en esos tiempos, Milei llevaba el pelo “peinado por la mano invisible del mercado”, como le gusta decir al diputado, pero todavía no era un fanático de la economía austriaca sino un neoclásico convencional. “Si Milei construyó un personaje, lo hizo temprano. No tiene que ver con el salto a la política”, dice el periodista argentino y doctor en Historia, Pablo Stefanoni.

Stefanoni, autor del libro ¿La rebeldía se volvió de derechas?, publicado en España por la editorial Clave Intelectual y Siglo XXI, analiza cómo el antiprogresismo declarado y la incorrección política, en manos de los nuevos actores políticos de la extrema derecha, consiguen crear un nuevo sentido común y empujan al debate público un paso más hacia la derecha.

¿Cómo analiza que el candidato de la extrema derecha, José Antonio Kast, ha sido el más votado en la primera vuelta de las presidenciales de Chile?

Los votos de Kast provinieron del miedo del norte a la migración, del sur al conflicto mapuche y del centro a la inseguridad en un sentido amplio. Kast es el producto de una campaña que apeló al discurso del orden pero también a la transgresión. Su eslogan fue “atrévete”. Y la denominación de sus seguidores, “atrevidos”. Eso muestra cómo alguien puede transformar al pinochetismo en algo transgresor partiendo de la rebelión antiprogresista. En gran medida, Kast logró desdemonizarse y posicionarse bien para la segunda vuelta. Veremos cómo reacciona Gabriel Boric tras el golpe que significó quedar segundo. Va a ser una elección peleada.

¿Cómo define al discurso de Kast?

Su discurso se centra en la idea de orden. Lo cual no quiere decir que consiga orden si gana, porque posiblemente el escenario sea bastante convulso. Me parece que en Chile, los cambios profundos también conllevan incertidumbre y esas expectativas de cambio conviven con las demandas de orden y de certidumbre.

Pero a su vez Kast representa a una derecha desconocida que, a diferencia de la centroderecha tradicional de Sebastián Piñera, no sabemos qué hará una vez en el Gobierno...

La paradoja es esa, que posiblemente generaría mucha más convulsión política que orden si gana. Es una demanda de orden de una parte de la población que siente que todo esto que en 2019 empezó bien puede generar demasiado caos. Él dice que Chile no despertó sino que vive una pesadilla. Y además, un segundo elemento, es la crisis de la centroderecha. Así como la crisis de la centroizquierda le dio lugar al candidato de la izquierda, Gabriel Boric, la crisis de la centroderecha, que es profundísima, lleva a que Kast se esté comiendo a su electorado y a gran parte de la dirigencia. De algún modo Kast es a la centroderecha lo que Boric es a la centroizquierda.

¿La crisis del centro provocó la emergencia de los extremos?

Sí, la crisis de la centroderecha ha dado lugar al crecimiento de las extremas derechas. Y también, de algún modo Gabriel Boric surge de la crisis de la transición. Tanto Boric como Kast son expresiones de la crisis política. No se puede explicar la coyuntura sin el “reventón social” de 2019 y la consecuente Convención Constitucional.

Argentina parecía la excepción al avance de la extrema derecha. Sin embargo, en las últimas elecciones legislativas consiguieron un buen resultado, ¿por qué?

El hecho de que haya una fuerza a la derecha del Juntos por el Cambio, del expresidente Mauricio Macri, como es el caso de Javier Milei y José Luis Espert, tiene que ver con el hartazgo en la política tradicional a causa de la complicada situación económica que vive el país. Las candidaturas 'antisistémicas', que cuestionan la política tradicional y que expresan una inconformidad transversal, hicieron una buena elección porque aprovecharon ese desencanto. Así como pasó en España con Vox que existió un espacio paralelo, que se ubicaba a la derecha de la fuerza conservadora tradicional. En Argentina también hay un cierto espacio, no es un espacio enorme, pero existe. El propio Macri se dio cuenta de eso y derechizó su discurso.

El concepto de 'casta' no era usual en Argentina hasta que llegó Milei, ¿lo tomaron de España?

Santiago Oría, el asesor de campaña de Javier Milei, ha dicho públicamente que tomaron el discurso anticasta de Podemos. Estas nuevas derechas o derechas alternativas, que pueden ir de Trump a Bolsonaro pasando por Vox, en este caso tomaron una forma “libertaria”: Javier Milei se define como un  'anarcocapitalista'. Por eso Milei, su cultura política, no encaja tan bien en la extrema derecha, aunque él tome sin digerir bien parte de la retórica trumpiana.

Si no es extrema derecha, ¿cómo lo definiría? 

Pienso que tenemos que enmarcarlo en lo que en Estados Unidos llaman el paleolibertarismo. Este es un tipo de libertarismo que giró a la extrema derecha, que hace referencia en Murray Rothbard, que es quién estableció los puentes entre el libertarismo clásico y derecha reaccionaria. Es interesante porque no deja de ser una tensión cuando Milei dice “yo soy anarcocapitalista”, ahí hay una veta disruptiva frente a fuerzas como Kast o Vox, aunque después todos se junten en eventos como la Carta de Madrid.

¿Piensa que esta derecha radical incomoda al progresismo?

Puede ser, porque ahora no tiene enfrente al discurso neoconservador de los 90 sino que tiene enfrente algo que no es lo que estaba acostumbrada a tener. Ahora viene uno, dice “soy de derecha y estoy en contra de la justicia social y la igualdad”.

En Argentina no existía alguien que dijera “la justicia social es una mierda” y defendiera al capitalismo con tonos heroicos como Ayn Rand en su Rebelión del Atlas. Estas derechas juegan con formas discursivas que descolocan. Y la izquierda se volvió teóricamente perezosa, repite fórmulas keynesianas muy genéricas o críticas a la desigualdad, pero la mayoría de sus seguidores casi ya no leen ni discuten economía.

En línea con lo que plantea en su libro, ¿la rebeldía dejó de ser de la izquierda?

Pienso que estos sectores, en cierta forma, recuperan la idea de la incorrección política que en algún momento estuvo en la izquierda. Y dicen que hay una especie de dictadura de la corrección política progresista. Cuando digo que la rebeldía se volvió de derechas, es importante decir que la rebeldía no es la mejor forma de gobernar. Por momentos, estas derechas cuando llegan al poder, como el caso de Bolsonaro en Brasil o Trump en Estados Unidos, parecen gobernar más que con políticas conservadoras, con posiciones bastante imprevisibles. De hecho, Trump se dedicó a erosionar toda la institucionalidad de su país, a poner en cuestión todos los pactos no escritos y hasta al sistema electoral.

¿Qué es lo que toma la ultraderecha de la izquierda?

Me parece que hay una serie de tópicos que de algún modo le disputan banderas a la izquierda, sobre todo en la idea del 'antisistema'. La izquierda tradicional va a decir que no son verdaderos antisistema porque el sistema es otra cosa. Pero lo cierto es que logran armar esa discusión sobre el sistema y candidatos como estos aparecen por fuera de él.

¿Cuánto tienen de 'antisistema' este tipo de candidaturas?

Juegan un poco afuera, un poco adentro. Y es el problema de todos estos candidatos que se presentan como outsiders pero terminan creando vínculos con la derecha más tradicional. Me parece que hay un tipo de derecha que está cambiando los ejes de la conversación pública, de la forma de hacer política, y en eso creo que sí tienen bastante en común las distintas figuras que están emergiendo en el mundo. 

Hablar de ellos en los medios, ¿termina por ayudar a su crecimiento?

Eso es relativo. A veces existe la idea de que “nosotros”, como progresistas, somos los que le damos prensa a estos candidatos por hablar de ellos. Y en verdad muchas veces no necesitan de los medios, su crecimiento va por otro lado. Por ejemplo, en América Latina los evangélicos nunca tuvieron lugar en los medios convencionales y hace 20 años que no paran de crecer. A veces hay demasiada soberbia en la idea de darles prensa, creo que el punto está en tratar de entender cómo son estas derechas, qué tipo de inconformismos expresan y por qué los expresan mejor a veces que el progresismo.

¿Lo más revolucionario que puede hacer la izquierda es garantizar los derechos o hay lugar para una agenda que avance?

Parece más racional defender lo conquistado. Sobre todo porque la lógica de que “todo va a empeorar” hace que la idea de futuro sea claramente negativa e incluso distópica. La izquierda hoy tiene miedo de ser acusada de utópica. Sin duda, la crisis de la izquierda revolucionaria y de la izquierda reformista abre espacio a la extremas derechas, pero a veces se olvida, también la crisis de la centroderecha que con la crisis de la globalización también se enfrenta a problemas de identidad.

¿Cómo debe responder la izquierda a esto?

La izquierda tiene que construir imágenes no catastróficas de futuro. Rearmarse teóricamente. No es fácil, requiere un rearme interpretativo teórico y político que llevará su tiempo, pero es necesario para reconectar con el inconformismo del presente. El riesgo de defender el statu quo es que hay mucha gente que está bastante cabreada con el presente. Y no son todos terraplanistas.

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