Cómo hacer las paces con el terrorismo, según el hijo de un policía asesinado en los “años de plomo” de Italia
En Salir de la noche (2023, Libros del Asteroide) Mario Calabresi relata la historia de su padre y de otras víctimas del terrorismo de los años 70 y 80 en Italia y, aunque el libro acaba de ser publicado en España, 16 años después de su primera edición, el momento es oportuno, en opinión del autor, nacido en 1970 en Milán.
“Cuando yo escribí este libro, la situación en Italia era parecida a la de España ahora, de alguna forma”, afirma en una entrevista con elDiario.es en Madrid. El periodista traza paralelismos entre ambos países y, aunque señala que el terrorismo que ha sufrido cada nación es distinto, existen ideas comunes: “Poder hacer cuentas con el terrorismo, pasar página, buscar una memoria compartida (por la sociedad)”.
El que ha sido director de dos de las cabeceras italianas más reconocidas, La Repubblica y La Stampa, considera que estas cuestiones están ahora “maduras” en España, al igual que lo estaban en 2007 en Italia, unos 15 años después del final del terrorismo.
Los años de plomo dieron comienzo en diciembre de 1969, cuando tuvo lugar el primer gran atentado, en la plaza Fontana de Milán, en el que murió casi una veintena de personas y decenas resultaron heridas; alcanzaron su punto álgido en agosto de 1980, con otra matanza en la estación de tren de Bolonia, donde perdieron la vida más de 80 personas. Ambos ataques fueron obra de militantes neofascistas, en colaboración con los servicios secretos italianos, aunque en un primer momento se culpó a los grupos de la izquierda radical. A partir de 1990, con el fin de la URSS y de la Guerra Fría, la tensión ideológica disminuyó y, con ella la violencia, que dio sus últimos coletazos en los primeros años 2000.
'Salir de la noche' puede conmover a cualquier lector, sea de izquierdas o de derechas, y repasa la historia reciente de Italia, pero no deja de ser de actualidad, tal y como señala Calabresi a elDiario.es.
Su padre fue tiroteado en mayo de 1972 por terroristas de izquierdas a la salida de su casa, después de una campaña de acoso público y mediático para culparle del supuesto asesinato del anarquista Giuseppe Pinelli, muerto en custodia policial en diciembre de 1969 tras caer por una ventana. El autor, que en aquel entonces tenía poco más de dos años, relata cómo empezó a interesarse por el asesinato de su padre y a investigar también la muerte de Pinelli, “unidos durante 40 años (...) usados el uno contra el otro, en un interminable tira y afloja”, tal y como escribe.
El fantasma del anarquismo
Recientemente, un destacado anarquista encarcelado en Italia volvió a abrir el debate y a mostrar cómo la cuestión no está del todo zanjada, pero –en palabras del escritor– el caso de Alfredo Cospito “no es representativo de la realidad social italiana”.
El militante anarquista condenado por “masacre política”, por un atentado contra una academia de los Carabineros en el que no se produjeron víctimas, fue puesto el año pasado en régimen de aislamiento con base en el artículo 41 bis, incluido en la ley italiana después de las matanzas y atentados contra representantes del Estado llevados a cabo por la mafia. Estuvo en huelga de hambre 180 días, hasta el pasado mes de abril, y en solidaridad con él hubo manifestaciones tanto en Italia, como en Barcelona o Berlín, con algunos altercados. El Gobierno ultraderechista de Roma volvió a agitar el fantasma del anarquismo y de la violencia de extrema izquierda, y la polémica dividió a la opinión pública, no solo por Cospito, sino en torno a la existencia de ese artículo.
“Cospito es un fragmento del pasado que ha llegado hasta el presente”, explica el periodista italiano, agregando que el anarquista sólo tiene “algunos seguidores” que no suponen una amenaza. “Creo que su régimen carcelario según el 41 bis, que es el más duro que existe, es equivocado, porque ese tipo de encarcelamiento está destinado a los mafiosos para evitar que den órdenes a la organización que está fuera (de la cárcel); él no tiene una organización, simplemente hizo proclamas por cartas, por tanto, basta con controlar sus cartas”, zanja.
La historia de muchas familias
Calabresi cree que, en las últimas dos décadas, la situación ha mejorado notablemente en Italia y se ha construido una memoria colectiva en torno al terrorismo y sus víctimas. Hasta principios de siglo, “la sociedad estaba dividida respecto al nombre de mi padre”, asegura, pero ahora la mayoría consideran inocente al que en su día apodaron “comisario ventana”, porque había supuestamente defenestrado al anarquista Pinelli. En el libro, su hijo cuenta que, incluso muchos años después, tuvo que escuchar proclamas en contra de su padre en manifestaciones (como “Calabresi asesino”) o ver pintadas que evocaban todo el sufrimiento de su familia.
'Salir de la noche' es también una oda al espíritu luchador de su madre, que sacó adelante a los tres hijos de Calabresi, el menor nacido tras su asesinato, que tuvo lugar cuando su joven esposa estaba embarazada de tan solo tres meses.
“El perdón ha sido el camino de mi madre, pero creo que no puede ser un proceso grupal o institucional; es un recorrido privado e íntimo. Yo mismo y otros familiares hemos abogado por un recorrido de pacificación y de construcción de una memoria compartida, en el marco de lo posible”, afirma, y una forma de hacerlo ha sido transmitiendo la memoria de los “años de plomo” en charlas con estudiantes, por ejemplo.
“Este libro puede ser una forma de reflexionar sobre este tema, sobre las consecuencias del terrorismo y cómo salir de ellas: por eso se titula ‘Salir de la noche’” - la traducción literal del título italiano es ‘Empujar la noche más allá’-.
Calabresi ha trabajado con parientes de víctimas del terrorismo y se han apoyado mutuamente, pero cuenta que las asociaciones de familiares “nunca han sido muy fuertes u organizadas, y siempre se han encargado de cuestiones más prácticas” de cara a las instituciones, como el cobro de las pensiones.
A pesar de la diferencia entre los atentados de las Brigadas Rojas o de ETA o los islamistas, “las consecuencias son las mismas: el terrorismo, de cualquier tipo y latitud, deja destrucción, dolor, personas que muchas veces se sienten solas, olvidadas y abandonadas. Así que, si queremos que haya una temporada de superación y pacificación, hay que hacerse cargo y cuidar a las personas más frágiles que han pagado el precio más elevado”, esto es, las víctimas y sus allegados.
¿Cómo salir de la noche?
“Creo que para salir de la noche todos aquellos que compartían la idea del terrorismo deben abandonar las armas y la lucha armada, y volver a unirse al juego democrático”, afirma en relación con los partidos que están vinculados con grupos violentos del pasado o que han surgido de estos tras su conversión.
En el caso de España, considera que “es positivo para una democracia que el mundo de ETA se haya convertido en una agrupación política, pero hay una línea roja: el hecho de haber sido condenado por delitos de sangre”. “Quien ha matado debería de tener la sensibilidad de quedarse atrás, de no presentarse a un cargo público. Puede ser activo en la sociedad de otras formas, puede intentar reconstruir, sanar las heridas, pero haber matado y querer representar a los ciudadanos es una idea muy fuerte, aunque la ley se lo permita”, agrega.
Reitera que “las consecuencias de haber matado son para siempre, no desaparecen. Así como el sufrimiento provocado continúa con el tiempo”. Y cree que ese tipo de comportamientos es “incendiario” y no puede darse “si se quiere una pacificación” en la sociedad.
Sin embargo, Calabresi -quien recuerda como un exterrorista llegó en 2006 a ser elegido secretario de la Cámara de Diputados italiana- opina que estas cuestiones no deben utilizarse como arma arrojadiza en el debate político: “Tiene que haber sentido de Estado e institucional. La reacción frente a eso no puede ser ilegalizar el partido, porque si le decimos que no tiene cabida en el juego político, la única vía es la subversión violenta”. Y afirma que esas “las líneas rojas” a las que se refiere “deben estar en la conciencia colectiva y no pueden establecerse por ley”.
Si bien en la Constitución italiana existen líneas rojas muy claras respecto al fascismo, porque fue redactada tras la II Guerra Mundial, no las hay en relación al terrorismo. “Italia tuvo que hacer cuentas con el fascismo y tardó mucho tiempo, y aún ahora no está todo en su sitio -con el nuevo Gobierno, se dan debates, discusiones, tensiones”, comenta. “Luego tuvo que hacer cuentas con el terrorismo”, explica el periodista, quien cree que ha habido progresos gracias a dos presidentes de la República (Carlo Azeglio Ciampi, 1999-2006, y Giorgio Napolitano, 2006-2015) que reconocieron el sufrimiento de las víctimas y se hicieron cargo de ellas.
En su opinión, “España aún no ha hecho las paces con el post-franquismo y con el terrorismo”, porque se solaparon en el tiempo. Y muestra de ello, según Calabresi, es la “nostalgia por el franquismo, que fue una dictadura”. Considera que esa nostalgia por la dictadura es mayor en España que en Italia y agrega: “Nos equivocaríamos si interpretáramos la victoria de Giorgia Meloni (en las elecciones generales del pasado septiembre) como nostalgia”.
1