El 9 de junio hubo un gran ganador de las elecciones europeas: el Partido Popular Europeo. La mayoría progresista alternativa que operó en algunas ocasiones la anterior legislatura con la suma de socialistas, liberales y verdes desaparecía y, más allá de aumentar su representación en el Parlamento Europeo, el grupo que pilota el alemán Manfred Weber lograba situarse en la posición bisagra que hasta entonces habían tenido los liberales para inclinar la balanza. Con la suma de todos los grupos de la extrema derecha, el PPE puede imponerse. Y es lo que ya ha empezado a hacer saltándose el cordón sanitario que inicialmente impuso a fuerzas como Patriotas por Europa (el grupo del que forman parte los de Marine Le Pen, Viktor Orbán o Vox, entre otros) y Soberanistas por Europa (el impulsado por Alternativa por Alemania).
El PPE nunca ha aislado a los Conservadores y Reformistas (ECR) que lideran los Fratelli d'Italia de Giorgia Meloni y los ultranacionalistas polacos de Ley y Justicia; pero inició la legislatura imponiendo el cordón sanitario a los otros dos grupos de la ultraderecha, dejándolos fuera de los puestos de representación de la Eurocámara, como las vicepresidencias o las mesas de las comisiones parlamentarias. Patriotas por Europa se ha revuelto contra esa “discriminación” y ha presentado una denuncia ante el Tribunal General de la UE (TGUE). “No queremos que esos eurodiputados representen al Parlamento Europeo”, argumentaron los populares.
Sin embargo, en el día a día parlamentario, ese veto se ha levantado. El PPE negoció con los ultras una resolución sobre Venezuela ante la negativa de socialistas y liberales a incluir el reconocimiento del opositor Edmundo González como presidente electo. Esa medida era una línea roja para los populares, encabezados por los de Alberto Núñez Feijóo, y se levantaron de la mesa para sentarse con ECR y Patriotas por Europa, con los que firmaron un texto conjunto, que finalmente salió adelante.
Alianza con los ultras para resoluciones internacionales
Esa fue la primera vez en el Pleno que el PPE hacía uso de su nueva mayoría alternativa. Pero no ha sido la única que ha empleado la llave que ahora tiene para desmarcarse de las fuerzas que sustentan la mayoría con la que opera Ursula von der Leyen. Los populares también pueden ganar el pulso en la Conferencia de Presidentes, que es el organismo análogo a la Mesa del Congreso y se encarga de organizar la actividad parlamentaria.
La semana pasada se apoyó en las fuerzas de la extrema derecha para introducir en el orden del día del Pleno la votación de una resolución sobre Georgia en contra del criterio de sus aliados, que veían oportuno tener un debate, pero abogaban por no emitir una posición conjunta de la Eurocámara a dos semanas de las elecciones que pudiera ser utilizado por el Gobierno de ese país. El texto conjunto –presentado por PPE, socialistas, liberales, ECR y verdes– denuncia la “trayectoria autoritaria” de ese país y fue apoyado por una amplísima mayoría parlamentaria. El Gobierno del país acusó a la Eurocámara posteriormente de “tratar de influir” en las elecciones del 26 de octubre.
Los exámenes de los comisarios
Tras la reunión de la Conferencia de Presidentes en la que el PPE se apoyó en la extrema derecha también para eliminar a Gaza del título de un debate sobre la situación en Oriente Medio, la jefa de los socialdemócratas, Iratxe García, reprendió a Weber y le acusó de saltarse los preacuerdos que había alcanzado antes de esa cita con las fuerzas que sustentan la mayoría Von der Leyen.
El siguiente encontronazo se produjo este jueves cuando el PPE volvió a apoyarse en las fuerzas de la ultraderecha para sacar adelante el calendario de los exámenes a los futuros comisarios desmarcándose de nuevo de socialistas y liberales, que preferían que los vicepresidentes acudieran al Parlamento Europeo los primeros para minimizar los riesgos de que el rechazo a algún nominado pudiera ser utilizado por los grupos para castigar a los 'pesos pesados'.
Finalmente, los vicepresidentes, entre ellos Teresa Ribera, se someterán al escrutinio de sus correspondientes comisiones parlamentarias los últimos, el 12 de noviembre. El calendario salió adelante gracias al apoyo de los grupos de la ultraderecha al PPE, que defendió seguir el mismo criterio que en 2019. La portavoz socialista denunció la jugada de Weber: “Esto complicará el proceso. No podemos entender por qué el PPE juega a tener una doble mayoría, a veces con nosotros y a veces con la extrema derecha”.
Y así el PPE ha ido levantando el veto a la ultraderecha en el día a día de la Eurocámara, como fue haciendo paulatinamente en numerosos países de Europa, donde gobierna gracias a fuerzas ultras e incluso forma parte de sus gobiernos, como Italia.