Joe Biden, el presidente más mayor de la historia de Estados Unidos, y Donald Trump, el único exmandatario imputado, han perdido la capacidad de interpelar a sus votantes que tenían en 2020. Y no es únicamente por la edad del primero, 80 años, o por las cuentas pendientes con la justicia del segundo, 91 cargos en cuatro acusaciones. Es también por una mezcla de hastío, desconexión y desapego de la clase política. Sin embargo, mucho tendrían que cambiar las cosas para que en noviembre de 2024 no se repita el duelo de las últimas presidenciales: Biden contra Trump.
En este escenario, la última encuesta disponible indica un panorama desolador para el demócrata: si las elecciones se celebraran hoy, perdería en cinco de los seis estados considerados clave para vencer en los comicios presidenciales, según la estimación de Siena College para The New York Times. Trump ganaría en Nevada, Georgia Arizona, Michigan y Pensilvania, cinco estados donde Biden le venció en 2020 con un estrecho margen.
En otra encuesta de Ipsos y Reuters publicada el jueves, los demócratas dicen estar más motivados por impedir el regreso de Trump a la Casa Blanca que por apoyar a Biden. De acuerdo con las encuestas de Five Thirty Eight, un 55,5% de la población desaprueba a Biden. En el caso de Trump, el porcentaje llega al 54,4.%
“Biden no solo pierde en cinco de los seis swing states, sino que además sus índices de aprobación son todavía más bajos que los que tenía Trump a estas alturas en las últimas elecciones”, dice a ElDiario.es el director de Siena College y responsable de la encuesta, Don Levy.
La edad es uno de los factores más determinantes, a pesar de que solo le separan tres años de su rival. “El 71% de los electores, y el 50% de los demócratas creen que Biden está demasiado mayor para ser presidente, y el 62% lo ve falto de la agudeza mental necesaria”, subraya Levy.
Si es elegido, Biden terminaría su segundo mandato con 86 años. El presidente es cuatro años mayor que Trump. “Tan solo el 38% de los encuestados responde a nuestras encuestas que Trump es demasiado mayor: es una diferencia significativa”, remarca Levy. El director de Siena College explica que este resultado se debe a que “la campaña de Trump ha sido efectiva en caricaturizar a Biden como un viejo senil, con expresiones como sleepy Joe (el dormilón Joe)” y que “su lenguaje simple y directo conecta con más capas de la sociedad”.
Sin embargo, para Levy la edad no es el único factor determinante en una de las elecciones con los candidatos más impopulares de la historia. Trump se ha beneficiado de sus problemas judiciales para que los republicanos cierren filas con él y lidera de forma arrolladora las primarias republicanas, pero eso le pasaría factura en una elección general.
“El 54% de los votantes en los estados más disputados creen que cometió delitos penales graves y sus índices de desaprobación son similares a los de Biden”, sostiene Levy. Además, “un 10% de los votantes republicanos cambiaría su opinión si Trump fuera, no solo imputado, sino condenado antes de las elecciones”.
La economía castiga a Biden y el aborto, a Trump
Hay una continuidad histórica en las elecciones presidenciales de EEUU: “Cuando preguntamos a los electores en qué basarán su voto, si en cuestiones económicas, como el coste de la vida o los impuestos, o sociales, como el aborto, las armas o las amenazas a la democracia, siempre termina ganando la economía”. Y cuando Siena College pregunta a qué candidato fiarían los asuntos de su bolsillo, Trump gana a Biden por un margen de 20 puntos.
A pesar de que esta percepción es tradicional en la sociedad estadounidense, que en la historia reciente ha confiado más en los republicanos en cuestiones económicas, esto se explica en gran parte por la elevada inflación que ha marcado el mandato del demócrata. Y esto a pesar de ser un fenómeno global, impulsado por la reactivación del consumo tras la pandemia y por el aumento de los precios de la energía con la guerra de Ucrania, y del que no se puede atribuir toda la responsabilidad a Biden.
Durante su mandato, los precios del consumo llegaron el pasado junio a su pico más alto desde los años ochenta (9,1% interanual), pero desde entonces la inflación se ha ido reduciendo progresivamente hasta el 3,7% actual. Pero, a pesar de que con su bidenomics el mandatario hace bandera de sus políticas económicas, como la Ley de Reducción de la inflación o la Ley de Infraestructuras, que priorizan la inversión en la industria y el campo estadunidense, Biden no termina de convencer a los votantes.
Mientras Biden flojea en la economía, Trump lo hace en cuestiones de derechos sociales como el aborto, que está desprotegido en el país desde el fallo del Tribunal Supremo que derogó la histórica sentencia de 1973 Roe v Wade. Desde entonces, los estados liderados por republicanos han tenido carta blanca para implementar una serie de límites y prohibiciones, que a la luz de las encuestas y los resultados electorales son impopulares.
Concretamente, el 62% de los estadounidenses en los estados clave opinan que el aborto debería ser legal en todos los casos o en la mayoría. “Hay una tensión: muchos de los votantes que prefieren a Trump están en contra del aborto. Lo vimos durante la noche del 7 de noviembre”, asegura Levy, cuando el derecho al aborto salió reforzado en varios balotajes en las elecciones estatales y locales.
Los ciudadanos de Ohio votaron en referéndum proteger el derecho en su constitución estatal, mientras que el aborto también jugó un papel importante en la elección del gobernador demócrata de Kentucky, Andy Beshear, o en las legislativas de Virginia, donde los demócratas mantuvieron el control de ambas cámaras.
A estos elementos se le añade uno de los que más ha definido el mandato de Biden: el apoyo a sus dos aliados en guerra, primero Ucrania y ahora Israel. A pesar de que ambos países tienen el apoyo mayoritario de la población estadounidense, las reticencias llegan, a izquierda y derecha, cuando se les pregunta si hay que enviar asistencia militar adicional. Concretamente, Biden envió en octubre una solicitud “urgente” de 106.000 millones de dólares en ayuda a Ucrania (61.400 millones) e Israel (14.300 millones), así como para Taiwán (7.400 millones), para suministrar ayuda humanitaria (9.000 millones) y para reforzar la frontera sur con México (14.000 millones).
Todos estos elementos harán que las próximas elecciones terminen siendo muy ajustadas, como ya ocurrió en 2016 y en 2020. “En la mayoría de estados, vamos a ver como un 40% tiene el voto asegurado al Partido Demócrata, y otro porcentaje similar no se moverá del republicano. Así que la elección recaerá en el 20% restante, que tendrá que elegir entre los dos candidatos, no votar, o decidirse por un tercer candidato independiente”, concluye Levy.
¿Hay alternativa a Biden y Trump?
Ninguno de los más que probables candidatos a la presidencia convencen a los estadounidenses. Pero a estas alturas, cuando queda apenas un año para los comicios, tampoco parece probable que surjan alternativas viables. Los demócratas ni siquiera consideran seria las candidaturas de Dean Phillips o Marianne Williamson, los dos rivales oficiales de Biden. Y es lógico que no las haya: presentarse a unas primarias contra el presidente del país suele significar, con pocas excepciones en la historia, la muerte política del candidato.
En el caso republicano sí hay un escenario más disputado, pero parece que la disputa es más bien por el segundo puesto o, en palabras de Trump, “parece que estén compitiendo por el trabajo de vicepresidente, pero ninguno da la talla”. El magnate va tan sobrado que ni siquiera ha acudido a ninguno de los tres debates republicanos.
Sin embargo, su alargada sombra estuvo presente desde el principio: la primera pregunta de la noche se la hicieron los presentadores al gobernador del estado anfitrión, Ron DeSantis: “¿Por qué los republicanos tendrían que elegirle a usted y no a Trump para enfrentarse a Biden dentro de un año?”. Los otros cuatro contrincantes presentes también respondieron a la misma pregunta: Nikki Haley, Vivek Ramaswamy, Chris Christie y Tim Scott.
Trump lidera de manera arrolladora las encuestas, con el 56,5% del apoyo republicano, y DeSantis, el único remotamente capaz de hacerle frente, lo mira de lejos con un 13,9% de los apoyos.
En este escenario aparece el nombre de Robert F. Kennedy, el último representante de la dinastía política más influyente de la historia del país, que se presenta como candidato independiente tras retirarse de las primarias demócratas por falta de apoyo. “Cuando pides a los electores que elijan entre Biden, Trump y Kennedy, es sorprendente que este último, que no es un gran conocido en la política estadounidense, consiga cerca de un 25% de los apoyos”, destaca Levy. “Tiene unos números que no hemos visto nunca en un tercer candidato desde Ross Perot en los años 90, lo que demuestra el descontento con los dos candidatos líderes”, añade.
Kennedy, conocido por su largo historial antivacunas, se vende como un candidato antiestablishment, denostado por el Partido Demócrata, al que perteneció también su padre, el fiscal general Robert F. Kennedy, y su tío, el expresidente John F. Kennedy. Habitual de los espacios mediáticos de la ultraderecha –como Fox News o los podcasts de ultraconservadores como Steve Bannon (The War Room), Alex Jones (Infowars), Jordan Peterson o Joe Rogan–, su campaña está yendo a la caza del electorado trumpista y del desencantado por los dos partidos tradicionales.
Aunque su candidatura podría influir y decantar la balanza hacia uno de los otros dos candidatos, no parece que sea factible su llegada al Despacho Oval. “Es un tipo poco conocido entre los votantes y, a pesar de que a sus 69 años conecta más con el público joven y que tiene el dinero de importantes donantes para financiar su campaña, se va a encontrar con una fuerte resistencia por parte de republicanos y demócratas”, resume Levy.