ELECCIONES EN REINO UNIDO
Cuando los políticos se someten sin parar a las preguntas de los votantes: así se hace campaña en el Reino Unido
Una tarde calurosa de finales de junio, los candidatos para representar a Oxford en la Cámara de los Comunes contestan una vez más a las preguntas de sus votantes. Conversan un rato entre limonada, agua y galletas envasadas con unas pocas docenas de personas y luego responden a sus dudas y quejas en el escenario de un auditorio llamado Nelson Mandela de la Universidad de Oxford. Es lo que en el Reino Unido se llama hustings, una palabra que viene del inglés antiguo para referirse al encuentro político con seguidores.
Los candidatos están acostumbrados a estos encuentros, que suceden también fuera del periodo de campaña. Las preguntas de los votantes son continuas, concretas y a veces ante las cámaras. Además de las intensas entrevistas en la televisión pública y en las privadas con preguntas a la contra de los periodistas, los líderes de los partidos acuden a debates en televisión donde siempre hay preguntas de la audiencia. A veces, se trata sólo de preguntas del público con alguna intervención de la periodista para asegurarse de que el político contesta, como el caso del programa Question Time de la BBC, por el que han pasado en junio todos los líderes de los principales partidos. Es habitual que la presentadora repregunte al votante si le ha convencido la respuesta del político y que el votante diga que no ante la cara contrita del candidato.
La cosa puede acabar regular, como le pasó al primer ministro, Rishi Sunak, cuando hace unos días fue abucheado por parte del público. En una respuesta, Sunak había sugerido que el Reino Unido se puede salir del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y lo había llamado “tribunal extranjero” para defender su política de deportación a Ruanda de solicitantes de asilo que lleguen desde cualquier país. Tampoco ayudó que el primer ministro contestara en mal tono a la ciudadana que le había preguntado.
Este atardecer de hustings en Oxford no hay abucheos. Como mucho, se oye algún murmullo de desaprobación y algún “yes!” enfático. En general, hay aplausos de cortesía para todos. Aun así, los votantes no se conforman con cualquier respuesta.
Dos señoras muy rubias y que aplauden mucho al candidato de extrema derecha se quejan de alguna afirmación de otros candidatos. Una de ellas ya ha explicado antes que era “pro-Boris” (Johnson), pero que lo de las fiestas en Downing Street durante la pandemia “fue una vergüenza”.
La diputada británico-palestina
Cada circunscripción celebra en campaña electoral varios de estos encuentros, y hoy es uno de los dedicados a los aspirantes a ocupar el escaño de la circunscripción de Oxford Oeste y Abingdon, que incluye gran parte de la ciudad, también la Universidad, y pueblos de alrededor. No es el primero ni el último de los hustings. En unas horas, hay más en una iglesia del barrio, un centro comunitario y un instituto. En las últimas dos semanas, se han celebrado 24 encuentros de este tipo en Oxford y alrededores. Los puede montar cualquier agrupación ciudadana y lo habitual es que lo hagan organizaciones sin ánimo de lucro.
Hasta ahora representaba la zona Layla Moran, del Partido Liberal Demócrata, el centrista, y que es la primera británica de origen palestino en tener un escaño en la Cámara de los Comunes. Moran ha sido especialmente activa en la denuncia de la ofensiva israelí en Gaza y tiene familiares que estuvieron atrapados en una iglesia bajo asedio en diciembre, según contó también en una entrevista a elDiario.es.
Esta tarde llega con un bolso enorme blanco y estampado con sandías. Se disculpa por no poderse levantar al principio porque es “la única que lleva vestido” y la petaca del micrófono se puede caer porque no tiene donde engancharla.
Como recuerda ella misma nada más empezar, “no hay parlamentarios durante las elecciones” y ella se somete a las preguntas “con humildad” y pide el voto como todos los demás.
Moran es la favorita en una circunscripción donde ciudadanos laboristas suelen votar en las elecciones generales de manera táctica, es decir, para acumular el voto contra el partido que más detestan, en este caso el Partido Conservador. Cada circunscripción tiene un solo escaño: la persona que gana, sea por un voto o por 1.000, es la elegida y los demás candidatos no obtienen nada. La ciudad vota más a la izquierda, pero las afueras de Oxford incluyen zonas donde los conservadores tienen un apoyo significativo y hay batalla. Especialmente en estas elecciones, laboristas y liberaldemócratas tienen un pacto no escrito de no agresión y evitan la competición entre sí en lugares donde uno de los dos partidos tiene una ventaja clara respecto al otro. Incluso los declarados votantes de un partido hacen campaña por el otro si tiene más opciones en un escaño contra los tories.
Moran es la más conocida en la ciudad, por algo su cara está en todas las papeletas; ella va a menudo de puerta en puerta y participa en concentraciones. Dice que ha contestado a más de 65.000 peticiones personales que le han llegado de sus representados. “No hay problema demasiado grande o demasiado pequeño”, dice, recordando que ayuda a menudo a vecinos con visados y otros papeleos. También comenta que alguna de las preguntas en hustings como éste han acabado en propuestas legislativas en la Cámara de los Comunes, por ejemplo para vetar los acuerdos de confidencialidad que no permiten a estudiantes universitarias hablar del acoso sufrido. “Me contaron su caso mujeres jóvenes que se sentían silenciadas por sus universidades”, dice Moran en una sede de la principal universidad de la ciudad.
Un dentista, un escritor, un físico y un submarinista
Sus rivales, todos hombres, se ponen en pie y se van presentando uno a uno. El candidato del Partido Conservador, Vinay Raniga, es un dentista treintañero que trabaja para el sistema de salud público en Summertown, un barrio en el norte de la ciudad, aunque él vive en la otra punta. “Si esto no funciona, ya sabéis dónde estoy”, dice entre risas.
El candidato verde, Chris Goodall, un escritor, especialista en energía renovable y uno de los mayores en la sala, pide el voto simbólico para que su partido influya en la agenda de los partidos mayoritarios, aunque reconoce que Moran es una gran diputada y que muy probablemente va a ganar. “Hablando con la gente por la calle, todos tienen algo bueno que decir sobre ella. Creo que ha sido una diputada maravillosa y que al final de esta campaña seguirá siendo una diputada maravillosa, pero si quieren que las cuestiones ecológicas ocupen un lugar más destacado en la política británica, piensen en nosotros al coger la papeleta”, le dice al público. No lleva corbata ni la escarapela típica del color de su partido en la solapa.
El laborista Stephen Webb, un físico con poca experiencia política y al que se le nota pasión sobre todo al hablar de su investigación por el exceso del uso de antibióticos y antifúngicos, sí lleva la escarapela roja brillante de su partido.
James Gunn, militar submarinista jubilado hace años, se presenta por Reform, el partido de extrema derecha, y además de escarapela turquesa lleva sombrero de ala, que se quita para subir al escenario. Dice que él propone el cambio más radical y que lo que más le interesa es “la democracia directa al estilo suizo”, es decir consultas populares continuas sobre cada decisión política. “No está en nuestro manifiesto, pero haré campaña para introducirlo”, dice Gunn. Esta tarde no dice nada de las falsedades anti-vacunas que ha comentado en entrevistas.
Asuntos variopintos
Un periodista político de BBC World que vive en Oxford, Rob Watson, hace de moderador y da paso a las preguntas de los asistentes. Los asuntos son variopintos: la obligación de presentar una tarjeta de identificación para votar en un país donde no existe el carnet de identidad, la granja local de paneles solares en construcción que va a molestar a los pájaros, la eutanasia, el coste del cuidado de personas mayores y los conflictos de intereses de los políticos.
La pregunta sobre los paneles solares ocupa gran parte del tiempo porque la votante, que se identifica como Helen Davenport, sabe mucho del tema y está muy preocupada por el lugar donde se están instalando, que es hogar de alondras, avefrías y murciélagos. El candidato verde defiende el plan porque se está montando en uno de los puntos clave para que el suministro producido con energía solar pueda conectarse al resto de la red del país. La candidata liberaldemócrata dice que hay que hacer cambios. El resto de candidatos parecen tener menos información sobre el proyecto.
Algunas preguntas dejan descolocados a los políticos. El laborista reconoce que no sabría cómo votar en el caso de que hubiera una ley sobre la eutanasia y que tendría que estudiarse la experiencia de otros países. El conservador recuerda que los diputados tienen libertad de conciencia. El candidato de extrema derecha habla del cristianismo y la liberaldemócrata, de la libertad.
Cuando la respuesta no está clara, algunos intentan devolver la pelota a quien pregunta: “¿Qué piensa usted?”. Una votante que ha preguntado sobre el cuidado de ancianos, Karen, dice que sólo quería hacer la prueba para ver si los candidatos tenían las ideas claras de qué hacer ante un problema difícil. Otro asunto complicado es qué hacer con la compañía privada de gestión del agua, Thames Water, que está al borde de la quiebra y que recibe multas continuas por la contaminación de los ríos sin que haya cambios sustanciales. El villano parece claro en este caso. “Hay pocas cosas más impopulares que los políticos y los periodistas, pero las compañías de agua están trabajando duro por serlo más”, bromea Watson, el periodista que modera el encuentro.
Al principio de la sesión, la profesora Helen Mountfield, que es decana de uno de los college de la Universidad y presenta el encuentro, pregunta cuántos indecisos hay en la sala. Al término de la conversación, vuelve a preguntar lo mismo. Menos manos se levantan al final, pero los que se han decidido parecían buscar confirmación. Cuando la decana pregunta si alguien ha cambiado de opinión sobre algún candidato o algún partido, nadie levanta la mano.
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