Después de la tormenta, llega la calma. Tras la tensión vivida en el Parlamento Europeo la semana pasada, los eurodiputados se marcharon a casa el jueves y, más allá de los contactos discretos, los decibelios han bajado considerablemente. Todas las partes buscan 'in extremis' sortear un bloqueo en la UE y salvar la votación del nuevo Colegio de Comisarios, que está prevista para la próxima semana en Estrasburgo. Para ello, los seis vicepresidentes designados por Ursula von der Leyen, entre ellos la española Teresa Ribera, deben recibir el visto bueno de sus correspondientes comisiones parlamentarias, un procedimiento que por ahora está suspendido hasta que haya un acuerdo entre las tres familias que forman la coalición que 'gobierna' en la UE.
“Está habiendo conversaciones para intentar desbloquear esto. Somos responsables, pero por ahora no hay nada”, señalan desde el grupo socialdemócrata. Los socialistas, a través del Gobierno de Pedro Sánchez, que es el que tiene el principal conflicto abierto con el Partido Popular Europeo, han rebajado sustancialmente el tono y se han abierto a levantar el veto que le habían impuesto desde el principio al candidato de Giorgia Meloni, Raffaele Fitto, como vicepresidente de la nueva Comisión Europea, y que es la exigencia que le hacía la familia conservadora europea.
Desde el Gobierno han apelado a la necesidad de acabar con el bloqueo. “La UE no puede sumirse en la inestabilidad con vetos cruzados de mirada corta”, han señalado fuentes gubernamentales. Los “vetos cruzados” que hay sobre la mesa pivotan precisamente entre el rechazo de socialistas y liberales al italiano y el bloqueo a Ribera que el grupo que lidera Manfred Weber está usando como moneda de cambio para presionar a sus aliados proeuropeos para que den el visto bueno a Fitto, a pesar de que tienen los números para sacar adelante su nominación con las fuerzas de la ultraderecha.
Sánchez aprovechará su presencia en la reunión del G20 para abordar el asunto con Ursula von der Leyen, a quien su propio partido ha echado un pulso, y con otros jefes de Gobierno de la familia del PPE para que eleven la presión sobre Weber para desbloquear la situación, según ha publicado El País. No obstante, para ese momento en las filas conservadoras, salvo por parte del PP de Alberto Núñez Feijóo, no había un veto explícito a Ribera, sino una dilación en su evaluación para que rinda cuentas en el Congreso por la gestión de la DANA y un órdago a los socialistas para que apoyaran al candidato de Meloni.
“Todo se resolverá el miércoles”
“Se pasan el rato hablando, o entre ellos, o por persona interpuesta”, señalan fuentes del PPE sobre los contactos que ha habido en los últimos días entre Weber y la jefa de los socialdemócratas, Iratxe García. De hecho, ha sido el PP de Feijóo el primero que ha dado por hecho que los socialistas acabarían apoyando a Fitto a cambio del desbloqueo a Ribera. “Todo se resolverá el miércoles”, aseguran en el grupo que pilota Weber. El portavoz del PPE en la Comisión de Medio Ambiente, el democristiano alemán Peter Liese, que durante el examen a Ribera dijo que no le estaba dando argumentos para convencer a los suyos de votar a favor de su nominación, ha asegurado este lunes que “en principio” está en disposición de pedir a su grupo que la apoye. “Espero que todas las partes se unan por fin y que tengamos una Comisión Europea fuerte para los próximos cinco años”, ha expresado.
Por el momento, la fecha clave será el miércoles. A primera hora los socialistas tienen la reunión de grupo en la que fijarán la posición definitiva. También se reunirá la Conferencia de Presidentes con la intención de mantener la votación del Colegio de Comisarios para la próxima semana. Y se celebrará la comparecencia de Ribera en el Congreso, que era la exigencia del PPE antes de evaluar su candidatura.
Mientras se allana el camino del nuevo gabinete de Von der Leyen, el PP de Feijóo mantiene su rechazo a Ribera y siguen confiados en que sus colegas europeos tumben su candidatura para forzar a Sánchez a hacer una nueva propuesta. Pero Weber no ha dado por ahora señales de querer ir a la guerra total, que supondría abocar a la UE a una crisis política sin precedentes. Lo que sí ha logrado con su maniobra con Feijóo es dar un golpe en la mesa (de Von der Leyen, que le quitó el puesto hace cinco años), mostrar su poder como líder del mayor grupo político de la Eurocámara -dado que tiene con la ultraderecha la capacidad de armar una mayoría alternativa a la tradicional coalición europea- y desgastar a Ribera y los socialdemócratas.