Sacudida del tablero político en Francia. Los primeros resultados de las elecciones europeas confirmaron lo que las encuestas venían augurando desde hace meses: un avance histórico de la extrema derecha. En respuesta a la severa derrota de su partido, Emmanuel Macron anunció el mismo domingo, sin esperar a que se contabilizasen todas las papeletas, la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de comicios legislativos para los próximos 30 de junio y 7 de julio.
“Al término de la jornada de hoy, no puedo fingir que no ha pasado nada. El auge de los nacionalistas y de los demagogos es un peligro no solo para nuestra nación, sino también para nuestra Europa y para el lugar de Francia en Europa y en el mundo”, dijo el presidente. “Esta decisión es, ante todo, un acto de confianza: confianza en vosotros, mis queridos compatriotas, en la capacidad del pueblo francés para tomar la decisión correcta para sí mismo y para las generaciones futuras”.
El anuncio fue celebrado minutos después por Marine Le Pen, que dio la réplica al presidente y eclipsó al victorioso cabeza de lista de su partido, Jordan Bardella. “El presidente de la República, respondiendo al llamamiento de Jordan Bardella, acaba de anunciar la disolución de la Asamblea Nacional y el regreso del pueblo a las urnas”, afirmó Le Pen, que llamó a hacer campaña para que la extrema derecha obtenga una mayoría parlamentaria que imponga un Gobierno de cohabitación a Macron, con Bardella como primer ministro.
¿Una cohabitación con la extrema derecha?
El movimiento de Macron –que algunos comparan con el de Pedro Sánchez tras su debacle en las elecciones municipales y autonómicas de 2023– es arriesgado. Aunque su puesto no está en juego (se decide en las presidenciales), un mal resultado de su coalición en las legislativas podría obligarle a nombrar un primer ministro de otro partido, como Los Republicanos (derecha), la alianza progresista Nupes o incluso la Agrupación Nacional (AN) de Le Pen, en un acuerdo que en Francia se conoce como cohabitación.
En el actual sistema político francés, el primer ministro es un miembro del partido que tiene la mayoría de diputados, aunque sea de una orientación política distinta a la del presidente. Este fue el caso de la cohabitación Mitterrand-Chirac de 1986 o Chirac-Jospin de 1998.
Si la extrema derecha logra convertirse en el mayor grupo parlamentario tras la próxima cita electoral, Macron, casi con toda seguridad, nombraría un primer ministro de extrema derecha y Francia caería en esta convivencia. Aunque arrasó este domingo en las urnas, la formación de Le Pen no tiene garantizado este escenario. El partido de extrema derecha tenía, antes de la disolución, 89 escaños de 577 en la Asamblea Nacional y de momento no hay encuestas disponibles que hayan medido su fuerza para las elecciones legislativas.
Las pasadas legislativas ya fueron un punto de inflexión para Agrupación Nacional, al lograr tantos diputados en unas elecciones en las que tradicionalmente el partido encontraba un importante obstáculo: al decidirse cada escaño en una elección directa a doble vuelta, las formaciones de centro e izquierda podían formar un “dique” contra la extrema derecha, al aliarse en la segunda vuelta.
El sistema de votación a dos vueltas tradicionalmente no ha favorecido al partido de Le Pen, pero esa barrera cayó por primera vez en muchas circunscripciones en 2022 y ahora los resultados de las elecciones europeas apuntan a que el número de escaños podría crecer: esta vez el partido de la ultraderechista ha sido el más votado incluso en territorios con escasa implantación, en particular el litoral atlántico y la región parisina (aunque no en el interior de la capital).
En este contexto, la pregunta que se hacen algunos analistas es si el denominado “frente republicano” sigue sirviendo para contrarrestar a la extrema derecha en Francia. “Un salto al vacío”, escribe el diario Le Monde, mientras Libération habla de la “apuesta extrema” de Macron. Especialmente cuando llega en un momento de recomposición en los partidos de izquierda, lo que añade incertidumbre a cualquier posible estimación.
Dudas en la izquierda
En las últimas legislativas, las fuerzas progresistas lograron erigirse en primer grupo de oposición con la coalición Nupes (Nueva Unión Popular Ecologista y Social). Sin embargo, el resultado de las elecciones europeas podría suponer un cambio en el equilibrio de poder entre Francia Insumisa (LFI), el partido de Jean-Luc Mélenchon, y el Partido Socialista (PS), que se han atacado en múltiples ocasiones a lo largo de la campaña. Además, LFI vive un momento de cambios, en el que figuras como François Ruffin o Clémentine Autain tratan de ganar peso en detrimento del líder histórico.
En el interior del PS volverán a comenzar los debates sobre si es conveniente o no acudir en coalición a las legislativas. En este caso, los reacios a una lista común podrán defender que el partido no está en la posición de debilidad de 2022: en las elecciones europeas la lista socialista, liderada por Raphaël Glucksmann, obtuvo un 13,8%, un aumento notable sobre el 6,19% obtenido por el mismo Glucksmann en 2019, o sobre el 1,75% de Anne Hidalgo en la primera vuelta de las presidenciales de 2022. La lista de Manon Aubry (candidata de LFI) recibió el 9,9% de los votos, mientras que los ecologistas se han hundido hasta quedarse en el 5,5% de los votos.
Inestabilidad parlamentaria
Desde la pérdida de la mayoría parlamentaria en la Asamblea Nacional en las legislativas de 2022, Macron y los primeros ministros que ha nombrado han sufrido para sacar adelante cualquier proyecto legislativo: la mayoría de iniciativas presupuestarias han tenido que ser aprobadas por decreto (incluyendo la polémica reforma de las pensiones) y las reformas sociales, como la ley sobre la inmigración, solo fueron posibles después de múltiples concesiones a la derecha.
Desde entonces la prensa francesa ha especulado en múltiples ocasiones con un pacto entre Macron y Los Republicanos (derecha gaullista) para asegurar una mayoría estable, una iniciativa que habría defendido el expresidente Nicolas Sarkozy ante Macron. Ahora una de las hipótesis que se manejan en los medios galos es que el presidente quiere ocupar más espacio a la derecha y obligar a los electores de centroderecha que aún son fieles al partido gaullista a pronunciarse: o él o la extrema derecha.
De momento, el jefe del partido de Los Republicanos, Éric Ciotti, afirmó el domingo que la decisión del presidente Macron de disolver la Asamblea Nacional era “la única solución” tras los resultados de las elecciones europeas del domingo. Ante algunas voces que reclaman un pacto de Los Republicanos con la coalición presidencial, Ciotti advirtió de que su partido acudirá en solitario a las próximas elecciones legislativas, “sin ninguna forma de coalición, cooperación o colaboración con este poder [en referencia a Macron] que tanto daño ha hecho a Francia”.
Otra teoría alternativa, evocada en Libération o France Info, es que el presidente se plantee catapultar a la extrema derecha al Gobierno, para demostrar que, una vez en el poder, son incapaces de resolver los problemas que denuncian. “Es quizá la apuesta de Macron: demostrar, antes de 2027 y de las próximas elecciones presidenciales, que AN es impotente ante los problemas de los franceses. Con la esperanza de que, tras haberlos probado durante dos años al frente del Gobierno, los votantes renuncien a enviar a la extrema derecha al Elíseo”.