La primera cena: los líderes afrontan el nuevo reparto de poder de la UE
Los líderes de la UE celebran este lunes su primera cena para preparar la nueva etapa de la UE. Los jefes de Gobierno de los 27 arrancan la negociación del reparto del poder tras las elecciones europeas y, en principio, tienen hasta final de mes para cerrar los detalles de quiénes serán los nuevos altos cargos (denominados top jobs en el argot comunitario). Acostumbrados a liarse con las conversaciones y que se prolonguen durante horas hasta la madrugada (e incluso a posponerse varios días, como ocurrió en 2019), en esta ocasión todo parece más ordenado que hace cinco años, pero nada puede darse por hecho en un club que acoge a 27 estados con distintos intereses.
Ursula von der Leyen parte como favorita para repetir como presidenta de la Comisión Europea. El Partido Popular Europeo ha enfatizado esta semana su legitimidad para que sea propuesta tras mejorar sus resultados en las elecciones, aunque el modelo de los 'spitzenkandidaten' (candidatos a nivel europeo de los partidos) no es vinculante, es decir, que los líderes podrían proponer a cualquiera, como ocurrió con la propia Von der Leyen en la anterior legislatura.
Una vez los líderes hagan su designación, que tiene que ser aceptada por mayoría cualificada (al menos un 55% de los países y que representen el 65% de la población europea), debe ser ratificada por la mayoría absoluta del Parlamento Europeo. Von der Leyen se ha granjeado la sintonía de los jefes de Gobierno durante su mandato y aspira a ratificar esa confianza. Por el momento, sólo el ultraderechista húngaro Viktor Orbán ha anunciado su rechazo explícito.
Donde los números pueden estar más justos es en la Eurocámara. La propuesta que llegue del Consejo tiene que conseguir 361 votos a favor. Las fuerzas que componen la tradicional mayoría (populares, socialistas y liberales) suman 402 votos, pero los grupos no funcionan en Bruselas con la misma disciplina de voto a la que acostumbran los parlamentos nacionales y, además, la votación es secreta. En 2019, Von der Leyen tenía a priori el respaldo de 444 eurodiputados y salió adelante con 383 votos (sólo nueve por encima de los que necesitaba entonces dado que había 750 escaños por la presencia de Reino Unido). Y eso que entonces el partido Ley y Justicia, que gobernaba en Polonia, aseguró que votó a favor.
Ahora la gran pugna está en quién respalda a Von der Leyen. Socialistas y liberales se oponen a un acuerdo que incluya a la extrema derecha, que es la tentación que tienen en el PP europeo, especialmente con Giorgia Meloni. Pero si la primera ministra italiana entra en el consenso de los líderes, será difícil que los Fratelli d'Italia lo rechacen en la Eurocámara. Los verdes se han ofrecido a incorporarse a la mayoría si Von der Leyen mantiene la apuesta por la política medioambiental y han elevado la presión respecto a la posibilidad de que ECR (el grupo que lidera Meloni) forme parte de la ecuación. “El Grupo de los Verdes/ALE quiere ver un acuerdo que garantice una mayoría estable que sea fiable, democrática y proeuropea, sin la extrema derecha, como el ECR”, señala la copresidenta, Terry Reintke.
Que la votación sea secreta puede allanar el camino precisamente para que salga adelante dado que no está claro quién vota qué, aunque también los eurodiputados de la mayoría pueden desmarcarse si Meloni está en el acuerdo previo. Ahí radica la dificultad del proceso. Una vez sorteado, no obstante, en el día a día de la Eurocámara el PPE tendrá la tentación de mirar a su derecha, mientras que los socialistas y liberales rechazan esa opción. Los socialistas han apuntado claramente a la necesidad de involucrar a los verdes.
El otro alto cargo que se reparte es la presidencia del Consejo Europeo, que se encarga fundamentalmente de construir los consensos y acuerdos de los líderes de los 27. La tradición no escrita es que el nombre sale de la propia sala en la que se sientan los jefes de Gobierno, es decir, que el presidente del Consejo Europeo sea uno de los suyos. En esta ocasión, los socialistas reclaman que ese puesto sea para ellos después de que esta legislatura se lo llevara el liberal belga Charles Michel.
Equilibrio ideológico, territorial y de género
Pedro Sánchez y el canciller alemán, Olaf Scholz, son los encargados de negociar en nombre de los socialistas. La apuesta es que el exprimer ministro António Costa sea el nuevo presidente del Consejo Europeo. Su abrupta salida del Gobierno luso, por un caso de corrupción que inicialmente le salpicó aparentemente por fallos judiciales, se sintió en las instituciones europeas, donde tenía mucho predicamento.
Los líderes también tendrán que decidir sobre la presidencia del Parlamento Europeo. Lo que se da por hecho es que la maltesa del PPE Roberta Metsola seguirá al frente. En la anterior legislatura se dividió en dos el mandatos entre socialistas (que lo ostentaron con David Sassoli en la primera parte) y populares.
El otro gran puesto que se reparte es el del alto representante, que funciona como una suerte de jefe de la diplomacia europea, aunque la política exterior corresponde a los estados miembros y cualquier paso requiere de la unanimidad de los 27. El nombre que suena con más fuerza para suceder a Josep Borrell es el de la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, que pertenece a la familia liberal. Kallas se ha convertido en una suerte de 'dama de hierro' frente a Vladímir Putin, que la ha colocado en busca y captura.
Kallas ha sido una de las principales defensoras de Ucrania en el seno de la UE, como en términos generales han hecho los países bálticos y fronterizos con Rusia, que viven con más vehemencia la amenaza. Sus declaraciones sobre el conflicto –llegó a decir que “para evitar una Tercera Guerra Mundial, Rusia debe perder” en Ucrania– generan algunas preocupaciones respecto a una futura posición como jefa de la diplomacia, pero al menos inicia la carrera como 'front runner'.
Alexander de Croo, que ha perdido todas las posibilidades de seguir tras el batacazo en las elecciones de Bélgica, es otro de los dirigentes que sobrevuela para ese reparto de poder; pero rompería hasta cierto punto el equilibrio que deben buscar entre color político, género y territorial (no habría nadie del este y las caras visibles de la UE serían nuevamente de la parte occidental o central de Europa).
Rumanía bloquea el relevo de la OTAN
En la reivindicación del equilibrio territorial sitúan muchos el paso del presidente de Rumanía Klaus Iohannis para competir por la secretaría general de la OTAN. Ese relevo se ha acabado entremezclando con el reparto de los cargos de la UE por los constantes retrasos en la salida del actual jefe de los aliados, el noruego Jens Stoltenberg, que ha ido ampliando su mandato primero por el estallido de la guerra en Ucrania y luego por la falta de consenso en torno a un posible sucesor.
Pero la candidatura de Klaus Iohannis se produjo precisamente cuando el camino se estaba disipando ya para el todavía primer ministro de Holanda, Mark Rutte, a quien fueron apoyando los grandes países. Ahora mismo tiene el respaldo de 29 de los 32 países que conforman la alianza atlántica. Entre los que no se han decantado por Rutte están la propia Rumanía que ha lanzado a su candidato, Hungría, que le apoya mientras siga en la carrera, y Eslovaquia, que no se ha pronunciado.
“Es Johanis el que tiene que tomar la decisión”, apuntan fuentes aliadas, que cuestionan la maniobra y que confían en que Viktor Orbán avale a Rutte, pese a sus discrepancias, cuando el rumano dé un paso al lado, y Robert Fico haga lo propio. Hasta entonces, hay que esperar y los aliados quieren llegar a la cumbre del 75º aniversario en Washington con el relevo cerrado para dar una imagen de unidad y enviárselo también a Putin, según indican esas fuentes.
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