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ANÁLISIS

Milei, el profeta psicodélico que recibe premios de cartón, se codea con ultras y expone a la derecha frente a sus dilemas

Retrato de Javier Milei obsequiado por el español Instituto Juan de Mariana

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Viernes, primer atardecer del verano boreal; Puerta del Sol, kilómetro cero de España. Tras recibir la “medalla internacional” de manos de la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, Javier Milei recitó su letanía de inventos psicodélicos (déficit fiscal de 15% del PBI, Argentina está 140 en un misterioso ránking mundial, inflación heredada de 17.000%) e intentó apuntar nuevamente contra Pedro Sánchez.

El Presidente argentino proclamó el “robo” que significan la justicia social, el cobro de impuestos y la mera existencia del Estado, y denunció las “filtraciones… (vía) las porosas manos de los políticos”. “Quizás no es la del político directamente, quizás es la de un hermano, de la pareja o de quien fuera, ¿no?”, sugirió. Y agregó con una inflexión en la voz a la que suele apelar cuando cree estar diciendo alguna ironía sutil: “El que quiera entender, que entienda”.

Sin que el hablante se diera cuenta, el dardo hizo blanco no tanto en Sánchez sino en quien estaba a su lado y lo acababa de llenar de elogios, Díaz Ayuso.

Nada de lo que se impute a la familia de Sánchez cuenta con pruebas tan documentadas como las cuentas pendientes del entorno íntimo de la propia Díaz Ayuso

Milei se montó hace dos meses sobre la acusación contra la esposa de Sánchez, Begoña Gómez, puesta en la diana de un juez conservador por haber escrito junto a decenas de personas una carta de recomendación para una empresa que recibió un subsidio del Estado español. Más recientemente, la organización ultraderechista Manos Limpias sumó una denuncia por malversación contra David Azagra, hermano del presidente de Gobierno ibérico y funcionario en Badajoz, y volvió a encontrar eco en los tribunales.

Nada de lo que se impute a la familia de Sánchez cuenta con pruebas tan documentadas como las cuentas pendientes del entorno íntimo de la propia Díaz Ayuso.

En el momento más crítico de la pandemia, en 2020, con cientos de muertes de españoles a diario, Tomás Díaz Ayuso, hermano de la presidenta de Madrid, consiguió un contrato por €1,5 millones para comprar 250.000 barbijos, y se llevó €234.000 de comisión. Aunque ni la Fiscalía Europea ni la española vieron irregularidades en que el hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid interviniese en la compraventa de mascarillas a la empresa de un amigo de la familia a cambio de una comisión.

Se nota que el mundo Ayuso es dado a hacer negocios con material sanitario durante las crisis sanitarias, porque Alberto González Amador, el novio, consiguió otro contrato de venta de barbijos y se llevó €2 millones de comisión. No conforme con ello, luego fraguó facturas con gastos inventados para no pagar impuestos por el lucro de su intermediación, y evadió €350.951 entre 2021 y 2022. No son versiones ni ilaciones antojadizas, sino documentos oficiales.

Díaz Ayuso es una política recortada para esta era

De allí que la pícara sugerencia de Milei “a la mano porosa de un hermano o la pareja” generó un silencio incómodo y miradas cruzadas en la antigua Casa de Correos, el edificio ubicado sobre la Puerta del Sol que oficia de sede de la presidencia de la comunidad de Madrid.

Díaz Ayuso es una política recortada para esta era.

De tuitera a azote de tibios

Años atrás, su perfil emergió entre los jóvenes dirigentes del Partido Popular (PP) por el manejo de las redes sociales de la entonces gobernante conservadora de Madrid, Esperanza Aguirre (hoy una ferviente mileista). Más precisamente, la cuenta en Twitter de su perro, Pecas. 

La titular de la comunidad de Madrid habla fuerte y claro, sin vueltas retóricas ni pretensiones intelectuales. Insulta si lo cree necesario. La batalla cotidiana contra “la izquierda”, “el socialismo” y la corrección política progresista es un pilar de su liderazgo. Lejos de esquivar la confusión con la ultraderecha, la alimenta de modo artesanal. Muerde el liderazgo de sus rivales internos del PP con estrategia passive-aggressive, pero cuando la disputa eclosiona, juega a matar o morir. Hasta ahora, mató.

La líder madrileña acredita otro rasgo de época. Vía pauta estatal o tercerizada en empresas cercanas y conexiones políticas, cuenta con un ejército en redes sociales y un amparo inagotable en el amplio arco de la prensa conservadora de España. De allí que un conglomerado batallador cuente a diario los pormenores de la carta de recomendación de Begoña Gómez, y pase por alto la afección a las comisiones por la compra de mascarillas de quienes se sientan a la mesa familiar de Díaz Ayuso.

La derecha infinita

La secuencia entre la visita de Milei a la convención de la extrema derecha organizada por Vox, el 19 de mayo pasado, y la de este fin de semana ofrece un ejemplo vivo sobre una deriva que reequilibra la política global y deja a las derechas tradicionales subsumidas en las ultras, sea por absorción o imitación.

En mayo, Milei provocó escándalo en el acto de Vox al profundizar sus ataques personales contra Pedro Sánchez. España iniciaba la campaña electoral para el Parlamento Europeo. Fue tal el impacto que provocó que un mandatario argentino apuntara al presidente del Gobierno español en un acto partidario en Madrid, que el PP tomó distancia y criticó a ambos por igual, y Díaz Ayuso canceló una cita con Milei que estaba prevista para aquel fin de semana.

Las cuentas entre una derecha llevada a posiciones duras (PP), una ultraderecha posfranquista (Vox) y una ultra-ultraderecha antisistema (Alvise) comienzan a ser alarmantes

De buenas a primeras, Milei pasó a ser objeto de debate de primer orden en la campaña. Pasaron las elecciones, la ultraderecha dio un paso al frente en toda Europa y la estrategia de Sánchez de asociar a sus rivales a “el loco de Milei” sirvió para un envión, pero no produjo todo el efecto esperado.

La novedad fue el surgimiento, con el 4% de los votos, de una formación todavía más ultra que Vox, Se Acabó la Fiesta, liderada por el tóxico de las redes Alvise Pérez. Las cuentas entre una derecha llevada a posiciones duras (PP), una ultraderecha posfranquista (Vox) y una ultra-ultraderecha antisistema (Alvise) comienzan a ser alarmantes.

Con el escenario dejado por las urnas europeas, Díaz Ayuso no iba a desaprovechar la segunda visita de Milei a Madrid en cuestión de semanas y le tendió la alfombra roja. El usufructo de esta escala del ultra argentino fue todo de Díaz Ayuso, mientras Vox la miró a distancia.

Premios que dejan las manos vacías

El viajero Presidente cruzó el océano a costa del Estado argentino para recibir premios de organizaciones extremistas y marginales en España, Alemania y República Checa.

La gira ratificó que sus pares no lo tienen en agenda. Sin visitas de jefes de Estado a Buenos Aires ni bilaterales cuando viaja, a Milei y a sus módicos anfitriones parecen darles fruto la provocación por sí misma. El líder de La Libertad Avanza despliega su fascinación adolescente por personalidades y organizaciones sin relieve, que aprovechan la oportunidad para cotizarse.

El Instituto Juan de Mariana, un sello ultra que ofrece cursos sobre “Finanzas Personales e Inversión Inmobiliaria” y el pensamiento de Murray Rothbard, ganó inusitada presencia en los medios españoles, lo que le redituará más en futuros clientes que los €150 que cobró el cubierto para presenciar el galardón al argentino.

Según informó el semanario alemán Der Spiegel, son varios los referentes de la Sociedad Hayek con vínculos con la post-nazi AFD

En Hamburgo, la ultraliberal Sociedad Hayek le otorgó a Milei la medalla Friedrich August von Hayek, Nobel 1974 y exponente de la Escuela Austríaca. El presidente de esa organización, Stefan Kooths, explicó a un canal afiliado a la cadena pública alemana ARD que, como Milei promueve un Estado mínimo, “sería absurdo considerarlo ultraderechista”. No es lo que pensaron cientos de manifestantes y organizaciones hamburguesas y alemanas que encendieron alarmas, en un contexto en que el partido post-nazi Alternativa para Alemania (AFD) se erigió en la segunda fuerza electoral del país.

Según informó el semanario alemán Der Spiegel, son varios los referentes de la Sociedad Hayek con vínculos con la AFD. Atractivo combo que llevó al canciller socialdemócrata Olaf Scholz a conceder a la visita de su par argentino el mínimo marco institucional posible.

Absorción o imitación

España vive a su modo lo que parece ser una tendencia global. Salvo excepciones, las derechas conservadoras y liberales tienen enormes dificultades para contener la avanzada del campo ultra sobre su electorado.

El PP navega el fenómeno con tensión. Primero compitió con Vox, formado en 2013 por dirigentes de línea ultracatólica y ultranacionalista escindidos de sus filas, sin decidirse a confrontar o a confraternizar. En cuanto se le presentó la oportunidad, el partido que lidera Alberto Núñez Feijóo acordó alianzas parlamentarias en comunidades autónomas y municipios, y ahora ya nadie duda de que la única oportunidad de ganar La Moncloa es en acuerdo con Vox. En todo el proceso, Díaz Ayuso atizó la deriva y enrostró la presunta tibieza de sus rivales intra PP.

Lo que la derecha española resuelve asumiendo parte de la agenda de Vox y pactando Gobiernos locales, en Francia se dio de otro modo.

Agrupación Nacional, el ex Frente Nacional fundado por Jean-Marie Le Pen y antiguos colaboracionistas del nazismo, está en camino de ocupar el lugar central de la derecha, tras un proceso de tenue moderación en manos de la hija del líder, Marine Le Pen, y el joven Jordan Bardella. A Los Republicanos, el partido que recoge la tradición gaullista y giscardista, no le alcanzó con ensayar una ofensiva xenófoba perpetrada por el hoy opacado Nicolás Sarkozy y enfrenta el riesgo de la marginalidad electoral.

De cara a los comicios legislativos del próximo domingo, por primera vez hay importantes dirigentes de Los Republicanos que proponen una alianza electoral o parlamentaria con Agrupación Nacional. Impensable en el espejo de más de dos décadas atrás, cuando Jacques Chirac, al mando del RPR, orquestó con otras formaciones de derecha, centro e izquierda un “cordón sanitario” para bloquear al negacionista Le Pen.

La tendencia se extiende por la geografía global. En Reino Unido sucede algo inédito. El histórico Partido Conservador está apenas unos puntos por delante de Reform UK, del nacionalista Nigel Farage. Nuevamente, el intento del primer ministro Rishi Sunak de deportar masivamente inmigrantes a Uganda no contuvo la furia y hoy afloran dirigentes conservadores dispuestos a pasarse al partido de Farage o propugnan la unificación de ambas formaciones.

En Brasil, la ola de Jair Bolsonaro barrió con la paleta de ofertas de la derecha dura a la centroderecha. El liderazgo de la post-fascista Giorgia Meloni —hoy en tránsito a la moderación— es nítido en la derecha italiana, mientras que, en Israel, la puja parece catalizarse entre la ultraderecha nacionalista, la ultraderecha religiosa y la ultraderecha supremacista, con la principal oposición ubicada no muy lejos de ese arco y la centroizquierda y la izquierda, en el papel de espectadores.

Otro tanto podría decirse del Partido Republicano en Estados Unidos bajo la impronta de Donald Trump o la recuperación de la faceta desembozadamente pinochetista de la derecha chilena.

Muchos paradigmas, un odio

Las vertientes extremistas mencionadas abrevan en paradigmas diversos. Las hay nacionalistas, occidentalistas, libertarias, racistas, confesionales, proteccionistas y anarcocapitalistas, pero comparten un prisma esencialmente reaccionario y antiigualitario, que se propone reinstaurar un viejo orden idealizado y pone en el blanco del odio a un segmento de la población, al que se deshumaniza.  

Sistemas de centro y liberal-conservadores reparan más en el presunto hartazgo ante políticas progresistas que en el declive de partidos y posturas de derecha tradicional, pese a la banca económica e institucional con la que cuentan

Las causas de la ola reaccionaria son profundas. Se suele poner el acento en la falencia de las centroizquierdas al responder a las demandas populares vinculadas al trabajo, la vivienda, la seguridad, la jubilación y los salarios, en contraste con el ensimismamiento en la agenda woke y las tribus progresistas: lgbti, ambientalistas, feministas, indigenistas, derechos civiles.

Curiosamente, ese análisis, enarbolado con dedo acusador, circula en sistemas mediáticos e intelectuales de centro y liberal-conservadores que reparan más en el presunto hartazgo ante políticas progresistas que en el declive de partidos y posturas de derecha tradicional, pese a la banca económica e institucional con la que cuentan.

Se omite una pregunta. ¿Por qué el núcleo opositor a la izquierda prefirió buscar en, por ejemplo, un líder que trata como “excrementos” a sus rivales, exhibe impunemente la estrategia de la crueldad y obedece a un perro muerto, antes que dar curso a una derecha normal?

La veleta

En Argentina, el tránsito a la derecha troglodita queda evidenciado en la mutación y camino a la intrascendencia del PRO ante el dominio escénico los Milei. El partido de Mauricio Macri actúa en el Congreso como el verdadero oficialismo, en un papel subsidiario de las bancadas de La Libertad Avanza, que entre tanto arribista y extravagante ya constituyen un caso perdido para la estrategia y la argumentación política.

En relación al Ejecutivo, distintas facciones del PRO tratan de ocupar asientos en estrategias más individuales que partidarias. Patricia Bullrich, acusada de “terrorista ponebombas” por los hermanos Milei, hoy se dedica a cazar “terroristas” entre quienes protestan pacíficamente y puja espacios en Inteligencia. Es la “talibán” del Gobierno ultra, como la describen libertarios originarios.

Macri y Jorge Triaca hicieron pie en el ministerio de Capital Humano, en auxilio de Sandra Pettovello, amedrentada por Santiago Caputo. Guillermo Dietrich es una carta permanente y multirrubro que supuestamente orbita en el expresidente, pero no logra hacer pie.  

Patricia Bullrich, acusada de “terrorista ponebombas” por los hermanos Milei, hoy se dedica a cazar “terroristas” entre quienes protestan pacíficamente

En Economía, Luis Caputo y Federico Sturzenegger, dos economistas en teoría adherentes al PRO, libran un pulso más fundado en sus propias personas, sus equipos y sus consultoras que en facciones del partido. Nombres como María Eugenia Vidal, Diego Santilli y Cristian Ritondo eligieron inmolarse en nombre de la causa libertaria, sin que hasta ahora quede claro el rédito de la movida.

Los gobernadores de la UCR y el PRO, y un puñado de peronistas y filoperonistas buscan cerrar la tranquera de sus distritos mientras se dejan arrastrar por el viento nacional. Hoy la veleta apunta a la extrema derecha y allí van; mañana, si gira en sentido contrario, harán lo propio.

En este punto, será interesante observar el devenir de la política.

Milei es una figura muy divisiva, cuya real popularidad es hoy una incógnita. Tiene partidarios, pero también opositores firmes. Llegada la hora de votar, una opción oficialista genuina seguramente resultará más tentadora que algunas de las copias culposas que, además, fueron despreciadas como “ratas” por el propio mandatario.

En Tucumán, por ejemplo, donde el oficialismo mileista tiene una multioferta, el PJ Vendido liderado por Osvaldo Jaldo deberá resistir el desafío de cualquier peronista con un mínimo de estructura y vocación que levante la bandera de la oposición. ¿Qué hará un ciudadano entusiasta del Gobierno ultra en Mendoza, donde el oficialismo nacional también exhibe multioferta y encuentra en el gobernador radical Alfredo Cornejo un aliado de fierro? En otro acto heroico, ¿se rebajará todavía más la UCR a ser la franquicia despreciada de LLA? 

Las alquimias de las provincias resolverán la incógnita, pero lo seguro es que la división de ese voto no conviene ni al oficialismo nacional ni a sus opositores amigables.

Mientras tanto, Milei suma millas para buscar galardones con sabor a nada. De lo importante se ocupó el FMI en su último staff report. El iceberg fue descrito con precisión.

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