El miércoles pasado, un grupo de 10 talibanes disfrazados con uniformes del Ejército intentaron acceder con un vehículo militar a la sede del Ministerio de Interior de Afganistán, en Kabul. Sus uniformes antiguos hicieron saltar las alarmas de los agentes de seguridad y, muy pronto, los terroristas pasaron a la acción. Uno de ellos detonó su cinturón suicida y el resto empezó a disparar. Tras dos horas de enfrentamientos, 11 muertos. Los 10 talibanes y un policía. Otro ataque suicida más –en 2017 aumentaron un 50% respecto al año anterior–.
Horas después del ataque, el general estadounidense al mando de la misión en Afganistán, John Nicholson, se conectaba a través de videoconferencia con un grupo de periodistas reunidos en el Pentágono para contarles lo bien que va la guerra. O al menos eso quiere EEUU que piense el mundo sobre su aventura en Afganistán.
Pero justo un mes antes de aquella rueda de prensa, la oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR) –una agencia del Gobierno creada en 2008 para supervisar la reconstrucción del país– publicó un informe que desmiente la versión de Nicholson y de otros altos cargos del gobierno de Trump.
“Hemos visto una caída de los niveles de violencia. Especialmente entre febrero y finales de abril, cuando los niveles de la violencia iniciada por fuerzas enemigas se redujo un 30% respecto a la media de los cinco años anteriores”, aseguró Nicholson. “El 25 de abril, los talibanes anunciaron su ofensiva y, desde entonces, la violencia ha aumentado, pero sigue manteniéndose entre un 10% y 12% por debajo de la media de cinco años”, añadió.
Seleccionar un periodo de tres meses para demostrar una reducción en los niveles de violencia en una guerra que cumple 17 años no es lo más riguroso. Según recoge el último informe trimestral de SIGAR, publicado el 30 de abril: “La ONU registró 23.744 incidentes de seguridad en 2017, el más elevado nunca registrado”. El término 'incidentes de seguridad' hace referencia a enfrentamientos armados, artefactos explosivos improvisados, asesinatos selectivos, secuestros, ataques suicidas, actos delictivos e intimidación.
El Ministerio de Interior afgano también desmiente las cifras de Nicholson para los primeros meses de 2018. “Este año, las actividades del enemigo han aumentado en comparación con años anteriores. El número de nuestras operaciones también indica que este año el número de bajas, desafortunadamente, también ha aumentado”, señaló el domingo 3 de junio el portavoz de Interior, Najib Danish.
“Están desesperados”
Aun así, las afirmaciones de Nicholson no son las más atrevidas. A principios de mayo, la portavoz principal del Departamento de Defensa, Dana W. White, afirmó: “Han perdido terreno. El hecho de que sus ataques hayan sido más espectaculares y hayan matado a más inocentes demuestra que están desesperados”. “Creo que hay pruebas de sobra y ha habido pruebas de sobra en el último año de que las cosas se mueven en la buena dirección”, añadió.
Esa pérdida de territorio bajo su control no está tan clara. “Los talibanes controlan el mayor porcentaje de población afgana que en cualquier otro momento de la guerra”, señala el informe de SIGAR. “Desde que la agencia empezó a recibir datos de control de población en agosto de 2016, el Gobierno afgano ha bajado en torno a cuatro puntos porcentuales y la tendencia en la insurgencia va en aumento: de un 9% de la población bajo control talibán en agosto de 2016, a un 12% –3,9 millones de personas– en enero de 2018”.
Pero esto no solo ocurre en términos de población, sino también en número de distritos: “Los talibanes controlan y disputan más distritos que nunca desde que SIGAR empezó a informar sobre ello en 2015”, señala el informe. A fecha del 31 de enero, de acuerdo con la agencia estadounidense, de los 407 distritos de Afganistán, el Gobierno controlaba 73 y tenía influencia sobre otros 156, lo que representa un 56,3% del total.
Los talibanes controlaban 13 distritos y tenían bajo su influencia otros 46, lo que representa un 14,5% del total. Esto supone solo un ligero aumento de los talibanes respecto al trimestre anterior, pero un incremento de tres puntos porcentuales respecto al mismo periodo en 2016.
El resto de distritos (29,2%) está en disputa, es decir, no están controlados por ninguna de las partes. De acuerdo con el think tank conservador Foundation for Defense of Democracies (FDD), los talibanes controlan o disputan actualmente un 60% de los distritos afganos.
“A los seis meses del anuncio del presidente Trump y de la implementación de la estrategia, teníamos los elementos de una propuesta de paz esbozada por los talibanes en una carta abierta a EEUU y una oferta formal de paz del presidente Ghani”, aseguró Nicholson.
Lo que no contó es que los talibanes han rechazado esa oferta de paz de Ghani y han llamado a boicotear las elecciones parlamentarias programadas para octubre y en las que el presidente afgano había ofrecido a los talibanes presentarse como partido político .
El general Nicholson destacó que la estrategia de Trump en Afganistán –anunciada en agosto de 2017– les ha dado más potencia de fuego. “De este modo, los talibanes, para evitar las bajas de nuestro fuego aéreo, no han buscado ganar y controlar nuevos territorios”. Pero, al menos hasta enero, las fuerzas del Gobierno tampoco habían avanzado.
“Entre 2001 y 2017, la mayor parte de los esfuerzos del Gobierno por estabilizar regiones inseguras o disputadas fracasaron”, sostiene el informe de SIGAR sobre lecciones aprendidas, publicado en mayo de 2018. “En los distritos más peligrosos, la coalición no ha podido convencer a los afganos de que el Gobierno podría protegerles si se volviesen en contra de los insurgentes. A menudo, los servicios y la protección que podían facilitar los afganos no podía competir con un movimiento talibán que ha renacido”.