Radiografía del voto a la extrema derecha en Europa: dónde crece, qué países son excepciones y en qué se diferencian los partidos
La división de la derecha radical populista en Francia no ha impedido a Marine Le Pen pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales para enfrentarse al presidente Emmanuel Macron el próximo 24 de abril. Mientras tanto, el pasado 3 de abril, el primer ministro de Hungría, el ultraconservador Víktor Orbán, ganó las elecciones parlamentarias por cuarta vez consecutiva y pese a la unión de prácticamente toda la oposición húngara, incluida la formación de extrema derecha Jobbik. Orbán incluso mejoró su resultado anterior con 135 de los 199 escaños y el bloque opositor se quedó muy lejos, con 56.
A principios de año, en enero, también hubo elecciones generales en Portugal y el porcentaje de voto a la extrema derecha, encarnada en el partido Chega, se multiplicó por cinco, pasando del 1,4% al 7,4%. Portugal era uno de los principales países europeos en el que la ultraderecha aún no tenía una presencia significativa en el Parlamento.
elDiario.es ha analizado el porcentaje de voto que han recibido las formaciones populistas de derecha radical en los principales países europeos en las elecciones legislativas y su evolución en los últimos años.
En un extremo está Hungría, con un 60% (53,29% para Fidesz y 6,15% del Movimiento Nuestra Patria, creado por rebotados de Jobbik –cuyo porcentaje no se puede añadir por su inclusión en la alianza opositora–). En el otro, Irlanda, donde la extrema derecha es prácticamente inexistente (0,2%).
Reino Unido e Irlanda ya son los únicos dos países de los grandes de Europa donde la extrema derecha es inexistente o no tiene representación parlamentaria. Otros más pequeños como Luxemburgo e Islandia, viven una situación similar.
En Reino Unido, la extrema derecha no tiene presencia parlamentaria, en parte por su sistema electoral de mayoría simple que favorece el dominio de los grandes partidos, que siguen siendo laboristas y conservadores, aunque en la actual Cámara de los Comunes también están representados partidos más pequeños como los liberaldemócratas y varios partidos nacionalistas. En las elecciones parlamentarias de 2019, el partido del Brexit de Nigel Farage, la principal voz de la extrema derecha británica, no obtuvo ningún escaño (sólo consiguió una victoria simbólica en las elecciones de ese año al Parlamento Europeo, donde estaba claro que la presencia de eurodiputados británicos sería de unos pocos meses por la salida entonces en proceso de su país de la UE).
“La razón del caso irlandés es que el voto populista ya está cubierto en la izquierda por el Sinn Féin. Tienen muchos votantes descontentos con el sistema y a los que aspiraría un partido populista de derechas. Además, a diferencia de la mayoría de partidos de izquierdas, son una formación nacionalista, lo que de nuevo cubre una base de posibles votantes para los populistas de derechas”, señala Duncan McDonnell, politólogo irlandés experto en populismo.
El caso de Lituania es diferente porque la lista de partidos utilizada para este análisis se actualizó por última vez en enero de 2020 y en marzo, meses antes de las elecciones, se formó el partido Alianza Nacional, que recibió el 2,2% de los votos (ningún escaño). Según el informe ‘State of hate: far-right extremism in Europe’ de 2021 elaborado por las organizaciones Hope not Hate, Amadeu Antonio Stiftung y Expo Foundation, esta nueva formación es de derecha radical, admira a Marine Le Pen y ha invitado a varios eventos a políticos del partido Alternativa para Alemania.
Polonia es el segundo país del continente que concentra más voto ultra (50,4%) y se divide entre el gobernante PiS (43,6%) y la suma de varias formaciones radicales más (6,8%). Le siguen otros cuatro países que se mueven entre el 20% y el 30%: Bélgica, Suiza, Eslovaquia e Italia. España, con el 15% de Vox, se sitúa en el puesto número 11 de todos los países analizados.
¿Qué tienen en común?
Aunque estas formaciones difieren mucho unas de otras, como por ejemplo Vox y el partido independentista belga Interés Flamenco, sí comparten unas características similares que sitúan a todos en la familia política de la derecha radical populista. El académico Cas Mudde identifica tres grandes elementos comunes en todos ellos: nativismo, autoritarismo y populismo.
Nativismo definido “como ideología que sostiene que los Estados tienen que estar habitados exclusivamente por miembros del grupo nativo y que elementos no nativos (personas e ideas) amenazan el Estado nación homogéneo. Incluye una combinación de nacionalismo y xenofobia”, señala Mudde en su libro ‘Populist radical right parties in Europe’ (2007). “Autoritarismo como la creencia en una sociedad rigurosamente ordenada en el que las violaciones a la autoridad se castiguen severamente. Según esta interpretación, incluye ley y orden y moralismo convencional punitivo, pero no implica necesariamente una actitud antidemocrática”. Por último, el populismo entendido como “ideología que considera que la sociedad se divide en dos grupos homogéneos y antagónicos, ‘el pueblo puro’ frente a la ‘élite corrupta’ y que sostiene que la política debe ser una expresión de la voluntad general del pueblo. En la democracia populista, nada es más importante que la ‘voluntad general del pueblo’, ni siquiera los derechos humanos o las garantías constitucionales”.
Para este análisis se ha seleccionado la lista de formaciones de derecha radical elaborada por Popu-list, un proyecto de cooperación entre académicos y periodistas iniciado por The Guardian que analiza 31 Estados europeos y que han ganado al menos un escaño o el 2% de los votos desde 1989. La lista ha sido revisada por más de 80 académicos. Para analizar el histórico de datos y partidos así como el porcentaje de votación a las otras familias políticas en cada país, la información se ha cruzado con la base de datos de ParlGov, que incluye aproximadamente 1.700 partidos y está liderada por académicos de la Universidad de Bremen. A ello se ha sumado un análisis propio de este medio para las formaciones muy minoritarias o de reciente creación que no aparecen en Popu-list. Además, hay que tener en cuenta que en muchos casos los partidos no permanecen fijos en el eje izquierda-derecha, sino que van evolucionando y moviéndose según las circunstancias y el contexto.
De acuerdo con Popu-List, el voto en Europa a la derecha radical en 2004 era del 5% y en 2019 pasó al 15%. Mette Wiggen, profesora de la Universidad de Leeds especializada en movimientos de extrema derecha en países escandinavos dice que lo importante no es analizar solo sus resultados electorales, sino “ver su éxito en cómo han fijado la agenda y cómo han influido sobre los partidos tradicionales. Para la UE, cerrar fronteras y mantener fuera a refugiados e inmigrantes ha sido más importante que salvar vidas. Hay un amplio consenso sobre la ‘securitización’ de la migración”, dice.
“Muchos de estos partidos han estado ahí desde hace más de una década, como en el caso del Frente Nacional en Francia, y han sido bastante poderosos. Yo hablaría de una ola de la derecha radical populista en términos de influencia y expansión territorial en los últimos años”, dice Annika Werner, politóloga experta en derecha radical europea y profesora en la Universidad Nacional de Australia. “Entran en gobiernos más a menudo y tienen más influencia sobre otros partidos tradicionales, especialmente los conservadores”.
Haciendo un análisis de la evolución del voto de las formaciones de derecha radical en los principales países europeos se puede observar que España y Portugal han sido los últimos en los que han emergido fuerzas de extrema derecha.
“Vox y Chega al final han sabido emerger a partir de un partido de centroderecha más respetable. No son fuerzas que nacen de partidos aún más radicales de extrema derecha que existen en ambos países. Hay todo un estigma hacia esos partidos por la dictadura. Vox y Chega no tienen tanto ese problema”, dice a elDiario.es la politóloga Mariana Mendes.
“Los partidos de centroderecha en Portugal tendían a no definirse como formaciones de derechas porque tenían miedo de la etiqueta y la relación con la dictadura. Aquí es aún más destacado que en España porque allí fue una transición pactada, pero aquí fue por ruptura y revolución”, explica Riccardo Marchi, autor del libro ‘La nueva derecha antisistema: el caso de Chega’.
En los dos países, ese crecimiento de la derecha radical populista se produce a expensas del porcentaje de voto de los conservadores. Un fenómeno que se repite en muchos otros Estados. “Las primeras víctimas [del auge de la extrema derecha] han sido los partidos conservadores tradicionales, que siempre habían sido los partidos dominantes en la derecha y de pronto les surge competencia por ese extremo”, dice Werner.
“Hay principalmente dos estrategias para abordar esta competición: una consiste en rechazarlos completamente e intentar aislarlos, lo que a menudo les ha ayudado porque encaja con su narrativa. La otra estrategia consiste en intentar mantener pequeña esa competición adoptando algunas de sus políticas. Hemos visto muchos partidos conservadores que se han convertido cada vez más antiinmigración y menos eurófilos”, añade.
En el caso de Grecia, por ejemplo, se ve como el auge y posterior caída de la extrema derecha ha influido directamente en los resultados obtenidos por los conservadores de Nueva Democracia. En Francia, el relativamente nuevo fenómeno Macron tiene un impacto importante, al igual que sucede en Italia con el Movimento 5 Stelle.
Muchas de estas formaciones de derecha radical populista ya se han consolidado “y están aquí para quedarse”, dice Werner. Por su parte, Wigen explica: “Ya no recogen solo votos protesta. Son formaciones establecidas con amplios programas políticos que cubren áreas como los partidos tradicionales, pero de forma muy diferente. Algunos son neoliberales, incluso libertarios, pero la tendencia es a ser favorable al sistema de bienestar y al intervencionismo estatal para asegurar que la población etnonacional reciba prioridad en el mercado de trabajo, vivienda, sanidad y bienestar”.
“La xenofobia y el sistema de bienestar chovinista han sido normalizados. Incluso partidos socialdemócratas a la izquierda lo promueven. El peor ejemplo es Dinamarca, el que fuera el país más tolerante de Europa tiene una primera ministra socialdemócrata y populista que renuncia a sus obligaciones internacionales para devolver a solicitantes de asilo a Siria. También acordaron quitar a los refugiados sus pertenencias para contribuir al coste de su estancia”, dice Wigen, experta en el auge de la extrema derecha en países nórdicos.
La influencia de estos partidos ha aumentado notablemente en los países nórdicos, dice Wigen. “En Dinamarca, la extrema derecha tiene poder desde hace dos décadas y ha pedido políticas más estrictas de inmigración a cambio de apoyar coaliciones minoritarias. Ya en 2021 estaba en vigor un sistema de bienestar chovinista en el que tus derechos dependen de tu estatus de ciudadanía”.
“El año pasado, el Partido del Progreso en Noruega celebró que el Parlamento aprobase su propuesta de aumentar de tres a cinco los años para tener acceso a la ciudadanía. El partido estuvo en el Gobierno entre 2013 y 2020, tan solo dos años después del ataque de extrema derecha cometido por Anders Breivik”, dice Wigen. “Prometieron cambiar su retórica contra los inmigrantes, pero solo ha empeorado. Además, el atacante había sido miembro del partido”.
“En Suecia ningún partido quería colaborar con Demócratas de Suecia, pero el año pasado dos partidos tradicionales dijeron que estaban dispuestos a hacerlo. La formación ultra consiguió casi el 18% en 2018, la tercera fuerza, y probablemente es buena idea empezar a tomarse en serio a sus votantes. Los socialdemócratas cerraron las fronteras con Dinamarca en 2016 para parar el flujo de refugiados, lo que se vio como una victoria de Demócratas de Suecia, que llevaban tiempo pidiéndolo”.
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