La reacción de la reina de Inglaterra, Isabel II, ha sido relativamente rápida, teniendo en cuenta los ritmos habituales en el palacio de Buckingham. Las acusaciones de racismo en la familia real británica, realizadas el pasado fin de semana por Meghan Markle, la mujer del príncipe Harry, han encontrado –aparentemente– la solidaridad de la monarca.
Así lo ha expresado a través de un comunicado: “Toda la familia está triste tras saber hasta qué grado han sido exigentes los últimos años para Harry y Meghan. Las cuestiones planteadas son preocupantes, en particular las de la raza. Aunque los testimonios varían, todos serán tomados en serio y serán tratados de manera privada por la familia. Harry, Meghan y Archie siempre serán miembros muy queridos de esta familia”.
La duquesa de Sussex, Meghan Markle, aseguró este fin de semana que ciertos miembros de la familia real británica expresaron dudas sobre el color de piel que tendría Archie, su primer hijo con el príncipe Harry, y ha revelado que durante ese embarazo tuvo pensamientos suicidas y la Casa Real se negó a ayudarla.
“En los meses en los que yo estaba embarazada, hubo (...) preocupaciones y conversaciones sobre lo oscura que podría ser su piel cuando naciera”, aseguró Meghan en una entrevista con la periodista estadounidense Oprah Winfrey en la cadena CBS. La duquesa precisó que esos presuntos comentarios racistas se pronunciaron en “conversaciones que la familia tuvo” con Harry, pero se negó a identificar a quienes los articularon, al afirmar que “eso sería muy dañino para ellos”.
Cuando se incorporó más tarde a la entrevista, el príncipe Harry confirmó que la conversación giró en torno a “qué aspecto iban a tener los hijos” que tuviera con Meghan, que tiene raíces afroamericanas, pero se negó a dar más detalles al respecto. “Es una conversación de la que nunca voy a hablar”, afirmó Harry, quien agregó que fue “chocante”.