Los testigos han descrito la escenas de pánico vividas este jueves dentro y fuera de la Universidad Carolina de Praga, cuando los disparos comenzaron a sonar en el centro histórico de la ciudad, desatando el caos y el miedo en una zona repleta de lugareños y turistas.
El tiroteo empezó poco después de que Jakob Weizman, periodista y estudiante de máster, llegara a la universidad para hacer un examen de albanés. Él y su profesor estaban solos en una aula pequeña. “Durante el examen oí disparos y gritos”, dice. Se quedaron paralizados sin saber qué hacer. “Al final empezó a aparecer la policía y hubo más disparos y gritos”.
Weizman cerró la puesta e improvisó frenéticamente una barricada con mesas, sillas y todo lo que encontraba. “Creo que la persona que disparaba pasó del interior de la facultad al exterior, al balcón, desde donde disparaba contra la gente”, cuenta a The Guardian. “Había gente que intentaba escapar por la cornisa”.
Hay varias imágenes de estudiantes que parecen estar agazapados en una cornisa cerca del tejado tratando de esconderse del pistolero. Según un informe posterior de la policía, al menos 14 personas murieron y 24 resultaron heridas. El atacante también murió.
Weizman contó que al poco de levantar la barricada escucho cómo alguien trataba de abrir la puerta desde fuera. “Iba por todas las aulas a ver si había gente a la que disparar”, dice. “Cerramos la puerta solo cinco minutos antes de que tratara de abrirla”. El estudiante de 25 años y su profesor se quedaron allí durante una hora, aproximadamente, enviando mensajes de texto a sus seres queridos y pidiendo que avisaran a la policía de que el aula en las que estaban encerrados era la 309A.
“Lo único que intentaba era decirle a la gente lo que estaba pasando, llamando a mi madre, llamando a mi novia”, recuerda Weizman. “Si es el final, tratas de decir antes lo que se pueda... no sé. Es una situación para la que nunca estás preparado”. Las cosas parecieron calmarse un poco tras los muchos disparos y gritos que escucharon al principio. “Luego hubo muchos más gritos y disparos, 30 minutos después”. Por fin la policía logró sacarlos a los dos: “Cuando salimos, había sangre por toda la facultad”.
Fuera de la universidad, los coches de policía y las ambulancias cruzaban a toda velocidad el Puente de Carlos, del siglo XIV. El centro de la ciudad, donde horas antes una multitud recorría los abarrotados puestos del mercadillo navideño, había sido vaciado por las fuerzas de seguridad.
“Escuchamos fuertes disparos”, contó a la BBC Joe Hyland, de 18 años. “Pero no le dimos mucha importancia hasta que oímos gritos, gente huyendo, sirenas; entonces pensamos que iba en serio”, añadió. Hyland, originario de Truro (Cornualles), estaba de vacaciones en Praga junto a un grupo de amigos. No podían correr porque uno de ellos llevaba muletas, pero se alejaron lo más rápido que pudieron.
Ivo Havranek, de 43 años, tampoco le dio importancia en un principio a los fuertes golpes que oyó. Pensó que era un ruido que hacían turistas alborotados. O los sonidos de un plató de cine cercano. “De repente, del edificio salieron corriendo estudiantes y profesores”, contó a la agencia de noticias Reuters.
“Atravesé la multitud sin darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, no estaba preparado para admitir que algo así podía ocurrir en Praga”, dijo. Hasta que vio a los agentes de policía con fusiles automáticos y comprendió que la cosa iba en serio. “Me gritaron que saliera corriendo”.
Tom Leese, de 34 años, y Rachael, de 31, estaban de luna de miel tomando algo en el Museo Slivovitz, cerca del lugar donde se produjo el tiroteo. Leese contó a PA Media que un policía entró al museo y empezó a gritar en voz alta. Cuando pidió que le tradujeran, le dijeron que había un tirador disparando y que permaneciera dentro y agachado. “Los empleados estaban muy tranquilos, apagaron en seguida todas las luces y nos pidieron que mantuviéramos la calma”. La pareja, de Merstham (Surrey), se quedó más de una hora dentro del museo mientras fuera sonaban las sirenas.
Petr Nedoma, director de la Galería Rudolfinum —ubicada en una sala de conciertos frente a la plaza Palach, donde se encuentra la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Carolina, donde se produjo el tiroteo— dijo en la televisión checa que había visto al atacante. “En la galería vi a un joven que tenía algún tipo de arma en la mano, como un arma automática, y que disparaba contra el puente Manes de manera repetida, con algunas interrupciones; luego le vi disparar, levantar las manos y arrojar a la calle el arma, que quedó sobre el paso de peatones”, dijo.
La policía checa comunicó más tarde que el autor del ataque era un estudiante de 24 años de la Universidad Carolina que había sido influido por tiroteos similares en el extranjero y que se mató de un disparo en el pasillo del edificio donde había irrumpido cuando le perseguían los agentes.
Tras hablar con la policía, Weizman dijo que tenía que ocuparse de recuperar las pertenencias abandonadas en la sala de examen durante su apresurada evacuación. Estaba preparándose para hacerlo. “No creo que pueda volver a pisar la facultad”, admite. “No me pasó en 15 años viviendo en Estados Unidos, me ocurre por primera vez en la República Checa”.
Traducción de Francisco de Zárate