Una fiesta exclusiva en una conocida discoteca de tecno de Moscú. Los protagonistas: conocidos artistas y celebrities rusas que bailan bajo el confeti, se hacen fotos, charlan, beben. Los asistentes llevan transparencias, lencería, lentejuelas, cuero o atuendos de rejilla. Todo el mundo se lo pasa bien, nadie se imagina el desastre. Las imágenes del evento comienzan a difundirse en redes sociales y el escándalo estalla de inmediato: el peso de la cruzada por los considerados “valores tradicionales” cae sobre la jet set de la cultura pop rusa.
Al evento, organizado por la influencer y presentadora Anastasia Ivleyeva en el club Mutabor el pasado 20 de diciembre, asistieron muchas estrellas del mundo del espectáculo, entre ellos populares cantantes del país. El código de vestimenta era “casi desnudo” –cuanta menos ropa, mejor– y algunos medios recogen que los precios de las entradas alcanzaron el millón de rublos (más de 10.000 euros).
Pero lo que parecía un evento glamuroso y algo extravagante acabó con los participantes disculpándose públicamente y al menos uno de ellos en la cárcel, en medio de una lluvia de críticas por su supuesta falta de decoro en tiempos de guerra.
La reacción más prominente contra el grupo de ricos y famosos estuvo encabezada por activistas ultraconservadores, figuras proguerra y blogueros militares. “Hay una guerra en el país, pero estas bestias, esta escoria monta todo esto, animales a los que les importa un bledo lo que está pasando”, dijo Vladímir Soloviov, uno de los presentadores de programas de televisión políticos ultranacionalistas más famosos de Rusia. “La obsesiva demostración de 'valores culturales' fornicadores en tiempos de guerra parece un claro desafío a toda la sociedad rusa”, prosiguió en Telegram.
Por su parte, Yekaterina Mizulina, directora de la Liga por una Internet Segura –un organismo financiado por un polémico multimillonario ultra, según el medio Novaya Gazeta Europe–, publicó capturas de pantalla de reacciones de enfado de sus seguidores, una de las cuales procedía supuestamente del familiar de un soldado ruso que perdió ambas piernas en Ucrania, y calificó la fiesta de “un acto cínico en un momento en que nuestros hombres están muriendo en la operación militar especial, y muchos niños están perdiendo a sus padres”. “Ivleyeva y todos sus invitados pervertidos deberían ser arrojados al rincón del olvido. Basta de escoria liberal en las pantallas de televisión”, escribió el canal proguerra de Telegram Dva Maiora.
Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, declaró que el suceso ha “manchado” a los participantes, pero que ahora tienen la oportunidad de trabajar sobre sí mismos, según recoge Reuters.
Un cantante, encarcelado
Poco después de la fiesta, el joven rapero Vacio –cuyo nombre real es Nikolai Vasilyev–, fue citado ante el tribunal. En las imágenes que circularon en las redes sociales aparece bebiendo champán mientras lleva únicamente un calcetín blanco en los genitales, al estilo de los Red Hot Chili Peppers. Fue encarcelado por un tribunal de Moscú durante 15 días y multado con 200.000 rublos (unos 2.000 euros) por propaganda de “relaciones sexuales no tradicionales”.
El medio Agentsvо informa de que al presidente Vladímir Putin le ofendió especialmente un vídeo en el que los invitados parecían lamer el calcetín. En medio de lo que presentan como una batalla existencial contra los valores de un Occidente degenerado, las autoridades rusas han emprendido una represión que ha incluido recientemente la declaración de del “movimiento público internacional LGBT” como “extremista”, lo que se teme que en la práctica prohíba toda actividad pública relacionada con el colectivo.
La condena del músico se prorrogó otros 10 días y medios de comunicación rusos informan de que se le ha enviado una citación para presentarse en una oficina de reclutamiento militar, aunque aún no está claro si será enviado a combatir en Ucrania. Vacio se disculpó por participar en la fiesta en “un momento tan difícil para el país” y dijo que no pretendía ofender a nadie. En su defensa, dejó claro que el activismo LGTB no es lo suyo “en absoluto”. “Nunca he apoyado a la comunidad LGTB y, por supuesto, ¡nunca la he promovido!”.
Avalancha de disculpas
Como él, los invitados de la fiesta comenzaron a salir en masa a disculparse en medio de cancelaciones de actuaciones y acuerdos con marcas y acciones legales. La organizadora, Ivleyeva, ha recibido la mayor parte del revés. Varias empresas anunciaron que ya no trabajarían con ella y fue demandada por más de 20 personas exigiendo que pagara 1.000 millones de rublos (10 millones de euros) a una organización benéfica proguerra. Un tribunal Moscú ha rechazado esta semana la demanda contra Ivleeva por motivos jurisdiccionales, alegando que no consta que viva en el distrito, según los medios estatales rusos. Tras defender inicialmente su conducta, Ivleyeva, que tiene 18 millones de seguidores en Instagram, se disculpó dos veces en vídeos en las redes sociales. “Dicen que Rusia puede perdonar”, dijo en su segundo vídeo. “Si esto es cierto, me gustaría mucho pedirles una segunda oportunidad a ustedes, al pueblo ruso”.
El cantante Dima Bilan, que ganó Eurovisión en 2008, pidió también perdón en una publicación en las redes sociales: “Entiendo perfectamente el resentimiento de nuestra gente, especialmente de nuestros muchachos que nos defienden en primera línea”. “Soy un patriota de mi país y solo de mi país. Nunca he intentado jugar a dos bandas, nunca me he ido ni he traicionado nada. Solo quiero a mis espectadores y oyentes. Me doy cuenta del error que cometí”, dijo la estrella del pop Philipp Kirkorov.
Sin embargo, para muchos, las disculpas no son suficientes. El líder checheno, Ramzán Kadírov, ha invitado a los asistentes a participar en un curso de entrenamiento militar.
La semana pasada, la controversia siguió dando que hablar. Un tribunal de Moscú ha ordenado el cierre de la discoteca donde se celebró la fiesta durante 90 días por violar las regulaciones sanitarias. En un nuevo giro, los medios recogen que el propietario del club regaló supuestas reliquias de San Nicolás a una iglesia de la capital rusa y aseguró que está en contra del “oscurantismo” y “lo demoníaco” y que apoya a la Iglesia.
Además, un segundo cantante, Maxim Tesli, líder de una banda llamada Shchenki (Los Cachorros), fue detenido el pasado lunes en el aeropuerto de San Petersburgo tras un concierto en el que apareció vestido únicamente con un calcetín, que finalmente se quitó, según informaron los medios locales. El martes, un tribunal ordenó su encarcelamiento durante 10 días por cargos de vandalismo menor, de acuerdo con Reuters.
“Lo lamento. Sucedió por casualidad. No pensé que este calcetín se caería y me pareció una actuación apropiada, lo cual, por supuesto, no fue así”, dijo Tesli, según el servicio judicial.
Conservadurismo en auge
Muchas voces expertas consideran que la polémica es una muestra del conservadurismo y el nacionalismo impulsados por la guerra. Resuena en un momento en el que Rusia se aproxima al segundo aniversario de su invasión de Ucrania y las elecciones presidenciales de marzo, en las que la victoria de Putin se da por descontada.
Carmen Claudín, investigadora sénior asociada del think tank CIDOB, sostiene que el escándalo desatado por la fiesta se inscribe en lo que denomina la “lógica de la política de patriotismo moralizante llevada por el poder desde hace años en todos los ámbitos sociales, como la educación, la familia, el trabajo o los medios”, explica a elDiario.es. Está lógica dicta que “solo es patriota quien defiende siempre al Gobierno y sus ideas retrógradas acerca de lo que ha de ser un buen ciudadano ruso”. La guerra de Ucrania, añade Claudín, no ha hecho más que magnificar el impacto de esas imágenes en una opinión pública “moldeada por el discurso oficial, patriotero y victimista”.
El círculo social atrapado actualmente en el ojo del huracán es relevante, a juicio de la investigadora: se trata de la élite cultural rusa, gente que ha preservado su estatus social y su cómodo nivel de vida “a cambio de no usar su influencia para denunciar un régimen opresor y criminal así como su agresión contra Ucrania”, opina la especialista en Rusia de CIDOB.
En este sentido, muchos asistentes son personas con influencia en la cultura de masas, cuyo “silencio sobre la guerra ayudaba a la desinformación del régimen”. Ahora, en cambio, “han aprendido que, a pesar de su estatus de celebrities cómplices del poder, pueden acabar como aquellos de sus compañeros que sí levantaron la voz y han pagado caro por su valentía”, dice Claudín, quien recuerda que, a diferencia de los asistentes al evento, “los verdaderos liberales” rusos están en la cárcel o en el exilio –exterior o interior–.
Tatiana Stanovaya, investigadora del think tank Carnegie Russia Eurasia Center, cree que la reacción a la fiesta también es el resultado del miedo al descontento de una sociedad en guerra y, en la práctica, manifiesta cómo el hecho de convertir la lucha en un componente dominante de la vida cotidiana –en el marco de la campaña presidencial– “exacerbará las tendencias conservadoras, acelerará la represión y hará que la política rusa sea más intolerante”.
Según expone la destacada analista en un artículo reciente, el sistema ha pasado rápidamente de la mera condena de este tipo de comportamientos a la persecución administrativa, “que pronto puede escalar a la persecución penal”. “El régimen se está preparando para formas de autodefensa cada vez más radicales contra cualquier cosa hostil, aunque la ‘amenaza’ provenga de ‘los suyos’ políticamente desdentados, por ejemplo, representantes del mundo del espectáculo”.
El diario Moscow Times publicó, citando fuentes del Gobierno, que la campaña de presión sobre los asistentes a la fiesta se intensificó por orden de la administración de Putin de “desviar la atención de los ciudadanos y dirigir la ira lejos del Kremlin y hacia las 'estrellas codiciosas' y alejarla de la guerra y la economía. ”El Kremlin no ha emitido una respuesta oficial al suceso. El portavoz de Putin, Dmitri Peskov, se negó a revelar la opinión del presidente sobre el escándalo cuando le preguntaron los periodistas (...). Pero los principales propagandistas de la televisión, así como los organismos encargados de hacer cumplir la ley –la Policía, los tribunales, las autoridades fiscales– se apresuraron a intervenir“, escribe el periódico, editado en inglés.
A raíz de la polémica, hay quienes han tirado de hemeroteca y han recordado cómo, en diciembre de 1999, en plena guerra en Chechenia, un joven Putin se sentó supuestamente en primera fila de un club de San Petersburgo para un espectáculo de danza erótica en el que participaba una persona vestida de torero semidesnuda, según revelaron varios medios rusos. Seis días después, fue nombrado presidente en funciones. Han pasado 24 años.