Por alguna razón que aún escapa a la investigación policial, Saleh Abdeslam renuncia el 13 de noviembre a explotar su cinturón de explosivos en los alrededores del Stade de France, en Saint-Denis. Pero según los testigos, Saleh intentó entrar hasta dos veces en el estadio en el que Francia y Alemania jugaban un partido amistoso al que asistía el presidente francés, François Hollande. “¿El esquivo Saleh Abdeslam habría querido morir realmente en las gradas?”, se ha preguntado Le Figaro, el medio que ha publicado las últimas pesquisas en los últimos días de diciembre.
Todavía es difícil saber qué hizo este francés de 26 años criado en Molenbeek (Bruselas) la noche del atentado más sangriento jamás visto en Francia desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Arrepentimiento, miedo? Demasiadas contradicciones: la policía tiene claro que transportó a los tres terroristas suicidas del Stade de France pero hay testigos que lo sitúan en los tiroteos de las terrazas del 11º distrito, y su ADN aparece en una de las armas del coche que usaron tres de los cuatro terroristas para huir (el cuarto tirador, su hermano Brahim Abdeslam, 31 años, se inmoló en el bar Comptoir Voltaire). Parece imposible sin embargo que el prófugo más buscado de Europa estuviera en el estadio y conduciendo el coche que sembró el terror durante 18 minutos en seis braserías parisinas (40 muertos).
Lo que es más probable es que Abdeslam aparcara un coche distinto, uno de color negro, en el 18º distrito a las 21.59 horas del 13 de noviembre, lugar que le pillaba más a mano de Saint-Denis (primera explosión registrada a las 21.20) que del 10º y 11º arrondissements (primer tiroteo, 21.25 horas). Pero abandona el coche al norte de París y después hace lo propio en Montrouge al sur con el cinturón de explosivos que no ha hecho explotar. A continuación, protagonizará una fuga alucinante ante las narices de los agentes franceses y belgas que ha puesto en entredicho el papel de las autoridades.
¿Qué papel jugó este escurridizo, exdelincuente común, fumador de porros compulsivo y otrora fiestero poco religioso que bebía alcohol, hasta que su rastro desaparece para reaparecer a finales de 2014 en Siria? Según las investigaciones en curso, no está nada claro si el 13 de noviembre hizo de chófer, si disparó, si pretendía inmolarse o si preparó toda la logística. Su presencia física está solo descartada en la discoteca Bataclan.
Identificado por primera vez por los servicios policiales belgas a finales de febrero de 2015, mes y medio después de la matanza de Charlie Hebdo, Abdeslam era “un buen amigo” de Abdelhamid Abaaoud, uno de los reconocidos cabecillas de los atentados que murió cinco días después en un apartamento de Saint-Denis tras un tremendo tiroteo de siete horas con la policía.
Fue además interrogado dos veces en julio de este año en dos departamentos del noroeste francés por posesión de cannabis, lo que permite creer que Abdeslam nunca dejó de consumir marihuana. Es el hermano pequeño y se radicalizó junto al mediano, Brahim, que se inmoló en París; el mayor, Mohamed Abdeslam, fue durante muchos años un alto cargo del exalcalde de Molenbeek, el socialista Philippe Moureaux. Mohamed fue detenido al día siguiente de los atentados y liberado dos días después sin cargos.
La huida
La huidaConcluida la masacre, Saleh Abdeslam llama la madrugada del 13 al 14 de noviembre a un primo suyo de París suplicándole que le venga a buscar a Châtillon, muy cerca de Montrouge, donde se cree que previamente se ha despojado del cinturón de explosivos. “Estoy en la mierda”, se escucha en una grabación publicada por Le Soir. El primo está siguiendo la cobertura televisiva de lo que ha ocurrido y rechaza la sugerencia: “No sé si estás al corriente, pero hay atentados”. “Ah, ¿hay atentados?”, responde con desgana Abdeslam.
Entonces contacta con Mohamed Amri y Hamza Attou, dos vendedores de porros bruselenses sobre los que las últimas revelaciones han arrojado algo más de luz. Poco antes de las dos y media de la mañana, su situación es crítica: “No tengo apenas saldo (en el móvil). En el aparcamiento del McDonalds... esperadme ahí”. Lo recogen hacia las 5.30 horas de vuelta a Molenbeek.
La primera versión del viaje en coche la dan Amri y Attou, que son respectivamente el camarero y el camello de un bar que regentaron los hermanos Brahim y Saleh en Molenbeek, clausurado poco antes de los ataques por trapicheo de droga. “Lloraba y gritaba y nos decía lo que le había pasado, que era la décima persona en cometer los atentados (inicialmente son identificados tres comandos con tres personas cada uno)”, relatarán a la policía. Siempre según ambos, les amenaza con explotar el coche con el cinturón que no lleva. “No me delatéis”.
La policía francesa les para tres veces antes de cruzar la frontera, como reveló Le Parisien el 20 de diciembre. El hecho ha cuestionado la actuación de la policía francesa tras las críticas iniciales a las autoridades de Bélgica por permitir que los ataques se diseñaran en Bruselas. Según Attou, la policía les pregunta si han fumado y responden que sí pero los agentes les dejan seguir al tener “otras prioridades”. Más adelante les piden los papeles y en el tercero, a la altura de Cambrai, Saleh Abdeslam les da su dirección de Molenbeek.
“El sumario está poniendo rápidamente en evidencia la existencia de disfunciones a diferentes niveles”, indica a este medio la periodista de Le Soir Ludivine Ponciau, una de las que sigue más de cerca la investigación. “Saleh y su hermano estaban fichados como personas radicalizadas. Sus nombres eran conocidos por la Justicia belga, la seguridad del Estado, las autoridades comunales, Europol, Interpol...”.
Apagón informativo en Bélgica
Apagón informativo en BélgicaAl llegar a Bruselas por la mañana, Amri deja el vehículo mientras que Attou llama a un tercero, Ali Oulkadi, con el que se reúnen en el Metro Bockstael. Abdeslam le cuenta su implicación en los atentados, los tres discuten y Oulkadi transporta finalmente a Abdeslam al barrio de Schaerbeek. A partir de aquí las informaciones recabadas son menos claras.
Pero al menos la versión de Ali Oulkadi de que ayudó a escapar al terrorista prófugo alegando que no sabía nada parece desmoronarse, a tenor de lo publicado por el diario belga L'Avenir el 23 de diciembre. Entre el 19 de agosto y el 2 de octubre, Oulkadi habló 56 veces por teléfono con Abdeslam y 109 veces con el kamikaze Brahim. Hay igualmente conversaciones telefónicas entre Hamza Attou y Oulkadi justo después de los atentados. Los tres, Amri, Attou y Oulkadi, se encuentran en prisión acusados de participar en actividades terroristas.
Lo que sucedió en Bruselas inmediatamente después de los atentados es un apagón informativo en toda regla propiciado por las autoridades belgas, las más criticadas. Aunque un portavoz de la Fiscalía belga subraya que aún no existe una versión oficial, lo que se ha publicado es que Abdeslam Saleh se ocultó en una vivienda de Molenbeek a la cual la policía no pudo acceder por una decimonónica ley que impide allanar moradas desde las 21.00 horas hasta las cinco de la madrugada, y que el fugitivo podría haber escapado a la vista de los agentes (y los periodistas) el lunes 16 de noviembre aprovechando una mudanza y escondido en un mueble.
El mismo portavoz confirma que las autoridades no tienen ni idea de dónde Saleh Abdeslam puede ocultarse. “Si lo supiéramos, lo atraparíamos”.