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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La senadora opositora Jeanine Áñez se autoproclama presidenta de Bolivia tras el golpe de Estado

Entre la broma y el enfado, los seguidores de Evo Morales que salieron este lunes a las calles a protestar contra el golpe de Estado gritaban “Que renuncie Áñez, carajo”. En esos momentos, mientras ellos chocaban con las barricadas puestas por la policía y los manifestantes opositores durante toda la semana, a menos de 300 metros Jeanine Áñez se autoproclamaba presidenta de Bolivia. Lo hizo sin quórum, con un Senado famélico ante la falta de los diputados del MAS (el partido de Morales) y sin que se hubiera votado la renuncia del presidente y vicepresidente durante los últimos 14 años. 

No obstante, esta designación podría verse anulada este mismo miércoles. El diputado del MAS, Rubén Chambi, anunció anoche que este miércoles se celebrará una nueva sesión en el Congreso de los Diputados, a la que acudirán los representantes socialistas. Así, manifestó que la intención es votar contra la renuncia del presidente Evo Morales, lo que, se entiende, supondría la anulación de la designación de Jeanine Áñez como presidenta ya que ocuparía el puesto solo por el vacío de poder del presidente y el vicepresidente. Esta decisión supondría otro nuevo giro de los acontecimientos. 

Horas antes, sobre las siete de la tarde, la senadora de Beni juró el cargo. “Como presidenta de la Cámara de Senadores asumo de inmediato prevista en el orden constitucional y me comprometo a asumir todas las medidas necesarias para pacificar el país”, dijo entre los escasos aplausos que había entre los asientos del Senado. La autoproclamación llega después de que por la mañana no se consiguiera quórum para la celebración de la sesión del Congreso de los Diputados con dos tercios de los sillones vacíos y que, por lo tanto, no pudiera votarse la renuncia de las dos máximas autoridades. Esto ocurrió debido a que los representantes del MAS no acudieron a votar la renuncia del presidente y del vicepresidente, alegando en algunos casos falta de garantías para poder acceder a la Plaza Murillo. 

Si la sesión de la mañana se suspendió, por la tarde, Áñez decidió no esperar a sus colegas socialistas y se sentó en el asiento correspondiente a la Presidencia del Senado e hizo su juramento. La abogada de 52 años consideró, igual que lo hace una parte de la oposición, que tras las dimisiones de la anterior presidenta de la Cámara Alta, Adriana Salvatierra, y del vicepresidente primero, Rubén Medinacelli, ambos del partido de Morales; ella, como vicepresidenta segunda, debía ocupar el cargo. El vacío de poder amplió esta consideración hasta la Presidencia de Bolivia. 

La Constitución boliviana, promulgada por Morales en 2009, establece que la línea de sucesión en caso de la renuncia del presidente recae en, por este orden, el vicepresidente del Gobierno, el presidente del Senado y el de la Cámara baja. Todos los cargos que prevé la Carta Magna han dimitido. 

La falta de una votación en cualquiera de las dos cámaras que componen el sistema parlamentario boliviano no impidieron que Áñez celebrase su nombramiento. “La Biblia vuelve al Palacio”, dijo alzando un ejemplar del libro de considerables dimensiones mientras entraba en el Palacio Quemado, antigua sede presidencial hasta que Morales inauguró la nueva Casa Grande del Pueblo. El lema de “la Biblia vuelve a Palacio” está siendo un habitual en las expresiones de la oposición durante las protestas, asumiendo postulados cercanos a los de Bolsonaro. Minutos después, ya lucía en el antiguo balcón presidencial con los galones que dan el poder del Estado Plurinacional de Bolivia.

El Tribunal Constitucional, encargado de velar por el cumplimiento de la Carta Magna, ha emitido un comunicado “considerando la grave situación política y social”. El órgano afirma que “el funcionamiento del órgano ejecutivo de forma integral no debe verse suspendido”, por lo que el siguiente en la línea de sucesión asume “ipso facto” la presidencia, sin requerir una “ley o resolución” del Congreso.

Entró en política en 2006 y es senadora desde 2010

Jeanine Áñez es natural de Beni, uno de los estados de la llamada media luna de Oriente en la que ha destacado siempre la oposición al gobierno de Evo. Entró en política en 2006 cuando fue nombrada para la asamblea que llevaría la reforma constitucional de 2009. Después ha sido senadora desde 2010 por la coalición Unidad Demócrata, con quien repitió candidatura en 2014. Antes, trabajó como abogada y como presentadora de una televisión local. Liberal en lo económico, tiene un claro perfil situado en la derecha conservadora con claras referencias a la Iglesia y a Dios.

El nombramiento de Áñez ha sido reconocido por la oposición y por los comités cívicos que llevan 19 días de paros, protestas y bloqueos de calles. De hecho, el líder cívico de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, que durante estas manifestaciones ha asumido un gran protagonismo, anunció el levantamiento de los paros en la segunda ciudad del país a partir de las 12 de la noche. Esta medida será imitada en otros departamentos y ciudades. Asimismo, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman, el mismo que precipitó la renuncia de Morales en un golpe de Estado, acudió al “saludo protocolario” con Áñez. 

Por su parte, ya desde México, Evo Morales denunció vía Twitter “ante la comunidad internacional que el acto de autoproclamación de una senadora como presidenta viola la Constitución Plurinacional de Bolivia y normas internas de la Asamblea Legislativa” y añade: “Se consuma sobre la sangre de hermanos asesinados por fuerzas policiales y militares usadas para el golpe”. El que fuera presidente del país hasta el domingo llegó por la mañana al país que le ha dado asilo después de una operación diplomática de más de 24 horas y que vivió numerosas turbulencias.

Los problemas fueron varios, “un viaje por la política latinoamericana”, según el canciller mexicano Marcelo Ebrad. Desde la falta de un poder al que pedirle permiso para sobrevolar el espacio aéreo de Bolivia hasta la tensión en el aeropuerto del Chimoré en el que se encontraba Evo Morales con miembros de las Fuerzas Armadas en las instalaciones. Desde el rechazo de Perú a parar a repostar ya con el dirigente boliviano en el avión hasta las intervenciones del embajador de Brasil en La Paz y del presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, para poder sobrevolar el país que dirige Bolsonaro y poder repostar en Paraguay.  

Bolivia, con un presidente renunciado en el exilio y una presidenta autoproclamada, sigue sin tener una situación clara. Las protestas de los seguidores de Morales continúan entre acusaciones de racismo y golpe de Estado. En la Organización de Estados Americanos la división geopolítica se muestra en la posición sobre la situación boliviana. Estados Unidos, Brasil y Colombia por un lado; México y Uruguay por otro.  La celebración de unas elecciones será inevitable, aunque todo sigue pendiente de si habrá un gobierno con capacidad de guiar al país hacia este escenario.