ENTREVISTA Director del Security Policy Reform Institute

Stephen Semler: “El envío de armas a Israel vulnera las leyes de Estados Unidos”

Javier de la Sotilla

Washington —
20 de octubre de 2023 22:38 h

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No es común encontrar voces antiimperialistas entre los académicos, políticos y exmilitares que habitan la jungla de think tanks (o laboratorios de ideas) que han proliferado en la capital de Estados Unidos. Para llenar ese vacío, el Security Policy Reform Institute (SPRI) nació en 2019 con el objetivo de aportar una perspectiva progresista a la política exterior estadounidense. En nombre de la seguridad nacional, el establishment estadounidense lleva décadas impulsando una serie de políticas al servicio de la industria armamentística.

“No sólo nos impide [ese apoyo a la industria armamentística] hacer realidad las prioridades de la política interior, sino que, por el contrario, produce políticas que nos hacen menos seguros”, denuncia el Security Policy Reform Institute en su página web.

Con motivo de la actual escalada del conflicto árabe-israelí, elDiario.es entrevista al politólogo Stephen Semler, uno de los fundadores del SPRI, que defiende una política exterior que conecte con los intereses de la clase trabajadora. Semler lamenta que durante la presidencia de Joe Biden, al que denomina como “un presidente de guerra”, se hayan reducido partidas sociales mientras se ofrecía “un cheque en blanco” para financiar conflictos en el exterior. Desde el año 2021, el gasto militar estadounidense ha aumentado un 15%, a la par que la inseguridad alimentaria, que ha crecido un 18% y ya afecta a 28 millones de personas.

La Administración Biden ha pasado de dar carta blanca a Israel a decir que una invasión de Gaza sería "un gran error", exigir que se reduzca el número de civiles y negociar un corredor humanitario por Egipto. ¿Te crees el cambio de tono?

Me lo creeré cuando vea que va más allá de las palabras, cuando Biden condicione o ponga límites a la ayuda militar a Israel. De momento, lo único que he visto son armas estadounidenses siendo utilizadas para bombardear objetivos civiles. En mayo de 2021, Israel bombardeó el campamento de refugiados palestino Al-Shati con un explosivo GBU-39, matando a dos mujeres y ocho niños inocentes. Pues bien: la semana pasada envió otro millar de estas bombas, que ya están siendo utilizadas indiscriminadamente. Desafortunadamente, el cambio de retórica no se sostiene.

Aun así, diría que son buenas noticias que se haya visto obligado a bajar el tono, porque en los últimos días el Gobierno de Israel ha estado llamando abiertamente a la comisión de un genocidio. El primer ministro dijo directamente que no hay ningún palestino inocente en Gaza, asumiendo que el conjunto de los palestinos es responsable de las acciones de Hamás. Y el ministro de Defensa ordenó el asedio total, dando alas a esta idea del castigo colectivo. Creo que la condena internacional a este lenguaje genocida, sumada a las protestas que están teniendo lugar en todo EEUU, han obligado a Biden a poner matices.

El apoyo militar a Israel no ha dejado de crecer en las últimas siete décadas y es, de lejos, el mayor receptor de ayuda exterior estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué gana Washington con esta alianza estratégica?

Depende de a quién le preguntes. Algunos te dirán que tiene que ver con la seguridad nacional, otros que es un interés regional, porque EEUU no tiene muchos aliados en Oriente Medio, otros que tiene que ver con los valores comunes y los vínculos religiosos, o con los recursos... Quizás es un conjunto de todo. Es una relación que ha ido ganando fuerza con los años, y se ha convertido en un país hermano e inseparable de EEUU. La ayuda militar se ha ido convirtiendo en una obligación moral, a la que es difícil oponerse, y ya asciende a 160.000 millones de dólares, que hoy en día nos cuesta 3.800 millones anuales a los estadounidenses.

¿Qué papel tiene el lobby judío en todo ello? ¿Cómo condiciona la política exterior estadounidense?

Tiene un papel central y una gran capacidad de influir, especialmente en el Congreso, que es donde se deciden los presupuestos, pero también en los candidatos a la presidencia. Aunque yo no lo llamaría lobby judío, sino lobby israelita, porque, aunque intenta hablar en nombre de todos los judíos, claramente no lo consigue. Lo conforman segmentos muy adinerados, y algunos llevan años recaudando dinero para figuras de extrema derecha; de hecho, en el asalto al Capitolio, aquel 6 de enero, pudimos ver decenas de banderas de Israel.

Es un lobby extremadamente influyente, y lo es tanto para el Partido Republicano como para el Demócrata. Cualquier congresista o candidato que alce la voz de alarma sobre vulneraciones de derechos humanos en la política exterior estadounidense, o que quiera recortar la ayuda a Israel, inmediatamente será llamado al orden.

Los miembros de la Squad –el grupo de congresistas más a la izquierda del Partido Demócrata– han recibido amenazas y se les ha tildado de terroristas por criticar la ocupación palestina... Algo parecido ha ocurrido con una parte del Gobierno de España.

Es indignante, porque además la ayuda a Israel aprobada en el Congreso vulnera tres leyes estadounidenses destinadas a crear las condiciones para la asistencia militar a otros países.

La Ley de Ayuda Exterior prohíbe explícitamente la asistencia a países con “un patrón consistente de violación de los derechos humanos”. La Ley de Control de la Exportación de Armas dice que EEUU solo puede suministrar armas si son para la “legítima defensa”, pero el bombardeo de oficinas de prensa internacionales, de hospitales o de zonas residenciales, por poner algunos ejemplos, no entran en la legítima defensa. Y por último las leyes Leahy exigen que EEUU investigue abusos de derechos humanos antes de enviar armas. Pero el Pentágono ni siquiera se molesta en hacer un seguimiento de qué armas estadounidenses van a qué unidades israelíes...

Estos días, el lenguaje belicista inunda medios de comunicación y discursos políticos: “derecho a la autodefensa”, “disuasión”, “escalada regional”, “invasión”, “venganza”... De hecho, una exclusiva del HuffPost mostró que el Departamento de Estado ha dado la instrucción de prohibir el uso de palabras como “desescalada”, “alto el fuego” o “fin de la violencia” en notas de prensa oficiales. ¿Crees que existe alguna intención de llegar a un acuerdo de paz en este conflicto?

Este es un punto importante. El Departamento de Estado está acallando cualquier insinuación de que Israel viola los derechos humanos y no ha puesto en ningún momento un horizonte para el cese de las hostilidades. Es más, durante los primeros días, Biden ni siquiera llamó a Tel Aviv a la moderación, o a la respuesta proporcionada, que es algo que todos los presidentes, hasta los más belicistas, han hecho en guerras anteriores. Por eso creo que el reciente cambio de discurso es esperanzador.

El lunes, miembros del ala más progresista del Congreso publicaron un comunicado diciendo que la prioridad de EEUU debería ser buscar el alto al fuego. Son los únicos que se han atrevido a hacerlo. Este conflicto no empieza con los ataques de Hamás el 7 de octubre: viene de décadas de continuas campañas de bombardeos de Israel sobre la población civil de Gaza. Y ahora se está preparando para una invasión masiva, que sería del todo catastrófica.

Pero la única manera efectiva de que Biden consiga la moderación por parte de Israel es llamando al alto al fuego y amenazando con cortarle la ayuda militar. Es cierto que Israel es capaz de cometer crímenes de guerra con su propio presupuesto, por algo es la 15ª potencia con mayor presupuesto militar del mundo; pero esta amenaza enviaría un mensaje político tajante. EEUU tiene una gran influencia en el Gobierno israelí, solo que está eligiendo no usarla.

Biden nos vende que no hay dinero para programas sociales, pero este es infinito para financiar la guerra

En una entrevista con la CBS, Biden dijo que EEUU es “la nación más poderosa en la historia del mundo”, por lo que puede seguir financiando la guerra en Ucrania e Israel y a la vez cumplir con sus compromisos internos. Pero las encuestas muestran un cierto cansancio con la acción exterior, que se ha convertido en prioritaria.

Sí, Biden trata de convencernos de que EEUU puede mantener esta especie de Guerra Fría con China, hacer frente a los vestigios de la “guerra contra el terror”, financiar y abastecer las 750 bases militares que tiene alrededor del mundo... y parece que todo esto no tenga coste alguno.

Lo cierto es que, después de casi tres años de mandato, hoy hay muchos menos programas sociales que en la era Trump. Durante la pandemia, EEUU puso en marcha estímulos sociales de 1.400 dólares y otras medidas complementarias para mitigar sus efectos. De hecho, por un tiempo, llegó a tener algo remotamente parecido a una red de seguridad social, al estilo europeo. Y un montón de indicadores sociales mejoraron en 2021, durante el primer año de su presidencia. Pero comenzaron a caer en picado a medida que Biden se iba convirtiendo en lo que es ahora: un presidente de guerra.

Ahora volvemos a estar como antes de la pandemia, incluso peor en muchos indicadores. Desde 2021, el gasto militar ha aumentado un 15%, mientras que la inseguridad alimentaria ha crecido un 18%, y ya afecta a 28 millones de personas. En la última semana, 94 millones de adultos estadounidenses han tenido dificultades significativas para pagar sus gastos básicos...

Biden usa esa grandilocuencia estadounidense que dice que debemos proyectar el poder hacia el exterior en el nombre de la seguridad nacional. Pero la seguridad nacional no significa nada: hay un desajuste claro entre el significado que le da Biden y el que la gente normal le da, que es básicamente sobrevivir en su día a día. Biden nos vende que no hay dinero para programas sociales, pero éste es infinito para financiar la guerra.

¿Qué papel jugarán las presidenciales, en noviembre del próximo año, en el desarrollo de este conflicto? No sería la primera vez que una guerra decide las elecciones en EEUU...

Sinceramente, no creo que vaya a influir demasiado: ni la guerra en las elecciones, ni viceversa. Hay una línea continuista en la política exterior, y no creo que vaya a ser muy diferente si ganan los republicanos, incluso en cuanto a Ucrania. Por mucho que tengan otro discurso, si llegan al poder harían lo mismo que está haciendo Biden: ofrecer cheques en blanco para ambos contextos.

Pero los estadounidenses están viendo cómo en Ucrania sigue el estancamiento, y comienzan a estar cansados. Aunque apoyan mayoritariamente a Ucrania e Israel, creo que lo que quieren es simplemente que se ponga fin a esta violencia y nos centremos de una vez por todas en lo que ocurre en casa. Las encuestas nos dicen que la mayoría no quiere seguir con esa idea de ser la policía del mundo. Lo que les importa son sus medios de vida, pero están viendo cómo durante el mandato de Biden se suprimió la financiación para guarderías, se reinició el pago de la deuda estudiantil, se terminaron los cheques de estímulo... La gente ve que está recibiendo menos retorno por los impuestos federales que paga.

Después del Pivot to Asia de Obama, de los años de aislacionismo de Trump y de la retirada de Afganistán con Biden, parecía que Oriente Medio pasaba a tener un papel secundario en la política exterior en favor del Extremo Oriente. ¿Esta guerra pone en peligro esa doctrina?

Eso parece: EEUU se ha volcado a enviar buques de guerra, portaaviones, cazas y tropas... que fueron retirados en su momento. Aunque realmente nunca terminó del todo la “guerra contra el terror”. Después de la retirada de tropas de Irak en 2012, Obama prometió pasar página, pero nunca consiguió sacar a EEUU de las costosas guerras de Oriente Medio.

Luego, Trump cambió la estrategia de seguridad nacional, reconociendo que la principal amenaza a EEUU no era el terrorismo, sino las potencias rivales, como Rusia y China. Y Biden simplemente ha seguido esa línea continuista. Más allá de lo que pase en Oriente Medio, la prioridad de la política exterior estadounidense sigue siendo Rusia y China.

La vuelta a Oriente Medio y la carta blanca a Israel a nivel de ayuda militar solo nos conduce a un escenario: una guerra regional de mayor calado. Si Israel invade Gaza, ten por seguro que Hizbulá e Irán aumentarán sus hostilidades, y se reavivarán otros conflictos de la región, como por ejemplo la guerra civil Siria. Creo que esta es también una de las razones por las que Biden ha cambiado su discurso. Y espero que siga en ese camino, porque si no esto va a ser una gran catástrofe humanitaria.

Existe el temor de que China aproveche la situación para invadir Taiwán, y ahí sí que EEUU se vería obligado a responder directamente. ¿Crees que las guerras de Ucrania e Israel pueden ser la antesala de un conflicto global entre potencias?

Creo que si China ataca Taiwán y EEUU responde, va a ser catastrófico para el mundo. Los dos países saben que tendrían mucho que perder, y resultaría en muchas bajas para ambos. Se han hecho varias simulaciones sobre lo que podría ocurrir y todas muestran un número de bajas brutal para ambos lados. Así que realmente espero que no ocurra. Pero sí, las tensiones están creciendo, también en este frente, y realmente espero que EEUU y China sean capaces de perseguir políticas de reconciliación que puedan prevenir una guerra mundial, en la que sin duda perderíamos todos.

¿Se puede ser pacifista en un mundo hobbesiano? ¿Se puede poner freno a la carrera armamentística que domina este sistema internacional multipolar? ¿O estamos destinados al conflicto eterno?

Creo que depende en gran parte de cómo la clase trabajadora internacional sea capaz de movilizarse. Quiero decir, sé que hay una versión china de mí mismo, que está interesado en calmar la retórica belicista de su Gobierno en Pekín, del mismo modo que yo lo estoy en Washington. Las voces que llaman a la guerra siempre hacen más ruido y suelen tener un apoyo económico sustancial de los grandes fabricantes de armas. Pero su discurso es muy simplista. Si eres un pacifista, en cambio, tienes que estrujarte más la cabeza para llegar a soluciones y para apelar a la población con tu mensaje.

El mensaje debe enfocarse en buscar políticas que prioricen los intereses de la clase trabajadora: suelen ser opuestos a los de los ricos que financian las guerras. En todos estos conflictos, la clase trabajadora es la primera a la que envían a morir al campo de batalla. Así que confío en que pueda haber la solidaridad internacional y el coraje suficientes para forzar a los gobiernos a poner fin a las guerras. Aunque en estos momentos es difícil ser optimista...

El think tank que diriges (SPRI) busca “llenar el vacío de un conjunto de organizaciones que no conectan la seguridad exterior con las necesidades económicas, sociales y políticas más acuciantes de los estadounidenses”. ¿Cómo se pueden vincular los intereses de la clase trabajadora con la política exterior estadounidense?

La clase trabajadora y los sindicatos ya se están movilizando contra un conjunto de injusticias, que tienen mucho en común con el complejo industrial de la guerra. Luchan contra la explotación laboral, la avaricia empresarial y sus abusos, por el clima, los derechos humanos o la reforma policial. Luchan, a fin de cuentas, por la seguridad de la clase trabajadora. Son problemas que también tienen lugar en la industria militar, así que, si podemos encontrar esa unión de la clase trabajadora, hay la oportunidad de conectar todas estas luchas, y hacerlo de manera global.