Una de las citas más repetidas de Suella Braverman es una copia de un anuncio de un grupo conservador y anti-impuestos de Estados Unidos de hace dos décadas. En un discurso ante la Cámara de los Comunes el pasado otoño, la ministra del Interior británica culpó de las protestas del grupo Just Stop Oil -el mismo que este lunes rompió el cristal de La venus del espejo de Velázquez en la National Gallery de Londres-, a laboristas y liberaldemócratas y a parte de los “lectores del Guardian, consumidores de tofu, progres anti-crecimiento”. Ella utilizó la palabra “wokerati”, una mezcla de los “woke” y los “illuminati” de la ilustración.
La frase está inspirada por la de un anuncio del grupo conservador republicano Club for Growth que en 2003 hacía campaña contra Howard Dean, entonces el favorito demócrata para enfrentarse a George W. Bush en las elecciones de 2004. La caricatura arremetía contra “bebedores de lattes, consumidores de sushi, conductores de Volvo, lectores del New York Times”. No existía el uso despreciativo de la palabra woke, pero la descripción incluía los piercing y el amor a Hollywood. Dean perdió las primarias, pero aquella frase se quedó como simplificación de la “guerra cultural” que han importado Reino Unido y otros países europeos con 20 años de retraso. Braverman, de hecho, estaba en aquellos años en Nueva York, cuando era una abogada veinteañera y pasó el examen para poder ejercer la abogacía también allí.
Budista pescatariana
Pero Braverman se parece poco a aquella pareja blanca mayor de republicanos que salían en el anuncio para renegar de los demócratas de Vermont, el estado donde Dean había sido gobernador y supuesto paraíso de esos lectores de prensa de calidad y comensales de restaurantes japoneses.
Sue Ellen Fernandes (Braverman es el apellido de su marido) nació hace 43 años en Harrow, a las afueras de Londres, de padres indios que emigraron primero a Mauricio y Kenia y luego, al Reino Unido. La ahora ministra cursó parte de la Universidad en París gracias al Erasmus que ya no existe en su país por el Brexit, es lectora de Proust y amante del cantautor belga Jacques Brel. La ministra que parecía burlarse de quienes comen tofu es budista practicante y pescetariana (vegetariana que come pescado).
“Sobre esto de los wokerati… la ministra de Interior es vegetariana. ¡Come más tofu que yo!”, replicó en los Comunes Yvette Cooper, la diputada laborista encargada de Interior.
La ministra es la prueba de que los estereotipos sobre hábitos que Braverman y los tabloides locales intentan afianzar son atajos incompletos para definir a las personas y su ideología.
Ella se interesó por la política en el Reino Unido de Tony Blair y siempre fue conservadora, igual que sus padres. La experiencia de ser inmigrantes del sudeste asiático de minorías étnicas y con pocos recursos no acercó a la familia al Partido Laborista. Tampoco ha evitado que Braverman sea una ministra que dice que su “sueño” es que los refugiados que llegan al Reino Unido sean deportados a Ruanda, que el multiculturalismo ha fracasado, que la mayoría de inmigrantes se aprovechan del sistema y que acampan en la calle “como elección de estilo de vida”, como dijo en la penúltima controversia de esta semana.
En la última polémica (al cierre de esta edición, el jueves por la noche), acaba de publicar un artículo en The Times para criticar a la policía metropolitana de Londres por autorizar una manifestación pro-palestina este sábado, día de conmemoración del armisticio de la Primera Guerra Mundial y en que el país homenajea a sus veteranos. La ministra describe las protestas pro-palestinas como “marchas del odio” de “turbas” que defienden a Hamás y las compara con las marchas violentas en Irlanda del Norte que, en ese caso, organizaban los unionistas conservadores, es decir, los más cercanos a su propio partido. Braverman se queja de “la primacía de ciertos grupos, en particular islamistas” y de que los policías “hacen favoritismo cuando se trata de manifestantes” y son más duros con grupos de extrema de derecha o hinchas de fútbol.
El mensaje constante de Braverman opone un supuesto ideal británico contra fuerzas ajenas en la que casi siempre acaba atacando a personas de origen migrante. En abril, culpó en un artículo en el Daily Mail a hombres de origen paquistaní de ser responsables de redes de explotación infantil y de tener “actitudes culturales completamente incompatibles con los valores británicos” (el diario publicó después una corrección para enmendar el ataque general de la ministra).
Otro de sus argumentos clásicos es que los refugiados se inventan historias para recibir asilo. Por ejemplo, “hacen como si fueran gays cuando no lo son”, como dijo en un discurso en un think-tank conservador de Washington en septiembre. Según ella, la discriminación por género no debería ser un factor para aceptar refugiados. Braverman describe las llegadas de migrantes como “un huracán” y “una invasión”.
El imperio
Su dureza con migrantes y minorías contrasta con la historia de su propia familia.
En los años 60, su padre, Christie Fernandes, llegó al Reino Unido después de haber conseguido un pasaporte británico en Kenia para evitar la persecución política y se puso a trabajar en una fábrica de pinturas. Su madre, Uma Mootien-Pillay, fue reclutada en Mauricio como enfermera del Servicio de Salud británico. Los Fernandes fueron prosperando y ahorraron para darle una educación mejor a su única hija, que consiguió becas para estudiar en un colegio privado, la Universidad de Cambridge y la Sorbona. La llamaron Sue Ellen -acortado luego como Suella- por una de las sufridoras protagonistas del culebrón estadounidense Dallas.
Braverman racionaliza su experiencia de migrante como parte del movimiento natural dentro del imperio británico, que ya estaba en avanzada descomposición en los 60.
Cuando hasta el rey Carlos III ha pedido perdón por la represión colonial (también en Kenia), Braverman defiende el ideal vetusto.
“Mis orígenes son los de alguien que está ferozmente orgullosa del Reino Unido, la historia británica… Mis padres nacieron bajo el imperio británico. Llegaron a este país con una enorme pasión por el imperio británico”, dijo el año pasado en una entrevista con la web Conservative Home. “Me dan mucha pena las disculpas y la vergüenza promulgadas por la izquierda y empujadas por la culpa colectiva alentada por Tony Blair que invaden nuestra sociedad”, sostuvo.
Braverman fue activa en la política tory desde los 23 años y logró ser diputada nacional en 2015, con 35, cumpliendo el sueño de su madre, admiradora de Margaret Thatcher y que fue concejala pero perdió en un par de elecciones al Parlamento.
La ahora ministra despuntó en el partido como defensora a ultranza del Brexit. Aunque había empezado, en apariencia, como una conservadora moderada del estilo de David Cameron, se posicionó a favor de la salida de la Unión Europea en la campaña, lideró un grupo del ala derecha tory en el Parlamento y después del referéndum de 2016 defendió la ruptura más radical con los antiguos socios. Dimitió como secretaria de Estado del Gobierno de Theresa May porque consideraba inaceptable aplicar a Irlanda del Norte un estatus especial, con un pie dentro de la UE, para evitar el rebrote de la violencia (cosa que también ha terminado haciendo el actual primer ministro, Rishi Sunak). El premio fue un puesto en el Gobierno de Boris Johnson, que la hizo fiscal general. Braverman defendió entonces saltarse los acuerdos con la UE de salida del Reino Unido igual que es partidaria ahora de no respetar los estándares de protección de refugiados de la ONU e incluso de salirse de la convención europea de derechos humanos para poder expulsar a peticionarios de asilo en Reino Unido sin ni siquiera considerar su caso.
“Retórica racista”
En marzo, su política migratoria desató incluso una crisis en la BBC cuando el presentador estrella de deportes Gary Lineker criticó el uso de un lenguaje “que no es distinto del utilizado en la Alemania de los años 30”. Lineker fue suspendido temporalmente por este comentario en Twitter y sus colegas se negaron a aparecer en antena de la radio y la televisión en solidaridad. El marido de Braverman, un ejecutivo de Mercedes-Benz, salió a defenderla entonces en una poco habitual entrevista en el Daily Mail y se dijo indignado por la comparación porque, según explicó, él es judío y perdió a familiares en campos de concentración durante el Holocausto.
A menudo la ministra es criticada también por sus propios colegas en el Partido Conservador, que la acusan de “crueldad” y de falta de respeto de la ley. La antigua presidenta del Partido Conservador y ahora miembro de la Cámara de los Lores Sayeeda Warsi dijo en abril que el “uso de retórica racista” de la ministra muestra que “no está preparada para servir en un alto cargo”.
Las peticiones de dimisión se acumulan tras su última polémica por las protestas pro-palestinas, y algunos políticos conservadores creen que está forzando la mano de Sunak para que la eche y así convertirse en clara alternativa como voz de la extrema derecha en previsión de la derrota de los tories en las próximas elecciones generales.
“Quiere dejar su puesto. Todo el mundo puede ver que vamos 25 puntos por detrás”, decía este jueves Nadine Dorries, ex ministra y fiel aliada de Boris Johnson: “La carrera es por quién va a ser el líder de la oposición. Eso es lo que está pasando en el Partido Conservador ahora mismo... Creo que Suella Braverman quiere que la echen del gabinete. Y eso le daría un estatus en plan 'me han echado por ser sincera, por decir lo que la derecha del partido siente... voy a ser una heroína, voy a ser una mártir”. Dorries no cree que Braverman tenga ahora apoyos suficientes en el partido.
La lista de afirmaciones provocadoras de Braverman, a menudo con frases sacadas de los tabloides, también incluye asuntos fuera de su cartera y que van más allá de la posición del Gobierno, como cuando defendió dar un paso atrás en las medidas para recortar emisiones contaminantes con sus propios argumentos. “No vamos a salvar el planeta mandando a la quiebra a los británicos”, dijo pese a que el primer ministro sigue describiendo la transición verde como oportunidad económica.
Sunak la mantuvo como ministra del Interior como agradecimiento a su apoyo en la carrera tory tras la dimisión de Liz Truss y para apaciguar a la extrema derecha en su partido. También la ha defendido tras sus infracciones, como la circulación indebida de documentación oficial o el uso de recursos públicos para gestionar a su medida una multa de tráfico. Pero a menudo el primer ministro parece incómodo por algunas de sus declaraciones.
Sunak, también de padres indios emigrados al Reino Unido, no quiso apoyar su idea de que el multiculturalismo ha fracasado en su país. Y este martes no incluyó la última propuesta legislativa de Braverman en su agenda para el curso. La ministra quiere penalizar a las organizaciones caritativas que reparten tiendas de campaña entre los sintecho y dar más autoridad a la policía para desmantelarlas de inmediato. “No podemos permitir que nuestras calles sean tomadas por filas de tiendas ocupadas por personas, muchas de ellas de fuera, que viven en las calles como una elección de estilo de vida”, sostuvo la ministra. Sunak replicó que lo único que le importa es que la gente no tenga que dormir en la calle.
Y pese a sus reticencias iniciales, el primer ministro se mostró favorable al “derecho a la protesta pacífica” tras reunirse con el jefe de la policía metropolitana de Londres, que ha decidido autorizar la manifestación del sábado.
Braverman trata de aprovechar la oportunidad que puede haber el año próximo si Sunak es derrotado por los laboristas si bien en 2022 no logró llegar a la “final” en la votación interna del partido para sustituir a Boris Johnson.
En un momento de previsible crisis, los conservadores pueden mirar más a su derecha. “Supongo que ahondarán más en el cambio populista radical a la derecha que ya han hecho”, explicaba a elDiario.es Tim Bale, profesor de Políticas en la Universidad Queen Mary de Londres y autor de un libro sobre el Partido Conservador después del Brexit.
Pese a la desconfianza de los diputados respecto a Braverman, los votantes conservadores muestran simpatía hacia la ministra. Es una de las más conocidas, tiene una popularidad similar a la de Sunak y menos notas negativas entre los votantes tories, según la última encuesta de YouGov de octubre. Los votantes de su partido tampoco parecen incómodos con algunas de sus declaraciones: la mayoría de los conservadores (el 76%) e incluso una parte de laboristas (el 16%) considera “adecuada” su descripción de las llegadas de inmigrantes como “invasión”.