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Octubre cálido en Alaska

La superficie helada del Ártico en invierno alcanza un mínimo histórico

Alberto Arce

Fairbanks, Alaska —

Solemos identificar la línea del frente con la trinchera y la trinchera con el lugar en el que te disparan. El puesto más avanzado. Ayer después de una clase sobre indicadores de cambio climático en el Ártico, una nube oscura, casi negra, detenida sobre el campus desde primera hora de la mañana, comenzó a lanzar un esbozo de aguanieve.

Por un momento, sonreí. Por fin, me dije. Es septiembre, camino por el Campus de la Universidad de Alaska en Fairbanks y tiene que empezar a nevar en cualquier momento. Pero no, no pasó. La nube descargó apenas unos minutos y volvió a salir el sol. 

¿De qué trinchera, de que línea del frente hablamos en Alaska?

¿Estamos en el primer lugar de Estados Unidos en el que nevará en este otoño? ¿O acaso en el lugar donde se nota antes y con mayor intensidad todo lo relacionado con el calentamiento global derivado del cambio climático y es más fácil medir el retraso con el que lleguen las primeras nieves?

¿Ambos al mismo tiempo? 

Solo tuve que abrir uno de los boletines informativos a los que estoy suscrito, el del clima, y leer dos palabras que me ayudaron a salir de dudas respecto al aguanieve de unos minutos antes.

Las palabras eran “anomalía” y “dramático”. Sí. Salí de dudas. Pero el sentido que me devolvían era contrario al esperado. Lo que el boletín consideraba una dramática anomalía no tenía nada que ver con el frío de Alaska sino, al contrario, con su ausencia. 

La noticia climática de la semana es que la Administración Nacional de los Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos nos anuncia que, por primera vez, y pese al aguanieve en Fairbanks, está en condiciones de predecir, con un 85 por ciento de posibilidades de acierto, que el mes de octubre, que comienza en pocos días, será el más templado y húmedo de los registrados hasta el momento en Alaska. La noticia no solo está en que vaya a suceder sino en que lo predicen con semanas de antelación. 

Utilizan el sustantivo “anomalía” para nombrar que lo que nos sucederá en octubre no es normal y el adjetivo “dramático” para dimensionarlo en cuanto aceleración de tendencias ya detectadas en el pasado: las que dicen que lo que sucede en el clima sucede cada vez más rápido, que Alaska es el primero de los lugares en los que se detecta y que lo están midiendo al detalle. No hay predicción que alcance la velocidad a la que se calienta Alaska. Dentro de unas semanas, cuando evalúen octubre y pronostiquen noviembre, conoceremos el incremento de la velocidad del cambio. Las cifras dicen que siempre más rápido de lo proyectado. Abróchense los cinturones. 

Alaska está batiendo todos sus récords. Enero de 2018 ya fue el más cálido de la historia de Alaska desde que existen registros. En el sur del estado se registraron temperaturas de hasta 19 grados. Más viento, más humedad, más lluvia, menos nieve y hielo, menos frío. El termómetro explorando lugares insospechados incluso para las proyecciones más valientes. 

En promedio, el océano que baña Alaska, especialmente en el Estrecho de Bering, registra este septiembre cuatro grados por encima de la temperatura habitual en el periodo de 30 años con el que se comparan los datos actuales. El hielo en el mar ya ha llegado este septiembre a su mínimo histórico. En área y en grosor. Se pierde hielo. Cada vez más, cada vez más rápido. Y el que queda es cada vez más fino, más nuevo, más vulnerable. Se deshiela antes en el calendario y ese deshielo se prolonga más en el tiempo, lo que provoca una disminución en su capacidad de reflejar calor. Lo que a su vez genera el incremento del agua que entra el flujo circulatorio del planeta en forma de corrientes, humedad, nubes, precipitaciones (sí, también el mes de agosto ha sido el más lluvioso de los que registrados desde que se registran) y acaba empujando un calentamiento de la temperatura en el continente, desde la costa y en dirección al interior.

Ese hielo, ya descongelado, convertido en mar, a su vez, y al tiempo que influye sobre Alaska, sigue en caída libre desde el ártico hacia el sur. Hacia latitudes intermedias del planeta, donde interfiere con las tormentas tropicales, cada vez más fuertes, con las corrientes oceánicas, con la vuelta a empezar de un sistema interconectado donde el Ártico, el refrigerador del sistema, tose cada vez más.

Exhausto, enfría cada vez menos.

La clase de la que salía cuando me golpeó el aguanieve, tramposo, sentimental, confuso, poco científico, había girado en torno al conservadurismo de los indicadores. A la comparación entre dos informes SWIPA (nieve, agua, hielo y permafrost, por sus siglas en inglés) realizados por el Consejo Ártico en 2011 y 2017. Dos documentos que ofrecen respuestas que van mucho más allá del agua nieve en el campus. Si en 2011 el Consejo había proyectado que el hielo que flota sobre el Océano Ártico en verano iba a desaparecer en 2050, en 2017 adelantó la fecha a 2030.

Pero de nuevo, aquí la realidad viaja más rápida que los algoritmos que la dimensionan. Los hechos avanzan tan rápido como los datos que los corroboran.

¿Acaso no fue la noticia Ártica del mes pasado, agosto de 2018, que el portacontenedores Venta Maersk, cargado de pescado y componentes electrónicos, zarpó de Vladivostok y llegó hasta Alemania inaugurando una línea comercial imposible hace pocos años, la de un Ártico ya casi sin hielo? 

¿Con cuantas noticias respecto al calentamiento global podemos lidiar cada mes?

Alberto Arce es Snedden Chair de periodismo en la Universidad de Alaska-Fairbanks. 

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